Charles Pierre Baudelaire.

Por J r Crivello

Charles Baudelaire, fotografía de Ettiene Carjat (1863).

Charles Baudelaire (1821-1867), uno de los «poetas malditos», una denominación que les estampó Verlaine. Los poetas malditos, los artistas alcanzados siempre por el granizo de la soledad y el repudio social. Dotados siempre de una poética, como afirma Jr Crivello, «de un aire gótico y apocalíptico, fue a contracorriente del romanticismo imperante en la época. Su estilo, extremo y ajeno a la lógica y la razón, les dio una mala fama, que solo el pasar de los años pudo depurar.»

Baudelaire cultivó el dandismo, la búsqueda de la singularidad por un estilo personal de vestimenta. Intentó romper las rutinarios movimientos en un París que se tornó definitivamente ciudad de masas en su tiempo a través del flaneur y su caminar a la deriva por las calles de la ciudad luz. Su obra cumbre es ‘Las flores del mal» (1857)», en la que su malditismo no reprime invocar a Satán como paradójica fuente de un mal que es un bien creador de belleza.

Este texto fue publicado originalmente por su autor  J r Crivello en Masticadores, página nacida en Cataluña, de la cual es director, y con numerosos colaboradores en el mundo

Charles Pierre Baudelaire, por J r Crivello

Hablar de él, es hablar de los «Poetas Malditos»; esa generación de artistas franceses que llevaron a cabo una de las mayores revoluciones literarias conocidas hasta ahora. Se les señaló, se les censuró. Fueron vistos como demoniacos, fracasados, oscuros, repulsivos, misteriosos, raros.

Su poética, dotada de un aire gótico y apocalíptico, fue a contracorriente del romanticismo imperante en la época. Su estilo, extremo y ajeno a la lógica y la razón, les dio una mala fama, que solo el pasar de los años pudo depurar. Verlaine, usó el término por primera vez en su libro «Los poetas malditos», que incluía, entre otros, a Baudelaire.

No solo su poesía fue criticada, sino que el estilo de vida que estos artistas llevaban les mantenía alejados de una sociedad puritana y clasista.

Conocieron en primera persona la enfermedad, el repudio social y el abandono. Todos ellos rehuyeron la escena pública y oficial de la sociedad francesa. A Baudelaire se le atribuye la creación del concepto “modernidad” como sinónimo de la ferviente decadencia social asociada a los entornos metropolitanos y urbanos de su tiempo.

Baudelaire además de poeta fue un disidente desde la muerte de su padre cuando él tenia apenas 7 años edad.

Al poco tiempo su madre contrae nupcias con un militar. La vida de Charles cambió de una crianza amorosa a una de orden estricto.

El niño Baudelaire nunca aceptó a su padrastro, y los conflictos familiares fueron una constante durante el resto de su infancia y toda su adolescencia.

Estudió en la ciudad de Lyon, hasta que regresó junto a su familia a París. Continuó sus estudios pero no duró mucho, porque fue expulsado por comportamiento indebido. Finalmente, culminó sus estudios en una escuela poco prestigiosa. Posteriormente, logró ingresar a la Universidad de París para estudiar Derecho, allí conoció todo tipo de personajes y se sumerge en la vida bohemia, topándose con grandes de la literatura como Gérard de Nerval y Honoré de Balzac. En esa época también conoció a Sarah, una prostituta que inspiró varios de sus poemas y le contagió la sífilis, enfermedad que años más tarde terminaría con su vida.

Su padrastro totalmente inconforme con la vida liberal y libertina que llevaba el joven Baudelaire, en contra de su voluntad, lo envió a un largo viaje con la intención de alejarlo de tan malos y corrosivos hábitos.

Baudelaire embarcó el 9 de junio de 1841 con destino a la India, pero en la isla Mauricio, se escapó de la embarcación y como pudo regresó a Francia, sin que su padrastro supiera se instaló de nuevo en la capital y volvió a sus antiguas costumbres libérrimas. Siguió asistiendo a los círculos literarios y artísticos y escandalizó a todo París con su amorio con Jeanne Duval, mujer de descendencia africana.

