
Hola, aquí empezamos esta serie; textos breves, para reflexionar sobre muchas cosas en este mundo inagotable. Aquí, la primera a propósito del otro mundo, que acaso esté en este…
Los humanos siempre quieren otro mundo, para escapar de un laberinto de soledad e injusticia.
Las madres, al principio, paren desde un mismo milagro del nacimiento; luego los hijos se diferenciarán por los distinto grados de dolor que el mundo inyectará en sus venas. A más sufrimiento más necesidad de otro mundo, donde todo sea felicidad, abundancia, luces cálidas y alegría. En la imaginación del otro mundo viven los distintos paraísos; y luego el mundo de las ideas platónicas; el más allá cristiano; o el Dorado de los conquistadores hispanos; o, en los tiempos de Napoleón y Comte, el reino laico del progreso, las utopías que se realizarían, un supuesto mundo mejor del mañana.
Creencias hoy caducadas. Momentos de una arqueología cultural, demostraciones de que el miedo es creativo. El miedo crea los mundos sin miedo.
El miedo al sufrimiento físico, la enfermedad, el hambre; el envejecimiento, la muerte. Otro modo del miedo nace de la sospecha de que el corazón de nuestra existencia solo mueve la sangre de lo absurdo, lo inútil, lo sinsentido, o el sentido que el humano se debe dar a sí mismo, como lo decían Sartre, Camus, el primer Heidegger.
Pero el miedo común, el más extendido, es a la hostilidad de este mundo, en el que hoy coexistimos con animales, y mañana con robots. En la era del algoritmo, la fake news y la deep fake, el miedo al mundo complejo, en el que el trabajo se achica mientras los capitales estallan y circulan; mientras toda creencia en un más allá metafísico naufraga, muchos sienten el futuro no como vida liberada, sino como ciudades en la noche del tecnocontrol, encerradas en su propia burbuja cibernética, de espaldas a un clima despedazado por un antropoceno apocalíptico.
¿A qué otro mundo escapar entonces? ¿Acaso solo al momento del entretenimiento vía streaming en la noche, antes de volver al regazo de Morfeo? ¿O buscar el otro mundo en este pero como el mundo del fanatismo ideológico político o religioso, que niegan toda realidad que les refute? ¿O alojarse en el otro mundo paralelo de los privilegios, mientras la mayoría sufre en la carencia producto de políticas que destruyen el bienestar? ¿O vivir obsesionado por la riqueza económica, como el único otro mundo posible para olvidar la pobreza y la vejez en el mundo?
¿Pero no será mejor buscar el otro mundo en lo que es en este mundo? El otro mundo quizá nace cuando en este mundo, al fin, se experimenta la presencia del agua, la tierra, los cuerpos, los árboles encendidos de luz, las estrellas y la niebla, la diversidad inaudita de los millones de seres de caras y ojos distintos; percibir todo eso con algo de veneración y lluvia; y saber y aceptar que, en algún momento, ya no seremos, pero que el espacio inmenso, de alguna manera, siempre será.
Esteban Ierardo