Curiosidad por la India

Por Esteban Ierardo

(Última versión: 18-11-2025)

El Diwali es uno de los festivales más importantes del calendario hindú (Imagen Getty)

Este en un ensayo movido por la gran curiosidad sobre la India que nos acompaña desde la juventud. En diez secciones, nos acercamos solo a una pequeñísima parte de la riqueza inabarcable de la cultura india. Escribir esto nos deparó una grata de experiencia de recuerdos y nuevo aprendizaje para el descubrimiento de una muy compleja civilización ancestral, también abierta a la alta innovación tecnológica desde su condición de potencia emergente.

I.

La India

Desde niños, la India nos atrajo como un cometa que surca un cielo nocturno de verano. Al terminar los estudios secundarios el interés por la cultura hindú se elevó hacia el yoga, su mística, sus filosofías ancestrales, su imaginativa mitología de muchos dioses o diosas, como Ganesha, el dios con cabeza de elefante y cuerpo humano. Luego, supimos del Ganges y sus ritos milenarios; y, por la lectura, nos llegaron los ecos de Bombay, Nueva Delhi, Cachemira, Calcuta, la épica pacifista y emancipadora de Gandi; y luego descubrimos el Siddhartha de Hermann Hesse, y su brahmán que quiere olvidar la senda del espíritu y saborear la mundana miel de mercados y placeres, pero que, al final, se une al fino viento espiritual que frota todas las cosas. Y también nos maravilló la historia del personaje borgiano de Un acercamiento a Almoltasín (1).

  Recuerdo que en Occidente se esparcía la moda de la India, por sus gurus, Sai Baba y Osho, entre los más difundidos. Casi con desesperación, muchos iban a la India a buscar una salvación mágica, algún maestro, luego de visitar varios ashrams, templos, o el Taj Mahal. La búsqueda de un supuesto jardín espiritual, rodeado por la pobreza, el sistema de castas, la luchas entre hindúes y musulmanes.

 Toda esa fascinación por la India se sostenía en lugares comunes: la tierra de gurús, faquires, la veneración de las vacas, la cremación ritual en Varanasi, sus sadhus, sus encantadores de serpientes, el Ganges, los templos y estatuas de Buda… Pero, la India es vasta, muy diversa y compleja.

 Una visión de conjunto de este gran país es siempre insuficiente. Aquí ensayaremos una mirada, por fuerza, muy incompleta del subcontinente indio. Un tributo al fuerte interés que, desde jóvenes, cultivamos por la India, también por otras culturas. Esta será una suerte de crónica o ensayo «en ausencia» porque nunca visitamos físicamente el país adorador de las vacas, pero sí muchas veces lo recorrimos por lecturas, el cine, los documentales.

 Para esto nos preguntaremos por la procedencia de su nombre, su rica historia y diversidad de estados y regiones, el sistema de castas, el legado de su pensamiento filosófico y místico, sus fiestas y ritos, religiones, divinidades y templos, su condición de potencia emergente, cuando ya es el país más poblado del mundo. Según cifras del Banco Mundial para 2024, 1,451 millones de personas. Un gran país en el que se aceita una mezcla asombrosa de atraso y modernidad. Una pequeña aventura para rozar apenas el diamante de una gran nación en el corazón de Asia.

II

Del nombre, a los estados y una gran historia

El nombre «India» alude a la tierra del río Indo. El sánscrito es la lengua que tuvo uso en el norte del país desde los llegada de los arios hasta el siglo III antes de Cristo. Luego, siguió su decurso como lengua escrita de las religiones, la literatura y el pensamiento.

En sánscrito, el río Indo es mencionado como Sindhu, «río» o «corriente». Los persas del actual Irán, se refieren a la tierra más allá del Indo como Hindu, y los griegos, lo mismo que Alejandro Magno, lo transforman en «India», que significa «la tierra del Indo» o «la gente del Indo». 

 En el arco de la historia de la India vibran las primeras civilizaciones urbanas del mundo. Las antiguas ciudades de Harappa y Mohenjo-Daro, que pertenecen a la Civilización del valle del Indo (c. 3300–1300 a. C.), en lo que hoy es Pakistán y el noroeste de la India.

