
El emperador Rodolfo II de Habsburgo, muy interesado en las ciencias ocultas y la magia, compró el libro en 1580, por 600 ducados de oro a los ingleses John Dee, mago isabelino que decía comunicarse con los ángeles, y Edward Kelley, un embaucador. El manuscrito Voynich es un libro ilustrado escrito por un autor anónimo con un alfabeto no identificado y un idioma incomprensible. Su nombre proviene del comerciante de libros antiguos Wilfrid M. Voynich (1865-1930), quien lo adquirió en 1912. Hoy, se encuentra en la Biblioteca Beinecke de libros raros y manuscritos de la Universidad de Yale.
Por la datación por carbono 14 se estableció que el manuscrito fue realizado entre 1404 y 1438, quizá en Alemania o el norte de Italia. No hay registro de que el emperador Rodolfo II del Sacro Imperio lo haya realmente comprado. Pasó por diversas manos hasta terminar en la biblioteca del Colegio Romano. Dos siglos después, en 1912, la colección que lo incluía fue adquirida por Wilfrid Voynich (1865-1930), bibliófilo polaco huido de Rusia y tratante de libros raros.
El manuscrito tiene 240 páginas, algunas plegables y de diversos tamaños. En la mayor parte de las hojas se encuentran ilustraciones de plantas y hierbas, dispositivos farmacéuticos, diagramas astronómicos y zodiacales, raros sistemas de tuberías y bañeras y mucha presencia de figuras femeninas desnudas. El libro no ha podido ser descifrado. Por eso se lo conoce como «el santo grial de la criptografía». Durante el siglo XX, numerosos criptógrafos profesionales y lingüistas no consiguieron el desciframiento. Muchas hipótesis se ha sugerido. El artículo de la National Geographic que incluimos luego, ordena algunas de los intentos de desciframiento y otras cuestiones. Pero no incluye, y por eso lo hacemos aquí, algo que estimamos puede acercarse no al desciframiento pero sí a la comprensión de la temática del raro libro: el Doctor Keagan Brewer, de la Universidad Macquarie, de Sidney, Australia, en un artículo en la revista Social History of Medicine, sostiene que el manuscrito Voynich es un libro sobre consejos o técnicas de la salud sexual de la mujer, «secretos de mujeres», sobre cuestiones de fertilidad y prácticas abortivas y para evitar el embarazo. Un tema tabú por lo que se debía recurrir a algún lenguaje encriptado para expresar este contenido.
Brewer alude al médico bávaro Dr. Johannes Hartlieb (c. 1410-1468), el primero que estudió el manuscrito, quien afirmaba que el texto había surgido para difundir de forma secreta saberes o consejos para las mujeres. El cuidado en lo encubierto se debía a la preocupación del poder masculino en la edad media patriarcal por la posibilidad de que las mujeres se entregaran a prácticas extra-matrimoniales borrando toda huella. Como expresa Brewer, es extraño el empecinamiento en los análisis del manuscrito de negar la evidencia de múltiples señales que revelan que el texto sería un manuscrito médico en relación con la sexualidad femenina.
Sin embargo, la determinación del tema del manuscrito Voynich no resuelve el lenguaje desconocido en el que está escrito. Quizá el autor anónimo del texto escribió un diccionario para traducir el idioma inventado; quizá ese texto se perdió, o nunca existió; quizá, las palabras de un dialecto olvidado, pero vigente en tiempos medievales, se mezclan con combinaciones de caracteres sin sentido; quizá, los consejos debían ser interpretados solo por los dibujos. Solo especulaciones. El misterio del manuscrito Voynich continúa.
E.I

Voynich, el manuscrito más extraño del mundo, por José Luis Corral, publicado en National Geographic, el 01-01-2018 (*)

