Por Esteban Ierardo

¿Qué es el tantrismo? ¿Por qué su conocida relación con el erotismo? ¿Cómo se relaciona con el Yoga? ¿De qué forma en Occidente no se aprecia su trasfondo profundo? En otro ensayo consignamos que, ante la ética libertina de Sade, Bataille aseguraba que ésta es la «ruina del erotismo». Entonces, es seguramente enriquecedor acudir a otra mirada cultural como la que procede de la luz del Oriente y el erotismo místico tántrico. Su cosmovisión puede parecer muy extraña en nuestro mundo de la velocidad y la cultura digital; pero intentar comprender su diferencia, su rareza (para nosotros), es también una oportunidad para abrirnos a otras culturas.
Este artículo es entonces una aproximación a un fundamental aspecto de la doctrina tántrica, para lo que acudimos a su dimensión filosófica y mística, más allá de su reducción a yoga sexual o neotantrismo en Occidente. Para esto apelamos, principalmente a la investigación de Mircea Eliade, el gran historiador de las religiones rumano, en «El yoga y el tantrismo», en El yoga. Inmortalidad y libertad.
Más allá de Occidente: entre el yoga y el tantrismo
Por Esteban Ierardo
I. Hacia el Tantra
El encuentro entre hombre y la mujer es luz viva de la espiritualidad en el tantra. El tantrismo se propaga con especial fuerza entre los siglos IV al siglo VI d.C. El término tantra procedería de tan, extender, continuar, tejer, multiplicar, y podría traducirse como «lo que extiende el conocimiento». En las traducciones indias es también teoría, método, sistema; o técnicas o prácticas de una disciplina trasmitida mediante textos sagrados de instrucción, con aspectos esotéricos, que se asienta fuertemente en lo corpóreo como senda hacia la elevación espiritual, que tanto distingue a la mística oriental.
En el siglo XIX, la India se halla bajo dominio británico. En el este del gran país del río Ganges, Bengala es uno de los primeros centros tántricos. Entonces, se traducen los Tantras por primera vez al inglés. Desde los cánones victorianos de la época, los misioneros, eruditos y funcionarios coloniales ingleses reducen el legado tántrico a sexualidad perversa. A la India se la imagina como un subcontinente teñido por la depravación sexual. En la segunda mitad del siglo XX, el repudio se revierte en lo contrario: en el tiempo de la contracultura, el Tantra es ponderado como «arte del éxtasis sexual», uno de los posibles timones hacia la liberación erótica occidental.
La mediación de lo erótico es basal en la práctica tántrica, pero esto es solo uno de sus aspectos, aunque de gran relevancia. Para una de las creencias hindúes, el universo es emanación de la unión sexual divina; lo que se acerca al esquema arquetípico de las religiones pre-cristianas: la vida que brota de la unión o matrimonio sagrado (hierogamia) entre lo femenino y lo masculino.
Para la antigua India, a la vida le es inherente el deber (dharma), la prosperidad (artha), y la liberación (moksha). Pero también el deseo (kama). Escrito por Vatsyayana alrededor del año 200 d.C, el Kama Sutra es uno de los textos antiguos consagrados a Kama. Este texto manifiesta que en la vida cortesana el placer sexual debe ser un «arte cultivado». Pero en contra de lo que se supone en Occidente, el Tantra no tiene una conexión esencial con el Kama Sutra.
El Tantra no busca el placer por sí mismo; es solo un camino posible hacia la unión con la divinidad. El cuerpo, la sensualidad y su abundancia de placeres, es un medio para ese sumo propósito trascendental.
El tantra se expande en el bon (tradición religiosa tibetana), los yainas ( el «vencedor» o «conquistador», el estadio más elevado en el jainismo), o el budismo. En su diversidad anida en muchos países: Bután, Corea, China, Tíbet, India, Indonesia, Japón, Mongolia o Nepal.
Según la tradición budista, los escritos seminales del tantra fueron escritos por Buda. Contraponiéndose a esta tradición, la escuela Ñingmapa del budismo tibetano asegura que los tantras provenientes del budismo no fueron escritos por Buda. Sus autores son otros mahasiddhas (maestros que por las prácticas tántricas obtienen poderes mágicos o Siddhis), o grandes maestros posteriores. Otras posiciones afirman que el budismo tántrico nace fuera de la India, acaso de la religión bon (del Tíbet), y del taoísmo chino que, por los caminos del sincretismo, son absorbidos luego por prácticas y tradiciones budistas.
