Un poema de J.L.Borges sobre la fiesta de San Juan, de San Juan Bautista, que se celebra durante la noche del 23 al 24 de junio, en el solsticio de verano en el hemisferio norte, mediante la construcción de altares, y festejos nocturnos y hogueras, como posible continuación de una tradición precristiana.
Fuego y hogueras relumbran con especial protagonismo, de ahí que esta festividad conserva la fuerza magnética de las antiguas fiestas paganas en los solsticios de verano, el 21 de junio en el hemisferio norte, en las que se encendía una hoguera. Práctica ritual que buscaba «dar más fuerza al sol», dado que, desde ahí, los días se iban tornando más «débiles» y cortos hasta arribar al solsticio de invierno.
En sus orígenes paganos, el fuego era purificación de demonios, estímulo para un nuevo nacer y la fertilidad. Ese hecho continúa hoy como satisfacción de la necesidad psicológica de un renacer mediante la quema de un muñeco para la renovación de las energías vitales. En el barrio de La Boca, en la Ciudad de Buenos Aires, en el hemisferio sur, como en muchas otras partes, se mantiene el festejo del fuego.
En 1923, Jorge Luis Borges, después de regresar de un largo viaje formativo en Europa, busca crear una poesía que exprese una mitología poética de la gran ciudad. Su primer poemario en este rumbo es Fervor de Buenos Aires(1924). Aquí, incluye este poema, en el que el escritor posa su mirada asombrada ante el trepidante fuego purificador de las hogueras en la entraña de un barrio diferente. Calles en las que se quema un muñeco, arde el fuego, baila la fuerza de las llamas no sólo para una simbólica purificación, sino también para inducir el recuerdo de que esas calles «fueron campo un día»; es decir, donde ahora se endurecen las formas de la ciudad antes palpitaba, desnuda, la tierra.
E. I
La noche de San Juan
El poniente impecable en esplendores
quebró a filo de espada las distancias.
Suave como un sauzal está la noche.
Rojos chisporrotean
los remolinos de las bruscas hogueras;
leña sacrificada
que se desangra en altas llamaradas,
bandera viva y ciega travesura.
La sombra es apacible como una lejanía;
hoy las calles recuerdan
que fueron campo un día.
Toda la santa noche la soledad rezando
su rosario de estrellas desparramadas.
Jorge Luis Borges
De: Jorge Luis Borges, Fervor de Buenos Aires, 1923, poesía




