Alicia en el país de las maravillas

Por Brunella Garcea

Ilustración de John Tenniel de Alicia en el país de las Maravillas (1865).

Lewis Carroll combinó su afición a la lógica y la matemática con la imaginación lúdica y romántica que, a través de Alicia, su célebre personaje, en Alicia en el país de las maravillas, traspasa los límites del mundo rutinario para proyectarse en otra realidad.

Desde la entrega a la cosmovisión romántica de la época, Carroll también buscó confrontar el exceso de pragmatismo e industrialización de su tiempo. Como afirma Brunella Garcea, autora de este artículo: Carroll «Comprendió, además, la necesidad de crear un mundo fantasioso y hacer uso de la naturaleza como una forma de escapar a la industrialización que estaba atravesando Europa».

Alicia en el país de las maravillas, por Brunella Garcea (*)

El Romanticismo es un movimiento filosófico, artístico y cultural que surge como una reacción al reduccionismo racionalista y como crítica al arte neoclásico, iniciándose en la segunda mitad del siglo XVIII y consolidándose en el siglo XIX. Coincide históricamente con el año en el que se publicó uno de los grandes clásicos de la literatura fantástica: Alicia en el país de las maravillas de Lewis Carroll en 1865.

Tras el período de la Ilustración, caracterizada por el conocimiento basado en el uso de la razón, los románticos se oponen con un conocimiento basado en los sueños, la imaginación y la fantasía, todo aquello negado y subestimado por los racionalistas. Comprenden que la mente tiene múltiples dimensiones, entre las cuales se encuentra el inconsciente. Ya no se reduce a la razón, a la imitación y a las normas, sino que la mente humana es más libre y puede conocer, imaginar y crear sin límites. Esto se traslada al arte, donde Lewis Carroll se hace presente. 

Alicia sigue a un conejo blanco, que habla y va vestido con chaleco y un reloj de bolsillo, hacia una madriguera, por la cual la protagonista cae accidentalmente. Tras un largo túnel cubierto de libros, muebles y objetos extraños, la niña logra adentrarse a un nuevo mundo, más bien, al país de las maravillas: animales que hablan, criaturas desconocidas, hechos sin sentido y una naturaleza que va más allá de la realidad física. Lewis juega con su imaginación y se permite crear un universo que surge de su propia mente. Hace que el propio personaje acepte lo “irracional” y se deje llevar por su curiosidad en un lugar donde todo es posible: “Era mucho mejor estar en mi casa. Allí, al menos, no me pasaba el tiempo creciendo y disminuyendo de tamaño, y recibiendo órdenes de conejos y ratones. Casi preferiría no haberme metido en esta conejera… Y, sin embargo, pese a todo, ¡no se puede negar que este género de vida resulta muy interesante!”. 

Alice Liddell, la Alicia original, fotografiada por Lewis Carroll

Si bien la literatura de fines del siglo XIX estaba más bien caracterizada por el Realismo, que consideraba excesivamente sentimentales, melodramáticos y fantasiosos los principios del Romanticismo, Carroll quiso retomarlos. No deja de lado la moraleja y la intención didáctica que caracterizaban este nuevo período, pero no abandona la imaginación y la ruptura con la lógica. En cambio, propone una fusión de ambos, siendo a la vez una obra de la literatura infantil y fantástica. De hecho, el artista romántico se expresa desde su interior y lo proyecta en sus creaciones, toma un rol activo que sin dudas también se refleja en las enseñanzas e invitaciones a la reflexión: 

– No me importa mucho el lugar… -dijo Alicia.

– Entonces, tampoco importa mucho el camino que tomes -dijo el Gato.

– …Siempre que llegue a alguna parte -añadió Alicia como explicación.

– ¡Oh, siempre llegarás a alguna parte -aseguró el Gato-, si caminas lo suficiente!

De esta manera, en un simple diálogo, Lewis introduce un personaje fantástico, que es el Gato que habla, y una reflexión, que bien puede surgir de su interior como actor creador y activo. Demuestra que el lector puede conocer a través de la imaginación, en este caso del propio autor, que la utiliza en una historia ficticia para expresar este y otros tantos mensajes.

Hace uso, también, del lenguaje de los sueños. Es decir, imágenes que discurren por combinaciones de libre asociación, sin tener necesariamente una coherencia lógica. El simple hecho de que la niña no se cuestione la existencia de un conejo que habla, lo siga hasta una madriguera que resulta ser una extensa caída hasta una habitación donde debe beber y comer lo que está sobre una mesa para poder atravesar una pequeña puerta y llegar a un país que va más allá del conocimiento humano, rodeada de criaturas fantásticas, es suficiente evidencia. No solo eso, sino que parece más bien un mundo del revés, donde los animales son los que dan órdenes y establecen normas, donde las carreras empiezan y terminan en cualquier lugar y momento, donde una oruga gruñe cuando está contenta y mueve la cola cuando está enfadada, donde un reloj indica los días pero no la hora y donde se proponen adivinanzas sin solución.

De hecho, ya no bastaba con que el artista sea “un fino artífice”, sino que debía ser “una gran personalidad y abrazar causas épicas”. Con solo oponerse a la literatura del momento, la Realista, haciendo lo que ellos criticaban, Lewis Carroll se muestra como un hombre con convicciones y ambiciones, un digno romántico. Comprendió, además, la necesidad de crear un mundo fantasioso y hacer uso de la naturaleza como una forma de escapar a la industrialización que estaba atravesando Europa. Sin embargo, muchos personajes de Alicia en el país de las maravillas representan sutilmente figuras de la vida real, para facilitarle la tarea al autor inglés de darle un mensaje a la sociedad, y sobre todo a los más jóvenes, sin abandonar su estilo. Por ejemplo, la Reina Roja es una mujer tirana y con poder absoluto, que todo problema lo resuelve cortando las cabezas de los responsables: “Y entonces, ¿qué será de mí? -pensaba Alicia-. Aquí todo lo arreglan cortando cabezas. Lo extraño es que quede alguien todavía con vida.”. Es irónico y valiente por parte de Carroll, considerando que en Inglaterra y en muchos otros países se seguía utilizando la guillotina. Logra referenciar a la monarquía absolutista, aunque esta había finalizado con la Revolución Inglesa dos siglos antes. 

Por último, aunque no tan explícitamente, Lewis introduce el sueño en la historia. Alicia se queda dormida mientras cae en la madriguera y sueña con su gata Dinah. Pero esto no logra relacionarse con los principios del Romanticismo, ya que es un simple sueño sin mayor profundización. Aunque sí sucede en la adaptación a película en 2010, dirigida por Tim Burton, donde en el inicio Alicia cuenta que tuvo otra de sus pesadillas recurrentes, donde cae por un hoyo oscuro y ve criaturas extrañas, lo cual luego se replica en la historia que ya conocemos. 

Se puede afirmar, entonces, que no es una historia escrita al azar, sino que todo fue meticulosamente seleccionado, pensado y creado por Lewis Carroll, acorde al Romanticismo en el que creció y publicó esta novela. Tomó cada uno de sus principios y los llevó al extremo en Alicia en el país de las maravillas, de tal manera que sus lectores más educados en el tema pueden establecer una relación directa y estudiarlo como lo que es: una obra romántica.

(*) Este texto de Brunella Garcea fue realizado en el contexto de la materia Principales Corrientes del Pensamiento Contemporáneo en la Universidad de Buenos Aires, en junio de 2024.

Bibliografía:

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