
Sin el agua la vida no sería. Su trascendencia fue módulo fundamental del pensar en filósofos antiguos en Occidente, como Tales o Heráclito, o en Oriente, Lao-Tsé. El agua es misteriosa dignidad dadora de vida, vehículo de gran significación simbólica, hoy estragada por la contaminación y la escasez. Aquí una reflexión transversal que pendula entre el «agua contemporánea» de la corrosión ambiental o la injusticia estructural en su distribución, y el «agua antigua», la de la meditación filosófica, simbólica, y hasta científica, que realza la grandeza y misterio del líquido elemento.
I. Agua
Las aguas en los ríos, los mares, las lluvias. En el agua el primer filósofo en la tradición occidental, Tales de Mileto, encontró el origen de la vida. Por contraste, en las aguas contemporáneas pulula la contaminación y el quebranto ambiental. En el océano por ejemplo, por cientos de kilómetros se extienden inmensas islas de plástico imperceptibles a simple vista, aglomeraciones de desechos atrapadas por las corrientes marinas que giran sobre sí mismas (1).
Aguas pútridas, cloacales, estancadas, nauseabundas también enferman con el “toque humano”, corrientes líquidas inicialmente salvajes, fluyentes, cristalinas, saladas o dulces. Solo una muy pequeña fracción del agua existente es potable, apta para beber y preparar alimentos (2).
La cantidad de agua se ha mantenido constante durante millones de años. El 97% del líquido elemento se acumula en los océanos, y el 2% permanece en estado de congelación. El resquemor surge cuando el Fondo de la Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), señala que 768 millones de persones carecen de acceso directo al agua potable; habitantes de la Tierra engullidos por la pobreza, huérfanos del derecho a lo líquido en regiones rurales aisladas y barrios urbanos empobrecidos (3).
Por el agua se mata y combate (4); y en la geopolítica futura los llamados acuíferos tendrán una importancia estratégica fundamental (5). Y el sapiens también es casi literalmente agua que fluye en el interior de sus células, en la sangre y los tejidos; y solo tres días serían suficientes para apagar la vida de un humano sin hidratación.
Entre las culturas míticas y filosóficas antiguas, el agua se impregnaba de un poder simbólico: las aguas rebosaban múltiples significados conectados al origen, el movimiento, la purificación, y la destrucción y la renovación. Cuaternidad simbólica de lo líquido en la mentalidad mítico-filosófica arcaica; significaciones originarias de una semántica del agua antigua.
Sigamos la estela de esos significados: el agua como origen es propia de las mitologías en las que el mundo siempre emerge del caos. Para distintos mitos de la creación o mitos cosmogónicos primero es lo caótico como escena primaria sin forma, lo amorfo como lo que sugiere el agua, la tierra húmeda o la oscuridad, distintas expresiones de lo caótico sin forma definida. Luego, acontece el paso del caos al orden; emerge la vida ordenada en un mundo como unidad de cielo y tierra, y modelado por los dioses. El universo que surge desde un medio acuático. Esto ocurre en miríadas de pueblos antiguos: entre los egipcios, primero es un océano inicial, y luego irrumpe la colina primordial; entre los griegos, en Hesiodo, en La teogonia, de una amorfa materia preexistente la diosa Gaia se autocrea, y luego crea a su consorte, el dios del cielo Urano; entre los mayas, en el Popol Vuh, también desde unas aguas primordiales los dioses paren la vida ajustada al espacio y sus formas. Se cristaliza así el devenir del no ser al ser, de la potencialidad al acto, de lo amorfo a la coexistencia de cielo y tierra en el universo creado por uno o varios dioses.
Para el humano antiguo la contaminación y la impureza menguaba la salud espiritual; salud buscada mediante la conexión con un orden sagrado por medio de ritos y ofrendas. El mal contamina, ensucia, desvía al sapiens de la armonía y del favor divino.
El agua ya no era así solo génesis y origen sino también canal ritual de purificación del pecado en clave cristiana, o remedo a la privación de una naturaleza divinizada en la experiencia pagana. Así, en las distintas religiones el agua es don que purifica, desde el bautismo cristiano a la limpieza en el shinto japonés, o el Islam.
