Por Miguel Alcaide

La manía por la danza representada por Pieter Brueghel el joven a partir de dibujos de su padre.
En ciertas oportunidades en la historia estallan plagas no de algún virus letal, sino de histeria colectiva como epidemias de danza, risas, y otros comportamientos. Entre otros casos de locura colectiva, en este muy interesante artículo se recrea la plaga danzante en Estrasburgo en 1518, en la que cientos de personas bailaron con frenético fevor hasta, en muchos casos, morir. Las causas profundas de este fenómeno aún son motivo de debate.
LA HISTERIA histeria colectiva —hoy más correctamente conocida como enfermedad psicógena masiva (EPM) o mass psychogenic illness (MPI)— es un fenómeno fascinante y perturbador a partes iguales. Ocurre cuando síntomas físicos o comportamientos anómalos se propagan de forma rápida y aparentemente “contagiosa” entre los miembros de un grupo, sin que exista una causa biológica identificable.
Las personas afectadas experimentan síntomas reales —desmayos, temblores, risa incontrolable, dolor, tics o desorientación—, pero los investigadores no logran encontrar ningún agente infeccioso, tóxico ni lesión orgánica que los explique. La EPM suele emerger en contextos de estrés social, incertidumbre o alta cohesión grupal, y puede amplificarse por la atención mediática o la rumorología colectiva.
A continuación, repasaremos algunos de los episodios más insólitos —a veces trágicos, otras casi surrealistas— que ilustran cómo la mente humana puede desencadenar auténticas “epidemias sociales”.
La plaga danzante de Estrasburgo (1518)
En julio de 1518, en Estrasburgo (entonces parte del Sacro Imperio Romano Germánico), una mujer llamada Frau Troffea comenzó a bailar en la calle… y no pudo detenerse. En cuestión de días, decenas de personas —y según algunas crónicas, incluso varios centenares— se unieron al frenesí. Bailaban sin descanso, caían exhaustos, deshidratados, y algunos murieron de agotamiento.
El extraño episodio se prolongó durante semanas, de julio a septiembre, y desconcertó a las autoridades de la época. Se habló de castigo divino, de posesión demoníaca, de demencia colectiva o incluso de ergotismo, una intoxicación causada por un hongo del centeno (Claviceps purpurea). Sin embargo, la interpretación moderna más aceptada considera este suceso como una manifestación temprana de histeria colectiva o una variante motora de EPM.
Los estudios contemporáneos señalan una combinación explosiva de hambre, enfermedades, creencias religiosas extremas y estrés social. En una época marcada por la pobreza y el miedo, el baile pudo funcionar como una especie de liberación emocional inconsciente… hasta que se volvió mortal.
Salem (1692): la histeria que llevó a la horca El famoso episodio de los juicios de Salem (Massachusetts, 1692–1693) comparte con la EPM los mismos ingredientes: miedo, superstición y una comunidad cerrada bajo presión. Varias jóvenes comenzaron a presentar comportamientos extraños —convulsiones, gritos, visiones— y, ante la falta de explicación médica, se atribuyeron a la brujería.
En poco tiempo, la histeria se propagó: vecinos se acusaban unos a otros, las confesiones se obtenían bajo coacción y el terror religioso se apoderó de la aldea. El resultado fue trágico: 19 personas ejecutadas y más de 200 acusadas.
Hoy, muchos historiadores y psiquiatras interpretan lo ocurrido en Salem como un caso de histeria colectiva en un contexto teocrático, donde el miedo y la represión social actuaron como catalizadores de una verdadera “epidemia del alma”.
La epidemia de la risa de Tanganica (1962)
Pocos fenómenos resultan tan desconcertantes como la epidemia de la risa que sacudió Tanganica (actual Tanzania) en 1962. Todo comenzó el 30 de enero, en una escuela-misión femenina cerca del lago Victoria, cuando tres alumnas empezaron a reír sin control. En cuestión de semanas, la risa se extendió a decenas de compañeras y, posteriormente, a otras escuelas y aldeas.
El episodio llegó a afectar, según algunas estimaciones, a más de un millar de personas, e incluyó síntomas tan variados como llanto, desmayos, dolor abdominal o ataques de pánico. Las escuelas tuvieron que cerrar temporalmente y las autoridades quedaron desconcertadas. Las investigaciones posteriores concluyeron que se trató de un brote de EPM, donde la risa —aparentemente inofensiva— fue la manifestación física del estrés colectivo. El país acababa de lograr su independencia, y las tensiones políticas, educativas y culturales eran intensas. En ese contexto, el cuerpo se convirtió en un canal para liberar la presión emocional… riendo hasta el colapso.
El “June Bug” (1962): el insecto que nunca existió
Ese mismo año, en una planta textil de Estados Unidos, decenas de trabajadoras comenzaron a sufrir náuseas, mareos y hormigueo tras la sospecha de haber sido picadas por un insecto misterioso, el llamado June bug. Se realizaron investigaciones médicas y entomológicas, pero no se halló ningún insecto, toxina ni agente causal.
