TENGO UN SUEÑO

Después de la Guerra Civil, los estados del Sur de EE. UU. aprobaron numerosas leyes que imponían la segregación racial. (Fotografía de Jack Delano, Farm Security Administration, Library of Congress) 

En la ciudad de Birmingham, la ciudad más grande del estado de Alabama en los Estados Unidos, Elías Iglesias, en una venta de cosas viejas organizada por unos niños, encontró «un cuaderno escrito a mano con muy buena letra». Se trataba de un manuscrito de Oscar Adams, amigo de Martin Luther King, quien estudió filosofía, se graduó en derecho, y fue juez y activo defensor de los derechos civiles. En su texto, salvado del olvido, Adams recuerda los tiempos del reclamo de libertad e igualdad para la comunidad negra.

                                    

 Tengo un sueño, por Elías Iglesias (*)

Prólogo

Este documento lo conseguí como casi siempre sucede con las grandes hazañas: por casualidad.

Todos los años hago viajes a lugares que por una causa u otra me han llamado la atención. Busco y rebusco en sus entrañas y a veces encuentro cosas que a mí me hacen sentir que la inversión del viaje ha merecido la pena.

El pasado año, visite los estados sureños de los EE.UU, su historia, su música, sus gente siempre me han atraído. Una tarde paseando por una avenida de la ciudad de Birmingham, observé que delante de una casa de tres plantas, estaban tres chiquillos que exponían cosas viejas para su venta, me acerqué y les pregunté qué era lo que vendían. Me dijeron que sus padres habían hecho limpieza y las cosas que ya no les interesaban y que ocupaban sitio que necesitaban, lo iban a tirar. Nosotros les dijimos que nos lo diesen y que lo venderíamos y con lo que sacásemos compraríamos algo.

Mire los objetos, revolví en las cajas, cogí alguna cosilla, plumas de plumín, un tintero y vi un cuaderno escrito a mano con muy buena letra. Les pregunte cuanto querían por el lote que había cogido me pidieron, ya no recuerdo lo que me pidieron, no lo discutí, lo que les alegro mucho.

Cuando llegue al hotel, me puse a curiosear mis adquisiciones y comencé a leer el documento, comprobé que era la historia contada por un protagonista de la misma, y no un protagonista cualquiera. Es un placer hacerles participes de la misma.

LA HISTORIA

 Mi nombre es Oscar Adams, nací en Birmingham, Condado de Jefferson, Estado de Alabama, en Estados Unidos, el siete de febrero de mil novecientos veinticinco.

Estudié en la escuela estatal AH Parker high Schooll, en Birmingham, donde me gradué en mil novecientos cuarenta.

Me licencie en filosofía en el Talladega College, en la Universidad de artes liberales de Talladega, Alabama, en mil novecientos cuarenta y cuatro.

Me gradué en derecho por la Universidad de Howard de Washington D.C. en mil novecientos cuarenta y siete.  Me colegie ese mismo año en el Colegio de Abogados de Alabama.

Siempre dedique mis conocimientos, en la defensa de los derechos civiles.

Fui el primer juez afroamericano en la Corte Suprema del Estado de Alabama, desde el diez de octubre de mil novecientos ochenta hasta el treinta y un de octubre de mil novecientos noventa y tres, año en el que voluntariamente me retiré.

Tuve el honor de conocer y poder llamar hermano a mi amigo Martin Luther King. Conocí a John F. Kennedy y a su hermano Bob Kennedy, como Secretario de Estado de Justicia. Posteriormente, también colaboré con su equipo en la campaña presidencial, hasta que fue asesinado en junio de mil novecientos sesenta y ocho.

Se preguntarán él por qué hago esta presentación previa, no hay otra razón que situar los años en los que tuve que vivir. Los más duros en la lucha por los derechos civiles, especialmente en la década de los años sesenta. Pero no se preocupen, no voy hacer un relato de la historia, para eso están los historiadores.

Mi primer contacto con los odios hacia los afroamericanos lo viví un tres de mayo de mil novecientos treinta y nueve cuando volví a casa de la escuela. Tenía catorce años.

Entré en casa como entran los chicos a esa edad, dejando un reguero de prendas por el pasillo, cantando, pues era un muchacho alegre y lo sigo siendo, además olía a galletas de madre recién hechas, ¿Qué más podía pedir?.

Vi la puerta del jardín abierta y allí estaba mi madre recogiendo la ropa y llorando. Cuando me vio, no se me olvida, corrió a mi lado, me abrazó y me dijo: «no te preocupes, se ha quemado porque alguien ha tirado una colilla sin apagar, seguro que sin querer. Ha prendido un poco los setos y la ropa». Pero yo no era tonto,  aquello no había sido un accidente. Habían quemado nuestro jardín.