Cuando hace más de 4.700 años se inventó el lenguaje escrito, los seres humanos fueron capaces de transmitir mensajes complejos mediante letras y signos. Pero también introdujeron códigos secretos y claves para encriptar textos de contenido religioso, político, diplomático o militar, cuyo desciframiento sólo conocían los iniciados. Todas las civilizaciones han practicado estas técnicas, desde los sumerios a los griegos, los romanos, los mongoles, el Imperio español y, por supuesto, todos los países en el último siglo, especialmente en tiempos de guerra.
Los manuscritos y textos cifrados que se conservan son muchos, y todos han sido descifrados con relativa facilidad analizando sus códigos, en general bastante simples. Con una excepción. Existe un códice cuyo contenido nadie ha sido capaz de desvelar: el Voynich, el manuscrito más extraño del mundo. O al menos no del todo.
En la actualidad, el Voynich se guarda en la Biblioteca Beinecke de libros y manuscritos raros de la Universidad de Yale. Escrito sobre vitela (pergamino fino), con un total de 232 páginas (faltan algunas y hay otras desplegables), de 22 por 15 centímetros de formato y 5 de grosor, este códice contiene centenares de dibujos y 37.919 palabras con 25 letras o caracteres distintos, pero carece de autor, título, fecha y capítulos. Los análisis mediante carbono 14 han permitido datar la elaboración del pergamino entre los años 1404 y 1434. La letra es del tipo cursiva humanística en caracteres latinos, usada en Europa occidental entre mediados del siglo XV y comienzos del XVI.
¿De dónde viene el Manuscrito Voynich?

La primera noticia de la existencia del Voynich data de 1580, cuando el emperador Rodolfo II de Habsburgo, muy interesado en las ciencias ocultas, la magia y las rarezas de todo tipo, lo adquirió por la elevada suma de 600 ducados a los ingleses John Dee –un mago que decía comunicarse con los ángeles mediante unas piedras– y Edward Kelley, un embaucador.
En el siglo XVII el manuscrito pasó por varias manos hasta quedar depositado en el convento franciscano de Mondragone, en Italia, donde en 1912 lo compró el tratante de antigüedades Wilfrid Voynich, de quien toma el nombre. En 1931, su viuda lo vendió a un anticuario neoyorquino, Hans Peter Kraus, que no consiguió revenderlo y terminó regalándolo a la Universidad de Yale en 1969.
Intentos de descifrarlo
Desde el siglo XVI, muchos investigadores han tratado de descifrar el Voynich. Lo intentaron en el siglo XVII el alquimista Jacobus Horcicky de Tepenecz, el bibliotecario imperial Georg Barsche y el profesor de la Universidad de Praga Johannes Marcus Marci. Se envió al jesuita Athanasius Kircher, famoso por sus intentos de descifrar los jeroglíficos del antiguo Egipto, pero aquél no respondió al reto.
El profesor Willian R. Newbold, de la Universidad de Pensilvania, intentó descifrarlo en 1921, e incluso llegó a trastornarse por ello
Ya en el siglo XX, el profesor Willian R. Newbold, de la Universidad de Pensilvania, intentó descifrarlo en 1921, e incluso llegó a trastornarse por ello. Lo analizaron expertos estadounidenses en gliptografía (estudio de las inscripciones sobre piedra) aplicando algunas técnicas experimentadas en la segunda guerra mundial, y filólogos profesionales y aficionados. Todos fracasaron.
Para intentar descifrarlo se han aplicado técnicas tradicionales, como sustituir una letra por otra o asignarles un valor numérico, pero sin resultado coherente. Se han usado tarjetas perforadas, ya conocidas en 1500 por Girolamo Cardano, y programas de ordenador, que han dado lugar a cientos de miles de combinaciones posibles, también sin resultado. Si se trata de un libro encriptado, sus claves son tan intrincadas que nadie ha conseguido descifrarlas. Por eso se ha sugerido que está escrito en un lenguaje oculto no conocido, al que se ha dado nombre: el voynichés. Y según se desprende de las ilustraciones, el texto contendría relatos esotéricos sobre ritos ocultos; y los dibujos de plantas, astros y mujeres serían símbolos alquímicos.
Parece escrito por un zurdo –Leonardo da Vinci lo era– y contiene elementos propios del Renacimiento italiano
Algunas propuestas de interpretación del manuscrito han sido realmente estrambóticas. Se atribuyó su autoría al monje inglés Roger Bacon, pero Bacon vivió en el siglo XIII y el Voynich se ha datado en el XV. Se ha especulado que lo escribieron los cátaros; que es una adaptación de un texto ucraniano con letras latinas; que es obra de Leonardo da Vinci, pues parece escrito por un zurdo –Leonardo lo era– y contiene elementos propios del Renacimiento italiano; que lo escribió el arquitecto Filarete a mediados del siglo XV, pues aparece la traza de un edificio similar a la torre del castillo Sforzesco de Milán, que Filarete levantó, y unos dibujos que recuerdan a los tubos de desagüe que este arquitecto diseñó para el Hospital Mayor milanés.
El último de estos intentos parece haber conseguido ciertos adelantos al respecto. Greg Kondrak, un profesor de ciencias de la computación, y Bradley Hauer, un estudiante de postgrado, ambos de la Universidad de Alberta (Canadá), están usando la inteligencia artificial para descifrar el Manuscrito Voynich. Y han descubierto que el hebreo es la lengua de escritura más probable.
El libro misterioso