El agua como origen y purificación. O el elixir ontológico del movimiento: Heráclito, Lao Tsé. En el siglo VI. a.C, Heráclito de Éfeso, «el oscuro «, alfil del entusiasmo filosófico presocrático griego. Heráclito, el de la expresion aforística como ristra de conceptos a descifrar, el del pensar el anillo majestuoso de lo real de fuerzas contrarias y complementarias; la sucesión de opuestos que se requieren, se necesitan, se complementan dialéctimente; la relación entre el día y la noche, lo frío y lo caliente, lo seco y lo húmedo. Sin la oscuridad nocturna, por ejemplo, el día no sería en su brillo. El logos, el Ser cambia «según medida» , y como directa metáfora de que la vida es transformación y movimiento indetenible. Y en su quizá más célebre aforismo, Heráclito sentenció que «nadie puede bañarse dos veces en el mismo río».
Obsesionado en su perplejidad metafísica por el tiempo, Borges alude al pensador de Éfeso en su primer libro de poesía “Fervor de Buenos Aires” (1923): “Somos (para volver a mi cita predilecta) el río de Heráclito, quien dijo que el hombre de ayer no es el hombre de hoy y el de hoy no será el de mañana «.
Y en el Lejano Oriente, de forma simultánea a Heráclito, un solitario pensador chino caminó por años en senderos entre bosques, lagos y montañas. Luego de muchas lluvias y lunas escribió los caracteres de su Tao Te Ching que, según la leyenda, dejó a un guardián al trasponer una frontera para no regresar más a ciudades o aldeas. Para el creador del taoísmo, en el centro de la realidad late el Tao, rumor insondable, misterioso, impensable. Dos fuerzas desparraman su música por doquier: el yin (lo femenino, la luna), y el yang ( lo masculino, lo solar).
Y el agua en el taoísmo también asume valores metafóricas en un doble sentido: «la bondad suprema es como el agua, que todo lo nutre sin pretenderlo»; o «nada hay en el mundo, tan blando y adaptable como el agua. Sin embargo, en disolver lo duro y lo inflexible nada puede superarla». Por un lado, la liquidez es fuente «bondadosa» de nutrición, de fertilidad; por el otro, el agua blanda es más fuerte que lo duro, porque, lentamente, disuelve la dureza.
Pero lo líquido es también destrucción. Su faz devastadora expresada en el mito universal del diluvio, desde la historia bíblica del arca de Noé, hasta la epopeya babilónica del Gilgamesh, o la inundación que envío Zeus para castigar a los humanos beneficiados por el robo del fuego de Prometeo, de la que solo sobrevivieron Decaulión y su esposa Pirra. Pero luego de la gran inundación, luego del descenso de las aguas, palpita la renovación y el comienzo de un nuevo ciclo.
El agua compone así una narrativa simbólica referida a procesos de fertilidad, movimiento y tragicidad aniquiladora, y renacimiento. Y el agua como origen y movimiento también involucró a un pensador que podía no advertir un cercano pozo al caminar embelesado mientras escrutaba las estrellas, en el pensamiento auroral de la Grecia antigua.
II. Del mito a Tales, el presocrático
Veamos: en el agua, por el agua, la filosofía, ab origene, despuntó como arte del pensamiento. En el siglo VI a.C, los pensadores presocráticos, entre los cuales se encontraba el ya mencionado Heráclito, posaron su mirada en los fenómenos naturales, en la tierra, el fuego, las espumas marinas y los corrientes de aire.
En Jonia, región del oeste de la actual Turquía colonizada por los griegos, emergieron espíritus inquietos que animaron un racionalismo jónico, una filosofía inicial amoldada a una meditación sobre la materialidad y diversidad de los elementos naturales. Estos primeros pensadores parieron la entidad conceptual de la ciencia y la filosofía de Occidente. La idea del universo y la naturaleza como un todo ordenado, asequible a la razón.
El mundo pre-filosófico subyugado por dioses y ancestrales mitos (mithós) era puesto entre paréntesis. En tanto physikoi (físicos), los pensadores jónicos no negaron los dioses, pero los naturalizaron, los convirtieron en expresión de fuerzas naturales. El trueno, así, era atributo de Zeus; los temblores de Tierra eran el enojo de Poseidón; ciertos animales (panteras, tigres, machos cabríos) eran manifestaciones de la sensualidad y energía del dios Dionisio. Los dioses, en un sentido estricto, como supuestas entidades reales quedaban confinados a la religión y los mitos.
Los filósofos del inicio tomaron distancia del mithós, sustituido por un lógos ceñido a razonamientos que partían del mundo natural y volvían a él. Por eso, los presocráticos iniciaron el pensamiento filosófico dentro de la naturaleza.