Pero un “terremoto cultural” derrumba la civilización del Indo, en beneficio de las tribus indoeuropeas de Asia Central, conocidas como arios. Estos pueblos son nómadas, guerreros y expansionistas, dotados de armas de hierro y bronce, de una enérgica caballería y carros de guerra. Inician una gran migración desde Asia Central hacia el norte del actual país indio. Como invasores, alrededor del 1500 a.C, y por el paso de Khyber, llegan al norte de la India.

Los arios traen la rueda y la nueva civilización del Período védico (c. 1500–500 a. C.), de la que brota la lengua sánscrita, a la que antes nos referimos, los textos sagrados conocidos como los Vedas, el hinduismo y el sistema de castas.

 Entonces, los habitantes del territorio invadido son los dravidianos, desplazados hacia el sur. Hoy, habitan los estados de Andhra Pradesh, Tamil Nadu, Karnataka y Kerala; alrededor de 233 millones de habitantes, un 21% aproximadamente de la población del país, que incluye a los tamiles de Sri Lanka. Las lenguas dravídicas son habladas por más de 200 millones de personas.

Y es oportuno observar que la diversidad lingüística de la India, y también de nuestro planeta en su conjunto no hay que olvidar, es apabullante. Las lenguas principales son más de 10, las llamadas lenguas maternas, y las subcategorías o dialectos respecto a las principales, son casi veinte mil. La Constitución india reconoce 22 lenguas oficiales. Pero en lo ancho y largo de la India, el hindi y el inglés son idiomas preponderantes.

 Dentro del período védico, el jainismo y el budismo surgen como movimientos reformistas. Desde el siglo VI a. C, el jainismo predica una salvación filosófica no dependiente del culto de ningún dios. Lo importante son las acciones encauzadas hacia la liberación (moksa), consistentes en derrotar a los enemigos interiores y convertirse en yaina (‘vencedor’ o ‘conquistador’), y en siddha («alguien que lo ha logrado»).

 Y el gran subcontinente indo contiene diversos reinos. El Imperio Maurya (c. 322–185 a. C.), liderado por Chandragupta Maurya, es la primera gran fuerza unificadora. Su nieto es el célebre emperador Ashoka. Éste queda desolado por una sangrienta campana militar que le impone como gran gobernante. Entonces, se transforma, se hace budista. Difunde la no violencia y la paz.

 Luego, la gran fuerza política de la antigua India es el Imperio Gupta (c. 320–550 d. C.); tras su desintegración, el país antes unificado se fragmenta entre numerosos reinos en guerra. Se producen nuevas invasiones como la de los hunos. Desde el siglo VIII, llegan los musulmanes que, en el siglo XII, constituyen el Sultanato de Delhi.

Entre los siglos XVI y XIX, los mogoles, constructores del imperio más extenso de la historia mundial, unifican de nuevo gran parte del subcontinente. Resurge un período de florecimiento cultural, fortalecimiento económico, hasta que los británicos irrumpen preñados de ambición y voluntad conquistadora. Desplazan a los franceses como competidores. Y luego de un previo período dirigido por la Compañía británica de las Indias Orientales, la Reina Victoria se hace cargo y establece el Raj británico sobre la India en 1858.

 Casi siempre, al fuego de la dominación sigue la primavera de la emancipación. El que trae los cántaros con el agua de la nueva vida es el movimiento nacionalista liderado por Mahatma Gandhi. Sus armas liberadoras son la desobediencia civil y la no violencia. El león británico deja de rugir.

La estación Chhatrapoti Shi, en Bombay, es un claro ejemplo de la mezcla entre la arquitectura europea e india. Fue declarada patrimonio de la humanidad en 2004 (Wikimedia)

El 15 de agosto de 1947, la India festeja la independencia del Reino Unido. Por motivos religiosos, el subcontinente se divide entre la India de mayoría hindú y Pakistán de mayoría musulmana. En 1950, la India moderna adopta la forma de una república democrática, parlamentaria y federal. Desde entonces, el país se abre paso desde el lodo colonial hacia una economía de importancia global, con potencia nuclear, alto desarrollo en tecnología de la información, pero también una obstinada pobreza enquistada en su ingente geografía, con 28 estados y 8 territorios de diversas características.

