La espiritualidad de la India y su literatura

Por Sergio Fuster  

Krishna y Arjuna, en el Bhagavad Gita (en pxfuel.com)

La literatura de la antigua India es inseparable de la religión, de la dimensión ritual, la magia, una intuición filosófica de la realidad, en la que una espiritualidad profunda siempre siembra de significación cada instante y lugar.

Sus obras son religiosas y literarias y, en algunos casos, épicas y filosóficas a la vez. El caso de los Vedas y sus dimensión ritual, o los Upanishadas y su robustez metafísica. A lo que se agregan grandes obras esenciales, no solo de la historia de la literatura religiosa de la India, sino también de un valor universal como el Mahabaratha, que contiene el célebre encuentro de Arjuna y Krisna en el Bhagavad Gita, o la epopeya del Ramayana.

En el texto que sigue a continuación, Sergio Fuster, historiador de las religiones comparadas, y asiduo colaborador de esta página, ordena este momento de la cultura universal, de una espiritualidad fundida con la alta imaginación y la presencia asidua de multitud de dioses y diosas, seres míticos y ritos. Fuster nos propone una síntesis en la que la hondura de la literatura religiosa y epopéyica de la antigua India, no se pierde en simplificaciones excesivas. De ahí su amplitud, meticulosidad, y también amenidad, para acercarnos al rico manantial de la imaginación de la antigua India que es literatura religiosa y filosófica; y, a la vez, siempre deseo de una realidad distinta y trascendente.

E.I

Algunos aspectos de la espiritualidad de la India a través de su literatura (*).

Por Sergio Fuster

Vamos a ingresar en una temática que guarda, como ya se intuirá, una gran complejidad: me refiero a la religiosidad de la India. Hay que tener en cuenta que trataremos con una mentalidad y una manera de ver el mundo muy distinto a como se ve en Occidente. En paralelo con los datos históricos que serán aleatorios, nosotros nos centraremos principalmente en su literatura, a partir de la cual podremos acceder a su pensamiento metafísico y místico. No libre de una gran carga psicológica y, en múltiples casos, individualista. Pero antes hagamos dos aclaraciones preliminares. 

    En primer lugar, diremos que el pensamiento de la India difiere del nuestro en que es monista, o sea que busca la unidad en su fondo. Aunque presenta una diversidad aparentemente contradictoria del supuesto, en lo ulterior todo converge en una sola manera de concebir a Dios, al mundo y al hombre. Totalidad que, en la consciencia humana, se disocia por proyección en la multiplicidad. El fenómeno y el noúmeno kantiano para la India sería solo un presupuesto ilusorio producto de la ignorancia que produce el individualismo del yo (“yo” se dice en sánscrito aham). Una vez superada esta barrera yoica la realidad de descubre como total. Por ello, parcializar es limitante y no permite el acceso al conocer verdadero como posibilidad real. Lo que para nosotros son saberes epistémicos bien diferenciados, como ser la ciencia (veda), la física teórica (gunas), la religión (sanatana), la filosofía (darsana) y la psicología o teoría de la consciencia (yoga), por citar algunos casos, para la mentalidad india estos saberes se mezclan y se complementan en una unidad, por lo cual diferenciar ciencia de filosofía o de religión es improcedente.  

    En segundo lugar, tenemos que comprender que una de las principales oposiciones entre el pensamiento de Oriente con el de Occidente, es que el pensamiento occidental rara vez reconoce los límites de la razón (los empiristas modernos y también Kant en eso fueron una excepción). No desnudar límites es soberbio. En Occidente cuando se rompe con el mito, allá en la Grecia Antigua, encabezada la hazaña por Tales de Mileto, el esfuerzo por el conocer correcto es casi ilimitado. Antes, en el mito, el limitar era privilegio de los Dioses, estos imponían fronteras. El iniciado que conoce y el aprendiz que está por conocer. Una vez superados estos, donde le robamos la antorcha del saber al Olimpo, la omnipotencia está trasferida en el sujeto como posibilidad secular.  

    Es común a cualquier estudiante de filosofía el notar que un filósofo siempre cree llegar a una verdad última de su sistema de pensamiento, sin embargo, luego aparecerá otro que lo desdecirá y lo superará, o eso es lo que intentará. En cambio, en Oriente no pasa así, sino que se parte de una verdad dada y esta verdad inamovible, inmutable, será explicada de infinitas maneras. Entonces, lo que llamamos filosofía oriental sí reconoce los límites de la razón humana. Hay un punto de cierre. Mi intelecto tiene una frontera que no puedo atravesar por esfuerzo propio. El resto del saber que se obtenga es espiritual. Es por un tipo de intuición gnóstica (Jña). Es como una revelación iluminativa. Esto quizás explique que no hay una delimitación clara entre filosofía y espiritualidad. Saber místico y saber filosófico están conjugados. Lo que quiere decir que Dios, o el absoluto, o como se quiera decir, es inaccesible para ciertas funciones de la consciencia ordinaria, a no ser que haya alguna clase de despertar. Dios (en su naturaleza “impersonal”) solo parece ser accesible desde la mística. Pero la mística tiene el problema de la inefabilidad. De la afasia. Es como decía Wittgenstein con relación al lenguaje: “…de lo que no se puede hablar, es mejor callar”.   

