
En esta galería nos acercamos a tres grandes artistas vinculadas a los vuelos creativos del surrealismo.
El arte desborda en estilos. Una de sus posibilidades más creativas resplandece en el surrealismo, movimiento de vanguardia surgido después de la primera guerra mundial. Su origen se encuentra en la obra de Giorgio de Chirico y en el Primer manifiesto surrealista de André Breton, en 1924.
El surrealismo cuestiona la realidad visible como una manifestación parcial de la vida. Además de lo visible y ordenado, nuestra mente se comunica con energías creadoras inconscientes y su lenguaje más próximo a los sueños, en el que se elude toda linealidad y cualquier cosa puede unirse con otra en el nuevo espacio de la imagen surreal.
El estilo que relaciona objetos muy heterogéneos entre sí en un espacio común comenzó justamente con de Chirico, con su Una canción de amor (1914), pintura inspirada en una plaza italiana en la que objetos muy distintos conviven en la proximidad.
Luego de los iniciadores, Chirico, Ernst, Dalí, Miró, diversos artistas liberaron su imaginación en clave surrealista. Y aquí hemos elegido la obra de tres mujeres artistas, de un magnifico universo creativo ligadas, total o parcialmente, con el surrealismo, para presentar en esta nueva galería: Raquel Forner, Leonora Carrington, Remedios Varo…
Raquel Forner nació en Argentina en la ciudad de Buenos aires en 1902, y murió en esta ciudad en 1988. Fue pintora, escultora, profesora de dibujo. Perteneció al Grupo de París, un conjunto de artistas plásticos argentinos residentes en la Ciudad Luz en la segunda década del siglo XX. También participó del Grupo Florida, con la presencia de Borges, Leopoldo Marechal o Silvina Ocampo, que se reunían en la confitería Richmond. Como otros artistas transitó cambios de estilos, desde el naturalismo al expresionismo y el surrealismo, y una última etapa dedicada a sus fascinantes mutantes, seres alienígenas, bajo la influencia del «efecto lunar», el tiempo de la llegada del hombre a la Luna.
En 1936 se casó con el escultor Alfredo Bigatti. Hoy, el legado artístico de ambos se protege en la Fundación Forner-Bigatti, en San Telmo, en Bethlem 443, Ciudad de Buenos Aires. La guerra civil española la impresionó vivamente. De ahí sus obras de su Serie de España, que ya la acercaron al surrealismo. También la segunda guerra mundial la condujo a la necesidad de expresarse en su serie El Drama (1939-1947). Ya en 1938 había manifestado: «Necesito que mi pintura sea un eco dramático del momento que vivo«. Recibió numerosos premios y expuso en diversos países. Fue aceptada como miembro de la Royal Society of Arts of England en 1951. Su evolución artística está enmarcada en series. Además de las dos ya mencionadas, también se destaca las Series del Espacio, en el contexto ya aludido de la apertura a los viajes espaciales. Las series responde a grandes procesos internacionales, en ellos, la mujer asume un importante protagonismo.
La expresión del dolor y la transformación son centros dinámicos de la pintura de Forner: la guerra que deshumaniza, atiza el horror, mata a los seres queridos, hace que la paz y la esperanza sean solo débiles abstracciones. Una gramática de figuras sufrientes pueblan las series de España y El drama. Mujeres que piden alguna explicación o consuelo frente al espanto, y a los cuerpos despedazados y los esqueletos. El camino del expresionismo, pero también con perfiles surrealistas que une manos abiertas y sangrantes con restos de una pared roja, raíces o un misterioso ser vestido de blanco, como en La caída.
Y también la transformación, la mutación, lo que conduce la imaginación pictórica de Forner hacia la proyección al espacio, a la sospecha de que el contacto humano con la Luna u otros planetas en el futuro depararán que el viajero humano se convierta en mutante, un ser ya sin formas fijas, en transformaciones constantes.
