“El búho de Minerva solo levanta el vuelo en el crepúsculo”
Prefacio a la Filosofía del Derecho, Hegel.
La noche frota el espacio y el bosque. Todo el día, el búho meditó en lo secreto. Sus alas desplegadas tienen la gracia de un antigua diosa de la sabiduría. Atenea. Minerva.
Y es el búho de Hegel que solo remota vuelo en el crepúsculo, cuando casi empieza la noche. En la filosofía hegeliana el ser no es desde siempre, como la Idea del Bien en Platón o el Dios cristiano. El ser se hace a sí mismo en el devenir en la historia. Cuando el «día» de esa historia ya se ha consumado, la filosofía con la que Él se identifica todo lo explica. El ser se hace más concreto y menos abstracto, y cuando ya ha «devenido concepto», cuando ya se ha autodeterminado y autorrealizado en libertad, el ser, por la filosofía, la filosofía de Hegel, se auto-explica con plena transparencia, sin ninguna opacidad. Explicación completa de la realidad, desde la Fenomenología del espíritu a la Filosofía del derecho. En ese supuesto saber absoluto no sobrevive ningún resto de misterio.
Hegel cree que su búho lo acompaña, lo entiende, lo representa: la realidad es una totalidad que se piensa y hace a sí misma, a través de un lento desarrollo, desde una semilla al árbol maduro, desde una cueva desierta de sentido hasta el cristal de la gran compresión.
Para el pensador alemán el ser tiene la magnificencia de Dios, es sustancia y sujeto a la vez: lo llama, la Idea o Espíritu Absoluto.
La realidad que se sabe a sí misma, a través de una red de conceptos que confluyen en la filosofía como saber que todo lo explica. Espíritu Absoluto, fundamento-raíz, realidad total, al alcance un humano que considera al filósofo, es decir a sí mismo, como «secretario de Dios».
Y la realidad total que se conoce a sí misma es creatura que se autorrealiza por la serpiente trepadora de la dialéctica.
Porque ese Espíritu Absoluto se autorrealiza al superar conflictos, términos opuestos, amenazas de división o fractura de la unidad del todo. La serpiente trepa entre términos contrapuestos, la afirmación y la negación, y los reúne, supera su oposición y conflicto, en «una negación de la negación», en síntesis superadoras, no solo en la escalera de las ideas sino también en el tiempo. Pero no creas que es un tiempo abstracto. No, es el tiempo del «día» de lodo de la historia, como ya recordamos, el «día» antes del vuelo del búho en el crepúsculo que anuncia la llegada de la filosofía de la mente hegeliana que todo lo explicará:
la lucha entre el amo y el esclavo, la tiranía y la libertad, las almas en su interioridad y las almas encarnadas en las batallas, la violencia y la sangre, para el lento progreso hacia la filosofía, su filosofía, la de Hegel, la del saber absoluto, ojo de la supuesta luz que en el todo todo lo ilumina. Narrativa de la explicación acabada del ser. Novela filosófica de los conceptos, de los personajes, Alejandro Magno, Napoleón, que mueven el tiempo dialéctico de la realidad hacia el saberse de todo. La visión épica de Hegel que difunde Jean Hyppolite en París, y que convierte su filosofía en fetiche del mundo académico.
Luego de la explicación total de la realidad que se sabe a sí misma, ya dijimos, ningún retazo de misterio sobrevive.
Por eso el búho no es aliado del pensador alemán. El ave de la noche desmiente ser siervo del Hegel omnisapiente.
El verdadero búho no es su afirmación. Por el contrario, es su negación, sin superación.
Es el otro, el que vuela cuando el vino de estrellas se escande en la noche joven.
Su día y su noche son distintos.
En el día, el búho no sobrevuela un saber humano que pretende ser saber filosófico absoluto; bate alas sobre palacios del conocimiento, pero también sobre el sufrimiento de los seres que no se convertirán en alegría por ninguna superación dialéctica, vuela sobre lo que no se sabe ni sabrá, vuela sobre edificios que se yerguen hacia las nubes, junto a campos de desechos.
Y entre un rayo de día y otro, el sudor del enigma.
Y en la noche del búho,
el bosque inmenso,
fuera del reino humano,
el animal cazador y nocturno,
que vuela entre los ciervos de nieve,
y la inmensidad honda
en el aire,
en la tierra húmeda,
de la que brotan
todos esos árboles
tallados
en luz de la luna.
Esteban Ierardo


Descubrí vuestra frase en un articulo mágico de Alexander Huerta – Mercado, a quien admiro mucho por sus artículos en el Comercio. 29/08/2024. Despidiendo al Búho Victor Patiño. Y gracias a vuestra frase vengo de conocerlo a usted Esteban lerardo.
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Hola Hilda, me alegró que se hayan dado esas mágicas conexiones para que dieras con este sitio. Gracias y que siga el entusiasmo. Muchos saludos!
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