   Entremos ahora en materia. Creemos que ingresar en los períodos literarios de la India sería la manera más didáctica de comenzar a penetrar en sus tradiciones espirituales y sus vastas complejidades. 

Períodos literarios 

Si bien podríamos hablar de la historia de la India, para el estudio de su religión y de la construcción teológica que intentaremos rescatar aquí, en principio, es irrelevante. La India no estructura una consciencia histórica como Occidente, como lugar donde colocar las utopías, idea que cobró mucha fuerza en la modernidad. La India tiene una visión del mundo casi inmutable. Cosmos que surgen y se desintegran. Sin embargo, y a pesar de ello, podemos hacer un acercamiento a los períodos evolutivos de su pensamiento, y estos estarán marcados por la arquitectura de su gran corpus literario tanto sagrado como tradicional. A eso nos remitiremos a continuación. Lo que no quiere decir que luego no hagamos referencia a algunos acontecimientos históricos, pero estos serán funcionales a lo que estemos estudiando en ese momento. 

    La religión de la India, que hablar de “religión” equivale en este caso a hablar de algo un poco distinto (sanatana-dharma) a lo que estamos acostumbrados sobre este término, incluye además tener en cuenta filosofía (metafísica), ciencia y psicología aplicada, y esta, está determinada, como ya dijimos, por el armado de su tradición literaria. Empero, para entenderla vamos a tener que remitirnos a su “antes”, es decir, a sus orígenes para comprender que la espiritualidad y la sociedad india es el resultado de una conjunción de estadios prevedicos y védicos propiamente dichos.  

    Las civilizaciones, por regla general, están estructuradas en base a su percepción geográfica y a los recursos que estas permiten. Tal como vemos en el Antiguo Egipto, que la civilización se desarrolló a lo largo del Nilo y su visión del mundo estaba condicionada por esa dualidad: agua=vida en contraposición: aridez=muerte; o en el caso de Mesopotamia, cuyas ideas religiosas están imaginadas en torno a la condición que vivían, “entre ríos”; o Canaán y sus ciclos de luchas divinas a través de las temporadas lluviosas y secas, de la misma manera lo podemos pensar para la civilización de la India.  

     La cultura védica y otras que allí se desarrollaron lo hicieron a la vera de tres principales ríos: el Indo al Oeste, el Ganges al Este y el Kevari al sur. Este triángulo permitió una cosmovisión tripartita del mundo (tres formas o trimurti). Amanecer, mediodía y atardecer. El camino del sol. La ruta del cosmos. Ese sendero cósmico era proyectado en la existencia fenoménica como algo que “aparece” temporalmente en el nacimiento, en la adultez como desarrollo y en la vejez hacia la muerte. El ciclo de la vida. Tal como el sol después de cumplir su circuito retornaba una y otra vez, se aparecía eternamente, de la misma manera comenzó a ser concebido el hombre como algo que regresaba infinitas veces luego de su muerte. En esos lapsos de vida la realidad de la naturaleza y de su cuerpo se le aparecía en estampas a sus sentidos y era asumido en su consciencia. Sin embargo, la idea de un afuera y un adentro, una exterioridad y una interioridad era solo una opción de perspectiva que, en definitiva, debía ser una ilusión y la realidad real debía ser algo más perenne, absoluto. El hombre como el cosmos debía estar dividido en tres aspectos: espíritu, mente y cuerpo, como el tridente de Siva, el Dios del atardecer del cielo, como el sistema sutil del hombre (susunna, ida y píngala). 

   A continuación, veamos los períodos en que podemos esquematizar el estudio de su literatura: 

3300-1500 a. C.: Civilización del Valle del Indo. 

1500-800 a. C.: Época védica (recitación). (Se construyen los cuatro Vedas). 

800-500 a. C.: Época brahmánica (da el significado de la recitación). (Se instituyen ritos sacerdotales). 

500-200 a. C.: Época de las Upanisads (final de los Brahmanas). (Se especula metafísicamente y además se escriben los Yoga sutras. Aunque hay muchos tratados sobre yoga en las Upanisads). 

200-100 a. C.: Se cierra el Vedanta. (Brahma sutras

100 a. C. hasta el Renacimiento: Época hinduista. Antigüedad tardía y Edad Media en Occidente (Se ponen por escrito sus tradiciones. Mahabharata, Ramayana, Puranas, Tantras, Agamas y sus comentarios filosóficos). 

Civilización del Valle del Indo 

«Rey sacerdote», en Mohenjo-Daro, ciudad de la antigua cultura del valle del Indo, en Museo Nacional (Karachi, Pakistán). 

Hablemos de la cultura dravídica o de los “drávidas”. En este caso fue una civilización preliteraria, no en el sentido que no tuviesen escritura, sino que hoy por hoy la misma está mal conocida y, en muchos casos, permanece indescifrable. Poco comprendemos de ellos hasta el momento. No sabíamos nada de esta civilización hasta el siglo XX. Pueblos invasores en la antigüedad la destruyeron por completo. Borraron su memoria.  

