Por Esteban Ierardo
Alberto Durero (1471-1528), el gran pintor y grabador alemán pertenece por su arte y su biografía al Renacimiento, en los comienzos de la modernidad, en el siglo XVI. Época de transiciones entre lo medieval y la cosmovisión moderna en sus comienzos. Sus dibujos y grabado de un rinoceronte, animal en ese entonces poco conocido, es un ejemplo del salto hacia lo radicalmente diferente.
Durero es el gran artista del renacimiento alemán. Dibujante, grabador, pintor. Gran teórico del arte, autor de libros que evidencian su interés por la armonía, la proporción y la ciencia. Sus dos obras escritas principales son Los cuatro libros sobre medición. Instrucciones de medición con compás y regla (1525), y Cuatros libros de la proporción humana (1528).
Lo mismo que Leonardo da Vinci, la obra artística de Durero se funde con una gran curiosidad intelectual ávida de conocer el mundo. Hijo de un orfebre, recibe los estímulos artísticos que, junto con sus dotes innatas, lo consagran a las artes gráficas. Como grabador es excepcional en grado sumo. Esto lo delata su célebre trilogía de grabados: la enigmática Melancolía I, El caballero, la Muerte y el Diablo, y San Gerónimo en su gabinete, creados a buril entre 1513-14. Como dibujante destaca su exquisito estudio de Las manos orantes; como pintor, además de sus obras religiosas, es el primero en realizar un autorretrato; y realiza otro retrato célebre pero de una liebre joven pintada en aguada y acuarela sobre papiro, en 1502, y la Gran mata de hierba, que también expresa un detallado realismo en la representación de la naturaleza.
Y otro modelo natural lo plasma en sus sorprendentes imágenes de un rinoceronte.
El rinoceronte de Durero es algo más que una rareza en la historia del arte. Es quizá un símbolo del asomo a lo diferente en épocas históricas de cambio de paradigmas, en tiempos de giro hacia nuevos hallazgos y descubrimientos. Y tal vez es un emblema también de la apertura a lo diferente en cualquier época, e incluso, por lo tanto, en la nuestra.
Además de dos dibujos en tinta, el rinoceronte de Durero es un grabado xilográfico creado por el pintor en 1515. La xilografía (de xylón, madera, y grafé, “inscripción”) es una técnica de impresión sobre una plancha de madera. Lo que se quiere imprimir se talla a mano o con un buril en el tablón. Luego se impregna con tinta y presionado la pieza tallada sobre un soporte se consigue la impresión del relieve. Esta es una técnica adecuada para la impresión masiva, a diferencia de la técnica más detallada y refinada de la calcografía, del grabado en lámina de cobre.
Durero se inspira en una descripción escrita y en un boceto general de un artista anónimo de un rinoceronte que es desembarcado en el puerto de Lisboa en 1515 procedente de la India portuguesa, donde es obsequiado por el Sultán Muzafar II al gobernador Afonso de Albuquerque. Los regalos de animales exóticos entre gobernantes es algo frecuente. El rey Manuel I de Portugal recibe el barco que atraviesa el océano Indico y parte del Atlántico para llegar con el rinoceronte, con un cuidador indio, tras un viaje de 120 días. El navío con el especial animal arriba al lugar donde se construye la Torre de Belén que, en sus voladizos, muestra gárgolas con forma de rinoceronte.
En el mismo año de su arribo, y sin ver al animal, Durero hace dos dibujos a tinta; y el segundo lo convierte en grabado, con una inscripción que denota la influencia de Plinio el viejo su Naturalis historia, y que dice:
En el primero de mayo del año 1515, el poderoso Rey de Portugal, Manuel de Lisboa, trajo semejante animal vivo desde la India, llamado rinoceronte. Esta es una representación fiel. Tiene el color de una tortuga moteada, y está casi completamente cubierto de gruesas escamas. Es del tamaño de un elefante, pero tiene las patas más cortas y es casi invulnerable. Tiene un poderoso y puntiagudo cuerno en la punta de su nariz, que afila en las rocas. Es el enemigo mortal del elefante. El elefante se asusta del rinoceronte, pues, cuando se encuentran, el rinoceronte carga con la cabeza entre sus patas delanteras y desgarra el estómago del elefante, contra lo que el elefante es incapaz de defenderse. El rinoceronte está tan bien acorazado que el elefante no puede herirle. Se dice que el rinoceronte es rápido, impetuoso y astuto.
Aquel gran mamífero placentario es el primer ejemplar vivo que llega al Viejo Continente desde la época del Imperio Romano. Por su larga ausencia irradia un halo de criatura legendaria, que a veces aparecía en los Bestiarios medievales junto a los «monoceros» (unicornio). Esto explica que el arribo del rinoceronte cause gran impacto. Solo luego, en 1579, llega a Europa otro ejemplar desde las posesiones portuguesas en Goa (India) que provoca asombro en la corte española de Felipe II.
II.
Con elementos de referencia mínimos, el artista representa un animal que nunca ha visto. La mente más que los ojos guian su proceso de representación gráfica que no resulta totalmente fiel. Durero dibuja al animal cubierto por fuertes placas que simulan una especie de armadura, una coraza con remaches en las juntas. Y la «armadura» de Durero quizá representa los pliegues de espesa piel de los rinocerontes indios.
La personal reproducción de Durero del animal por entonces poco común alcanza gran difusión y popularidad. Es posible que sea la imagen del animal de mayor influencia en las artes. Una muestra de esto es que, en 1956, Salvador Dalí realiza dos esculturas a partir de la versión del artista más famoso del Renacimiento alemán. Los ejemplares originales del grabado dureriano son hoy altamente costosos.