Cuando cumplió la mayoría de edad, lo primero que hizo fue reclamar la herencia paterna, pero su vida desordenada se aseguró que derrochara casi todo el dinero heredado. Sus padres se encontraban desconcertados por esta situación y tomaron la alternativa de acudir a un tutor judicial para que controlara los pocos bienes restantes.

Así que, en el año 1844 comenzó a recibir una pequeña renta mensual, situación que provoco la furia del joven y acrecentó los conflictos familiares. Al poco tiempo, comenzó a consumir hachís y escribía textos relacionados a la crítica de arte. A los casi treinta años de edad ya vivía en sitios miserables.

«Ángel lleno de gozo, ¿sabes lo que es la angustia,
la culpa, la vergüenza, el hastío, los sollozos
y los vagos terrores de esas horribles noches
que al corazón oprimen cual papel aplastado?
Ángel lleno de gozo, ¿sabes lo que es la angustia?”

Al poco tiempo, enfermo a causa de la sífilis y en medio de una fuerte depresión, intentó suicidarse pero no tuvo éxito. Más tarde, recuperado de su crisis empezó a colaborar en revistas escribiendo artículos y poemas. También se desarrolló como crítico musical, sus mejores comentarios y análisis los hizo en referencia a la obra de Wagner, que consideró la síntesis de un arte nuevo.

«El tiempo se come la vida, y el oscuro enemigo que nos roe el corazón crece y se fortalece con la sangre que perdemos». #Baudelaire

Realizó traducciones de las obras de los autores E.T.A. Hoffmann y Edgar Allan Poe, de estos artistas admiró su síntesis vanguardista; la misma que le inspiró y quiso imitar en La Fanfarlo (1847), su única novela.

Su personalidad generó polémicas por doquier y estas aumentaron cuando participó en la revolución de 1848, y publicó «Las flores del mal» (1857). Esta constituyó su principal obra y marcó un hito en la poesía francesa. A causa de una publicación muy controversial la justicia ordenó el secuestro de la obra y el proceso de Baudelaire, que tuvo que comparecer bajo el cargo de ofensas a la moral pública y las buenas costumbres.

Los síntomas de la sífilis retornaron, sufrió una parálisis parcial, además experimentó episodios de mudez, la enfermedad poco a poco fue avanzando sin piedad, posteriormente sufrió un ataque en la iglesia de Saint Loup de Namur. Estuvo en una clínica de París acompañado por su madre, permaneció sin habla pero con un buen semblante hasta su fallecimiento, el 31 de agosto de 1867.

Baudelaire, a través de su poética nos mostró una siniestra belleza, un angustioso sentir.

Escupió versos trágicos, de matices desgarradores. Observa al detalle los vicios y los placeres del cuerpo, la embriaguez de los sentidos ante la belleza en contraposición a la imagen del cataclismo de un mundo conmocionado.

Centró su atención en la descripción del mal sin cura. En la apología de lo infernal. En el tratamiento del hombre como ser miserable, perverso, poseedor de su propio cuerpo como instrumento para alcanzar su miseria.

Decía Roberto Calasso: «Sólo Baudelaire tuvo acceso a una región del patetismo más puro, indemne a cualquier sentimentalismo», y vaya que lo supo.

Nace así el malditismo, conocido como la búsqueda de la autodestrucción y la inmolación del artista.

La poesía deja de ser arte descriptivo encargado de embellecer la realidad cotidiana; Baudelaire la promueve desde otra perspectiva, dando rienda suelta a la emoción en su estado más primario, como la única opción hacia un cambio en una humanidad ciega e hipócrita.

«La desgracia posee una cierta elasticidad que se suele llamar libertad humana».

Sartre tenía razón: Baudelaire era una “herida abierta”, como lo dejan muy claro las cartas abyectas y suplicantes que escribió a su madre. Toda esa oscuridad y perversidad que él plasmó tan bellamente forman el sustrato permanente de nuestra vida psíquica.

Su palabra nos refleja, nos seduce, nos interpela y nos conmueve.

«Mi corazón está perdido; las fieras lo han devorado.»

Baudelaire vio y vivió la oscuridad de una existencia marginada y desde allí nos habla, nos guía, nos atraviesa con la suciedad del mundo.

El pintor de la vida moderna, Colección de Arquitectura 30

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