Sin embargo, hasta este momento, ante la aparente incoherencia del Voynich se ha sugerido que se trata de una broma o una estafa. Se ha especulado que fue el propio John Dee, mago, matemático y aficionado al ocultismo, quien hacia 1580 lo creó junto a su socio Edward Kelley, que ya había sido procesado en Inglaterra por falsificar documentos; en suma, que se trataba de un timo para engañar al emperador Rodolfo II y sacarle una buena cantidad de dinero.
Ante la imposibilidad de traducir su contenido, Gordon Rugg, profesor de Psicología de la Universidad de Reading, insistió en 2000 en la teoría del fraude. Pero la tesis presenta un problema: el manuscrito ya existía un siglo antes de que Edward Kelley lo hubiera podido falsificar. Y si se trataba de una broma, el autor se tomó muchas molestias.
En resumen, aunque sí se han hecho ciertos adelantos al respecto, el Voynich no tiene traducción alguna en ningún idioma conocido, ni se ha hallado la clave que haga posible su comprensión, si es que existe. Además, la disposición de lo escrito no responde a las normas que rigen la estructura semántica de cualquier idioma: muchas palabras se repiten, en ocasiones hasta tres veces en la misma línea y quince en la misma página (por ejemplo «ollcet, ollcetcius, ollcetcius…»). En cambio, sí respeta algunas normas formales, como que está escrito de izquierda a derecha, aunque carece de signos de puntuación –algunos párrafos van precedidos de estrellas y asteriscos–. El texto también cumple la llamada ley de Zipf, que señala que «en las lenguas conocidas la longitud de las palabras es inversamente proporcional al número de veces que aparecen».
Quizás el mayor misterio gráfico que presenta es que parece escrito por una sola mano, con trazo fluido y seguro, letras homogéneas y muy regulares, prácticamente idénticas, sin un solo error, algo extraordinario en un manuscrito. ¿Se escribió usando una plantilla o un sistema de matrices para trazar letras y palabras? El enigma quizá nunca se resuelva.
(*) Fuente: Versión parcial de «El códice Voynich, el manuscrito más extraño del mundo», por José Luis Corral, publicado en National Geographic, el 01-01-2018


Quizá nos traiciona nuestra mente racional de querer buscar significado a todo, y el autor sólo pretendiera crear una maravillosa obra de arte, adornado con símbolos a modo de «arabescos» estéticos…
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Hola, sí, es una posibilidad que no haya ningún lenguaje encriptado a descifrar, sino algo con valor artístico en sí mismo, una obra de arte, sí. Es posible. Sea como sea, este manuscrito sigue despertando interés y preguntas. Gracias por el mensaje, que siga entusiasmo y muchos saludos
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