Tras la independencia, la India es gobernada por líderes de fuerte huella como Jawaharlal Nehru (1889-1964), el Primer ministro que construye los pilares de la democracia india, de tendencia secular y socialista. Además, es hacedor de la política de no alineamiento, como vía de preservación de la soberanía india ante las superpotencias de la Guerra Fría; Sardar Vallabhbhai Patel (1875-1950), el «Hombre de Hierro de la India», contribuye a la unificación de los 565 estados principescos, un desafió para completar la integración nacional; Indira Gandhi (1917-1984), la famosa primera mujer en ser primera ministra de la India (1966-1977 y 1980-1984), gran líder, nacionaliza los bancos, derrota Pakistán en 1971, lo que deriva en la creación de Bangladés, lo que era la Bengala oriental. También reprime el nacionalismo sij en el Punyab que aspira a independizarse de la India para crear un Estado confesional.

El sijismo como corriente religiosa nace en Punjab, a finales del siglo XV, y exalta las enseñanzas de diez gurus sijs. Creen en un solo Dios, en la igualdad, en la meditación, el trabajo honesto, el compartir; usan turbante, y muchos no se cortan el pelo.

El activismo sij separatista provoca como reacción medidas violentas por el Estado indio que, como serpientes letales, ciegan a muchos civiles soliviantados. Esto le granjea a Indira mayor apoyo a nivel nacional por lo que gana las elecciones de 1984, pero tres meses después la venganza entra por una ventana abierta. Dos guardaespaldas de Indira, de fe sij, la asesinan con 31 impactos de bala.

Indira Gandhi, portada de Revista Time, 1976.

Y, hoy, Narendra Modi es su primer ministro desde 2014, líder del crecimiento económico, de la modernización de infraestructuras, de programas de subsidios para la población rural y de bajos recursos; así ha ganado tres elecciones. Sin embargo, la pobreza estructural de millones de indios desgarra la piel del país con el cuchillo de la deuda social.

La política en la India oscila entre la regresión y el progreso a través de las tendencias nacionalistas, con fuerte trasfondo religioso, que no ayudan a la democracia.

  El estado más poblado de la India es Uttar Pradesh, con una superficie semejante a la del Reino Unido; el segundo estado en población es Maharashtra, donde late la vida multitudinaria de Bombay, corazón económico y cinematográfico de la India, pero también lugar del increíble asentamiento de Dhavari, del que luego hablaremos.

El tercer estado más poblado es Bihar, conocido por su rica historia y su importancia cultural. En el nordoeste, luego de la independencia, el Punjab («la tierra de los cinco ríos»), se dividió entre la parte india y la pakistaní de mayoría musulmana. Al ser recorrida por varios ríos es una región muy fértil, al punto que es tenida por el «granero de trigo de la India».

Estados también importantes son Rajastán, la «Tierra de Reyes», en el noroeste, con clima desértico, y su festival de camellos en Pushkar. Uno de los estados del sur de la India con mayor riqueza cultural es Tamil Nadu, originalmente conocido como Madrás; o Karnataka, también en el sur, con capital en Bangalore.

 En el noreste, el estado de Bengala Occidental y Assam. Y los principales estados de los Himalayas indios: Jammu y Cachemira, Himachal Pradesh, Uttarakhand, Sikkim y Arunachal Pradesh. Y también en el norte, el Territorio de la Capital Nacional de Delhi, en el que se encuentra Nueva Delhi, la capital, con casi 19 millones de habitantes, fundada en 1911 por el rey británico Jorge V, ciudad planificada por arquitectos ingleses.

 El gigante de la India hunde sus pisadas en el tiempo desde su gran multiplicidad cultural y geográfica, dinamizado por sus fuerzas de desarrollo, y por su estructural desigualdad económica y conflictos fronterizos (especialmente con Pakistán y China).

 Expresión social de una tendencia regresiva es el sistema de castas que, aunque legalmente prohibido, no afloja sus garras.

