Mundo memeable (*)

Por Adriana Amado y Valeria Sol Groisman

En este mundo de alta mediación digital de nuestras vidas, la imaginación popular ya no se expresa por las «inscripciones en los carros» que estudió en su momento Jorge Luis Borges; o solo por la grafitis. Hoy los memes son la manifestación de la cultura pop en las redes sociales de un humor que, por lo general, resignifica desde lo lúdico, anónimo y sarcástico, acontecimientos y personajes de alto impacto masivo.

De ahí el agudo análisis de las periodistas Adriana Amado y Valeria Sol Groisman, en el que destacan que el meme «incomoda porque es disruptivo, propone sentidos por fuera de lo cotidiano».

Mundo memeable

Por Adriana Amado y Valeria Sol Groisman

ELmeme es una unidad gráfica de sentido que podría resumirse en la mezcla de discursos e imágenes reconocibles que se «remixan», actualizan o modifican para dar lugar a un nuevo contenido, con un significado diferente.

Los memes son la expresión de la cultura pop en las redes sociales. Son unidades completas de sentido que permiten compartir emociones y opiniones de manera despersonalizada en las redes sociales. Se expresan de manera directa, generalmente irónica o simpática, para generar identificación y así invitar a la diseminación de ese análisis de una situación cotidiana o de actualidad.

Los memes se parecen a los dichos o chistes populares, cuya eficacia no está dada por la autoría, sino porque logran captar una opinión y expresarla en forma de parábola. Esa verdad parabólica toma su potencia del humor de situación. Anonimato y gracia facilitan su difusión en tiempos de corrección política y cancelación. La potencia del meme es que es más importante compartirlo que crearlo.

El poder de los memes

El meme es muy popular pero tiene sus detractores. Y este es el aspecto que relaciona esta expresión cultural con la comunicación política. El poder necesita ser tomado en serio para tener efecto, especialmente, cuando toma decisiones absurdas. Por eso, la política suele ver con desconfianza estas expresiones y las encuadra dentro de la hostilidad de las redes. Las elites acostumbradas al monopolio de la palabra condenan a quienes osan ejercerla sin su permiso. No es extraño que las principales críticas y teorías conspirativas provengan de la academia más tradicional y de la política reaccionaria a las redes sociales. Más allá del grado de insolencia que puedan tener estas expresiones, son expresiones del humor social. La anonimidad les da precisión quirúrgica para expresar eso que no detectan las encuestas en sociedades polarizadas y desconfiadas.

En tiempos de liderazgos que persiguen opiniones acusándolas indiscriminadamente de fake news, el meme es el desafío a la censura, un ejercicio de libertad, sobre todo del que comparte. Es la forma contemporánea de expresar que el rey está desnudo.

Fiel al espíritu de la cultura gamer, lo más importante no es el autor, sino el participante del juego, que, como tal, se compromete más en lo que lo hace parte activa. Lo que lo define como narrativa transmedia es esa construcción colectiva que va sumando comunidades y sentidos en la medida en que se comparte.

En el sistema de medios tradicionales, lo interesante solía estar disociado de lo importante. Lo importante adoptaba formatos serios y lo interesante quedaba librado a formatos frívolos. El desafío de la comunicación en red es hacer interesante lo importante. En ese sentido, la narrativa transmedia que propone el meme puede dar pistas para despertar el interés. No se trata de copiar un meme, sino de emular su narrativa simple y directa. La medida de éxito de un mensaje está en la atención que capta, que se mide en lecturas, pero sobre todo en su potencial diseminador, que se verifica en la multiplicación en redes personales. Más importante que proponer un mensaje es construir comunidad.

El meme incomoda porque es disruptivo, propone sentidos por fuera de lo canónico.

El origen del meme

La palabra meme viene de la biología. Esa contracción de las palabras gen y memoria designa la transmisión cultural espontánea de persona a persona, que decide qué expresiones se imponen y cuáles se extinguen, en un proceso de selección natural que no sigue ningún canon. Hay memes que solo florecen en ciertos contextos. Otros se repiten en las más distintas situaciones. El Homo ludens, evolución emocional de su antecesor racional Homo sapiens, domina el lenguaje universal de la cultura pop con sus imágenes icónicas y personajes inmortales. Su propagación es lo contrario a lo viral, que alude a un contagio compulsivo, indeseado.

El meme prolifera porque se desea, porque con gozo se comparte.

Fue en 1976, con la publicación de El gen egoísta, que el biólogo Richard Dawkins acunó el concepto de meme como sinónimo de gen. El objetivo de Dawkins era explicar por qué algunos comportamientos son tan comunes entre los humanos, a pesar de que esos comportamientos no tienen una función evolutiva concreta. Para ello, el biólogo analizó los dos tipos de procesamiento de la información que utilizamos las personas: el genoma o sistema genético y el cerebro o sistema nervioso.

El primero explica por qué ciertas características físicas o genéticas se transmiten de generación en generación. El segundo, en cambio, se ocupa de procesar la información cultural aprehendida y de analizar la imitación y asimilación. Un aspecto interesante de la teoría de Dawkins es que, según su trabajo de investigación, para que un meme sobreviva debe contar con ciertos atributos que lo hagan diferenciarse de los demás y adquirir la potencialidad de reproducirse. Algo similar ocurre con los memes virales.

(*) Fuente: articulo publicado en web Dialogo político.org

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