    Por lo que inferimos del registro arqueológico, la cultura del Valle del Indo fue una civilización de la Edad de Bronce, que se desarrolló desde alrededor del 3300 a. C. hasta 1200 a.C. a lo largo del Punjab y se extendió por zonas como Pakistán, entre otras, y el noroeste de la India. En conjunto comprendía el área más extensa de todas las civilizaciones antiguas, más de un millón de kilómetros cuadrados, pues atravesó diversas épocas, siendo su máximo esplendor entre el 2500 a. C. y el 1900 a. C.  

   Al igual que las civilizaciones de Egipto y Mesopotamia dependían de sus ríos. Como el río Nilo, el río Indo se desbordaba todos los años, inundando extensas zonas y depositando sedimentos fértiles. El fenómeno de la inundación simbólicamente equipara al de la lluvia, haciendo de lo femenino telúrico un factor importantísimo en sus creencias religiosas. Este inmenso potencial agrícola fue la base sobre el cual se desarrolló el urbanismo en torno al marco geográfico.  

    Con las culturas prevedicas del Valle del Indo se establece lo que podríamos llamar el inicio de la historia de la India. Se trata de un largo periodo arcaico (en el sentido que somos nosotros los que no podemos acceder a su escritura), probado por el momento por testimonios arqueológicos. Por otra parte, se pueden encontrar vestigios hasta el I Milenio a. C., es decir, hasta un tiempo en el que ya habían entrado en la historia (escritura mejor conocida). En sentido estricto, las culturas del Indo pertenecen a la prehistoria ya que solamente han dejado restos arqueológicos sin documentos literarios, aunque sí inscripciones. (Pero al no poder traducirlas se dificulta hacer historia documentada de ellas), pero para apreciar la historia india hace falta tomar en consideración estas culturas urbanas. 

   En la década del veinte en el siglo anterior, John Marshall, un arqueólogo británico, encontró estas ruinas urbanas y las describió por primera vez. Sus estudios fueron completados por otros investigadores como Wheeler, Mackay y Sahni, además de arqueólogos indios y pakistaníes a partir de 1960. Las ruinas de Mohenjo-Daro están algo mejor preservadas que las de Lothal y Harappa, la otra gran ciudad perteneciente a esta civilización, por lo cual constituyen una mejor fuente de información acerca de esta cultura.  

    En cuanto al tema que nos ocupa, su religión, podemos precisar lo siguiente: según los hallazgos parece que adoraban a la Diosa y las aguas poseían una importancia espiritual, así como los árboles y los espíritus numínicos que habitaban en ellos. Los árboles eran símbolos del universo y la posición del hombre en el mundo. Todo parecía ser parte de una gran potencia espiritual. También encontramos la tendencia a colgar de sus ramas y a los pies del tronco una infinidad de objetos votivos, que van desde cabellos, estatuillas de Dioses amorfos, piedras y cabezas estatuarias recién cortadas. Las ofrendas consistían en licor, incienso, flores y secreciones sexuales. Encontramos además la presencia del lingam, una piedra enhiesta simbolizando el miembro viril erecto. Posiblemente todo comenzó con piedras a la que se les dibujaban grandes ojos. Lo que induce a pensar en un culto aborigen que continuó subterráneamente en los periodos arios conocidos como tantras.  

Repesentación Siva Pashpati. en Mohenjo Daro

    Todo parecía girar en torno a su religión. Se halló la estatua de un sacerdote con atuendos similares a los utilizados por los brahmanes en épocas védicas, así como un sello de esteatita representando a un hombre tricéfalo sentado en posición fetal o tal vez de yoga, llamado en la jerga el “proto-Siva” o Prajapati como “Señor de los animales”. El héroe Rama, personaje de la tradición india, guarda las mismas similitudes. Si esto es así, el yoga puede que sea preario. Pero como dijimos al comienzo, su escritura está mal comprendida y aún no podemos suponer nada con certeza más que las complicadas comparaciones con los cultos más actuales.  

El genocidio ario 

Los indoarios se impusieron por su condición de expansivos guerreros, sus armas de bronce, sus petos de cuero y sus carros de combate con ruedas.

Todo apunta a que este antiguo pueblo fue en gran parte exterminado por los invasores que llegaron del norte. Pareciera que la atractiva espiritualidad de la India fue fundada sobre la muerte y la conquista de un pueblo. Si bien actualmente figuran teorías sobre la ocupación aria en el Valle del Indo más salvíficas, como decir que la llegada de estos extranjeros fue gradual y se debió a un proceso lento y consensuado, o que migraron por un largo período de sequía, como las de David Knipe, son insostenibles por la prueba arqueológica. Los románticos de la New Age quieren salvar lo insalvable. Las excavaciones muestran una invasión abrupta, además de la aparición del carro de guerra y de armas sofisticadas que no conocían los drávidas, como por ejemplo del uso del caballo. Los que sostienen estas teorías intentan quitar el estigma de que la espiritualidad de la India se construyó sobre la sangre de un pueblo arrasado. Los arios arremetieron con toda su furia contra esta civilización. Era muy avanzada, por cierto, y prácticamente la exterminaron llevando a cabo el primer genocidio ario de la historia conocida. De haber sido una ocupación tranquila no hubiesen desaparecido de la historia de ese modo. Los pocos sobrevivientes de estos grupos de piel más oscura se mezclaron con los arios (los brillantes) y otros fueron relegados a la condición de descastados al sur desarrollando posteriormente la cultura Tamil.  