III

La sombra insistente de las castas

Estas mujeres son dolientes profesionales y practican el antiguo ritual de duelo oppari, profundamente arraigado en una comunidad de dalits en el estado sureño de Tamil Nadu. Ver muy valioso articulo de la BBC La dura vida de los dalits, los intocables de India (Fotografía de Asha Thadani)

Estamos en el fondo de una calle acostumbrada al transitar de monos, vacas, humanos diversos, entre las luces del día que se unen con sombras, vientos y aromas de la vida en devenir. Entonces, aparece un sadhu, un asceta itinerante, sobre su estirpe luego nos referiremos en particular. Este sadhu puede ser cada uno de los millones de su tipo, o puede convertirse en cualquier otro personaje típico que respira entre los muchos brazos de la madre India. Él nos guiará hacia ciertas visiones parciales del país gigante.

Y nos recuerda que, como sabemos, los arios llegan al subcontinente indio procedentes del Asia central, hacia el 1.500 a.C. Entonces crean un modelo social que imponen a la población dravídica local, el sistema llamado Varna Vyavashta, con cuatro clases sociales. Una estrategia de dominación basada en una cerrada estructura estratificada; según las condiciones de nacimiento, cada persona pertenece, de por vida, a un estrato o casta.

El sistema de castas indio se divide originalmente en cuatro castas o varnas: los Brahmins o Brahmans, la clase sacerdotal superior; los Kshatriyas o guerreros, la clase gobernante; los Vaishyas o mercaderes, abocados a sus actividades económicas; y los Shudras, trabajadores, campesinos, sirvientes, la población dravídica local se ubica en esta condición. Fuera de este primer sistema cuádruple de clasificación se encuentran los “intocables” o “sin casta”, los Dalits, hoy son alrededor de 200 millones; muchas escenas de sus vida se han cristalizado en artísticas fotos en blanco y negro de Asha Thadani (2). Con el tiempo también surgieron subcastas o jatis, esta condición siempre se transmite de padre a hijos y no se puede cambiar de casta, y son miles los jatis en la India, lo que explica la complejidad del sistema de castas y sus linajes y grupos de parentesco.

Todo el sistema es endogámico por su negación de los matrimonios entre las diversas castas y jatis. Las interacciones entre castas compone un sistema complejo y jerarquizado de relaciones sociales.

Para legitimarse, el sistema impuesto por los arios invasores apela a explicaciones religiosas. El Rig-veda, el texto más antiguo de los Vedas, escrito en sánscrito y base de la religión védica, es una colección de himnos consagrados a las deidades. En el Rig-veda, Purush, el primer hombre, se sacrifica para crear al ser humano. De las distintas partes de su cuerpo aparecen las diferentes varnas: los brahmins de su cabeza, los kshatriyas de sus manos, los vaishyas de sus muslos y los shudras de sus pies.

Y el hinduismo obra como vector fundamental de justificación del sistema de castas desde la imposición de ciertas creencias religiosas como las del karma y la reencarnación.

Para el hindú, la vida se manifiesta como una multi-existencia, se existe muchas veces, en muchas vidas, en muchos cuerpos, en los que el alma reencarna luego de su última muerte física. Las condiciones en las que se nace, o re-nace, más exactamente, depende de las buenas o malas acciones acumuladas en vidas anteriores. El dharma, un camino ético de virtud, permite un progreso espiritual y un renacer en una mejor casta o posición jerárquica de mayor pureza frente a la impureza de la casta inferior; de modo que, por ejemplo, los intocables no pueden ingresar en los templos o deben bajar la mirada cuando se encuentran con un miembro de una casta superior.

El sistema de castas manipula las creencias religiosas para hacer más aceptable una situación a todas luces injusta. Pero la sólida certeza en la reencarnación ha impedido la revuelta de las castas bajas. Por la aceptación del destino que impone el karma hay resignación y no repudio revolucionario contra la injusticia social estructural.

Pero esto no ha impedido movimientos anti-castas. En el siglo VI a.C, Buda, un kshatriya, critica con rotundidad el sistema, lo que motiva que muchos miembros de las castas bajas se sumen a la devoción budista.

Recién a mediados del siglo XIX, afloran movimientos modernos anticastas. Se busca abolir la “intocabilidad” en el hinduismo, pero, desde el siglo XX, shudras e intocables se distancian del hinduismo.

Gandhi llama harijans (gente de Dios) a las castas bajas, quiere una major inclusión de los mismos dentro del hinduismo. Por considerarlo paternalista, el término harijan es reemplazado en los 70′ por el de dalits, nombre que impera hasta hoy.

