Recomendación The whale

The whale, la última película de Darren Aronofsky, con Brendan Fraser en un notable papel.

En el cine, en la literatura o el teatro, desnudar el dolor humano puede ser un recurso efectista para conseguir la aprobación del público; o refiere a una desgracia que lleva a la resignación y el abatimiento; o a un intento, aun desesperado, de superación.

 En The whale (2022), la última película de Darren Aronofsky, la superación del dolor es también liberación de la culpa, la necesidad de redención, de sentir que, al final, la vida deja de sangrar, y se justifica a sí misma al comprender que la autenticidad es la única salida.

 Así, en el film, Moby Dick, la célebre obra de Melville, metaforiza un nuevo viaje peligroso, no el de la caza de la abismal ballena blanca, sino el elevar anclas para navegar hacia el arrepentimiento y la sinceridad.

En La ballena (The Whale), Darren Arronosky adapta un libro de Samuel D.Hunter. Charlie, un profesor de literatura sufre por su obesidad mórbida, vive postrado y solo acompañado por Liz (Hong Chau), su enfermera y única amiga.

 Quebró su familia para asumir su homosexualidad. Abandonó a su hija, pero la culpa no le permite descanso, es más pesada que su cuerpo de ballena. El que sufre sabe que su vida solo se aligerará por un acto que lo libere de las piedras que lo aplastan.

 A través de clases virtuales, Charlie enseña cómo redactar ensayos a alumnos universitarios somnolientos y desinteresados; todos encienden sus cámaras salvo él, el profesor, porque vive todavía en la vergüenza y el ocultamiento. Lo literario es también lo que une a Charlie con sus escritores admirados, como Melville y su historia de la misteriosa ballena teñida de blanco y de un secreto insondable.

La caza de la ballena es símbolo del viaje peligroso y necesario al final de una vida. En el viaje de Charlie no hay arpones, océano, olas o ballenas, sino la decisión de torcer el rumbo antes del hundimiento. El viaje riesgoso, difícil, incierto, es hacia la autojustificación. Esa travesía es también el aprendizaje de darle valor propio a los otros seres humanos.

Liz le insiste en que debe internarse para atender su grave riesgo de una insuficiencia cardíaca congestiva.  Pero a Charlie ya no le preocupa la salud de su cuerpo sino la de sus vínculos. Debe saldar una deuda, y la vida saludable que necesita abrazar es lo auténtico, la honestidad, el ya no engañarse ni engañar.

 Charlie, el obeso profesor, es protagonizado por Brendan Fraser, quien recibió un premio Oscar a mejor actor en su última versión.

El film es dirigido por Darren Aronofsky, el director de Pi: El orden del caos (1998), con la historia de un brillante matemático que busca el orden tras la apariencia del caos; Réquiem para un sueño (2000), y su inmersión en el mundo de las drogas (1); la controvertida La fuente de la vida (2006), de una ambiciosa creatividad que fluye en tres historias paralelas; El luchador (2008), que rescata del olvido al actor Mickey Rourke; Black Swan (2010), la historia de una bailarina y la desquiciante competencia dentro de su medio; y Noé (2014), y Mother (2017).

 Las críticas de The whale oscilan entre el reconocimiento de un logro dramático, o su condición de melodrama que recurre a la gordura como fuente de conmiseración, discriminación y rechazo. Pero esta diversidad de perfiles posibles de apreciación son atravesados por el combate contra la propia vida quebrada. Esta quiebra no depende de la apariencia física sino de la deformidad surgida del anterior abandono de los seres queridos. Deformidad de la actitud, no del cuerpo, cuyo sentido es solo hacer más agobiante el mal ya hecho y a remover. Superar un mal ya consumado implica un viaje superador, y un campo de lucha que incluye la paternidad antes no asumida, y el sentido que se le atribuye a la enseñanza.

La victoria en el viaje y el combate solo es posible por un discreto heroísmo por el atreverse a mostrase, por el ya no ocultarse; y por el pedir la honestidad para sí mismo, como padre, como profesor, como ser humano atormentado. Solo así se reconcilia con una hija dañada, y le demuestra a sus alumnos que lo importante no es la pura formalidad de las carreras y los títulos sino prepararse para mostrarse y ser; y volver a caminar cuando ya casi no se puede hacerlo; y levantarse y andar, y ver el mar, y sentirse de nuevo ligero y agradecido por el viento en el rostro, por el sol, por el sonido de las olas de espuma y sal, y al final, estar en paz porque se sabe que ahora, sí, se hizo lo correcto.

Esteban Ierardo

Padre e hija en la ficción (foto Rodin Eckenroth/Getty)

Y aquí la inspirada banda de sonido del film, por Rob Simonsen:

(1) Para los amantes de la música del cine, a la banda de sonido de Réquiem para un sueño pertenece el excelente tema “Lux Aeterna”, de Clint Mansell, interpretado por el Kronos Quartet.

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