¿Pero por qué en su momento el grabado de Durero tiene tan amplia difusión y aceptación? ¿Solo por el goce ante lo exótico? Tal vez, pero la sorpresa seguramente no se limita al impacto de lo raro. La admiración ante el grabado de Durero quizá se deba a que despierta la intuición de que aquel animal habla de otra realidad, o de la ampliación de lo real ya conocido.
El rinoceronte de Durero no es solo una imperfecta representación artística, no es solo el testimonio de una especie nueva, sino una imagen-puente que desliza la atención hacia otras formas del mundo; la confirmación, por un animal como imagen al principio solo del arte, de la globalización propia del siglo XVI como derrame expansivo del europeo hacia otros continentes: América, África, Asia (la cuna del rinoceronte del grabado); una nueva cartografía planetaria, una extensión de la mente imperial europea hacia la redondez de la tierra.
Con la estampa de un rinoceronte, Durero participa del descubrimiento de lo nuevo y diferente que se le abre a Europa en su expansión violenta a otras latitudes. La imagen diferente del rinoceronte seduce a otros artistas, como a su contemporáneo Hans Burgkmair, también pintor y grabador alemán. Burgkmair crea un segundo grabado del rinoceronte en Augsburgo, con trazo más preciso que Durero e incluso con los grilletes y la cadena que sujetan al rinoceronte. Pero esta versión no eclipsa a la de su colega. La imagen de Durero no mengua en su popularidad, a pesar de sus errores de representación; y se la incluye en numerosos textos naturalistas. Hasta el siglo XVIII se la estima como representación fiel del exótico animal. Alejandro de Médici, «il moro», acaso hijo ilegítimo de una sirviente negra, primer duque de Florencia, en 1536 elige como su emblema un rinoceronte inspirado en el grabado de Durero con el lema «Non buelvo sin vencer» («No vuelvo sin la victoria»).
Un rinoceronte en relieve, también con eco del de Durero, decora una de las puertas de bronce de la Catedral del Pisa. El rinoceronte dureriano se convierte también en tema repetido de pinturas y esculturas, y motivo habitual en la decoración de porcelana.

El antes mencionado Hans Burgkmair también se abre a la diferencia en la dimensión de lo otro cultural, más allá de lo otro zoológico, cuando ilustra Los pueblos de África y la India (1508), hoy estimado como uno de los fundamentos de la etnografía impresa, al convertir en dibujo la presencia diferente de los pueblos que los navegantes y exploradores europeos de entonces empiezan a descubrir en la lejanía de otros continentes.

III
El rinoceronte de Durero es sustraído de su hábitat original a uno totalmente diferente. Es robado de sus ríos, pastos y suelos, de su sociedad con otras especies, de sus rutinas en el sub-continente indio de Brama, Visnú y Shiva. Es embarcado. Flota. Se balancea. No puede comprender. No reconoce la vastedad del agua marina. En 1515, el rey de Portugal lo envía como obsequio al papa León X. El año anterior, ya le había obsequiado un elefante blanco, también procedente de la India, que el pontífice, embelesado, hace llamar Hanno. La generosidad del monarca portugués no es desinteresada. Quiere el favor papal para mantener las tierras descubiertas cuando Vasco da Gama dobló el Cabo de Buena Esperanza al sur de África, y así descubrió la vía marítima hacia la India. El rinoceronte como regalo papal tiene un collar de terciopelo verde decorado con flores, y unos grilletes lo sujetan a la cubierta. Una tormenta arroja a pique la nave, cerca de Portovenere, al norte de La Spezia, en la costa de Liguria. Los grilletes le impiden al desdichado animal nadar hasta tierra. Muere ahogado en el mar indiferente. Su cadáver es recuperado; su piel regresa a Lisboa, y allí es rellenada de paja. Solo en esa forma pálida y sustituta llega al fin a la Ciudad Eterna, en febrero de 1516. Se desconoce luego su destino, quizá es destruido en el saqueo de Roma en 1527.
El rinoceronte muere sin nunca haber podido entender que su extraño destino es ser mensajero de la diferencia. ¿Cuál sería hoy un equivalente del rinoceronte de Durero y su remitir a la diferencia en esta época? Acaso asumir que a pesar de tanta globalización que hace que veamos el mismo tipo de imágenes, que consumamos entretenimientos y noticias parecidas, lo diferente y la diferencia no pueden ser erradicados del mapa dinámico de la vida, como desde el horizonte filosófico pretende Derrida. Es quizá lo que puede hacernos recordar lo diferente de las culturas nunca absorbidas por el mundo global; o lo que puede hacernos sospechar lo diferente de las especies que aún no conocemos y que viven en el fondo de los mares o en la densidad abigarrada de las selvas; o lo diferente de planetas y galaxias todavía muy poco conocidas, o directamente desconocidas; o lo diferente que anuncia nuevos descubrimientos o tecnologías.
En el rinoceronte de Durero se mueve así pesada, pero sólidamente, lo diferente de ideas, personas, costumbres, y mundos que pueden sernos tan extraños como el animal que, en su momento, asombra a la Europa renacentista de los barcos lanzados hacia lo nuevo y remoto.