Los expertos concluyeron que se trató de un caso de contagio psicógeno: una reacción emocional y física provocada por el miedo y la sugestión, en un entorno laboral sometido a gran estrés. Este episodio es hoy un clásico en la literatura médica sobre epidemias de origen psicológico.
Casos recientes y lecciones modernas: cuando la histeria colectiva se hace viral Aunque las historias anteriores parezcan reliquias de un pasado supersticioso, el siglo XXI demuestra que la histeria colectiva sigue muy viva. Solo que ahora viaja a la velocidad de Internet.
1. Le Roy, Nueva York (2011): el brote de tics que desconcertó a la ciencia
En 2011, la pequeña localidad de Le Roy, en el estado de Nueva York, saltó a los titulares cuando más de una docena de adolescentes —casi todas chicas— comenzaron a sufrir tics motores y vocales similares al síndrome de Tourette (trastorno neurológico que se caracteriza por movimientos o sonidos involuntarios, repentinos y repetitivos que comienzan habitualmente en la infancia o adolescencia). El caso generó un gran revuelo mediático y la preocupación de toda la comunidad.
Tras exhaustivas investigaciones ambientales y médicas, no se halló ninguna causa física o química. Finalmente, el New York State Department of Health y el National Institute of Neurological Disorders and Stroke determinaron que se trataba de un caso de enfermedad psicógena masiva. Expertos como la neuróloga Suzanne O’Sullivan, autora de It’s All in Your Head (2015), destacaron el papel amplificador de las redes sociales, donde circularon vídeos de las jóvenes afectadas, generando un efecto de imitación emocional y un contagio digital sin precedentes.
2. El “Síndrome de La Habana” (2016–2018): diplomacia, sonido y psique
Entre 2016 y 2018, decenas de diplomáticos estadounidenses y canadienses destinados en La Habana (Cuba) denunciaron síntomas misteriosos: mareos, fatiga, dolores de cabeza, pérdida auditiva y problemas cognitivos.
Las primeras teorías apuntaron a un “ataque sónico” o a armas de microondas dirigidas, lo que desencadenó un conflicto diplomático. Sin embargo, los estudios posteriores del FBI, la CIA y los National Institutes of Health no hallaron pruebas de ningún dispositivo físico o químico.
En 2023, la CIA concluyó que no existía evidencia de un ataque extranjero, y que muchos casos podían explicarse por causas naturales o reacciones psicógenas en masa, potenciadas por el estrés y la tensión política.
El neurólogo Robert Bartholomew y el periodista Benjamin Radford propusieron que el llamado “Síndrome de La Habana” era, en realidad, un brote moderno de histeria colectiva, donde la expectativa de peligro y el clima de paranoia actuaron como detonantes.
3. Aeropuertos, fábricas y escuelas: la nueva frontera de la sugestión
En 2007, en un aeropuerto de Toulouse (Francia), decenas de empleados fueron evacuados tras sufrir náuseas y mareos por una supuesta fuga química. No se halló ninguna sustancia. En 2018, en Jordania, un grupo de estudiantes fue hospitalizado tras vacunarse contra el sarampión. Se habló de una reacción adversa, pero los exámenes médicos revelaron que se trataba de un episodio psicógeno en masa, según el Ministerio de Salud del país.
Y en fábricas textiles del Sudeste Asiático, se siguen registrando desmayos colectivos asociados a jornadas laborales extenuantes y la ansiedad extrema. Un estudio del British Medical Journal (BMJ, 2015) concluyó que este tipo de brotes son más frecuentes en entornos con altacohesión grupal y sensación de amenaza ambiental.
Lecciones del siglo XXI
Los expertos coinciden: la EPM no es un vestigio del pasado, sino un fenómeno adaptativo que evoluciona con la cultura y la tecnología. Antes se propagaba por el contacto directo o por los
rumores; hoy lo hace a través de los tweets, los vídeos virales y los noticiarios alarmistas.
Los síntomas siguen siendo reales, aunque su causa sea intangible. La línea entre lo físico y lo psicológico se difumina cada vez más, recordándonos una lección inquietante: la mente puede enfermar al cuerpo… y contagiar a otros en el proceso.
En la era digital, la histeria colectiva ya no necesita plazas llenas ni bailes interminables. Basta una pantalla encendida, una noticia mal interpretada o una chispa de miedo compartido para que el contagio invisible vuelva a comenzar.
(*) Fuente: Miguel Alcaide (@Miguel Alcaide), «La plaga que hizo bailar hasta la muerte y otras epidemias de locura colectiva», texto republicado desde Masticadores, página nacida en Cataluña, que Jr Crivello dirige y con numerosos colaboradores en el mundo.
