Katyn, y el asesino infinito

Esteban Ierardo

Lugar de las fosas de Katyn (Getty Imagenes)

Desde nuestra adolescencia, leí mucho sobre la Segunda Guerra Mundial. Uno de los episodios de aquella contienda arrasadora que más me sorprendió fue la matanza de Katyn. Esa sorpresa, mezclada con el horror y el espanto, continúa hasta hoy. En 1940, en el bosque de Katyn, ahora en Rusia, fueron arrojados a una fosa común varios miles de soldados polacos. Cada uno de ellos fue expulsado de este mundo por una bala asesina del verdugo Vasili Blojín.

Luego del descubrimiento de la fosa, llegaron testigos independientes para verificar el macabro hallazgo. En principio los británicos creyeron que todo era un montaje nazi para desprestigiar a los aliados soviéticos. Mientras que los nazis intentaron usar el hecho para atizar la propaganda anti-soviética, la URSS culpaba a los seguidores de Hitler de la gran matanza. Los polacos, por su parte, no confiaban en los soviéticos. Por eso el gobierno polaco en el exilio rompió relaciones diplomáticas con Moscú, en 1943. La Unión Soviética negó todo hasta 1990. Entonces, Mijaíl Gorbachov reconoció oficialmente que la NKVD, la policía secreta de la Unión Soviética desde 1934 hasta 1946, fue la perpetradora de la masacre, y avaló la revelación con documentación desclasificada, asumiendo la Masacre de Katyn como “uno de los grandes crímenes del estalinismo’.

En 2012, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos dictó sentencia por la que la matanza de Katyn fue declarada crimen de guerra, con más de 21.000 polacos muertos. Las investigaciones sobre la masacre fueron frenadas en 2004 por Vladimir Putin. Además de las tensiones por las actuales amenazas de guerra, las relaciones entre Polonia y Rusia siguen oscurecidas por las huellas de Katyn.

En 2007, se estrenó el film Katyn del director polaco Andrzej Wajda, su padre fue una de las víctimas de la masacre. Nominada al Óscar a la Mejor Película Extranjera en 2008, en la película se recrean los hechos de la matanza, el encubrimiento soviético y la lucha de las familias de las víctimas por saber la verdad.

Cuando se conmemoraba el 70.º aniversario de la masacre de Katyn, cerca de Smolensk, Rusia, el 10 de abril de 2010 se estrelló el avión de la Fuerza Aérea de Polonia que transportaba al presidente Lech Kaczyński y a otros altos funcionarios. Las 96 personas a bordo, el presidente, su esposa, todos murieron en el accidente, como si la onda del horror que cegó la vida de miles de sus compatriotas hubiera continuado su nefasta expansión para apagar también sus vidas.

Y aquí recordamos los hechos de la masacre de Katyn a través de una narración que obra como imaginaria aproximación a la masacre y a la siniestra figura del verdugo Vasili Blojín.

Katyn. Katyn. Katyn.

¿Te dice algo ese nombre, Vasili? ¿O Kalinin? Mejor es no recordar, ¿verdad? No creo que nunca hayas estado en el incómodo lugar de la culpa. ¿Es así? Por ahora, caminas por las calles de Moscú. Luces preocupado, ¿pero esa preocupación es por un dolor físico, o por el acecho de los fantasmas?

Tendría que ayudarte a revivir ese pasado que nunca será pasado, Vasili…

Es la Segunda Guerra Mundial. En el cielo rugen los aviones cargados de bombas; en la tierra, cada vida vale menos que la otra. Matar es tan elemental como el respirar. Para sorpresa del mundo, la esvástica y la hoz y el martillo acuerdan el Tratado de no agresión, ese pacto de cuervos en la noche hambrienta, firmado por Ribbentropp y Molotov, en agosto de 1939.

La tierra polaca se divide en dos. Primero, una parte se quiebra entre Stukas y panzers, entre la soledad de las madres polacas y sus hijos muertos; la otra mitad, cae bajo por la garra soviética. Al desplome de la resistencia de la Polonia invadida, le sigue la captura de miles de polacos, entre militares y civiles.

Los prisioneros son enviados a Koselsk, cerca de Smolesk, y a Kalinin y Járkov. ¿Empiezas a recordar, Vasili, mientras no cierras todavía tus ojos helados? Tan helados como ese personaje con un desierto en los ojos: el verdugo. Ese verdugo que por pedido de sus superiores organiza una operación sistemática: silenciar a miles y miles, y asegurarse de que ya no vean ninguna estrella ni respiren el viento.