El surrealismo en Forner no es su único lenguaje, sino un perfil dentro de un espectro estilístico más amplio que fluyó entre la expresión del sufrimiento y las transformaciones y mutaciones. El arte como corriente del dolor y el cambio.
Leonora Carrington nació en 1917 en Inglaterra, y murió en la ciudad de México en 2011. Pintora surrealista, escultora, escritora nacionalizada mexicana.
Desde muy joven, rechazó la educación destinada a las señoritas de la alta sociedad que se preparaban para el matrimonio. Su gusto era leer con ávida pasión, y se interesaba por diversas cuestiones. Su universo artístico está poblado por fantasmas, gigantes, duendes, gnomos, en parte inspirados por la mitología celta que conoció a instancias de su abuela.
Propensa a las visiones, al contacto con lo espiritual y sobrenatural. Esa sensibilidad de lo onírico y lo fantástico la convirtió en una niña extraña que fue expulsada de un colegio religioso. Y no sería la primera ocasión: también fue rechazada de numerosas escuelas porque despreciaba la educación tradicional. Ingresó a una escuela de señoritas en Florencia. Ese tiempo le resultó muy enriquecedor, durante ocho meses se embebió del magnífico arte de los museos florentinos. Se la envío luego a una escuela privada de modales para señoritas de la que, como se podría imaginar, también fue expulsada. Recibió lecciones de un maestro de arte, y aprendió entonces un arte realista, la técnica del dibujo y la acuarela. En 1936, fue aceptada en la academia Ozenfant en Londres. Y al año siguiente, también en la capital inglesa, conoció a Max Ernst, pintor primero dadaísta y luego claro referente del surrealismo. En el momento del encuentro Leonora Carrington tenía solo 20 años y Max Ernst 47. Ernest la introdujo en los cenáculos surrealistas. Así frecuentó a Joan Miró, André Breton, Pablo Picasso, Salvador Dalí. Después sobre ellos diría: «Aunque me gustaban las ideas de los surrealistas, André Bretón y los hombres del grupo eran muy machistas. Solo nos querían a nosotras como musas alocadas y sensuales para divertirlos, para atenderlos».
En 1938, inició su camino en la escritura, su libro de cuentos La casa del miedo; y participó con Max Ernst en la Exposición Internacional de Surrealismo realizada en París y Ámsterdam. La larga pesadilla de la segunda guerra mundial empezó a arrojar truenos y sombras sobre Europa. Ante esta amenaza, se unió a un grupo antifascista. Con Ernst vivió en un pueblo francés hasta que él y otros austriacos y alemanes fueron internados en un campo de prisioneros. Entonces, Carrington sufrió un colapso psíquico. La inminente invasión nazi la obligó a huir a España. Pasó por un hospital psiquiátrico en Santander. Sus perturbaciones mentales impulsaron a Breton a estudiar la locura, las alteraciones mentales, y encontró en Carrington una representante de la apertura al más allá, a la otredad, a la videncia de inframundos alumbrados por sus poderes visionarios.
Como muchas personas que intentaban escapar de Europa, Carrington recaló en Lisboa como camino final hacia México. En 1944, se casó con el fotógrafo húngaro Emerico Weisz, colaborador de Roberto Capra, con el que tuvo dos hijos. En la ciudad de México se reencontró con numerosos surrealistas, desde Peret hasta Breton, y Remedios Varo, a la que la unió una gran amistad. La alquimia, los cuentos de hadas, que la acompañaron desde su infancia, modelaron con vivacidad su mundo pictórico. También se consagró a la escultura.
Rechazó siempre el periodismo, los medios de comunicación. Y murió en la ciudad de México en 2011, a los 94 años. Fue enterrada en el Panteón inglés sin fotógrafos.
Su surrealismo es encuentro en otro espacio de seres fantásticos, luminosos, animales aéreos, gigantes, presuntos magos, laberintos circulares, movimientos envolventes de seres, ríos vertidos por cántaros, árboles, ramas y figuras celestes, probables espectros, caballos transformados, suertes de jirafas con rostros felinos. Un mundo surreal que libera las posibilidades imaginativas inagotables; la faz del mundo de lo recientemente creado, y con la música de lo que siempre une lo distinto y extraordinario.