Y para los presocráticos lo que parecía caótico se asentaba en un orden regular; lo que se mostraba en la pluralidad disgregada de las cosas era solo el aspecto exterior de la unidad de un todo subyacente. La naturaleza y la historia tenían que ser explicadas por principios internos y racionales, aun carentes de una estricta sistematicidad como en la tópica aforística de Heráclito. La naturaleza se ofrecía desnuda a la razón, a una explicación filosófica de la realidad integrada, en sus comienzos, a la observación científica.
La explicación debía restringirse a pocos principios. Pero para esas maniobras del intelecto, el lenguaje tenía que emanciparse de la narrativa mítica. Por eso los presocráticos anexaron al lenguaje los conceptos de universo o kosmos, naturaleza o physis, el principio o arché, la razón o lógos. Kosmos es ordenar, clasificar, pero también significa “decoración”, “ornamento”; por lo que también alude a la realidad ordenada o decorada. Kosmos como amplitud universal, como el gran espacio que contiene a la naturaleza y al sapiens, es así, en sus orígenes, una noción racional y estética.
La palabra arché alude al origen de algo o del universo, y a lo que conduce, ordena, gobierna. En esa orientación Tales, como primer filósofo, asoció el arché del universo con el agua. “Quería decir con eso que el universo en su comienzo estaba enteramente constituido por agua; que esta constitución original fijó el desarrollo futuro del universo y que, con referencia al carácter específico del agua, se podría explicar todos los fenómenos naturales” (6).
Es seguro que Tales pensó el agua como llave maestra de la vida, como origen y orden de la naturaleza. Pero su vida y el alcance real de su pensamiento son inciertos. No dejó nada escrito, y su biografía es escasa, por no decir desconocida o conjetural. Platón difundió la anécdota más célebre sobre el primer filósofo, el episodio de su caída en un pozo mientras contemplaba las estrellas (7). Y Aristóteles es fuente obligada de algunos de sus presuntos pensamientos.
Tal vez bajo la influencia de las primitivas cosmogonías como el apsu babilónico, según la fuente aristotélica el primer filósofo imaginó “que la Tierra descansa sobre el agua. Pues esta es la teoría más antigua que se nos ha transmitido y se la atribuye a Tales de Mileto: la tierra se mantiene por flotación, a la manera de un pedazo de madera o de alguna otra materia análoga (ninguna de ella reposa naturalmente en el aire, sino más bien sobre el agua)» (8).
Pero más allá de la tierra en flotación lo más significativo es que Tales declaró que “el principio es el agua” y “llegó a esta creencia por observar que todas las cosas se nutren de lo húmedo”; así “las simientes de todas las cosas tienen una naturaleza húmeda y el agua es el origen de la naturaleza de las cosas húmedas” (9).
III. El pensamiento por el agua
Como en la perspectiva mítica, para Tales la vida surge del agua en su origen. El mundo es agua. Las cosas se nutren de lo húmedo, necesitan de liquidez para surgir y desarrollarse; o la tierra siempre es “sobre las aguas”, o es abrazada por un medio líquido, como los mares que vuelcan sus olas, con insistente música, sobre las empapadas playas de los continentes.
El pensar desde el agua del primer filósofo occidental reconecta la mente con la materialidad de lo líquido y la naturaleza. Y hace evidente que la comprensión intelectual no puede engarzarse solo a conceptos abstractos, estructuras lógicas o matemáticas, sino también, y en su génesis misma, al proceso fértil de lo húmedo y líquido como el dador primero y constante de la vida.
Así, antes que sinapsis neuronales, conceptos, enlaces deductivos, enunciados o incluso intuiciones, el pensamiento es primero el agua de la que el propio cuerpo y el cerebro (por el que se piensa) surgen. El pensamiento emerge del agua, es por y gracias al agua. Antes que los pensamientos particulares expresables por el lenguaje y el músculo cerebral, el pensamiento es agua; es decir: no lo que piensa desde fuera de lo natural, sino la naturaleza que piensa a través del humano como emergencia suya. Nuestro pensar no es lo opuesto de los procesos naturales, sino que es solo posible y emergente por esos procesos. Por eso, el pensar no solo puede ser estimado como derivación de lo primario del agua, sino también del aire generado por los árboles y los bosques, en tanto solo por el respirar es posible el vivir, y como consecuencia derivada el acto del pensamiento.
Y el dar vida y pensamiento desde el agua también necesita del alma. Así Aristóteles informa que en cuanto al alma Tales “la considera como dadora de vida, movimiento y divina”. Si los mares o los ríos muestran un moverse por sí mismos es por estar imbuidos de alma porque “el alma es lo que hace moverse a las cosas”. Y “así por lo tanto el agua para Tales es el origen de todo, está lleno de dioses y tiene vida propia” (10).