Al poco tiempo llego mi padre, me miró, me abrazó y me mandó para mi cuarto.  Fíjate como son las madres, ella me dijo: “vete pero coge un vaso de leche y unas galletas, después hablamos contigo”.

Asustado me fui a mi habitación, pero mi curiosidad era mayor que mi obediencia y, desde el descansillo del primer piso, escuché a mis padres en el salón.

Entrecortadas las palabras y entre sollozos, mi madre decía:

—Eliot, escúchame, saltaron la valla y fueron directamente a quemar los setos y la ropa, eran jóvenes y no les pude reconocer pues llevaban la ropa del Ku Klus Klan. Me gritaban: ¡Negra a ver si te vas con los tuyos a la selva, a los campos de algodón de donde nunca debisteis salir!. Me insultaban, tuve miedo y llame a la policía.

La oía llorar.

—Pero vamos a ver Elia —dijo mi padre—, te escucho y te creo ¿Pero qué les pasa? Hace ya mucho tiempo que ese odio tan profundo no lo conocíamos; estamos cumpliendo correctamente las normas de convivencia que nos hemos dado. ¿La policía no les detuvo? ¿Estás segura de que no hiciste nada que les pudiese provocar?

—No Eliot, no, yo estaba en la cocina haciendo las galletas y la cena y oí ruido en el jardín, cuando les vi, desde la ventana les dije lo que te he contado. ¡Maldita la hora que se me ocurrió!.

—¿Y la Policía? ¿No hizo nada?

—Vino, los cogieron del brazo y les sacaron. Después un agente y desde la puerta, a voces,  me dijo que no les provocase. Pero tú te crees…

—Venga, vamos a llamar a Oscar que estará asustado y confundido, tomamos un refresco, le contamos que fueron unos gamberros y que la policía ya les ha detenido, no tenemos que asustarle. Yo hablaré con el alcalde a ver que me puede contar”.

«¡Oscar!» —me llamó mi padre, hice como si no le había oído y me metí en mi habitación. Al poco entró y con voz aparentemente alegre me dijo, vamos a tomar un zumo y saborear esas galletas, si es que me has dejado alguna, dijo riéndose.

Ese día, creo que marco mí futuro.

La escena de mi madre llorando y de mi padre desconcertado quedo grabada en mi memoria. Pasado el tiempo, finalizando mis estudios de filosofía, supe de un caso, quizás el primero documentado, de lo que se denominó la resistencia pasiva a favor de los derechos civiles, y fue una mujer (lo que no hagan las mujeres, creo que no se hará) en Baltimore, Estado de Virginia. Irene Morgan, una mujer negra, se negó a ceder su asiento en el autobús a una pareja de blancos. Fue detenida y acusada además por agredir al policía que la detuvo.

Ese momento, provoco en mi el deseo de integrarme en aquellos equipos que se iban formando en la defensa de los derechos civiles. Pedí a mis padres poder matricularme en la Universidad de Howard para licenciarme en derecho.

 La Corte Suprema de los Estados Unidos, en junio de mil novecientos cuarenta y seis, falló en contra de la ley del Estado de Virginia, por la que se establecía la separación de razas y la supremacía de la blanca sobre la negra entre otros lugares, en los transportes públicos. El caso lo defendió y lo gano el abogado Thurgood Marshall, despacho en el que tuve la oportunidad de hacer prácticas legales antes de finalizar la carrera.

Este suceso protagonizado por Irene Morgan, aunque ha sido el primer caso que yo, al menos, conocí personalmente de lucha efectiva por los derechos civiles, no fue reconocido por el Movimiento National Association for the Advance of Colored People (NAACP), lo fue el protagonozado el cinco de diciembre de mil novecientos cincuenta y cinco, en Mpntgomery, Estado de Alabama por Rosa Park.

Tengo que confesar mi vergüenza y cobardia, así como la de todos los dirigentes del NAACP, dado que el dos de marzo del mismo año Claudette Colvin, negra, que con solo quince años, en la misma ciudad, Montgomery, se negó dejar su asiento a una mujer blanca y fue arrestada por violación de una ley local. El equipo jurídico en el que yo estaba, nos encargamos de su defensa y absolución.

¿Por qué resalto la vergüenza y cobardia, de los dirigentes del NAACP, del que yo formaba parte? Porque había que buscar un símbolo que representase nuestra lucha por los derechos civiles, Claudette, la niña de quince años, había quedado embarazada, y ese hecho  y ser menor, hace que la Association, prefiera una mujer adulta, casada y trabajadora como bandera de la lucha. Vergüenza, pero asi se escribe la historia.