Bhimrao Ramji Ambedkar, un intocable que accede a una formación universitaria, es gran impulsor del movimiento anticasta. La cuestión de los intocables no es solo problema moral como en la perspectiva de Gandhi. Su problemática es social, por lo tanto necesita cambios profundos promovidos por las leyes.

Ambedkar es presidente de la comisión redactora de la Constitución india, también luego ministro de Justicia entre 1947 y 1951. La Constitución del nuevo Estado indio en 1947 suprime el sistema de castas, pero ésto no se transforma en una realidad efectiva, en particular en las regiones rurales.

Por impulso de Ambedkar también la Constitución reserva un porcentaje de escaños en las elecciones para los dalits. El sistema actual da una garantía de representación política para las castas desfavorecidas. Pero también la Constitución india de 1950 mejora la protección de las castas sumergidas mediante el sistema Scheduled Castes and Tribes (SC/ST), con su reserva de plazas, además de escaños en el Parlamento nacional y las asambleas estatales, en instituciones educativas y dependencias del Estado.

Se esperaba que la mentalidad de castas se fuera disolviendo, pero esto no ocurrió, más bien lo contrario. Las castas actúan como variable de identidad, como fuerza de movilización política, mediante partidos políticos que apelan a la identidad de castas para conseguir ventajas electorales. Esto ha dado lugar a que, en algunos estados, como en Tamil Nadu, el 69% de los empleos públicos y las plazas educativas surgen de los beneficios reservados para las castas bajas. Así algunos brahmins advierten que le es mejor hacerse pasar por dalits.

Hoy, miembros de las castas bajas compiten por ser ubicadas como más desfavorecidas para acceder a más puestos en la universidad y en la administración pública. Es el caso de las protestas de los patel en Gujarat o, más recientemente, de la comunidad agrícola de los jats en el norte de la India, quienes en 2016 realizaron fuertes protestas para obtener el estatus de otras clases atrasadas (OBC) para conseguir más cuotas de acceso a empleos y educación.

A pesar de las utilidades de seguir adscripto a alguna casta infortunada, desde el crecimiento económico de fuerte impulso desde los 90′, el aumento de posibilidades en las ciudades cataliza la emancipación de las limitaciones de castas. Pero, para la gran población rural en la India que no se ha desplazado a las urbes, el sistema de castas no ha perdido vigor, por lo que la discriminación contra los dalits se revela como lo conservador disonante respecto a leyes modernas, teóricamente en vigencia.

Por ejemplo, un dalit que ha hecho fortuna en la ciudad y que regresa a su anterior medio rural, es tratado con discriminación por las castas terratenientes. Violaciones, asesinatos, que afectan a los miembros de la casta de los intocables, quedan impunes. Millones de personas, por lo tanto, aún padecen los estragos de un sistema creado hace más de dos milenios.

IV

De la tradición y la vanguardia

El asentamiento de Dharavi, en Bombay, más de un millón de personas, en poco más de 2 kilómetros cuadrados, que sobreviven gracias a una economía informal sustentada en miles de pequeñas industrias que además de servicios de recolección de residuos y reparación de componentes electrónicos, fabrican bienes como textiles y cueros.

La oscilación pendular entre atraso y vanguardia incluye por un lado el sistema de castas recién comentado, y los grandes avances económicos y tecnológicos, por el otro. El contraste, invariablemente, se manifiesta por la diferencia entre el escaso desarrollo en las zonas rurales, con su entretejido de pobreza, analfabetismo y costumbres ancestrales, y las ciudades exultantes de procesos de transición energética, avances tecnológicos en software, por ejemplo, y en infraestructura.

Por otro lado, una costumbre que caracteriza a la India es el «tercer ojo» en la frente de las mujeres, el bindi. Puede indicar el estado civil, la mujer con el bindi rojo está casada, cuando el color es negro, soltera. Pero su simbolismo ancestral brota de una visión mucho más profunda: señala el sexto chakra, en el centro de la frente, de modo que el «tercer ojo», en el hinduismo, en el budismo, es el ojo de la sabiduría que ve más allá de lo aparente, es iluminación y trascendencia espiritual. Tiene también otros significados según su color: amarillo es prosperidad; blanco, pureza espiritual; o azul, sabiduría. También es protección contra el «mal de ojo», o la energía femenina asociada a la Diosa Parvati.