El verdugo gusta de las purgas, es su verdadera felicidad. El jefe de la NKVD (1) le envía la orden, ratificada por el que llamaban el Hombre de acero. Al verdugo le exigen rapidez y eficacia. Esa tensión es parte de su religión, de su entrega al partido, del problema del enemigo.

Durante 28 noches el verdugo y sus hombres se encargan personalmente de liquidar una molestia. Un estorbo compuesto de miles de hombres, cada uno con sus experiencias únicas, propias, intransferibles, colmados de sueños y deseos, de anhelos de los labios de la novia o la esposa, del abrazo de las madres y las hermanas, de las caricias del hijo. Vida y más vida.

La molestia es encerrada en las prisiones oscuras. Algunos de los capturados intuyen y callan; otros gritan y reclaman; su desesperación les impide entender la noche en marcha.

Y el verdugo se prepara para su obra. Goza con solucionar él mismo el problema. Se pone un delantal de carnicero, unos guantes de cuero hasta el hombro, y gorro.

El acto necesita de una escena. El verdugo espera detrás de la puerta, en un recinto pintado de rojo para disimular la sangre; con paredes acolchadas para el aislamiento acústico; y un piso de hormigón con leve pendiente hacia un desagüe. Una cámara siniestra, especialmente construida. Y no hay advertencia. Despedida. Oración. Un último lamento.

El verdugo espera detrás de la puerta.

Detrás, oculto, se acerca por la espalda a un desdichado traído por los guardias. Sin vacilaciones, le dispara en el cuello, en la base del cráneo. Uno por uno, uno por uno. Hasta llegar a más de siete mil ejecutados, durante 28 noches de sangre, balas, y vidas sacrificadas, con eficacia industrial, entre borracheras de muerte, murciélagos en las esquinas y palas abriendo las fosas para los entierros masivos.

Katyn. Katyn. Katyn, Vasili.

La desesperación en tus gestos viene del dolor del cuerpo, ¿verdad, Vasili? No puede ser por otra causa. ¿O tu padecimiento tiene otro origen? Mientras averiguo eso, te recuerdo que el verdugo elige con mucho cuidado su arma, la que usa con toda disciplina e insensibilidad en miles de asesinados.

Al verdugo le gusta una pistola Walther alemana, modelo 225ACP, porque no le gusta la pistola soviética T-T30; ésta es demasiada pesada y necesita algo más liviano. Y además la Walther es de empleo común en los policías y agentes de la inteligencia alemana, excelente detalle para hacer responsable de los crímenes al enemigo alemán si los cuerpos acumulados en las fosas son finalmente descubiertos.

Como de hecho ocurre.

El 22 de junio de 1941 empieza la operación Barbarroja. La invasión alemana a Rusia. Al año siguiente, miembros de la Organización Todt, constructora de armas y obras de ingeniería al servicio nazi, compuesta por prisioneros de guerra, judíos deportados y desertores, trabajaban en una autopista, cuando un campesino les informa de que en los bosques cercanos hay grandes tumbas.

Los prisioneros esclavizados ponen una cruz de abedul para indicar el sitio. Después, todo se olvida. Pero los lobos llegan entusiastas al lugar. Remueven la tierra. Un destacamento alemán se interna en los bosques de Katyn para eliminarlos.

Entonces encuentran la cruz de abedul y muchos huesos desenterrados por los lobos. Un médico forense determina que se trata de restos humanos. Al remover más el suelo, se descubre una inmensa fosa común.

¿Sigues sin recordar, Vasili? Eso sospecho.

Mueves tu cabeza en señal de negación. Los nazis niegan toda participación. El gobierno aliado de Roosevelt niega toda responsabilidad rusa. Hoy, algunos estiman que esa actitud es encubrimiento.

Pero fíjate Vasili: hoy, con triste certeza, se sabe que los ejecutados fueron soldados de distintos grados del ejército polaco, desde soldados rasos hasta almirantes y generales, policías, y muchos civiles de la intelectualidad polaca, compuesta por profesores, artistas, historiadores, todos bajo la acusación de ser espías, saboteadores, o terratenientes, dueños de fábricas, funcionarios públicos y sacerdotes cristianos. Todos enterrados en Katyn, y otras fosas (2); todos ejecutados desde una primera propuesta del Lavrenti Beria (3), y luego convertida en orden por Stalin. Miles de ellos despojados de la vida por los disparos del verdugo.

Y esta es tu noche, Vasili. Esta noche en la que caminas dolorido, confundido, por las calles de Moscú. A pesar de todo el esfuerzo que hice, sigues sin recordar. Pero sí tienes muy presente tu retiro. Stalin muere en 1953, y luego cae Beria; y ese Jruschov y todo su empeño desestalinizador; y entonces te despojan de tus condecoraciones y de tu rango. Esto te abate. Te sume en el alcoholismo. Y ahora entiendo tu andar tambaleante, tu mirada perdida, un precipicio en tus gestos.

