El tigre, el símbolo, Borges, Blake

Foto en pixabay.com

   El tigre, su magnetismo, belleza y agilidad, desde el poema El otro tigre de Jorge Luis Borges y otra célebre poesía de William Blake.

Tigre: piel de rayas y fuego, rostro tiznado de fiereza. La belleza hipnótica del gran felino fue conocida en Occidente a partir de Alejandro Magno y su campaña a la India. Tigre deriva de «thigra», palabra iraní que significa agudo, punzante. En Roma ruge por primera vez en el año 19 como obsequio de embajadores indios al emperador Augusto. Se asocia con la pantera y el lince y la embriaguez de Dioniso. En Oriente se cree que diversas partes del tigre poseen cualidades terapéuticas y afrodisíacas. En China, se enlaza con lo «yang», lo masculino y fuerte por su vitalidad y energía. Por respeto se evitaba pronunciar su nombre que lo señalaba como «rey de las montañas». Hasta los demonios le temían, por lo que en los sepulcros, para evitar furtivos asaltos demoníacos sobre los difuntos, se colocaban estatuas de tigres de piedra. En la China meridional, abundaban las representaciones de «hombres-tigres».  

Los tigres motivaron su estirpe de símbolos. Y también fascinaron a los poetas. A un inglés del siglo XVlll, William Blake, y a un alucinado habitante de la ciudad de Buenos Aires: Jorge Luis Borges. Borges sintió su inicial arrebato de fascinación por el felino al observar por primera vez, con ojos asombrados de niño, la jaspeada estampa tigresca en la Enciclopedia Británica. En uno de los recodos de su obra, talla la poesía El otro tigre. El primer poema que ruge abajo. 

  Borges siempre estimó que la sustancia de lo real se evade del follaje de las palabras. Y esto es lo que ocurre con el tigre. El verdadero, el otro tigre, sólo late fuera de los brazos del lenguaje. Por eso es criatura inefable, radiante, preverbal.

  El otro hechizado por la hermosura tigresca es William Blake (1757-1827), poeta precursor del romanticismo inglés, autor de Las bodas del cielo y el infierno, escribió el poema El tigre; el felino como erupción de energía incandescente, cósmica, acaso demoníaca o divina. Tigre que se enciende de luz en los bosques de la noche. 

   Tigre: belleza extraña, mirada que traspasa abismos, movimientos de sigilo, acecho, salto de destreza épica, piel con rayas de libertad salvaje. Tigre cazador, fuerza solitaria que habita en la jungla o las montañas; el felino cuyo grito vibra en el viento y la poesía.

Esteban Ierardo

EL OTRO TIGRE, por Jorge Luis Borges

(Foto National Geographic)

Pienso en un tigre. La penumbra exalta

La vasta Biblioteca laboriosa

Y parece alejar los anaqueles;

Fuerte, inocente, ensangrentado y nuevo,

Él irá por su selva y su mañana

Y marcará su rastro en la limosa

Margen de un río cuyo nombre ignora

(En su mundo no hay nombres ni pasado

Ni porvenir, sólo un instante cierto.)

Y salvará las bárbaras distancias

Y husmeará en el trenzado laberinto

De los olores el olor del alba

Y el olor deleitable del venado;

Entre las rayas del bambú descifro

Sus rayas y presiento la osatura

Bajo la piel espléndida que vibra.

En vano se interponen los convexos

Mares y los desiertos del planeta;

Desde esta casa de un remoto puerto

De América del Sur, te sigo y sueño,

Oh tigre de las márgenes del Ganges.

Cunde la tarde en mi alma y reflexiono

Que el tigre vocativo de mi verso

Es un tigre de símbolos y sombras,

Una serie de tropos literarios

Y de memorias de la enciclopedia

Y no el tigre fatal, la aciaga joya

Que, bajo el sol o la diversa luna,

Va cumpliendo en Sumatra o en Bengala

Su rutina de amor, de ocio y de muerte.

Al tigre de los símbolos he opuesto

El verdadero, el de caliente sangre,

El que diezma la tribu de los búfalos

Y hoy, 3 de agosto del 59,

Alarga en la pradera una pausada

Sombra, pero ya el hecho de nombrarlo

Y de conjeturar su circunstancia

Lo hace ficción del arte y no criatura

Viviente de las andan por la tierra.

Un tercer tigre buscaremos. Éste

Será como los otros una forma

De mi sueño, un sistema de palabras

Humanas y no el tigre vertebrado

Que, más allá de las mitologías,

Posa la tierra. Bien lo sé, pero algo 

Me impone esa aventura indefinida,

Insensata y antigua, y persevero

En buscar por el tiempo de la tarde

El otro tigre, el que no está en el verso. (*)

(*) Jorge Luis Borges, El hacedor, Obras completas, v.II.

EL TIGRE, por William Blake

(©Francois Savigny / naturepl.com)

 

Tigre, tigre, que te enciendes en luz 

por los bosques de la noche
¿qué mano inmortal, qué ojo
pudo idear tu terrible simetría?
¿En qué profundidades distantes, en qué cielos ardió el fuego de tus ojos?
¿Con qué alas osó elevarse?¿Qué mano osó tomar ese fuego?

¿Y qué hombro, y qué arte
pudo tejer la nervadura de tu corazón?
Y al comenzar los latidos de tu corazón,
¿qué mano terrible? ¿Qué terribles pies?

¿Qué martillo? ¿Qué cadena?
¿En qué horno se templó tu cerebro?
¿En qué yunque? ¿Qué tremendas garras osaron sus mortales terrores dominar?


  Cuando las estrellas arrojaron sus lanzas
y bañaron los cielos con sus lágrimas
¿sonrió al ver su obra?
¿Quien hizo al cordero fue quien te hizo?
 

  Tigre, tigre, que te enciendes en luz,

por los bosques de la noche

¿qué mano inmortal, qué ojo

osó idear tu terrible simetría? (*)

(*) El tigre de Blake fue publicado originalmente en 1794 en su libro Cantos de experiencia.

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