 Pero, hoy, en la práctica, muchas mujeres lo usan solo como un accesorio de moda, en combinación con el color de la vestimenta.

Una de las cuestiones para ojos occidentales que puede dar mayor impresión de conservadurismo arcaico son los matrimonios en la India. Por un lado son ceremonias complejas con ritos ancestrales: la «roka» (compromiso), la Mehendi por el que la futura esposa se decora manos y pies con complejos diseños de henna, un tinte natural de color rojizo; los trajes de novia son de colores llamativos, con bordados en oro y piedras preciosas, y numerosos accesorios de joyería; también son parte del rito del matrimonio el «Sangeet» (fiesta de música y baile); y la ceremonia principal, conocida como «Shaadi», de hasta tres horas de duración, con el «Homa» con ofrendas, por parte de los novios, de arroz, manteca y flores al fuego sagrado (Agni), al tiempo que se recitan mantras; y el «Satapadi» (siete vueltas alrededor del fuego de los comprometidos). 

Ceremonia del matrimonio en la India

La gran mayoría de los enlaces matrimoniales son acordados entre las familias ya desde temprana edad de los novios, pero entre las nuevas generaciones los matrimonios por amor aumentan continuamente en número. Otra práctica muy importante es la intervención de la astrología en los casamientos. Por apelaciones a horóscopos y posiciones astrales se determinan las compatibilidades, la predicción del éxito matrimonial mediante la fertilidad de la descendencia, y el consejo sobre rituales para contrarrestar posibles disturbios entre los conyugues. Todo esto es Kundi. La astrología también determina el Shuh Muhurat, la mejor fecha posible para la realización de la boda según la posición de los cuerpos celestes. La consulta astrológica para la preparación, planificación y gestión de los matrimonios está muy arraigada. Muchísimas parejas creen en la consulta astrológica para sus decisiones matrimoniales. Durante la preparación para el matrimonio los novios también se untan los cuerpos con la «pasta dorada», una combinación de cúrcuma, pimienta negra y aceite, para la fertilidad y la buena suerte.

El efecto de rígidas tradiciones matrimoniales que impiden una mayor liberalidad infunden una sensación de atraso, o una pura singularidad, según como se lo vea. El sentido de atraso que riñe con el progreso y la vanguardia ocurre también en el asentamiento de Dharavi, en Munbai, ciudad financiera, antes Bombay, con más de un millón de personas, en poco más de 2 kilómetros cuadrados, inusitada densidad poblacional, con una economía informal sustentada en miles de pequeñas industrias que además de servicios de recolección de residuos y reparación de componentes electrónicos, fabrican bienes como textiles y cueros.

Por su parte, las ciudades de la India exudan caos de tránsito y ruido. Una gran contaminación acústica surge del tráfico congestionado, del sonido chirriante y continuo del claxon (la bocina eléctrica), de la actividad urbana incesante: los mercados, las obras en construcción; en muchos casos no hay aceras, y las calles son compartidas por transeúntes, autos, motocicletas, triciclos y vacas y, a su vez, contribuyen al atosigamiento los vendedores de agua y jugo.

Y en medio de todo este caos, los indios encuentran la forma de transitar, de avanzar, como también se mueven de lo antiguo a lo moderno. Actualmente la India se beneficia de su gran número de ingenieros informáticos que propulsan el sector de software y tecnología de la información relevante a nivel internacional. La economía emergente crece por un alto nivel de inversiones en semiconductores, baterías, proyectos químicos, lo que también se relaciona con la fuerte campaña «Make in India» que promueve la producción de manufactura.

En la apertura de la India al mundo no debe olvidarse un aspecto problemático: la explotación de trabajadoras textiles. Muchas mujeres y las niñas trabajan en la producción de ropa para las grandes marcas internacionales por muy bajos salarios, en jornadas de hasta 12 horas, siete días a la semana, situación que se acerca a la esclavitud. Así muchas empresas occidentales se benefician de una mano de obra barata.