El agua como génesis, matriz de todo; y el mundo desplegado desde lo líquido está “lleno de dioses” en tanto en todo está un dios, que dimana un brillo sagrado. La materia así se diviniza.
Y desde Tales, volvamos a Heráclito. Heráclito depositó en el templo de Éfeso sus célebres y oscuros aforismos. Los retazos de un pensar seminal, sin ánimos sistemáticos, que expresan la vida como opuestos complementarios. El agua saludable es movimiento, lo contario de lo líquido estancado y contaminado. Como el agua sana la vida es movilidad. Y lo que se mueve, como ya destacamos, alterna opuestos: el día y la noche, lo frío y lo caliente, lo seco y lo húmedo. La vida es el moverse de esos opuestos que se funden en un principio constante: el lógos, el ser,para Heráclito, asimilado al fuego. Las llamas pueden cambiar pero el fuego para ser fuego debe permanecer constante, sin convertirse en otra cosa. La vida como agua es devenir de contrarios que se complementan, y su orden oculto es el ser como fuego permanente.
En la versión clásica, Heráclito es contendiente de Parménides. Parménides pensó el orden solo como la estabilidad del ser racional, sin espacio; el ser que no se divide ni cambia y que permanece inmutable. Frente al congelamiento de un ser inmóvil, Heráclito prefería subrayar el dinamismo observable de lo vivo, la danza de la vida en movimiento, las pulsiones sucesivas del sol que ilumina y de la noche que vela y oculta. Y para enfatizar el cambio y el movimiento apeló a la imagen de un río tan dinámico y cambiante que no podemos bañarnos dos veces en él porque cambia de instante a instante.
Y la cuaternidad simbólica pre-moderna del agua como origen, movimiento, purificación y destrucción y renovación, hoy se diluye, se erosiona en sombras que escapan…
El agua como origen y movimiento se reduce al ámbito de la historia de la filosofía, las mitologías o las ciencias. Las viejas potencias simbólicas de lo líquido se desvanecen en la experiencia cultural cotidiana. Porque el vínculo diario con lo líquido en el mundo tecnoglobal se repliega a la realidad inmediata del agua como recurso disponible, faltante, o contaminado.
Transformación cultural entonces desde la cuaternidad simbólica del agua antigua como potencia universal de vida a su erosión expresiva en el agua contemporánea...
IV. Del agua sin divinidad al agua de lo contaminado e inaccesible
La desacralización del agua en el mundo tecnoglobal contemporáneo expresa, inevitablemente, su desvalorización como origen y esencia de la vida. Sin el agua no habríamos nacido ni sobrevivido. Por lo que agua no es solo lo que sale de la canilla para bañarnos o lavar los platos sino la evidencia de un poder natural universal del que somos manifestación y parte. La necesaria agua como pureza en tanto limpieza e higiene doméstica nos hace olvidar también el acua antica en su función ritual de purificación espiritual.
El agua dueña de la vida no es creada por el pensamiento ni la acción humanas. Ni siquiera sabemos a ciencia cierta su origen físico; una teoría hasta incluso postula una procedencia extraterrestre de su composición química (11); y a su vez la búsqueda del líquido elemento en los planetas y satélites solares, y en los más de cinco mil exoplanetas es referencia fundamental en la posibilidad de detección de vida en las inmensidades cósmicas.
La meditación sobre los océanos cuya líquida vida discurre entre moléculas de espumas y organismos que preceden en miles de millones de años al sapiens, nos desplaza del centro. Refutación líquida de nuestra soberbia antropocéntrica. Confirmación de la necesaria perspectiva biocéntrica. Nuestro actuar no crea ni produce agua, sino que contribuye a sus usos y distribución desde los acueductos romanos hasta su fisonomía actual de agua potabilizada en abundancia, o contaminada, desbordaba, o insuficiente e inaccesible.
Agua contaminada contemporánea: la de islas de desechos en el océano; la de la megaminería; o el agua ausente por la inequidad estructural que impide su libre y suficiente acceso a millones de humanos; o por las intervenciones que producen sequías artificiales como las que vaciaron el Mar de Aral (12). O, en lo contemporáneo, lo líquido puede, como en Heráclito, aludir al cambio constante y la fluidez pero al interior de los procesos culturales de una “modernidad líquida”, en los términos de Bauman, fuera de la experiencia del agua que nos devuelve a la primacía de la naturaleza.
