Stalker, de Andréi Tarkovski

Por Esteban Ierardo

Alexander Kaidanovsky, en el papel del Stalker en la película de Tarkovski

Una imagen en la pintura, o un encadenamiento de imágenes por el montaje en el cine, pueden obrar como un puente hacia una realidad profunda. Es el caso de Stalker, la zona, el film de Andréi Tarkovski, de 1979, con Anatoli Solonitsin como el Stalker. 

En un sentido amplio, Stalker se inspira en Pícnic al borde del caminoPícnic junto al camino o Pícnic extraterrestre, novela corta de ciencia ficción de los escritores soviéticos Arkadi y Boris Strugatski publicada en la Unión Soviética en 1972. La idea del relato es que en varias zonas de nuestro planeta misteriosos visitantes extraterrestres dejan desechos como se lo haría durante un pícnic. Esos lugares especiales son cerrados por las autoridades para ocultar artefactos misteriosos y peligrosos de procedencia alienígena.

Un tipo de hombres especiales se especializan en burlar las medidas de seguridad de las zonas prohibidas. Así extraen los objetos secretos para venderlos en el mercado negro. Estos hombres son los stalkers («acechadores» en inglés). Y uno de los objetos a obtener es una esfera dorada, que se cree puede conceder la realización de los deseos a quien lo obtenga.

En la versión de Tarkovski, la historia imaginada por los hermanos Strugatski, se convierte en el viaje de tres hombres a través de «la Zona», donde se halla una habitación con la capacidad de cumplir los deseos de sus visitantes…

Aleksandr Kaidanovski como el Stalker, en el centro, guía al Escritor (Anatoli Solonitsyn, derecha) y el Profesor (Nikola Grinkó).

Stalker en la Tierra secreta, por Esteban Ierardo

El cineasta ruso siempre deseó que la imagen cinematográfica fuera un salto felino hacia la trascendencia. Para su filosofía de la imagen, el cine no es sólo la exhibición de hechos o situaciones visibles; es también rodeo o acecho de una riqueza espiritual e invisible de la existencia. Stalker es la filmación de la certeza de la realidad siempre habitada por algo divino, por un calor mágico y extraño. Stalker es quien custodia esa intuición de la vida.

 Stalker es un hombre aparentemente rústico, cuyo oficio es hacer entrar a forasteros curiosos en «la zona». Este es el nombre de una región envuelta en el enigma donde se cree descendió una nave extraterrestre. La zona permanece sometida a una estricta custodia policial. Stalker sabe cómo vulnerar esa vigilancia. Así consigue hacer ingresar a los otros dos personajes esenciales del film: el Escritor y el Científico; ambos exhalan el ácido de un continuo nihilismo disolvente; ambos sienten el taladro de un vacío desgarrador. Quieren visitar la zona para hallar algún sentido, algún bálsamo que apacigüe su angustia.

Al llegar a la misteriosa zona, el Stalker se derrumba sobre un verde pastizal, abraza a la tierra madre como una generosa y fecunda mujer. El Stalker respira briznas de magia en el aire; respeta los ladrillos de materia con los que se compone el cielo y la tierra; encuentra en el agua, o en las ruinas de unos antiguos edificios, copas llenas de poesía por beber. Stalker baila con los elementos. Se precia de “la debilidad y la frescura que indican la frescura del alma”. Debilidad que promete ser maleable y receptiva a las incitaciones del misterio y el espíritu. Stalker baila, con movimientos ágiles, con débiles pasos. En cambio, el Escritor y el Científico son duros. Viven quietos e irritados por alambrados, estacas y separaciones. Por esa separación del hombre respecto a la esperanza y a la fe; la escisión del ser intelectual respecto a la vida como goce y alegre expansión; el divorcio entre el pensamiento y las sensaciones inexplicables para la razón.

El Escritor y el Científico miran con desdén al Stalker, nada comprenden de su aparente ingenuidad, de sus fervores místicos y poéticos. Mientras dura la exploración de la zona, se sumergen en sombríos monólogos, se complacen en rezumar frustración y confusión. Ellos no pueden contemplar al mundo como un racimo de esplendor; sólo pueden admitirlo como hileras de lápidas o de ilusiones sepultadas.

  El Científico ha llevado hasta la zona un artefacto nuclear. Allí, infructuosamente, pretende hacerlo detonar. El Escritor chapotea entre el lodo de su desesperanza, pero en él aún subsiste un jirón de nostalgia que manifiesta antes de ir en busca del Stalker. Cuando se despide de una mujer, cuando se aleja de lo femenino, manifiesta su pena por aquellos días irrecuperables del medioevo dado que “en la Edad media todo era más interesante. Un duende vivía en cada casa; en cada iglesia, Dios”.

Al regresar de la zona, en el Escritor y el Científico perdura un puñal de plomo hundiéndose en las entrañas. En cambio, Stalker sigue respirando el incienso de enigma que emana desde la zona; la fragancia de vida intensa que empapa cada trazo de existencia.

Stalker regresa con su esposa y su hijo. Ante su mujer, se lamenta de esos intelectuales que no creen en nada. Y busca descansar, volver a recuperar el color de su vida interior entre anaqueles atiborrados de libros; libros que no golpean los platillos del nihilismo; libros que alimentan el sentido de veneración del Stalker.

Y mientras el Stalker descansa, su hija paralítica contempla un vaso sobre una mesa. Escucha el paso de un tren, mientras resuena un fragmento del cuarto movimiento de la novena sinfonía de Beethoven.

Y la niña recita versos, y en aquel recitado es la misma poesía la que recita a través de la niña. Y la hija del Stalker ve, piensa, el agua, el vaso sobre la humilde mesa.

Y su pensamiento, su visión, es la poesía capaz de mover los objetos. El poder del espíritu de abrazar y desplazar la materia. La hija del Stalker, heredera de su legado, de «la zona» que se percibe como la realidad que nunca se debilita en dudas, lamentos, y que hace elevarse con el viento y las estrellas; la realidad que hace escuchar resonancias secretas con la lluvia, para hundirse en lo profundo e inagotable a través de las raíces de los árboles y la fuerza de la tierra, sobre la que la mente, que se despierta con la música, mueve lo pesado. 

Imágenes de escenas final de la película.

Stalker, con subtítulos en inglés:

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