Los cuentos de Irlanda

Cuentos irlandeses contemporáneos, editorial Eterna Cadencia, 2024 (para ampliar)

En 2024, la editorial Eterna Cadencia, en la Ciudad de Buenos Aires, publica la antología Cuentos irlandeses contemporáneos, con grandes escritores de Irlanda cuya escritura se extiende en un arco temporal de un siglo. El primer cuento incluido es «Los muertos» de James Joyce, de 1914, y el último, «Dulces palabras», de Nicole Flattery, de 2020.

Los cuentos de Irlanda, por Esteban Ierardo


Irlanda, la isla dividida entre la República de Irlanda de raigambre católica y céltica, con Dublín recorrida por el río Liffey, y la Irlanda del Norte, en el Ulster, en el noreste, de religión protestante, y aún parte de la entraña británica, y con Belfast como su centro radiante.
Y radiante es también la literatura irlandesa, en la que confluyen sus distintas corrientes: el realismo y costumbrismo, lo mágico y poético, lo vernáculo y nacionalista. La epopeya novelística de Joyce atrae como su sol más ardiente, pero parte de las ramas del árbol literario irlandés se mecen con especial vaivén en sus cuentos. Veinticinco de esas perlas literarias se enhebran en la antología Cuentos irlandeses contemporáneos (2024), publicado por la editorial Eterna Cadencia, en la Ciudad de Buenos Aires, con selección y prólogo de Sinéad Mac Aodha (directora ejecutiva de Literature Ireland, institución abocada a la promoción de la literatura irlandesa en el extranjero), y Jorge Fondebrider (poeta, ensayista, fundador y director del Club de Traductores Literarios de Buenos Aires); y con las traducciones de Matías Battistón, Andrés Ehrenhaus, Inés Garland, Jan de Jager, Pedro Serrano, y también el ya mencionado Jorge Fonderbrider.
En el siglo XVIII forjan sus itinerarios creativos autores irlandeses como William Carleton, Gerald Griffin, o los más destacados Sheridan Le Fanu, Bram Stoker, Oscar Wilde. Su escritura péndula entre el ensueño fantástico, un estrecho realismo descriptivo, o la influencia inglesa que dispone al narrador como comentarista de lo relatado; o el trazo narrativo impregnado de tradición oral local, de una imaginación campesina y ancestral, en la que confluyen las creencias cristianas y las huellas de la mitología céltica precristiana.
Pero a comienzos del siglo XX, la modernidad literaria derrama su embriaguez innovadora en Joyce. Voluntad de cambio impelida por los modelos de Gustave Flaubert (el de Madame Bovary o La tentación de San Antonio), Guy de Maupassant (autor del notable relato «El horla»), y el Aton Chejov de El jardín de los cerezos o El tío Vaina.

Joyce navega en la nueva corriente ya antes de la Primera Guerra Mundial. Luego se produce el Alzamiento de Pascua de 1916, la rebelión irlandesa que fracasa en un principio y termina con 16 ejecuciones, entre ellas, la de Patrick Pearse. Pero el grito de independencia de Irlanda ya no podía ser silenciado. Luego estalla la guerra civil entre quienes querían toda la libertad para el país cuyo símbolo nacional es el Arpa, y quienes aceptaban una autonomía todavía bajo la bota británica. La emancipación respecto a Inglaterra finalmente se consiguió, pero no en todo el territorio de la isla, ni tampoco cedió la presión conservadora de la cruz católica.
Desde la Segunda Guerra Mundial y la posguerra, Irlanda experimentó cierto aislamiento cultural respecto a la Europa continental. En ese contexto, Sean O´Faolain (seudónimo de John Francis Whelan), desde las páginas de la revista The Bell, de la que era editor, meditó sobre el cuento irlandés; y en su ensayo The Short history (1948) afirmó que la característica principal del cuento no es la anécdota sino la «situación»; y en el caso del cuento de Irlanda, «la vida los irlandeses, que a diario tienen que lidiar con las exigencias del nacionalismo y una sociedad dominada por la religión; y luego afirmó que la técnica no es lo determinante, porque lo fundamental es la personalidad de quien escribe».

Frank O´Connor (1903-1966, nacido como Michael Francis O’Donovan), que en la antología aporta su cuento «Invitados de la nación», en su vasta obra es recordado principalmente por sus más de 150 cuentos. En The Lonely Voice: A Study of the Short Story (1962), diferencia el cuento de la novela. El cuento desborda soledad. En gran parte de los cuentos «no hay personaje con el que el lector pueda identificarse a sí mismo», lo que exterioriza desconsuelo, desencanto. Soledad. El cuento es entonces «un arte privado», «lo que le permite establecer una identidad entre Irlanda y el género, que, junto con la poesía, resulta el más distintivo de la literatura irlandesa».

Liam O’Flaherty

Uno de los cuentos antologados es «Un chelín», de Liam O’Flaherty  (1896 -1984), gaélico parlante y oriundo de Inishmore («Isla Grande», una de las islas Aran), en el condado de Galway. Su relato comienza: «Tres viejos estaban sentados en la escollera del muelle de Kilmillick, de espaldas al mar y de cara al pueblo y al sol. Una ligera brizna les llegaba de atrás, trayéndoles del mar el olor dulce a sal de algas que el sol había besado…». Los viejos ven a «un hombre de la cara roja», al que se le cae un chelín en una cuerda al pie de una escalera. Desde entonces, los hombres ancianos solo se concentran en cómo conseguir esa preciada moneda. Solo uno de ellos la conseguirá.

