El cerebro global

Por Esteban Ierardo

IA Bing

La abrumadora innovación tecnológica obliga a nuevas ideas para comprender su impacto cultural. Una de estas ideas es la del «cerebro global», término acuñado en 1982 por Peter Russell en su libro “The Global Brain”.

El funcionamiento de internet crea la red mundial del cerebro global. Las páginas web se asemejan a neuronas enlazadas por hipervínculos, a la manera de sinapsis, que crean una red de interconexiones por la que se propaga la información, de persona a persona, como ocurre en las redes sociales, como Facebook. Dicha propagación se corresponde con las redes neuronales y su proceso de distribución de información.

 Las computadoras conectadas en la red informática aumentan la interconexión entre las mentes individuales. Y, segundo a segundo, la red global engulle más información; esto la convierte en un sistema ahora indispensable para las organizaciones tradicionales del “viejo” mundo analógico predigital.

 El cerebro global, implícito en internet, replica, como destacábamos, el funcionamiento en red del cerebro biológico; y el cerebro global es más “inteligente” en cuanto a un mayor acceso a los saberes y a la inmensidad de datos e información; y es red colectiva o diseminada porque no tiene “centro” en ningún individuo u organización en particular; se autoorganiza en tanto emerge de las redes dinámicas con sus conexiones e interacciones.

El cibernético belga Francis Paul Heylighen (nacido en 1960) es uno de los principales pensadores del cerebro global. Heylighen propone cuatro conceptos claves para la comprensión del global Brian: «organicismo», «enciclopedismo», «emergentismo» y «cibernética evolutiva».

 El organicismo se inspira en la sociedad como un organismo dotado de un sistema nervioso. En la década del 30’, William Morton Wheeler pensó el “superorganismo” como organismo extendido desde el ejemplo de las colonias de hormigas. Esta extensión de lo orgánico se confunde, finalmente, con la sociedad planetaria. Así proyectado, el cerebro global ya no se restringe a la interacción de mentes humanas a través de la red informática, sino que eleva la dimensión del Global brain a “red de subsistemas de procesamiento de información para el sistema social planetario”.

El cerebro global como organismo que se integra a la «sociedad planetaria» incluye la integración de la red informática mundial con el entorno directo de la persona en la urbe de alta tecnología; de modo que el usuario interactúa, además que con las computadoras portátiles y tabletas, también con terminales en objetos comunes tales como refrigeradores, televisores o un juego de anteojos, avanzando así hacia el paradigma que se denomina computación ubicua.

 El cerebro global también refunda el concepto de enciclopedismo. En el siglo XVIII, los filósofos ilustrados Denis Diderot y Jean le Rond d’Alembert intentaron crear un sistema de conocimiento mundial mediante la acumulación sistemática de todo el saber disponible en la época en la Enciclopedia Ilustrada. Pero ya a fines del siglo XIX, la abundancia del conocimiento no podía ser regulada en una sola obra integradora. 

¿Cómo generar un enlace entre toda la información disponible? Paul Otlet (1868- 1944), bibliógrafo y documentalista belga, un adelanto del asocianismo propio de la World Wide Web (Internet), elaboró un sistema para que todos los conocimientos pudieran ser rastreados de forma inmediata. Así fundó la ciencia de la documentación, ahora llamada ciencia de la información.

En 1982, el inventor de internet, Tim Berners-Lee, ya reparó en la capacidad de libre asociación del cerebro, en su facultad de relacionar información sin aparente conexión. El poder de las computadoras se acrecienta cuando imita esta capacidad relacional. Actualmente, lo más cercano a un enciclopedismo como rasgo del cerebro global es Wikipedia, alimentada por la inteligencia colectiva de sus millones de colaboradores y complementada, hoy, por la IA, en la construcción de una biblioteca global expansiva y continua.

El acceso individual a toda la información en el cerebro global es una imposibilidad. Ante esto, la compañía Neuralink, fundada en 2017 por Elon Musk, pretende crear un Encadenamiento Neural, una interfaz implantada en el cerebro que permitiría el acceso individual a toda la información humana disponible. Una forma de atender en el futuro a un mundo cada vez más complejo liderado por la velocidad de la inteligencia artificial y el acrecentamiento exponencial de los datos.

El emergentismo estima que el cerebro global emerge del proceso natural de evolución planetaria. Aquí asoma el legado del heterodoxo pensador jesuita Pierre Teilhard de Chardin quien, en El Fenómeno humano (1955), estimó el proceso evolutivo como atinente a la mente y no solo al cuerpo, y ceñido por un continuo aumento de la complejidad y la conciencia, lo que da como resultado un mente universal o noosfera.

El cerebro global y el organicismo, un nuevo enciclopedismo, y el emergentismo. Y este último rasgo se vincula con la mirada cibernética. La cibernética es una teoría de la comunicación, y de la importancia de la información en la retroalimentación del funcionamiento de los sistemas. Desde una perspectiva cibernética, el cerebro global es la emergencia de un orden superior en el devenir evolutivo como una «transición de metasistema»,concepto del físico soviético, nacionalizado estadounidense, y pionero de la inteligencia artificial, Valentin Turchin.

El metasistema es más poderoso e inteligente que sus sistemas componentes. Por eso, Francis Heylighen afirma que el cerebro global es un metasistema emergente con respecto a la inteligencia humana individual.

 En 1994 Kevin Kelly, por su parte, en su libro Out of Control introduce la «mente colmena», como conciencia o inteligencia que supera la inteligencia particular de los individuos que la componen. Esta noción afín al cerebro global surge desde una reflexión cimentada en la cibernética y la biología evolutiva.

La hipótesis del cerebro global es atractiva y ambivalente. Por un lado, se postula que la red mundial carece de centro. Quizá no tenga un “gran centro” pero sí diversos centros que actúan desde un plano totalmente diferente a los individuos: los centros de las grandes plataformas y las compañías informáticas y sus dueños y sus ganancias, y de los Estados. Multiplicación de centros de la red. Por otro lado, el enciclopedismo digital, la acumulación de todo el saber, no supone en modo alguno que los individuos puedan acceder o elevarse a ese nivel de los saberes e información acumulados; esto no cambiaría ni siquiera con el encadenamiento neural, meta lejana y utópica. Y la compresión de los saberes del cerebro global demandaría una conciencia o pensamiento autónomo de ese “cerebro colmena”, algo todavía más cercano a la fantasía que a una realidad posible.

Una dimensión más cercana de un cerebro global por la interconexión en red con efectos sociales palpables es el proyecto de la Plataforma Participativa Global propulsada por el científico de la complejidad Dirk Helbing, y otros. Dicha plataforma supone una infraestructura digital, por lo general de código abierto, que promueve la participación ciudadana en distintos procesos como la toma de decisiones, la planificación estratégica y las políticas públicas. Un proceso que podría aumentar espacios de deliberación y de colaboración entre la organizaciones de la sociedad civil, los ciudadanos y los gobiernos.

La idea del cerebro global también alienta una mayor comprensión de una realidad holística cuando entiende que el cerebro humano y sus redes y relaciones, y las redes informáticas, coinciden con “el sistema nervioso colectivo del planeta”; es decir, con la naturaleza concebida como lo que es: un gran sistema de relaciones.

 En la práctica, el cerebro global se vincula más como la capacidad de circulación mundial de la información. Una información en conexión más cercana al peligro de su manipulación, que a una real elevación de la conciencia.

( Este artículo, en una versión un poco más breve, será publicado en Diario Perfil, en sección Ideas y Creencias)

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