Época védica y brahmánica 

Edición del Rig-Veda

Con Época védica nos estamos refiriendo al primer período del avance ario en la región, no solo del Indo, como ya estudiamos, sino hacia todo el interior del subcontinente. Esta cultura, cuya supremacía se logró a través de la guerra, la matanza y la violencia, también fue seguida por la instauración de un pensamiento religioso importado (que se sincretizó con la cultura de base logrando expresiones rurales y secretas de carácter subterráneo como luego será conocido como “tantra”) y un sistema de gobierno piramidal estructurado en castas sociales bien diferenciadas que convivieron con una suerte de “subestados” en ciertos clanes y tribus.  Sin embrago, la primera época no es estudiada por los eruditos occidentales por su sistema gubernamental ni por sus listas de reyes, como ocurre con Egipto, o con Asiria o Babilonia, entre otras regiones, sino a través de la construcción de sus tradiciones fijadas en forma de textos escritos. 

    El texto escrito más antiguo que se conoce en India es el corpus védico, es decir, el Veda. El Veda pertenece a un grupo textual llamado sruti que significa: “lo que fue revelado”. ¿A quiénes? A los sabios antiguos por los maestros ascendidos o Rishis (Atharvan), seres míticos que recibieron esta información mediante la iluminación mental de una región espiritual y así luego lo transmitieron. Fíjense que en esta cultura los Dioses, como también en otras, hablaban mediante experiencias místicas o estados alterados de consciencia (o “estados amplificados”, como prefieran, para el caso es lo mismo). En otras palabras y recordando lo antedicho este saber gnóstico (jña) es una intuición dada por los Dioses en el origen como algo superior al intelecto.  

    No obstante, también en India existe un tipo de escritura y de saber de carácter humano, es decir, meramente mental. Estos escritos, que nosotros llamamos de tradición, se conocen con el nombre de smriti. Están compuestos de historias políticas, leyendas, gestas, folclor y mitos relatados por generaciones antiguas, pero que son fruto del entendimiento humano y un puro ejercicio del pensamiento cultural.  

   Una vez dicho esto vayamos a los Vedas. Nosotros anteriormente cuando planteamos la cronología de la India antigua la dividimos funcionalmente en períodos literarios donde en cada estructura, una época se enlaza con la última. Esta “trama” (sutra o sutura – tantra o “algo tramado”) hace que la división que hicimos sea difusa en la realidad y que solo la hayamos propuesto por fines didácticos, pero el asunto es un poco más complejo.  

    La palabra Veda significa “conocimiento”. (Vamos a diferenciarlos de los Upavedas que son un tipo de saber inferior, es decir, no religioso. Estos consisten en medicina, arquería, música y danza, arquitectura, estrategias militares, y otras artes. Y también debemos distinguirlos de otro grupo de saber, de los llamados Vedangas, mencionados por primera vez en el Manduka Upanisad y aunque estos son complementarios para acceder a los Vedas religiosos son fundamentales, como ser: fonética [sandhi], métrica, gramática, etimología, astrología y comprensión descriptiva de rituales).  

   Los Vedas son un corpus que presenta cuatro textos: Rig (recitación), Sama (cantos), Yajur (sacrificio), Atharva (ritos y fórmulas mágicas). (Una aclaración importante acerca del Atharva Veda. Este texto es tardío, pero su tradición oral parece ser muy antigua, cerca del siglo X a. C., aunque ha sido criticado y consta de 731 slokas —versos—. La etimología de su nombre se relaciona con Atar, el Dios del fuego de los iranios, y su contenido es esotérico, ya que consiste en encantamientos y fórmulas mágicas. Los textos budistas y jainistas son muy hostiles hacia él. Era un texto iniciático y solo los brahmanes podían saberlo bajo autorización de sus superiores).  

   Los Vedas se hallan divididos en dos secciones: Mantra y Brahmana. Mantra recita y Brahmana revela su significado, aunque ambos son igualmente autorizados. Cuando un mantra se expresa en forma de verso con números de sílabas fijas y pies (padas o partes, métricas utilizadas en poesía india), es llamado Rig y cuando carece de ellos es Yajur (Existe un Yajur negro y otro blanco. Es decir, dos secciones. Una posiblemente tenga adoraciones a Krishna -el negro- de allí su nombre, y los textos blancos son solo para diferenciarlos de los negros). El Atharva guardará finalmente una división similar. A su vez el Rig cuando es cantado es llamado Saman. Estos fueron agrupados en samhitas (compilaciones detrás del texto). Esas compilaciones son los Brahmanas de los cuales hoy pocos existen y han sobrevivido en forma de Upanisads, ya que estos “Upa” son los finales de los Brahmanas o son, en su defecto, continuaciones de ellos.  

Teología de los Vedas 

Ejemplo de escritura védica

Entonces los tres Vedas principales son el Rig, Sama y Yajur (el Atharva será esotérico). La interpretación de los Vedas consta de tres modos o niveles: 1) espiritual, 2) psicológico y 3), simbólico. Todo se encuentra dentro de una misma realidad. El fin en ellos es buscar y alcanzar una espiritualidad más pura. Eso entendido dentro del mito de que hay una lucha cósmica, no solo en el universo, sino por proyección, en el interior del hombre, en su mente y en su cuerpo, esa lucha interior está llevada a cabo por Devas y Asuras, núminas o seres espirituales. Los Devas ayudan a destruir a los demonios a través de realizar sacrificios internos. Son los que brillan, son poderes que crecen dentro del hombre, son lo deseable, así como los Asuras presentan una fuerza opuesta al bien, es decir, son la oscuridad. Agni, el fuego; Indra, la acción y la mente divina; Vayu, el viento o el aliento energético de toda vida, que incluyen sus pasiones, sentimientos y emociones; los Asvin, médicos del alma; Mitra, el Señor del amor (heredado de Irán); Varuna el que desata el mal; Sarasvati, lo femenino del elemento agua; Suria, la fuerza; Aditi, el infinito (¿un proto Brahman?); Vritra, los poderes violentos reprimidos debajo en el inconsciente.  

     Los Vedas están destinados a la trasformación interior para iluminar a la divinidad que subyace en el fondo de nosotros y para regular los movimientos fluyentes de la mente y sus cartografías. Estos movimientos interiores del sujeto son regulados o sincronizados con el sonoro mántrico y con el accionar del yasna, es decir, el rito.  

Agni, dios del fuego, dibujo del siglo XVIII, autor desconocido

    El rito, para la cosmovisión védica es un viaje de ascensión. Dicho ascenso a diversos mundos, desde lo terrestre a lo celeste, es realizado por Agni, el fuego, el que puede vivir en todos los mundos, el que puede transformarlo todo. Agni, en el rito, logra diferentes densidades corpóreas, es decir, consume todo lo físico y lo trasfiere a lo metafísico, al más allá, pero también transforma distintos niveles de la consciencia y hace del hombre un ser divino a través de una batalla interna, psicológica y mística. De este modo el sacrificio es el combustible seco, el alimento, el ghee, simbolizando la claridad mental que se va alcanzando progresivamente. 

    Ahora, siguiendo en la misma línea, la consciencia del hombre está en sintonía con el cosmos y con los mitos de creación. En el principio era el No-Ser y de él deviene el Ser y lo que existe. El Rig Veda X, 129, porción presumiblemente escrita por Paramestín, un filósofo del siglo IX -VIII a. C. dice así: “Entonces el No ser no existía ni tampoco el Ser./No existía el espacio etéreo ni más allá la bóveda celeste/¿Había algo que se agite?/¿Dónde?/¿Bajo la protección de alguien?/¿Existía el agua?/¿Ese insondable y profundo abismo?/ (…) Solo el Uno respiraba, sin aire, por su propia fuerza./ Aparte de él no existía cosa alguna./ En el comienzo solo existía tiniebla envuelta en tiniebla./ Todo era agua indiferenciada./Principio de devenir, rodeado de vacío el Uno surgió por el poder de su ardor interno./En el comienzo brotó el deseo, que fue el primer semen de su mente/”. 

     Son parecidos, si se los compara, a los mitos de creación del Génesis o de los poemas mesopotámicos, egipcios o cananeos. También similares a las especulaciones de los filósofos presocráticos. Sin embargo, esta cosmogonía, aparte de compartir similitudes con otras, tiene el aditivo de ser una cosmogonía psicológica: del inconsciente surge la consciencia, el deseo como semilla indiferenciada da a luz el conocer como claridad, como amanecer.  

   El Ser como sat da lugar al conocer como cit y este produce un sentir felicidad, o sea, anandaSat-cit-anada son las tres cualidades del espíritu que derivan de la mente. En sus fauces aparece en medio de las tinieblas Deus Pitar, el Dios cielo, sattva, la vida atmosférica, rajas, y la materia, tamas. Las tres cualidades de lo denso. Y en medio de ambos triángulos sat-cit-ananda como gunas del espíritu y sattva-rajas-tamas como gunas de lo material aparece la luz mística: Atman (la diversidad de Devas o Dioses que están ligados al Uno). Eso relaciona al cielo con la tierra por proyección. El cielo o el mundo espiritual está formado por cinco lokas (mundos) y el cuerpo por cinco koshas (envolturas corporales).  

   Pero en la misma dirección de esta relación similar entre lo micro y lo macro está envuelto el mito de Purusha, el macántropo o gigante original. El nombre de Purusha tal vez provenga de la ciudad de Puri “lo que impregna todo”. Es una ciudad de Bengala donde se celebran los rituales de las carrozas donde peregrinan efigies de Dioses y estelas sagradas. La creencia es que el que muera allí se liberará automáticamente del samsara (la rueda de la existencia).  

    Allí también se encuentra el centro de adoración a Jagannatha (Señor del universo) como representación abstracta de Krishna. Se lo figura con un tronco de madera (neem) con ojos pintados muy grandes y ostenta ausencia de manos y pies. Es decir, es anicónico. Pero también puede aparecer con dos ramas a los costados en forma de brazos, en ese caso se lo asocia con la forma primaria de Krishna, es decir, Visnú (Narashinha). Sin embargo, en el tantrismo, representa a la Diosa (Vimala) y al falo de Siva. Según el mito de Purusha nacen el cosmos y las castas sociales. Luego habla que de su desmembramiento primigenio o de su sacrificio primordial salieron las cuatro castas sociales. De su boca los brahmanes, de sus brazos los guerreros, de sus piernas los comerciantes y de sus pies los campesinos. Los intocables, es decir, los drávidas, no poseen casta. En otras palabras, no forman parte del cuerpo del Dios. 

El sacrifico védico 

Un sacerdote brahmán realiza ofrendas de granos y ghi (mantequilla frita) como parte de un sacrificio yajña.(Wikimedia Commons)

El ritual brahmánico es interesante. Si el mito cosmogónico es el “guion”, el rito es su realización interiorizadora, “la puesta en escena” y el que pone en contacto a las núminas con el hombre.  

   En el comienzo posiblemente fueron sacrificios de animales y ofrendas de grano a los Dioses, es decir, algún tipo de oblación alimenticia. Lo realizaba el cabeza de familia. Estos se hacían en claros del bosque, al aire libre, sobre un montículo de tierra o sobre piedras. Pero con el tiempo se fueron complicando y llegaron a ser tan abundantes que es muy difícil para el investigador poder abarcarlos satisfactoriamente. Luego se disponían en ermitas debajo de árboles o emplazamientos de material. Así como ladrillos donde se dibujaba una cara con mirada saltona y otro tipo de lugares preparados especialmente para ello.  

    Ahora bien, el ritual clásico consiste en trazar sobre un claro del bosque un triángulo bastante grande y cavar un foso donde se le arrojan polvos, especias y ramas secas, además de flores laceradas. En cada foso, tres en total, se enciende un fuego sagrado, es Agni en su tripe manifestación. Pero el triángulo es descendente, posiblemente para simbolizar lo femenino o lo púbico. Como un útero de la madre tierra. En el lado superior se cava otro foso un poco más grande donde se colocan dos ramas gruesas y secas, símbolo de lo femenino y lo masculino en abrazo amatorio (lo que evoca a las serpientes entrelazadas). Se los separa con un pan de ghee símbolo del semen. Cuando se enciende la fogata central el pan de ghee se derrite uniendo los dos troncos y fundiéndolos en una unidad. Es sin duda un rito de la creación primordial.  En cada extremo se colocan sacerdotes y cada uno recita una porción de los Vedas. Sea respetando su métrica, cantándolo, o haciendo el rito. El espíritu o los espíritus que acuden a esa ceremonia alimenticia densifican el ambiente haciendo presente a lo numinoso que se dice sentir en el aire cuando este se vuelve pesado y oscuro: este es nivel del cuarto Veda o Atharva.  

    Los Dioses son muchos, múltiples en sus manifestaciones, empero, todo parece dirigirse a una potencia suprema como espíritu total. Estas manifestaciones en forma de Dioses concretos presentan diferentes naturalezas, desde la bondad y la misericordia hasta la maldad extrema e inimaginable y su opacidad producto de la invocación de seres repugnantes. Entidades bebedoras de sangre y espíritus sexuados cuyos adoradores dicen tener relaciones carnales con ellos a través de liturgias secretas, cantos estridentes y mantras ensordecedores.  

    El horario del rito determina la naturaleza de la númina invocada. No es lo mismo realizar un sacrificio durante la mañana o al medio día, que hacerlo al anochecer o a la madrugada. Los cultos a Rudra (Siva) se realizan antes que el sol salga, a Visnu o Isana a media mañana, a Indra al medio día, a Agni al ponerse el sol, a Yama, la muerte, entrando la noche, a Chandra a las veintidós horas y a Varuna a la media noche. Las deidades cuyos cultos se realizan en horas nocturnas requieren sacrificios bali, es decir, de sangre, humana o animal, de acuerdo a su naturaleza. Y los Dioses diurnos requieren vegetales, flores o granos (puja).  

Las Upanisads 

Edición en castellano de los Upanisads

Después de los textos Brahmanas se edifican lentamente las Upanisads. Constituyen porciones concluyentes de los Vedas. Son el punto culmínate del antiguo pensamiento de la India. Son las fuentes básicas de la filosofía india. No son tratados sistemáticos, más bien son poéticos y míticos, pero establecen una enseñanza monista y dicen ser nacidos de la experiencia y del contacto con una realidad superior (místicos). Erigen además el fin del Veda o el Vedanta. 

     La palabra “Upanisad” designa un “sentarse” (sad) cerca (upa) con devoción (ni), e indica la manera de aprender de un maestro, sentado a sus pies. Otra definición tiene que ver con el “secreto” o con la “doctrina oculta”. Según la tradición son ciento ocho “Upas”, aunque hay quien dicen que hay más de dos cientos. En realidad, nadie estableció a ciencia cierta su cantidad exacta de escritos ya que algunos incluyen unos y otros excluyen otros. Pero más allá de esto, las “Upas” principales, según los criterios de Sankara, un filósofo del siglo VIII e. C, son diez o trece, según cada caso: Isvara, Kena, Katha, Prasna, Manduka, Mandukya, Taittiriya, Aitereya, Chandogya, Brihadaranyaka, Kausitaki, Maitrayaniya y Svetasvatara. De estos el Brihadaranyaka y el Mandukya son los más importantes, ya que son restos de los textos más antiguos, pero representan también las ideas vedanticas advaitas (monistas) y dvaitas (dualistas). Versan sobre la relación de lo absoluto indiferenciado y lo absoluto diferenciado (Brahman-Atman), que son los dos aspectos de la misma realidad real, discriminados de las imágenes ilusorias (maya) que aparecen en la consciencia y que nos confunden y nos convierten en ignorantes (avidya). Pero a este tipo de desarrollo se irá construyendo en su metafísica y, por supuesto, en el yoga.  