El yoga tántrico
El yoga (del sánscrito yoga, unión) es la disciplina espiritual, física y mental surgida en la India. El yoga es una de las seis dárshanas o doctrinas ortodoxas del hinduismo. Su espiritualidad reposa en la meditación, la salud corporal, y la liberación de la ilusión de que solo existe el mundo visible. Su texto central es el Yoga sutra (400 d. C.). Su presunto autor: el místico y filósofo Patañjali. Como frondoso árbol, el Yoga se abre en numerosas ramas, en diversas escuelas. El hatha yoga hace hincapié en el dominio de lo corpóreo por la respiración y los asanas. El raja yoga enfatiza el conocimiento de los procesos mentales. Y otra escuela integra lo yóguico con lo tántrico, y también con el budismo y el jainismo, entre muchas otras corrientes.
En la más antigua filosofía de la India, en el Samkhya, hay dos principios: 1) lo masculino, el macho, purusa (que es lo inmóvil, lo contemplativo); y 2) lo femenino, la prakrti (lo femenino que nutre y engendra).El yoga tántrico alienta también el encuentro de lo masculino y femenino. Su representación simbólica es Shiva (el dios) y Shakti (la diosa). La integración erótica se gesta también como ejercicios de visualización. Prácticas que conducen a la unión de Shiva y Shakti en el interior del cuerpo.
La meta del yoga tántrico es despertar la fuente interna de Shakti. En el individuo, esta energía se sitúa en la base de la columna vertebral. Esa fuerza primordial se la visualiza como la serpiente Kundalini. En su recorrido, la Kundalini se representa como una espiral blanca. Que sube a través de una red de centros de energía o chakras. Cada uno de ellos es una deidad. Por posturas complejas y el dominio de la respiración, Kundalini asciende por el cuerpo. En dicho ascenso actúa cada deidad, de cada chakra. Esto le confiere al yogui niveles espirituales superiores. En la coronilla vive Shiva. Es la conciencia pura. Se la representa por un loto de múltiples pétalos. Los pétalos unidos grafican un rito sexual dentro del propio cuerpo del yogui. Esta unión guía hacía un estado despierto, hacia una larga vida, e incluso a la invulnerabilidad.
Una nueva escuela de budismo tántrico llamada Vajrayana o el Camino del Rayo, se extiende por Asia en el siglo VIII. Tiene fuerte presencia en el Tíbet. Según las enseñanzas vajrayana, la sabiduría (prajna) y la compasión (karuna), son peldaños dorados hacia la iluminación. En los textos e imágenes tántricos estas cualidades representan la unión sexual de la diosa (sabiduría) y el dios (compasión).
El yoga Devata (Deidad) es una práctica Vajrayana que visualiza e interioriza dentro del cuerpo estas deidades a fin de asumir sus cualidades supremas. Esto fomenta la creación de imágenes Yab-yum (en idioma tibetano, «padre-madre»). En el arte de Bután, Nepal y Tibet, y el budismo de la India, Yab-yum es la deidad masculina en coito sagrado con la diosa. El dios está sentado en posición de loto. La deidad femenina, sobre su regazo. Lo masculino aquí es la compasión. Lo femenino es la percepción, la visión, la sabiduría (Prajna). El Yab-yum une sabiduría y compasión en los cuerpos de los amantes divinizados. Ambas cualidades son parte del camino hacia la iluminación. Ayudan a comprender que la realidad va más allá del mundo aparente, material y visible. Lo que en el hinduismo se llama Maya.
Más allá de la integración de opuestos y la busca de la unidad a través de una erótica mística, el tantra es también una práctica de transformación de las fuerzas mentales regresivas. El deseo, el odio, la codicia, el orgullo no son eludidos. Por el contrario, se los abraza. Pero para convertirlos en sus contrarios. La trasmutación de estos sentimientos es parte, por tanto, de la elevación moral y espiritual. El veneno solo se mata por el veneno. Las malas pasiones, vividas y no eludidas, se disuelven en su sustancia dañina. Devienen fuerzas edificantes. Así, kama, el deseo, al ser vivido se agota, y ya no obstruye el sendero de la liberación.
III. El redescubrimiento religioso del misterio de la mujer, maithuna, y abolir el tiempo
El tantrismo recupera la gran diosa de la india pre-aria, Tara; y es parte del redescubrimiento religioso del misterio de la mujer. Según Mircea Eliade:
»Pero también se reconoce en ella -en la doctrina tántrica- una especie de descubrimiento religioso del misterio de la mujer, porque…cualquier mujer puede ser la encarnación de Shakti. Emoción mística ante el misterio de la generación y de la fecundidad, pero también reconocimiento de todo lo lejano, ‘trascendente» e invulnerable que hay en la Mujer; ésta viene a simbolizar la irreductibilidad de lo sagrado y lo divino, la esencia de la realidad última. La mujer encarna a la vez el misterio de la Creación y el misterio del Ser, de todo lo que es y que deviene, muere y renace de manera incomprensibles» (M. Eliade, 1991: 153-54).
«…El descubrimiento religioso del misterio de la mujer» se encarna en Shakti, la madre divina, la de la creación sagrada, la mujer simbólica que revive el poder milagroso de la generación de nueva vida, como «misterio de la Creación y el misterio del Ser».
Según los escritos hindúes, el mundo está dominado por la edad del Kaliyuga (la «era de riña» o «era de riña e hipocresía»). En medio del Kaliyuga, el tantra es consciente de la dificultad de alcanzar la espiritualidad para el humano caído en la ignorancia, indiferente ante el divino anillo de la vida. En estas condiciones, lo espiritual no aflora por la sola vía de la meditación y la introspección. Por eso, la recuperación de la mujer como madre divina es para el hombre caído lo único que puede remontar la «corriente» por un «rito vivo», por el «corazón y la sexualidad».
El tantrismo es así una práctica (sadhana) anti-ascética, antiespeculativa. Rechaza la especulación meditativa. Por eso, su acción religiosa es por el cuerpo (que representa al cosmos). Para el kularnava-tantra (Rito el las cinco cosas prohibidas), la gran realización late en la unificación de los opuestos (como lo masculino y lo femenino), y su identificación (shakti-shiva). En el Kularnava-tantra se afirma que «la unión suprema con dios sólo se obtiene mediante la unión sexual». La unión del «rayo» y el «loto», del falo y la vulva. De ahí la santificación de los deseos, de la lujuria, de las pasiones:

Así: «….el famoso Guhyasamaja-tantra afirma concluyente: ‘nadie logra obtener la perfección mediante operaciones difíciles y aburridas; pero la perfección puede obtenerse fácilmente mediante la satisfacción de todos los deseos. El mismo texto añade que la lujuria está permitida…No olvidemos que el Guhyasamaja-tantra tiene como fin obtener rápidamente la condición de Buda. Y cuando, al revelar a la Asamblea de los innumerables Boddhisattva esa extraña verdad, éstos protestan, y Buda les hace notar que lo que les enseña no es más que la boddhisattvacarya, el ‘comportamiento del Boddhisattva’. Porque añade que la ‘conducta de las pasiones y el apego’ es la misma que la de un Boddhisattva (boddhisattvacarya), siendo esta conducta la mejor (agracarya)» (M. Eliade, 1991: 155).
El hatha yoga y el tantrismo elevan «hasta sus últimas consecuencias la concepción de que la santidad sólo es realizable por un cuerpo divino» (M. Eliade, 1991: 170).

La maithuna es la unión sexual desde su dimensión ritual o erótica-mística. Primero, el amante contempla a la mujer desnuda como encarnación de la prakrti, de lo femenino en tanto diosa. La desnudez ritual de la yogina posee «un valor místico intrínseco». Su cuerpo desnudo es visto como misterio de la naturaleza. La mujer es manifestación de la divinidad Shakti. Y en su aproximación admirativa el hombre, el yoguin, se convierte en Dios. La pareja humana se torna así divina.
La unión no es ya entre un «hombre ordinario» («prisionero de sus pasiones»), o una «mujer ordinaria». Además de su vínculo simbólico con la diosa, la mujer se identifica con radha, el amor infinito. Y el hombre con Krishna. Entonces, los amantes se entregan a un juego erótico (lila) que los emancipa del peso cósmico, y los anega con la espontaneidad pura donde el hombre debe inmovilizar el pensamiento, la respiración, y el semen.
La contención del semen obedece a la misma motivación que la retención de la respiración: la salida del tiempo de la mortalidad, un simbólico y anticipado acceso a la experiencia de la inmortalidad y de la plenitud que dimanan el sol (lo masculino) y la luna (lo femenino), reintegrados fuera del mundo de lo profano y la muerte con su corriente de opuestos y separaciones. Así:
«Los textos insisten en la ‘conquista de la Muerte’ y la inmortalidad que de ella se deriva para el yoguin que ‘conquista el tiempo’. Detener la respiración, suspender el pensamiento, inmovilizar el semen, no son sino fórmulas para expresar la misma paradoja de la abolición del Tiempo «, (M. Eliade, 1991: 199).