Y el agua se degrada también como lo desbordado. La subida de los mares por el desequilibrio ambiental. El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático ya ha advertido sobre las consecuencias del aumento de temperatura del planeta y el derretimiento de la criosfera, las zonas congeladas del planeta. La disolución de los glaciales y mantos helados de Groenlandia, el Ártico y la Antártida, aumenta las aguas cálidas oceánicas. La acumulación atmosférica de los gases de invernadero ya ha aumentado 1° la temperatura respecto a los niveles preindustriales. Por lo que para el 2100 se proyecta un promedio de elevación de las aguas de 30 a 60 centímetros, aún cuando se reduzcan las emisiones de gases invernadero y el calentamiento global no supere los dos grados. Pero “si las emisiones siguen aumentando con fuerza, la subida del nivel de las aguas podría ser del orden de 60 a 110 centímetros” (13).
Los mares se desbordan lentamente. Incubación de una destrucción de la inundación futura que no es ni natural ni divina, sino silenciosa producción antropogénica, y que no asegura ninguna mítica renovación.
Así, vivimos en la era en la que se multiplica no solo la información sino también la erosión del significado de los elementos naturales.
El agua ya no es un don que esté en el origen y el movimiento de lo viviente, como en el acua antica de Tales, Heráclito o Lao Tsé; el agua ya no es purificación ritual sino limpieza e higiene doméstica; el agua ya no es experiencia poética de metamorfosis y transformaciones sino recurso dado por sentado, o faltante para millones de humanos que sufren por la pobreza y la postergación.
El agua sin dimensión simbólica, solo recurso bien aprovechado, o derrochado o ausente.
Ni la filosofía ni una vivencia simbólica nos devuelven hoy a nuestro ser por lo líquido. La erosión expresiva del agua reducida a “recurso natural” manifiesta la escisión de nuestra cultura respecto a la experiencia del agua como génesis y cauce de la que está vivo y fluye.
Disolución de la experiencia de fusión sensitiva con el agua y su fuerza multidimensional e inagotable. En el mejor de los casos, el agua como función de una economía racional de los recursos, o como fugaz deleite estético; o como tragedia por carecer de ella, o por solo acceder a ella en su forma contaminada.
Pero, a pesar de todo, el agua en toda su necesidad biológica, y en su condición de derecho humano, no es lo distinto a lo líquido en su dimensión simbólica de origen, movimiento, inundación, o fertilidad renovadora. La dimensión simbólica del agua es parte de los pliegues de un tejido primordial. Ese tejido es el agua misma, tan misteriosa en su origen como la vida misma; el milagro no advertido de lo que fluye en los ríos, las cascadas y manantiales, los mares de las olas y sus corrientes sumergidas; el agua de las lluvias humedeciendo la piel de los leopardos y las cabras, o las cumbres nevadas, o el laberinto de los bosques. O el agua de lluvia que empapa las alas de las aves en el nuevo y húmedo amanecer.

Citas
(1) En 1997 se documentó la primera isla de basura en el Océano Pacífico por el capitán y oceanografo Charles Moore. Hoy por hoy, flotan 5 islas de basura fuertemente documentadas en los océanos Pacífico y Atlántico norte y sur, y otras más pequeñas, como la que se está constituyendo en el Mediterráneo; e incluso en el mar de Barents, cerca del círculo polar ártico. Las aglomeraciones de plástico, las corrientes y los vientos, y el vertido continuo de basuras en los países más industrializados, conforman estas islas en los vórtex de los grandes giros oceánicos. En contra de las primeras apariencias, la basura no son botellas y envases sino restos de equipos de pesca industrial abandonados, redes, cuerdas, trampas para anguilas o jaulas. La basura se descompone por el fluir de las olas, el viento y el sol en partículas más pequeñas que se agrupan tanto en las superficies como en el fondo marino, expadiendo así la contaminación hasta el lecho oceánico. A su vez, los microplásticos son comidos por los animales cerca de la superficie, que a su vez son comidos por sus depredadores de mayor tamaño, que así también se contaminan y enferman, pudiendo producir el mismo efecto, al final de la cadena trófica, en los humanos que comen los animales marinos afectados.
(2) De hecho solo el 0.007% del agua existente en la Tierra es potable, y esa cantidad se reduce año tras año debido a la contaminación. El 90 está en la Antártida. En 2050 el consumo del líquido elemento aumentará un 44% para satisfacer las demandas industriales y de la población.
