Reseña: El viejo y el mar de Hemingawy

Por Paula Emmerich (*)

Un versión en audiolibro de la novela de Hemingway

Una reseña de El viejo y el mar (The Old Man and the Sea), la novela corta de Ernst Hemingway, escrita en Cuba, en 1951. Su última obra de ficción, y una de sus obras más conocidas.

«Las aves llevan una vida más dura que nosotros, salvo las de rapiña y las grandes y fuertes. ¿Por qué habrán hecho pájaros tan delicados y tan finos como esas golondrinas de mar, cuando el océano es capaz de tanta crueldad? La mar es dulce y hermosa. Pero puede ser cruel, y se encoleriza muy súbitamente, y esos pájaros que vuelan picando y cazando, con sus tristes vocecillas, son demasiado delicados para la mar».

Una novela de gran belleza y movimiento natural: no es ostentosa, no es bulliciosa, no es melodramática… Describirla es como querer abarcar el mar, no lograrás aprehender su realidad con palabras. Quizás la valoración más justa es que es una novela con vida. Porque no hay duda de que late con la marea y el viento y la energía de sus criaturas marinas: los inocentes dorados y los fieros tiburones, los gavilanes y las pequeñas aves, los camarones colorados y las medusas venenosas, el plancton y las algas amarillas…

Y, aunque la escenografía bastaría para cautivar al lector, Hemingway nos brinda

además una historia de lucha personal, con la particularidad de que el combatiente es un pescador viejo. Santiago, en lugar de conformarse con el ocaso de su vida, decide continuar con la faena. Lleva 84 días sin pescar nada; quizás es mala suerte o consecuencia de su disminuido vigor, pero él no desespera, porque un hombre «puede ser destruido, pero no derrotado».

Más que orgullo, veo la resistencia de un hombre que siente el peso de la vejez y la soledad. Tras el fallecimiento de su esposa, Santiago se encuentra muy solo. Opta incluso por ocultar «la foto desvaída de su mujer debajo de su camisa limpia» porque el verla lo hacía sentirse «demasiado solo». Se puede percibir también su pobreza. Posiblemente, los dos únicos objetos con valor en su precaria choza eran esa foto y esa camisa.  

Por ello, se aferra a lo último que le queda, su identidad. Como un gladiador afamado que deberá morir en la arena, el pescador, un hombre que alguna vez ganara el título de Santiago el Campeón en echadas de pulso, decide entregarse al mar y atrapar a un gran pez. Y afrontará el reto con perseverancia, estoicismo e inteligencia.

Se aleja de la costa y espera con paciencia… En el instante que pica el anzuelo, el pescador librará una formidable pero justa batalla y sufrirá con el dolor de la criatura, porque el pez es su hermano: «Hermano, jamás en mi vida he visto cosa más grande, ni más hermosa, ni más tranquila, ni más noble que tú».

Es tal la reverencia que Santiago siente por el mar que es posible entender por qué persiste en el esfuerzo: nació y vive para pescar. «El pescar me mata a mí exactamente igual que me da la vida». Es más que un oficio, se asemeja a un arte. Su conocimiento es infinito y su habilidad, incomparable. Como un pez en el agua, el mar es su elemento.

Su reverencia por el mar es en realidad una devoción por la vida y de esta emana su preocupación por la moralidad de sus actos: ¿es pecado matar? «Si lo amas, no es pecado matarlo. ¿O será más que pecado?». Reflexiona: « …todo mata a los demás en cierto modo».

«No comprendo estas cosas —pensó—. Pero es bueno que no tengamos que tratar de matar al sol o a la luna o a las estrellas. Basta con vivir del mar y matar a nuestros verdaderos hermanos».

Fuente: P.Emmerich

Para Santiago es una necesidad, hay que alimentar a los hombres, aunque reconoce que también ha matado por orgullo. Sin embargo, prevalece su admiración y devoción por las criaturas que mata, salvo los tiburones, que se alimentan de carroña y no se propician el alimento en honesta batalla.

El viejo pescador logró inculcar su reverencia por el mar y la vida a Manolín, quien aprendió el oficio con él desde muy niño. El muchacho siente amor por el anciano y hará lo que esté en sus manos para ayudarlo, ya sea proporcionándole alimento o brindándole compañía. Aunque nos desconsolemos con la vulnerabilidad del anciano, Santiago no está solo, goza del respeto del muchacho y de otros aldeanos. Porque el pescador, en el medio de su miseria, siempre se ha conducido con dignidad, valor e integridad.

Hemingway acuñó la teoría del iceberg, un estilo de escritura que revela una parte pequeña de lo que se quiere decir, dejando bajo la superficie un material colosal para interpretarEl viejo y el mar es un ejemplo ilustre de esta técnica.

Para mí es una gran metáfora acerca de la vida, que es como la mar, dulce y hermosa, aunque puede volverse cruel súbitamente. La vida requiere por ello de un grado de estoicismo. El ser humano, cuando joven, hermoso y fuerte como un marlín, luchará y ganará batallas. Sin embargo, al final, se reducirá a huesos y los que no conocieron sus obras lo confundirán. Otros, por el contrario, lo respetarán. Ojalá merezcamos en la vejez similar amor y respeto.

El otro gran tema que siento entre líneas es que la vida es una hermandad, en que matar es solo justificable como un acto de supervivencia y defensa. La veneración de Santiago nos hace reflexionar acerca de la crueldad y la violencia humanas. Sintiéndonos por encima unos de otros y superiores a toda criatura, incluso sobre las estrellas, somos la especie que destruye y mata por entretenimiento, lucro, perversiones y aun en nombre de Dios. Si lográramos evolucionar nuestra consciencia y comprender la hermandad que nos une, el mundo cambiaría radicalmente

Aunque parece un libro triste porque nos habla de la vejez y la soledad, también nos muestra la belleza de la vida y lleva consigo un poderoso mensaje: en lugar de desesperarnos con el inevitable destino de la muerte, ¿no sería más provechoso reverenciar la vida y vivirla con dignidad?

Fuente: P.Emmerich

(*) Fuente: Este artículo fue editado previamente en su blog personal de la autora Paula Emmrich escribe y en Revista Masticadores

Trailer, subtitulado de El viejo y el mar, con Spencer Tracy

Versión del animador ruso Aleksandr Petrov

The Old Man And The Sea | Soundtrack Suite (Dimitri Tiomkin)

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