Así, el placer como ritual, no como desenfreno, conduce a la supresión de la conciencia normal. Es entonces el éxtasis por la maithuna o unión sexual ritualizada. La extática inmersión en la realidad última, en la que se suprimen los contrarios.
La vivacidad erótica libera también la energía primordial serpentina de la kundalini. Esta, primero dormida en el plexo solar, asciende luego con su calor hasta la conciencia de una inefable universalidad sobreabundante. El eros, que roza un ardor místico, deviene así una genuina experiencia interior en términos de Bataille, una vivencia donde la aspiración religiosa (la reintegración con una totalidad exuberante) se convierte en una fuerza real y una trasformación íntima (al menos para el adepto o adepta a esta práctica) .
En el erotismo sagrado de la maithuna, lo masculino y femenino fundidos se reintegran a una vida mayor, se empapan en el oleaje de un gran mar. Y por el control de la respiración la conciencia se sustrae del tiempo cíclico, del tiempo de la separación entre los opuestos, entre el día y la noche. Y por el rito, por un eros sacralizado, se percibe la vida como fuerza universal, intensa, sin divisiones. El roce quizá con lo absoluto real, aunque solo sea una experiencia fugaz.

IV. Final, y la fusión de los seres
Acaso el éxtasis orgásmico o el puro placer sensual sean solo engranajes biológicos de la reproducción. Esa visión mejor armoniza con nuestra mentalidad occidental, con nuestro tiempo indiferente a toda elevación poética o mística de los fenómenos. La fugaz plenitud orgásmica acaso solo sea placer que, como parte de una «metafísica del amor» como proponía Schopenhauer, es una estrategia o trampa de la Voluntad para llevar a los humanos a la atracción recíproca y a la reproducción. Todo se reduciría a estricta biología. El amor o enamoramiento sería solo un proceso químico que segrega placer como momento indispensable que enciende un proceso necesario para reproducir la especie.
Pero un pensamiento abierto a la imaginación que reconfigura lo dado puede ver más allá de la biología de la reproducción. Entonces, la emoción mística y religiosa es capaz de entregarse a un acto de imaginación trascendental, ritual, teatral; una imaginación que espiritualiza el cuerpo y el placer. La anatomía masculina y femenina ya no son solo unidades intercambiables en un ancestral y repetido proceso reproductivo, sino que se los imagina, siente, percibe, de otra manera, y son parte de una posible práctica de valor filosófico y místico simbólico a la vez. Comprender esto como posibilidad siquiera, supone deslizarse a otra cultura, otro modo de percibir la realidad.
En lo filosófico, la unidad erótica del tantrismo supera lo dividido y dual como principal modo de relación. En la modernidad, el lazo dual entre sujeto y el objeto estudiado en la naturaleza, la relación sujeto-objeto de la ciencia clásica, es motor del conocimiento; aunque las leyes estudiadas sean una forma de unidad, la dualidad sujeto y objeto se mantiene. En la pareja erótica tántrica, por el contrario, la primera dualidad entre dos sujetos, luego, aunque sea solo por un instante, se imagina proyectada hacia una vida percibida como unidad más allá de los individuos, antes separados y divididos. La unidad erótica, como modelo posible de relación al menos, ansía la identificación fugaz con un absoluto que integra, y que no acepta la dualidad y la separación como estado último.
Desde lo místico simbólico, el erotismo tántrico busca también inducir una modo de experiencia de salida del tiempo por la contención del semen, la respiración y el pensamiento. El cuerpo ya no es forma física que solo ordena y da identidad a mi «yo», a mi «cuerpo», sino aquello que tiene como mejor meta trascender el límite. El juego ritual de la mujer como misteriosa diosa que se muestra, el trepar de la serpiente de la kundalini por los chakras, la emoción extática de la maithuna, se conjugan en un proceso común de salida del tiempo, de trascendencia de la frontera psicológico personal, y del propio cuerpo, que llevan a un sumergirse en la vida como devenir absoluto. Es decir: como lo que no se divide ni atasca en ningún limite o condicionamiento
La utopía, acaso, de la vida como placer máximo. Y por tanto divino. El tantra y un placer ritualizado que imaginan el ascenso a algo absolutamente vivo, a través de la fusión de los seres.
Fuente para citar: Esteban Ierardo, Más allá de Occidente: entre el yoga y el tantrismo, última actualización el 15-1-2024.
Bibliografía:
Mircea Eliade (1991): «El yoga y el tantrismo» en El yoga. Inmortalidad y libertad, Fondo de cultura económica, México.


