Por Ana de Lacalle
La conciencia sobre las distintas formas de manipulación es esencial para defender la propia libertad y un necesario pensar crítico. Libertad siempre amenazada por ilusiones y el acecho de los poderes. Este darse cuenta lúcido nos propone la escritora y filósofa española Ana de Lacalle, en este texto en el que El miedo a la libertad de Erich Fromm es una referencia importante, y que originalmente fue publicado en Masticadores, página nacida en Cataluña, dirigida por J r Crivello, y con numerosos colaboradores en el mundo.
Las formas de la manipulación que utilizan los diversos poderes, liderados por aquéllos cuyo principal propósito es lucrarse y acumular riqueza para fortalecerse, son cada vez más sibilinas. Aún así, una cierta mirada atenta sobre los mensajes que recibimos los ciudadanos, como si fuesen una cantinela de fondo que va calando en la mente, nos debe llevar a reaccionar. Sería una respuesta en legítima de defensa que debe transformarse, si tomamos conciencia, en acción, es decir, en una intervención voluntaria y consciente en el curso de los acontecimientos, en una transformación de esta estrategia de responsabilizar principalmente a quien es más víctima que perpetrador de los contratiempos que nos acechan.
Concretemos. Desde hace años, cuando la sanidad pública empezó su declive, se nos reprochaba a los usuarios el mal uso que hacíamos de ella: acudiendo innecesariamente, yendo a los hospitales cuando no tocaba, acusando a las personas de la tercera edad de irse al ambulatorio a pasar la mañana…muchos recordaréis algún mensaje recurrente de este tipo.
El cambio climático, o como deseemos llamarlo, se aborda desde los gobiernos insistiendo a los ciudadanos en el reciclaje de residuos domésticos, como si fuese una de las claves para revertirlo. Estos inputs son diarios y parece que nos quieran hacer olvidar que no hay manera de que en las cumbres internacionales que se celebran se llegue a un acuerdo al respecto: esa sería la condición necesaria para, al menos, no empeorar las cosas.
La “caza de brujas” contra los fumadores ha consistido en culparlos de un gasto desmedido en sanidad, en ser los culpables de las enfermedades respiratorias del resto de ciudadanos, mientras, eso sí, el Estado va cobrando cada vez más impuestos sobre ese producto. La generación boomer creció fumando y entre humo asumiendo que era una conducta social, no solo aceptada, sino incentivada. Sin embargo, casi nada nos dicen sobre la contaminación en las urbes por los gases tóxicos de los coches o por otras actividades de tipo industrial, entre ellas los cruceros turísticos, los aviones, …aunque se hayan tomado medidas para que los autos más contaminantes no accedan a los centros urbanos, todos sabemos que es una medida insuficiente.
La sequía se está tratando como un problema de consumo de agua por parte de la ciudadanía. Obviamente, constatando que no llueve, en lugar de decretar únicamente el estado de emergencia -en Catalunya, por ejemplo- y dar cuenta de las acciones que piensa llevar a cabo el gobierno para paliar una situación que puede llegar a ser más alarmante a corto plazo, insisten machaconamente en reducir el consumo por habitante. Cuestión menor si tenemos en cuenta que un ciudadano de forma inmediata no tiene manera de contabilizar el agua que está consumiendo.
La lucha contra la denominada violencia de género sigue enfocada en que las mujeres denuncien los maltratos sin disponer de sistema judiciales rápidos que las protejan. Además, los recursos principales que hasta ahora se han aplicado consisten en trasladar de ciudad a la mujer con los hijos, impedir que se comunique con la familia, acogerlas en casas por un tiempo limitado de estancia, a partir del cual deben haberse recuperado psicológicamente y, además, tener la capacidad de rehacer su vida desde cero sin ningún tipo de red de apoyo social como la familia o los amigos. ¿Alguien cree que eso es posible? Cuando las pruebas son indiscutibles, ¿no sería más lógico que se trasladara de lugar al maltratador, reconducir su conducta mediante terapias psicológicas y que sea una persona sola la que tenga que comenzar desde cero? Al margen, claro estar de los cargos penales que se le puedan imputar.
El tratamiento que se está haciendo del flujo intenso de inmigrante a los países más ricos es distorsionado, no exponen las auténticas causas de las que Occidente es en bastante medida responsable, y de manera populista se pretende mostrar como una amenaza para el trabajo de los ciudadanos y con una identificación racista con la delincuencia. Sin profundizar, en cualquier caso, el porqué si así fuere estas personas pueden llegar a delinquir más.
Y, ahora, para confundir y amedrentar más al ciudadano, si es que no se ha rendido ya, nos apabullan con el poder ilimitado de la Inteligencia Artificial que parece amenazarnos con la extinción. Como alguien decía, creo que el antropólogo y arqueólogo Eduald Carbonell, para extinguirnos con nuestra inteligencia nos basta.
Estos son casos muy próximos que cualquier ciudadano puede observar si se lo propone. Luego nos toparíamos con los relatos construidos para dar cuenta de los conflictos geopolíticos que son siempre sesgados, a menudo falseados, y de los que nunca se nos explica con claridad por qué nuestros gobiernos adoptan unas posturas y no otras, y cuáles son las auténticas razones de fondo.
Es decir, la posverdad se construye ad hoc desde los distintos poderes políticos y fácticos, siendo estos una manera de dominación discreta de los ciudadanos y una amenaza contra la posibilidad de algún tipo admisible de democracia. Algo, por otra parte que Eric Fromm constató el siglo pasado con bastante lucidez:
“La propaganda moderna, en un amplio sector, es muy distinta; no se dirige a la razón sino a la emoción; como todas las formas de sugestión hipnótica, procura influir emocionalmente sobre los sujetos, para someterlos luego también desde el punto de vista intelectual. Esta forma de propaganda influye sobre el cliente, acudiendo a toda clase de medios: la incesante repetición de la misma fórmula; el influjo de la imagen de alguna persona de prestigio (…) En realidad, estos métodos de embotamiento de la capacidad de pensamiento crítico son más peligrosos para nuestra democracia que muchos ataques abiertos, y más inmorales —“[1] pp156
Estamos ante la preeminencia de la emoción como núcleo al que dirigir los mensajes manipuladores, a fin, como afirma Fromm, de paralizar la capacidad crítica. Aún podemos destacar, en este sentido, una emoción que se está convirtiendo en el punto privilegiado y eficaz de dominación y sometimiento, a saber, el miedo. Este funciona, como hemos comprobado recientemente con la pandemia del covid19, con una potencia superior al de la sensibilización de otras emociones:
“El individuo aterrorizado busca algo o alguien a quien encadenar su yo; no puede soportar más tiempo su propia libre personalidad, se esfuerza frenéticamente para librarse de ella y volver a sentirse seguro una vez más, eliminando esa carga: el yo.” [2]
Abrumados por acontecimientos que nos sobrepasan y confundidos y desorientados por la disparidad de informaciones y la incertidumbre que eso genera, el pavor se apodera de nosotros renunciando a nuestro yo para diluirlo en una colectividad-masa que asume y hace lo que los expertos aconsejan. No obstante, paradójicamente, el individuo cree que la atomización de sus necesidades, confundidas con deseos, constituyen su auténtico núcleo, sin poseer conciencia de que:
“(…) el hombre moderno vive bajo la ilusión de saber lo que quiere, cuando, en realidad, desea únicamente lo que se supone (socialmente) ha de desear. Para aceptar esta afirmación es menester darse cuenta de que saber lo que uno realmente quiere no es cosa tan fácil como algunos creen, sino que representa uno de los problemas más complejos que enfrentan al ser humano.”[3]
El reconocimiento de que nuestros deseos pueden no ser realmente nuestros, sino que nos han sido insuflados desde afuera, está relacionado con el problema de la autoridad y la libertad. Ya que, quizás como mecanismo de autoengaño:
“Detrás de una fachada de satisfacción y optimismo, el hombre moderno es profundamente infeliz; en verdad, está al borde de la desesperación. Se aferra perdidamente a la noción de individualidad; quiere ser diferente, y no hay recomendación mejor para alguna cosa que la de decir que es «diferente».[4]
Concluyendo, los individuos creyendo estar ejerciendo su libertad pueden estar renunciando a ella, en la medida en la que buscan con ansia colectivos atomizados con los que identificarse. Solventan el miedo a su fragilidad, a su soledad y resuelven el problema de esa identidad que se acostumbra a situar como el problema más urgente al que se enfrenta el individuo, siendo por el contrario, a menudo las políticas identitarias un problema más, y nunca la solución, sencillamente porque no contribuye como debería a desarrollar redes sociales comunitarias.
[1] Fromm, Eric “El miedo a la libertad” Editorial Paidós. Buenos Aires. pg. 156.
[2] Ibid. pg. 185
[3] Ibid. pg. 289
[4] Ibid. pg. 292