Siempre estuve involucrado en la defensa de los derechos civiles, ahí conocí a Martin Luther King, y más tarde a Malcon X. En el año mil novecientos sesenta y tres, participé de forma activa en el Comité Central que planificaba las manifestaciones, todo ello desde el cuartel general instalado en el AG Gastón Hotel, en Birmingham, edificio que fue bombardeado por la policía y el Ku Klus Klan. Lanzaron una bomba contra la habitación número treinta, que habitualmente ocupaba el reverendo Luther King, pero afortunadamente ese día no estaba en la ciudad; también incendiaron la vivienda de su hermano.

No sé como relatar el siguiente episodio, pues aún hoy día al recordarlo me emociono y creo que todos debemos de reconocer que los héroes del movimiento pacífico a favor de los derechos civiles lo protagonizaron los niños y niñas afroamericanos de Birmingham.

Ellos y ellas, acompañaban a sus padres a las reuniones en las iglesias, la más significativa fue la iglesia Bautista de la calle 16 o en el Motel AG Gastón, en definitiva, escuchaban nuestras consignas, oían nuestros cantos y veían nuestra rabia contenida, no eran ajenos a los acontecimientos del movimiento, pero ha de quedar bien claro que ninguno de los padres o madres queríamos involucrar a nuestros hijos e hijas en el conflicto.

La primera semana de mayo de mil novecientos sesenta y tres, los niños y niñas, se organizaron en grupos de unos noventa cada uno, y recorrieron las calles de la ciudad cantando las canciones reivindicativas y los lemas que nos habían escuchado. Ahí empezó la visibilidad del movimiento pacífico a favor de los derechos civiles.

El primer día de las manifestaciones, cientos de niños y niñas fueron arrestados. El segundo día el Comisionado para la Seguridad Pública Eugene “Bull” O`Connor, ordeno a la policía rociar a los niños y niñas con poderosas mangueras de agua, golpearlos con las porras y azuzar a los perros policías. Existen documentos gráficos irrefutables e increíbles. Este personaje era conocido por su extrema crueldad contra los negros.

Los llevaron a la cárcel local, les metieron en unos pabellones donde había niños y niñas desde los 17 años hasta los 8 y 9 años, algunos y algunas con mordedura de perros. Cuando íbamos a saber de ellos y ellas, les oíamos cantar las canciones protesta. Emocionante.

Al final se llego al acuerdo que en la Semana Santa se les liberaba, eso sí, con la expulsión de los colegios públicos, pero consiguieron que se alcanzase un pacto con los dueños de tiendas, bares y otras actividades donde se eliminaba la discriminación.

Voy terminando la parte más turbulenta y a la vez más intensa, la marco especialmente en el año mil novecientos sesenta y tres.

El segundo presidente más joven, 43 años, de los Estados Unidos, John F. Kennedy, siempre apoyo la integración racial y los derechos civiles, en su campaña electoral, hizo una llamada a Coretta Scott King, esposa del reverendo Martin Luther King, que en aquel entonces estaba en prisión, diciéndole que tanto el cómo su hermano Robert intervendrían en la puesta en libertad del Reverendo King, como asi fue. Se gano el apoyo de la mayoría afroamericana.

Desde mil novecientos cincuenta y cuatro, la Corte Suprema de los Estados Unidos, había fallado que la segregación racial en los colegios públicos, era inconstitucional. Aún así muchos estados sureños no obedecieron el fallo de la Corte.

El once de junio de mil novecientos sesenta y tres, el presidente intervino cuando el Gobernador George Wallace bloqueo la entrada a la Universidad de Alabama, para impedir la matriculación de dos estudiantes afroamericanos. Tuvo que ceder cuando fue requerido por los alguaciles federales, el fiscal general Nicholas Katzenbach y La Guardia Nacional de Alabama. Esa misma tarde, el Presidente de los Estados Unidos John F. Kennedy, dio su famoso discurso sobre los derechos civiles a toda la Nación.

Los rescoldos, por llamarlo de alguna manera, del odio hacia los afroamericanos, en especial el K.K.K. duraron mucho tiempo. Quiero hacer un recuerdo especial y un homenaje a las cuatro niñas asesinadas en la Iglesia Bautista de la calle dieciséis. El día quince de setiembre de mil novecientos sesenta y tres, lanzaron una bomba contra la fachada de la iglesia a las 10,30 horas, durante la hora de la escuela de niños y  niñas de la parroquia. El resultado más de veinte personas heridas y cuatro niñas muertas: Addie Mae Collins, catorce años. Cynthia Wuesley, catorce años. Carole Robertson, catorce años. Denis MacNair, once años. Sara Collins, hermana de Addie, resulto herida y perdió el ojo derecho.