Remedios Varo nació en Gerona, España, en 1908 y murió en Ciudad de México en 1963. Pintora surrealista, escritora, artista gráfica.
Hija de un librepensador con fuertes inquietudes por el esperanto. Fue una de las primeras mujeres en estudiar en la famosa Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid. Trabajó en la Barcelona republicana, como diseñadora publicitaria y vivió en el barrio de Gracia. Durante la guerra civil española se posicionó a favor
del lado republicano. Para entonces, en 1936 conoció a Benjamin Péret, el influyente poeta surrealista, compañero de ruta de Breton que, junto con Pierre Naville, dirigió los dos primeros números de La Révolution Surréaliste. Péret era afiliado del Poum (el Partido Obrero de Unificación Marxista, opuesto a las ideas de Lenin y Stalin). Varo siempre consideró a Péret «su gran amor». En Cataluña se unió al grupo surrealista catalán Logicofobista, para el que la poesía era sendero hacia un forma de conocimiento relacionado también con los estados interiores del espíritu. Durante su colaboración con este grupo, Remedios Varo pintó L’Agent Double, obra que prefigura su estilo posterior.
En 1937, Péret y Remedios huyeron a París. Allí se reencontró con los máximos miembros del surrealismo que ya había conocido en 1935 a través del pintor surrealista Esteban Francés. Participó en la Exposición Internacional del Surrealismo en Tokio. Su obra Le désir (1935) fue reproducida en el número 10 de Minotaure, la revista surrealista de Francia. Cuando las botas nazis empezaron a crujir en suelo parisino se exilió en México. Nunca se nacionalizó mexicana, y nunca volvió a España.
En 1947 viajó a Venezuela. Integró una expedición científica del Instituto Francés de América Latina. Allí estudió mosquitos con el
microscopio como parte de una campaña de salubridad antipalúdica. En Venezuela también trabajó como ilustradora entomológica. Esto evidencia la presencia de remisiones a la investigación científica en su mundo de vivaz fantasías y símbolos. En México conoció a Frida Kahlo y Diego Rivera.
En su horizonte creativo gravitan de forma decisiva la alquimia, el misticismo, y también el psicoanálisis en las variantes de Freud, Jung y Alfred Adler. En su cuadro de 1960, Mujer Saliendo del Psicoanalista se advierte la alusión a la terapia psicoanalítica.
Nunca pudo vivir de su pintura. Realizó muchos trabajos como ilustradora publicitaria, y otros por encargos: pintura de instrumentos musicales, muebles; decorados como el de la película La aldea maldita, de Florián Rey, diseñó trajes y tocados para el teatro, y hasta falsificó a pedido cuadros de Giorgio de Chirico.
Su estilo rezuma misticismo, magia, fantasía, ciencia. La filosofía que atraviesa sus lienzos muestra un mundo de relaciones invisibles, correspondencias, unidad entre lo espiritual y lo material. La intuición de la realidad en la que todo se integra porque cada forma es un hilo dentro del gran tejido del mundo como lo revela su obra Bordando el manto terrestre.
Lo lejano y desconocido, y lo doméstico, interiores, presencias de gatos, aluden a una imaginación que funde en un espacio común lo secreto con lo hogareño transformado. Mundo de visiones y seres que parecen abrir las puertas a un secreto que debiéramos percibir.
Esteban Ierardo
GALERÍA (cada imagen se puede ampliar).
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Link de la Fundación Forner-Bigatti en la que puede apreciarse muchas de sus obras:
https://forner-bigatti.com.ar/raquel-forner-2/
LEONORA CARRINGTON

REMEDIOS VARO
Los Caminos Tortuosos (1958)
Video con obras de Remedios Varo en canal asociado a esta página: