Los tulipanes holandeses y la primera gran burbuja financiera, mientras un Spinoza niño caminaba por Ámsterdam

En el siglo XVII, mientras un Spinoza niño camina por Ámsterdam, en Holanda estalla una alocada expectativa especulativa de ganancia. La fascinación holandesa por los tulipanes se convierte en la inesperada protagonista de la primera gran burbuja financiera de la historia mundial. Su real alcance histórico es hoy cuestionado, pero esto no le priva a la llamada tulipomanía o crisis de los tulipanes, de su poder de estimular la reflexión sobre la especulación como falsa o dañina forma de ganancia sin un real crecimiento económico.

  Las flores de un tulipán… Género de plantas perennes y bulbosas que abarca alrededor de 150 especies surgidas de un mejoramiento genético ensayado desde el siglo XVI. En su origen, el término tulipán alude a turbante, por su forma cuando está cerrada. Originaria de las montañas de Pamir y el Hindi Kusch, los tulipanes se expanden por el Oriente Medio, Afganistán, Irán, y la península de Anatolia, en Turquía.

Entre los turcos otomanos, el tulipán irradia visos sagrados y decora los trajes de los sultanes. Por mediación árabe, en la edad media llega al Andalus musulmán, en España. En la edad moderna se hace presente en los países del Norte de Europa. En los Países Bajos, el tulipán se arraiga con una potestad que lo transforma en símbolo de este país. En 1593, el botánico y horticultor flamenco Carolus Clusius abandona los Jardines imperiales en Viena para trasladarse a Leiden. Lleva consigo una colección de bulbos de tulipanes. Al principio Clusius mantiene en secreto su tesoro floral en su jardín. Pero alguien le roba unos bulbos. Y gracias al suelo arenoso arrebatado al mar, los tulipanes prosperan con especial vigor y belleza en suelo holandés.  

  La fascinación por estas plantas bulbosas sumerge a los holandeses en la obsesión por su cultivo. Asoma así la tulipomanía. Y hoy se sabe que por la acción de un parásito los tulipanes mutan sus formas en exóticas variaciones de colores que las hacen más atractivas. Esta variabilidad no es conseguida por los horticultores neerlandeses, se produce de forma aleatoria. Esto contribuye a aumentar el precio de cada bulbo. En la década de 1620, el costo del tulipán trepa a gran velocidad.

Los bulbos de tulipán resplandecen como joyas vegetales de increíbles precios. Las formas más singulares de bulbos superan en precio a una casa, o una granja. Un solo bulbo se cotiza a 1000 florines, lo que supera un ingreso anual promedio de 150 florines. El bulbo más célebre, el Semper Augustus, se vende a 6000 florines en Haarlem.     ​

 Acuarela anónima del XVII del Semper Augustus, el bulbo más famoso, vendido por un precio récord de 6000 florines (Wikimedia Commons).

  

En medio de la gran excitación especulativa, en 1636, una epidemia de peste bubónica diezma a la población neerlandesa. La falta de mano de obra y la retracción de la oferta de bulbos incentiva aún más los precios. Surge entonces un mercado de futuros bajo la expectativa de la introducción de bulbos que no han crecido todavía. Se despliega así el windhandel (“el negocio de aire”). A pesar de una prohibición legal, en las tabernas se compran las conjeturales flores futuras mediante endeudamiento e hipotecas. Circulan hermosos y extensos catálogos de las flores venideras. Los tulipanes rojos son más valiosos que los amarillos. El negocio ingresa a la Bolsa de valores. Y todos por igual, ricos y pobres, artesanos y burgueses, ansían participar de una supuesta ganancia segura.  

 Por un bulbo comprado se recibe una nota de crédito. La especulación se desmadra. Y pronto cobra fuerza la burbuja económica, y su consiguiente crisis financiera. Un periodista escocés, Charles Mackay, escribe sobre este fenómeno especulativo como el primer evento de especulación de masas en su libro Delirios populares extraordinarios y la locura de las masas (1841).

En la tulipomanía interviene el impulso de desarrollo económico de Holanda que busca expandirse por todos los medios. Pero también gravita el gusto por las flores, no como muestra del poder creador de Dios, claro, sino como símbolo de riqueza personal; aunque también da lugar a un importante arte floral en la pintura de la época, como entre otros, el caso de la pintora neerlandesa Rachel Ruysch, especializada en el género del bodegón de flores.

Bodegón con flores, sin fecha, Palacio Museo Hallwyl, Estocolmo.

En 1637, después de una importante venta de tulipanes, se ofrece un lote de medio kilo. Esta vez, no hay compradores. Entonces, los precios se derrumban. Todos quieren vender y no comprar. La burbuja revienta. Las bancarrotas despedazan los bolsillos. Muchos habían tomando grandes deudas para la compra de flores que ahora nada valen. El castigo a la ambición de ganancias a través del comercio de bienes irreales.

Pintura anónima sobre la especulación financiera de los tulipanes en el siglo XVII.

Lo que debió ser la experiencia del placer estético de los bellos colores del tulipán, y solo secundariamente su comercialización, deviene un valor de riqueza imaginaria. Por la avidez especulativa, los bulbos reales son sustituidos por plantas bulbosas futuras. Es decir: un proceso económico más interesado en una hipotética retribución futura que en la generación real de riqueza en el presente. La economía contaminada por una expectativa de valor que termina por convertirse en una abstracción.

Pintura sobre la tulipomanía, de  Jean- Léon Gérome  (1882): un noble vigila mientras los soldados pisotean los campos de tulipanes, para intentar, infructuosamente, limitar la oferta de tulipanes para estabilizar el mercado.

Hoy se discute el real alcance histórico de la tulipomanía. Varios autores de investigaciones sobre la burbuja del tulipán holandés ( Anne Goldgar, Lizzy McNeill, Sachin Croker) sostienen que, desde propósitos sensacionalistas, Charles Mackay exagera o malinterpreta los hechos. Es innegable que los tulipanes trepan a precios récord para febrero de 1637, pero la detonación de la burbuja no tuvo el efecto devastador de quiebra de la economía neerlandesa que se le suele atribuir. El mito incluye la ola de suicidios que habría desencadenado el derrumbe de la excitación especulativa floral, o la intervención estatal. En principio, las consecuencias adversas de la crisis afectan solo a los especuladores que abrigaban expectativas desmesuradas de ganancias. De hecho, la Edad de Oro neerlandesa, el gran poder económico de los Países Bajos en el siglo XVII, recién se extingue con la guerra con Francia, y también Inglaterra, en el llamado año desastroso o Rampjaar, en 1672. Antes, la creación de la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales en 1602, y del Banco de Ámsterdam en 1609, supuso una fuente de estabilidad y riqueza comercial.

Sin embargo, la posible exageración en la evaluación de la tulipomanía, no afecta la potencialidad de encender la reflexión sobre el trasfondo regresivo de las maniobras especulativas en la historia y en el presente de la complejidad tecno-mundial. Lo abstracto de la burbuja financiera de la tulipomanía expresa la tendencia del sujeto moderno a ensimismarse en su voluntad de negación del mundo real para justificar la ilusión de ganancia irreal. Cuando ya no hay bulbos, se niega este hecho y se lo encubre con bulbos imaginarios futuros. El impulso especulativo holandés llega a su curva de desvanecimiento cuando Spinoza (1632-1677) tiene cinco años…

Podemos imaginar al pensador de la sustancia infinita y del amor intelectual a Dios, como un niño que se mueve inquieto por las calles de Ámsterdam, cerca de la sinagoga que luego lo expulsará, y de la casa en la que creció. El origen de su familia se sitúa en España, en Espinosa de los Monteros, en la provincia de Burgos. Por eso, voces en holandés, hebreo y español fluyen por sus oídos, cuando ya conoce los canales en los que las embarcaciones flotan lentas y ceremoniosas. Y mientras el pensador del mañana desconoce su futuro de independencia intelectual y del oficio de pulir cristales, su Holanda natal experimenta la locura de la especulación financiera dimanada de los tulipanes. Una fiebre especulativa que al creer en un precio en continua alza, sin el apoyo en la generación de verdadera riqueza, se desbarranca a espaldas de la realidad.

Pero hoy, con sus embriagantes variaciones de colores, los tulipanes holandeses esmaltan los paisajes primaverales con millones de flores. El asombro que provoca tanta belleza trasciende su reducción a valor de mercado.

Esteban Ierardo, Los tulipanes holandeses y la primera gran burbuja financiera, mientras un Spinoza niño caminaba por Ámsterdam, editado aquí de forma original, el 21-1-2024.

(Todas las imágenes se pueden ampliar)


 En Holanda, en Keukenhof, en las primaveras estallan la fascinante policromía de vivos colores de siete millones de bulbos en flor. El jardín de tulipanes más grande del mundo ( Foto en beaviajera.com)

Deja un comentario