Por contrapartida, un ejemplo impactante de avance y modernidad de la India es la exploración espacial. En este sentido, si existieran los selenitas, los imaginarios habitantes de la Luna, y si hubieran estado enfrascados en alguna acción misteriosa en el sur oculto de su satélite, asombrados, el miércoles 23 de agosto de 2023, habrían contemplado la llegada de la primera misión espacial humana a su remoto paraje lunar meridional.

Una misión de la India, el país de las castas, de la tradición de la mística y la metafísica, pero también enérgico en matemáticas y tecnología; lo que le permitió arribar al hielo de la luna, posible fuente futura de agua para misiones o colonias lunares de un porvenir no tan lejano.

Recreación de la India en polo sur de la Luna

V

El pensamiento antiguo de la india

Recuerdo que cuando era muy joven, a los 18 años, ya leía asombrado libros de yoga y de filosofías de la India, como el Yogi Ramacharaka (3), y después las explicaciones más académicas de Vicente Fatone (4), Henrich Zimmer, y otros (5).

No es fácil sintetizar la gran riqueza del pensamiento clásico de la antigua tierra del Indo, pero lo intentaremos…

Entre los bosques, las montañas, ríos y selvas de la antigua india, hace mucho tiempo, antes que en la Grecia de Sócrates o Platón, surgió un pensamiento filosófico profundo. Luego de la llegada de los arios, adquieren realidad los Vedas, con sus textos colmados de ritualidad, y su parte final, los Upanishads, con su dimensión metafísica, que se remonta hasta la naturaleza de Para Brahman, el Ser como trasfondo absoluto, del que emerge el mundo múltiple.

Las originarias filosofías de la India asumían la Dukkha, el sufrimiento o la insatisfacción que roen la vida. Entonces, la gran meta a cumplir es alcanzar moksha o la liberación del samsara, el ciclo de nacer, morir, y volver a nacer en el que se repite el agobiante sufrir. Solo entonces, el alma podrá aspirar al nirvana o la unión con la realidad última.

En este camino es esencial superar la maya, la ilusión del mundo fenoménico, la realidad tal como se nos aparece, porque el ser no es lo dado, sino una absolutez que trasciende las imágenes sensoriales. También es importante el conocimiento del karma o la ley de causa y efecto, con las consecuencias morales y espirituales de acciones acumuladas de vidas anteriores, que descargan su influencia condicionante en la vida presente y futura; y el dharma, el deber que orienta en el camino correcto hacia la armonía universal. 

Las filosofías de la India son diversas y complejas. Un principio ordenador es Astika, las que se remiten a los Vedas y su autoridad, generalmente teístas, es decir que postula uno o varios dioses, y las Nastika, las que niegan el paradigma védico superior, y son no-teístas.

Entre las escuelas Astika encuentra su sitio el Hinduismo, cuya seis darshanas o doctrinas clásicas son: Samkhya, Yoga, Nyaya, Vaisheshikam, Mimamsa y Vedanta. La mejor manera de ahondar en las vetas de estas filosofías es a través del clásico del ya mencionado Heinrich Zimmer, Filosofías de la India.

El sistema sāṃkhya o sankhia (‘enumeración’, en sánscrito) es la doctrina más antigua. Según la tradición indica, fue fundada por el sabio Kapila, sin que haya evidencia de esto. Es una filosofía dualista, expresada en el Samkhyarika, de alrededor entre 320 al 540 d. C, que acepta la autoridad del Rig-veda, de mediados del II milenio a. C. La filosofía Sāmkhya sostiene que el universo se sustenta en dos realidades: purusa (conciencia) y prakrti (materia). Como conciencia o alma, el purusha está libre de todas las cualidades materiales, y es el principio que contempla la materia (prakriti), que consta de tres guna  o predisposiciones o cualidades, como lo eterno y la bondad (sat-tuá), las pasiones (rayas), y la ignorancia, la estupidez (tamas).  