Los textos de tradición (Mahabharata, Ramayana, Puranas, Agamas) 

Rama se representa con la piel azul y lleva un arco tensado con un carcaj lleno de flechas en la espalda y una flecha sola en su mano derecha. Pintado en papel europeo con marcas de agua de una flor de lis. Esta obra, que forma parte de la serie, está fechada en 1816 en otro lugar. Fue pintada en el sur de India, probablemente en Thanjavur o Tiruchchirapalli.

Los corpus de tradición, es decir, no revelados, son, a grandes rasgos, principalmente tres: Mahabharata, Ramayana y Puranas. Los Agamas son recitaciones devocionales esencialmente parte del corpus tántrico. Conozcamos un poco de qué se tratan.  

     En primer lugar, acerquémonos al Mahabharata, un texto datado en el siglo IV a. C.  Es atribuido al sabio Viasa, pero sin duda fue una compilación colectiva que tardó varios siglos. La historia principal de este inmenso texto trata de una lucha entre dinastías por el trono de la capital Jastina Pura, el reino del clan Kuru.  

    Jastina Pura y los reinos inmediatamente circundantes estaban asentados en el Doab, la región del Ganges superior y el río Yamura. Las dos ramas primas de la familia que participan en dicha lucha son los Kauravas(los hijos de Kuru, la rama mayor de la familia), y los Pándavas (la rama más joven, formada por los hijos del rey Pandú o pálido) quien era hermano de Dhrita-rastra e hijo de Viasa (el mítico compilador de textos) con la esposa de Vichitra-Viria.  

    Nace una disputa entre ambos clanes y Dhita-rastra divide el reino en dos partes, los kauravas al norte y los Pándavas al sur. Los kauravas durante un juego de dados le ganan a los pándavas el reino sur y estos son desterrados por trece años, al cabo del cual le deberán devolver el gobierno. Pero pasados los años correspondientes los kaurabas se niegan a cumplir con su palabra y se desata la guerra. Krishna, considerado un gran guerrero, pelea al lado de los pándavas o el lado del bien. La lucha culmina en la gran batalla en Kurukshetra, de dieciocho días, que los Pándavas ganan recién al final. (Es interesante aludir a un personaje llamado Karna, que luchó del lado del mal, los Kauravas, y muere decapitado. Esto ha sido relacionado con la Diosa romana Carna, de la cual probablemente derive el culto y la fiesta del carnaval, donde una efigie termina decapitada al final de los días señalados).  

    Esta guerra precisamente es tratada en el Bhagavad-Gita, un breve canto donde Arjuna (hijo de Pandu) en el campo de batalla, duda de ir a matar a sus parientes, los Kurus. Krishna, su auriga, como surge con todo su esplendor y lo convence de que cumpla con su deber. La batalla es entendida en sentido psicoespiritual donde el campo de batalla de Kurukshetra representa la mente, Arjuna el ego que debe trascender la maya y, los Kurus, el infraconsciente que debe ser sublimado hasta llegar a Krishna, el supraconsciente o la consciencia plena de Dios (Para-Brahman).  

    El Mahabharata termina con la muerte del Dios Krishna y el final de su dinastía, asimismo con el ascenso de los hermanos Pándavas a un planeta celestial junto con los Dioses. Ese momento también marca el principio de la Kali Yuga (Era negra). Esta es la cuarta y última edad de la humanidad, donde los grandes valores y las ideas nobles que esa humanidad representaba están desmoronándose, y los hombres se dirigen rápidamente hacia la disolución completa de la moralidad y la virtud en general. (Esto estará plasmado en los mitos de los avataras de Visnú). 

     Por otra parte, tenemos el Ramayana. Texto épico que data del siglo III a. C. Trata sobre lo siguiente. Dasharatha rey de Ayodhya, gracias a la ayuda divina, logra tener varios hijos de tres de sus esposas. Nuevamente aquí encontramos la concepción sobrenatural. Rama, un avatara de Visnú cuyo color es el azul, es el mayor. En una ciudad cercana vive la hermosa Sita. Cuando llega el momento de que Sita se case, se plantea una prueba a los pretendientes: los príncipes deberán ser capaces de encordar un arco gigante. Nadie pudo ni siquiera levantar el arco hasta la llegada de Rama, que no solo lo alzó, sino que además lo partió. Así fue como Sita eligió a Rama como esposo. El rey decide dejar el trono a su hijo Rama y retirarse al bosque para buscar la liberación espiritual. Todos están contentos con la decisión. Una de las esposas del rey hace un ardid para que su hijo, el otro hermano de Rama, suceda el trono y el rey le da su palabra. El rey se ve obligado a cumplir su sentencia y lo exilia. Rama obediente se retira al bosque. Sita y también su hermano lo acompañan.   