Solo me queda un recuerdo muy especial para un amigo, para un hermano, el reverendo Martin Luther King, la persona más honesta, mas pacifica y mas idealista que haya conocido. Pero también la más fuerte en sus convicciones, en la defensa de todo aquello que fuese una injusticia, una falta de derechos. Os puedo asegurar que si por el fuese no estaría en los libros de historia, pero evidentemente solo gente como él tienen el derecho a estar en la memoria eterna de la humanidad.

Quiero finalizar con el discurso que dio en la escalinata del monumento a Abraham Lincoln, y que conmovió al mundo:

“Les digo que pese a todas las dificultades del momento, yo todavía tengo un sueño.

Yo tengo un sueño de que un día esta nación se elevara y vivirá el verdadero significado de su credo: Creemos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales”.

Oscar Adams Junior. Birmingham, 28 de agosto de 1.997.

Picado por la curiosidad, al día siguiente fui al registro municipal a preguntar por el Sr. Adams. Me dijeron que era una persona muy querida y respetada en todo el Estado de Alabama, que había fallecido el quince de setiembre de mil novecientos noventa y siete, en el Baptist Medical Center de la ciudad. Dieciocho días después de haber finalizado su escrito, y siete días antes de cumplir setenta y dos años.

Gracias Oscar Adams Junior.

(*) Fuente: Este texto fue publicado originalmente en Masticadores, página nacida en Cataluña, que Jr Crivello dirige y con numerosos colaboradores en el mundo.

6 comentarios en “TENGO UN SUEÑO

  1. Gracias Profesor Ierardo por publicar o republicar este texto en La mirada de Linceo. (Por lo menos a mí me ha llegado con faltas de tildes, pero supongo que eso se debe a algún error técnico).

    Verdaderamente conmovedor, me llevó a volver a escucharlo directamente a Martin Luther King Jr hoy en video rápidamente disponible gracias a las nuevas tecnologías, en las escalinatas del Lincoln Memorial ese día de verano de 1963, año de mi nacimiento, por cierto.

    Lágrimas a veces de por medio, también me llevó a cuando teniendo apenas 13 años, fui con amigos a ese mismo sitio a pasar el día celebrando en día de la Independencia en Estados Unidos, recuerdos de las piscinas al atardecer, después de recorrer a lo hippie la ciudad, descalza con suecos de madera en la mano, y jeans acampanados, y con el chico que me gustaba. Fue el día de mi primer beso.

    Y justamente ese verano, con mi mejor amiga, partipamos de un voluntariado con un grupo ecuménico que convocada a gente de todas las iglesias cristianas, especialmente alumnos universitarios que además de vivir su fe en sentido práctico, cumplían con el requisito o recomendación de realizar este tipo de trabajo para graduarse.

    El Reverendo que lideraba este esfuerzo y este grupo era negro, del sur, de la iglesia Bautista, como el Reverendo King, y había marchado con él en la Marcha a Washington, a pie, ese verano del 63, que culminó con el discurso Tengo un sueño, que sigue siendo real y eterno.

    Ha sido muy emocionante esta mañana de domingo de enero de 2025 leer, llorar un poquito, recordar, sonreír y hasta no poder sino escribir este poquito para compartir. Creo que esto es historia, lo que alguien alguna vez dijo en China que ‘Historia es lo que le pasa a las personas’, y que la historia está compuesta por las vivencias, sean pequeñas o grandes, de las personas que formamos parte de ella. En Washington D.C. en 1963, en Baires en 2025. Gracias por el fluir de la palabra que permitís con este espacio. Andrea.

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  2. No sé por qué la pluralicé, es que es the Reflecting Pool, es decir la piscina o estanque reflectante, o espejo de agua, o quizás lámina de agua (vaya posibilidad de términos equivalentes en castellano). Quizás… me pareció tan extensa, en ese momento, sentada en el césped ahí al lado ese día; quizás me quedó como un símbolo personal de agua-espejos… más cerca del obelisco que de aquel monumento cuyas columnas de lejos ocultan a Abraham Lincoln, sentado en ese asiento sólido, macizo, y sus discursos inscriptos en la piedra, de libertad, de paz y de igualdad que por momentos o se los lleva el viento o por momentos se hacen realidad en el correr de los años, en el fluir de la historia…

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