(3) Y la Fundación Aquae también informa que “Millones de mujeres y niños deben caminar más de 10 kilómetros diarios para conseguir agua potable. Unos 1.400 niños menores de cinco años mueren en el mundo a diario víctimas de enfermedades diarreicas relacionadas con la falta de acceso a agua potable, saneamiento adecuado e higiene. En 2025 cerca de 2000 millones de personas vivirán en países o en regiones donde la escasez de agua será absoluta y los recursos hídricos por persona estarán por debajo de los 500 metros cúbicos anuales recomendados, cantidad de agua que necesita una persona para llevar una vida sana e higiénica. La falta de agua potable causa la muerte de 4500 niños por día, en su mayoría pertenecientes a los países en desarrollo. Cada año 3 millones y medio de personas mueren debido a enfermedades relacionadas con la calidad del agua. El 98% de esas muertes se producen en los países en vías de desarrollo. Estados Unidos consume más de 1300 millones de litros de agua por día. Los norteamericanos consumen cinco veces más agua que los europeos. El 90% del agua usada en países en vía de desarrollo vuelve a los ríos sin ningún tipo de tratamiento. Cada día, el Sol evapora más de un billón de toneladas de agua, que permanece en la atmósfera hasta que vuelve a la superficie en forma de precipitaciones».
(4) Sobre las guerras climáticas y su relación con los recursos naturales como el agua son especialmente recomendables: Harald Helzer, Guerras climáticas, Por qué mataremos (y nos matarán en el siglo XXI, ed Katz; y G.Dyer, Guerras climáticas. La lucha por sobrevivir en un mundo que se calienta, ed. Libroboks.
(5) Los acuiferos son el agua subterránea oculta bajo la superficie terrestre. Alrededor del 30 por ciento de toda el agua dulce responde a estas características. Los espacios de suelo poroso y las grietas o huecos en las rocas repletos de agua se los identifica como de nivel freático. El estudio del agua subterránea se llama hidrogeología. El volumen del agua subterránea es más significativo que la masa de agua presente en los lagos y ríos. Las masas más ingentes de agua subterránea pueden alcanzar un millón o más de kilómetros cuadrados, como el Acuífero Guaraní. El agua del subsuelo abastece a una tercera parte de la población mundial, pero se halla muy expuesta a la sobreexplotación y la contaminación.
(6) Jonathan Barnes y otros, “Los pensadores pre-platónicos” , Filosofia griega, Editorial docencia, p.27.
(7) Leyenda que luego fue recogida por Diógenes Laercio.
(8) Aristóteles ,Tratado del cielo, 294 a 28-32.
(9) Aristóteles, Metafisica A.
(10) Aristóteles, Acerca del alma.
(11) En su intento por explicar el origen físico del H2O de la Tierra, los científicos proponen cometas y asteroides portadores de hielo como fuente de la presencia de agua del planeta. Laurette Piani, cosmoquímica de la Universidad de Lorraine en Nancy, Francia, dirigió un equipo de investigadores que analizó un tipo de meteorito muy atípico llamado condrita de enstatita (EC por sus siglas en inglés). Piani afirmó que “no se sabe exactamente dónde se formaron las condritas de enstatita, pero su composición química y mineralógica hace pensar que se formaron más cerca del Sol que otros tipos de condritas. Pueden verse como restos del material planetario que estaba presente en el sistema solar interior (donde se formaron los planetas rocosos)», y «los meteoritos EC contienen suficiente hidrógeno para haber entregado a la Tierra al menos tres veces la masa de agua de sus océano».
(12) El mar de Aral está en el Asia Central. El desvío de agua acometido por la Unión Soviética en los años 1960, de los ríos Amu Daria y Sir Daria hizo que la masa líquida del Aral se redujera visiblemente.. El propósito de la intervención mera desviar agua para regar cultivos de algodón, en Uzbekistán y Kazajistán. Por otra parte, como consecuencia de pruebas armamentísticas, proyectos industriales y el vertidos de residuos de fertilizantes durante todo el siglo XX el nivel de contaminación de lo que queda del Aral es muy alto.
(13) Ver “El aumento del nivel del mar se acelera: el cambio climático llega antes y más fuerte de lo previsto”, a propósito del Informe especial sobre el ocèano y la criosgera en un clima cambiante del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), en https://www.nationalgeographic.es/medio-ambiente/2019/09/el-aumento-del-nivel-del-mar-se-acelera-por-un-cambio-climatico-imparable