Es por eso que caminas angustiado, no podría ser por otra causa, por el dolor por la pérdida de tu rango y tu retiro forzado, ¿no Vasili?

Mientras, un polaco más, avanza hacia la puerta. Antes de la guerra se enamora de una bella joven en un pueblo; cuando todo termine quiere volver con ella para construir una cabaña, vivir de la tierra, cultivar jardines, criar hijos, y compartir los años de la vida y el tiempo, esperar algunos días, fugaces, de discreta felicidad. Pero todo desaparece con una bala final, con los murciélagos revoloteando en las esquinas, mientras el verdugo solo siente que jala un gatillo, y tumba otra molestia para arrojar a la fosa, solo visitada por el viento y los lobos.

Y el verdugo termina su acto en 28 noches consecutivas, más de 7000 asesinatos; alrededor de 300 asesinados durante diez horas cada noche de intensa matanza, un preso asesinado cada tres minutos. Y algo muy occidental, los récords Guinness, califica después aquella faena criminal como el récord mundial del “verdugo más prolífico de la historia”, el verdugo de la NKVD, el máximo asesino serial de todos los tiempos. El asesino infinito. Vasili Blojín (4).

Morirás mañana, Vasili Blojín, no por un tiro en tu cuello. Pero ya sé, Vasili, si ahora caminas desolado y aturdido en tu última noche por Moscú no es por ningún agobio de la culpa. Solo te pesa haber perdido tu rango.


Citas 

(1) El comisariado del Pueblo para Asuntos Internos de la ex Unión Soviética, su policía secreta, antecesora de la KGB.

(2) Además de las fosas de Katyn, se encuentran las fosas de Bykivnia, cerca de Kiev; las del pueblo de Miednoje, cerca de Tver, antes llamado Kalinin, y las fosas comunes de Piatykhatky. 

(3) Beria fue el jefe del servicio secreto, de la NKVD.

(4) Vasili Blojín nació en 1895, y murió en 1955, según algunas fuentes por suicidio, según otras por un infarto. Mayor general del ejército soviético, el principal verdugo de la NKVD estalinista durante las administraciones de Guénrij Yagoda, Nikolai Yezhov y Lavrenti Beria. Durante el gobierno de Stalin, Blojín organizó un equipo de verdugos que ejecutaron o supervisaron varias masacres, principalmente durante la Gran Purga y la Segunda Guerra Mundial. Les dio muerte a miles de prisioneros con sus propias manos, incluyendo la matanza de unos 7.000 prisioneros de guerra polacos dentro de la masacre de Katyn aquí referida, en la primavera de 1940. Pero se estima que pudo haber matado, por sus propias manos a más de 20000 personas, entre ellas, el famoso Mariscal Mijaíl Tujachevski, y sus antiguos jefes Yagoda y Yezhov. Verdugo y máximo asesino de masas de la historia registrada.​ Fue pasado a retiro tras la muerte de Stalin. La causa oficial de su deceso, en 1955, es suicidio con arma de fuego. La causa seguramente no fue la culpa, sino la caída del poder. Pero en ningún caso debe entenderse que la responsabilidad de Blojín fue solo individual. Su proceder fue una pieza dentro de una estructura colectiva.

Izquierda, Vasili Blojín en la época de los asesinatos de Katyn; derecha, imagen de Katyń (2007), la película polaca de Andrzej Wajda, el momento en que un prisionero es llevado al lugar donde lo espera la bala asesina del verdugo Blojín.

2 comentarios en “Katyn, y el asesino infinito

  1. A mí también es algo que me deja consternada. Con una sensación de desolación. Cuando vi la película, sentí algo que solo siento cuando tomo consciencia de algo que es absoluta verdad. Verdad porque lo plasmó el director Andrzej Wadja a sus 70 años, con el dolor del alma que transmutó de mil formas durante el recorrido de toda la vida: su padre fue uno de esos oficiales que murió en Katyn. Solo un alma muy noble puede filmar esa película, desde una serenidad que ahonda en su eje. Y deja para la historia de todas las historias de nuestra humanidad, frágil, a veces siniestra, a veces indecible de puro amor.

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    • Acompaño totalmente tus palabras. Un hecho de lo más siniestro, toda una brillante generación polaca masacrada, con muchos intelectuales, y personas de distintos oficios, convertidos en soldados por las circunstancias. Gracias por tu comentario y te envío muchos saludos!

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