    Los años pasan y Rama y Sita son muy felices en su exilio en la selva viviendo como anacoretas. Llegado un punto deciden instalarse en el bosque dado que ellos vivían en diversas ermitas en donde los acogiesen. Hay una batalla liderada por Rávana, jefe de los demonios. Un enorme ejército de soldados muere ante las flechas de Rama. Rávana, a sabiendas que un enfrentamiento directo con Rama podía ser mortal idea un plan para raptar a Sita. (En los mitos, Brahma es un Dios que pone obstáculos a la evolución espiritual, mandando distintas dificultades, que luego Visnú debe reparar. La misión de esta encarnación en Rama es liberar al mundo de Rávana, pero Visnú, al encarnar, lo olvida de su propósito, hasta que ocurre su despertar. Experiencia iluminativa en la cual descubre su sentido de vida. Motivo muy usado en la literatura gnóstica).   

   En pleno rapto, un grupo de simios, liderado por Hanuman (un Dios con cabeza de simio), logra ver desde los cielos a Sita gritando por ayuda. Rama logra dar con ellos, ayudado un grupo reducido de monos. Por su parte, Rávana ha llevado a Sita a su palacio en el reino en Ceylán, pero no puede obligarla a convertirse en su esposa. Sita ni siquiera lo mira, pues solo piensa en su amor. Por otro lado, Rama, además del ejército de monos, trata de conseguir el apoyo de la divinidad del mar para que ayude a los monos a cruzar por las aguas y llegar a la isla. Esta accede a ayudarlos mediante la construcción de un puente. Por intervención divina, las moles (piedras gigantes) que el ejército de monos y osos tiraba al mar formaron una especie de camino entre la India y Ceylán. Por fin, se enfrentan los ejércitos de Rama y Rávana. El mal logra derrotar a todo el ejército de los simios gracias a sus poderes místicos como el de la desaparición o la invocación de serpientes. Pero Rama se sobrepone y luego termina con la derrota final de Rávana.  

    Rama libera a Sita, aunque este la desprecia frente al pueblo de los simios y de los osos, ante la posibilidad de adulterio, dado el prolongado tiempo que estuvo raptada por su captor (alrededor de un año). Ella, profundamente triste se somete voluntariamente a la prueba de fuego (la hoguera) para dar testimonio público de la integridad de su pureza (la sati, “la que es”, es la esposa que se autoinmola). El Dios Agni intercede por ella haciendo que el fuego no le afecte en lo absoluto (como los tres hebreos del mito bíblico de Daniel en Babilonia); en ese momento, las llamas toman forma humana y ayudan a salir a Sita de su holocausto, quien da muestra definitiva de su integridad. Los Dioses complacidos por la gesta de Rama le confiesan su naturaleza divina. Del mismo modo, su padre el rey Dasharatha, le anuncia el término de los catorce años de exilio, agradeciéndole, dado que al mantener su palabra en pie él irá al paraíso. Rama regresa junto a Sita a Ayodhya, donde el pueblo y Bharata lo proclaman como su nuevo rey. 

     Los Puranas (Lit.: “Historias antiguas”; “Crónicas de los antiguos”) que datan entre el siglo V–I a. C., pero su tradición oral bien puede remontarse al siglo X a. C., son dieciocho textos de diferente metría—además de escrituras adicionales menores— que hablan de cosmogonías, generaciones de Dioses y dinastías divinas y humanas. Están divididos en tres grupos de seis cada uno. Seis dedicados a Visnú (sattvicos), entre el que se encuentra el Srimad Bhagavatam (que habla de las encarnaciones de Visnú-Krishna); seis a Brahma (rajasicos) donde habla del huevo de Brahama y de la filosofía del tiempo (kala) o las Mahayugas; y seis a Siva (tamásicos), habla del lingan y de la encarnación de Siva, así como pasajes de su avatar como un pez (atribuido también a Visnú).  

      Los Agamas (lit.: “Ira hacia” “Lo dejado”; “La tradición”) son textos específicos de las sectas de India. Van del teísmo al monismo. Son corpus rituales y éticos. La utilización de la estatua en la adoración es central (puja, bali). Preferentemente guardan la doctrina tántrica. Los Agamas se dividen en tres grandes bloques, Saiva (27 textos), Vaisnava (108 textos, que incluyen números Upas) y Sakta (77 textos). Esta última guarda las escrituras tántricas. Su contenido se divide en Janna pada o doctrina; Yoga pada o practica meditativa; Krya pada, la ciencia de esculpir ídolos; Charya pada, reglas del rito. El origen de estas escrituras no está claro, algunos orientalistas lo sitúan en el siglo X a. C. y su composición y comentarios puede llegar hasta la Edad Media. Hay, además, Agamas budistas y jaimistas lo que establecen su antigüedad. 

    Con este breve acercamiento a sus textos nos será más fácil acceder a sus construcciones de lo sagrado, además a su complicada metafísica, pero ello será en trabajos futuros. 

(*) Fuente: Fragmento del Libro “Teología e historia de las religiones” (Inédito). 

El sagrado Río Ganges. Baranasi, para los habitantes de la India (foto en Fundación Aquae)

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