Sean O´Faolain (Wikimedia)

En «La silla de paja» del mencionado Sean O´Faolain, una olvidada silla de madera, en un ático vacío y desnudo, se convierte en el punto de encuentro de todos sus recuerdos de una vida campesina perdida. Luego de la muerte de su madre, el narrador decide «vender los cachivaches que todavía quedaban». Por ser la silla «una estructura inútil» no le interesó al comerciante al que le ofreció los objetos en desuso. Entonces le dedica una nueva y quizá última mirada a la vieja silla de los tiempos de su infancia desvanecida, y «cuando la miré olí manzanas y almizcle de la tierra de Limerick y el olor fuerte a turba de sus casas de campo y las malvas entre las ruinas de piedra caliza, y vi a mi madre y a mi padre otra vez como en esa mañana, parados sobre el costal de otoño, abrazados, riéndose como locos y otra vez enamorados».

Claire Keegan (Wikimedia)

Claire Keegan nació en el condado de Wicklow, Irlanda, en una familia rural y católica. En Estados Unidos estudió Filología Inglesa y Ciencias Políticas. Luego regresó a Irlanda, cursó un master de escritura creativa en la Universidad de Gales, y, en 1999, publicó su primer libro de relatos, Antártida. En su cuento «Recorriendo los campos azules», en la antología comentada, en el ambiente rural irlandés, un sacerdote atraviesa un dilema entre su fe religiosa y su amor por una mujer. Un pobre trabajador chino, que no sabe una palabra de inglés, le trasmite, sin que lo advierta con claridad, otra forma de ver. Y en «una noche azul» sobre los campos, el sacerdote sale fuera de su casa, advierte la llegada de la primavera, y ahora un rastrillo le parece «una cosa brillante, bienamada y gastada». Una vieja duda, o sospecha, regresa a su mente y se pregunta: » ¿Dónde está Dios?», y esa noche «Dios le responde. Alrededor el aire es intenso, con el olor penetrante de los arbustos de grosellas silvestres. Un cordero se despierta de un sueño profundo y recorre el campo azul. En lo alto, las estrellas han rodado hasta estar en su lugar. Dios es la naturaleza».

Dios es la naturaleza.

Y el sacerdote se extraña de estar vivo y enfrenta sus tareas y su destino, y como si en su sensibilidad se fundieran las campanadas de lo cristiano y las espirales y tréboles de lo celta, sabe que debe intentar descifrar lo mejor que pueda «el idioma romano de los árboles».

Los cuentos irlandeses en los que suele emerger la intimidad de los sentimientos y los conflictos sin debilitar la sensación de maravilla ante una madre naturaleza viva y silenciosa que todo lo contiene, sean las ciudades y los pubs, los campos y los graneros, los puertos y los bosques.

Además de los autores ya mencionados, en la antología brillan también los textos de Julia O´Faolain, Colum McCann, Kevin Barry, Louise Kennedy, y varios más.

James Joyce, el gran escritor irlandés, de Dublín, autor del cuento «Los muertos».

Y el primer cuento de la antología comentada es la estrella de una luz más honda: «Los muertos» ( «The Dead»), de James Joyce, publicado Dublineses, en 1914.

Todos los años, las hermanas Morkan organizan una reunión y baile. Temen que sus invitados, Gretta y Gabriel Conroy, no lleguen. Pero finalmente trasponer el umbral de la casa en la que Joyce sitúa el relato, Usher’s Island, ahora conocida como «Joyce House», ubicada en 15 Usher’s Island, Dublín.

La narración fluye desde lo externo hacia los pensamientos del protagonista Gabriel Conroy, crítico literario en un diario inglés. El preludio del monólogo interior en el Retrato de un artista adolescente o el de Molly Bloom al final del Ulysses; prolegómeno que deriva en una epifanía o revelación final, en la cual el alma de Gabriel «se había aproximado a esa región donde moran las vastas huestes de los muertos «. La introspección de Gabriel vierte su lucidez en la frontera entre la vida cercana de los vivos y los muertos cuya presencia aún puede percibirse en un ligero costado oculto del aire, o en la nieve que cae sobre toda Irlanda. Entonces «su alma se sumió mansamente en el sueño mientras oía cómo la nieve tenue caía a través del universo y caía tenue, como el descenso de su instante final sobre todos los vivos y los muertos».

La visión de Gabriel que le hace presentir lo trágico, y también una escondida grandeza poética, en la tierra en la que algo de la vida pasada siempre regresa, entre el invierno y la nieve.

Contratapa para ampliar de Cuentos irlandeses contemporáneos, publicado por la editorial Eterna Cadencia, en la Ciudad de Buenos Aires, con selección y prólogo de Sinéad Mac Aodha y Jorge Fondebrider, 2024
Fotograma de The Dead (conocida como Dublinnes (Los muertos) en España, Desde ahora y para siempre en Hispanoamérica, y Los muertos en Argentina), película de John Houston, adaptación del relato «Los muertos», de obra Dublineses, de James Joyce, primer cuento incluido en antología ​Cuentos irlandeses contemporáneos, publicado por la editorial Eterna Cadencia, en la Ciudad de Buenos Aires. El último film de Houston, nominada a dos premios Óscar en 1987, y filmada por el célebre director con ochenta años y mientras sufría un enfisema pulmonar,  cuando estaba postrado en silla de ruedas y debía ayudarse con máscaras de oxígeno para poder respirar.

En este página se puede visitar también una crónica de viaje en Irlanda, entre Dublín y Galway:

IRLANDA

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