El Yoga se le atribuye a Patañjali, sobre el que muy poco se sabe, y, que tal vez, pudo haber existido, o no, entre el siglo II a. C. y el siglo IV de nuestra era.​ Patañjali sería autor de los Yogas Sutras, texto clásico de yoga, escrito en sánscrito. Esta doctrina busca la expansión de la conciencia y la espiritualidad a través del dominio y conocimiento primero del cuerpo, mediante prácticas físicas como las posiciones o asanas, el dominio de la respiración o prana, y, luego, el desarrollo del raja yoga, el yoga mental, que despierta una energía espiritual primaria, el kundalini, que duerme en el plexo solar, en la base de la columna vertebral, hasta despertar e ir ascendiendo por los chakras o centros de energía, hasta abrir las hojas del loto de la conciencia, como preludio de la iluminación y la unión con lo divino (6). 

La doctrina Nyaya hace hincapié en la lógica y la teoría del conocimiento, dado que lo contrario del conocer, la ignorancia, es la causa del sufrimiento. Nyaya busca convalidar el conocimiento mediante la percepción, la inferencia, la comparación, el testimonio. Y la escuela Vaisheshika, fundada por Kanada, es un sistema de atomismo pluralista, todo se construye a través de átomos indivisibles y eternos (paramadu), de tierra, agua, fuego, aire y el éter (akasha). Esta combinación de átomos es la base de todas las sustancias. La liberación acontece por el conocimiento de esta realidad. Este atomismo tiene algunas afinidades con la versión original griega de la teoría atómica en Demócrito, y luego en Epicuro.

El sistema Mimamsa («investigación», «examen» o «pensamiento profundo»), por su parte, estudia los primeros textos védicos, no incluye los Upanishads entonces. El fin de este proceder es realizar los correctos rituales védicos (yainas) que permiten cumplir el deber religioso, el dharma, y avanzar espiritualmente. Los Vedas, así, son fuente última de conocimiento. Sin embargo, la doctrina mimamsá no abraza, como el vedanta, la vía ascética y mística que niega la existencia de la materia. Por el contrario, cultiva un materialismo por el que las cosas son reales y perceptibles por los sentidos, pero también son reales las almas que transmigran de cuerpo en cuerpo, hasta borrar todo resto de karma y alcanzar la purificación.

El más difundido sistema filosófico derivado del hinduismo es el Vedanta, anclado en los Upanishads ( de Upa ni-ṣad  ‘sentarse más bajo que otro, para escuchar sus enseñanzas). Los Upanishad son aproximadamente 200 textos sagrados, que fueron escritos en el contexto de la nueva cultura de las ciudades del norte de la India, que buscaban liberarse del poder de los sacerdotes brahmanes. y de su religiosidad ceremonial. Por eso los Upanishad se nutren de las experiencias místicas de quienes se retiraban a vivir en soledad en los bosques. En los Upanishads se propone la cuestión fundamental, más allá de las apariencias, de la identidad entre el alma (Atman) y la realidad última (Brahman); la conciencia profunda de esta verdad libera del ciclo de nacimientos y muertes.

El hinduismo se inseparable de la religión y sus escuelas de pensamiento, y también le da su sitio a la épica mediante el Mahabarata («la gran epopeya de la dinastia Barata»), una inmensa epopeya de alrededor cien mil versos, la composición literaria quizá más extensa de la historia, que narra la lucha por el poder y la ciudad de Hastinapura, entre los Kauravas y los Pandavas, dos familias emparentadas. Su sexto libro es el célebre Bhagavad Gita ( «el Canto del señor»). Aquí se produce la gran conversación entre el príncipe Arjuna y el dios Krisna, que es un avatar o encarnación de Vishnú.

Recordamos una película de Peter Brook, el director teatral británico, The Mahararata (1989), que recrea esta historia antológica. Nuestro sadhu guía nos asegura que este es un momento cumbre de todo el pensamiento místico de la India. Antes de una batalla, Arjuna no quiere combatir, no por cobardía, sino porque enfrente, entre sus enemigos, se encuentran conocidos y parientes. ¿Cómo matar a un primo, o a un tío? Krisna lo tranquiliza: por más que se empeñe nunca matará a nadie, a su espíritu más esencial y profundo. A lo sumo arrebatará a un alma de su último envoltorio carnal en la larga sucesión de nuevos cuerpos y reencarnaciones.

La embarazosa situación es contexto también para que Krisna le trasmita a Arjuna una doctrina basada en enseñanzas hinduistas sobre el deber (dharma), la importancia de la acción desinteresada (karma), la devoción (bhakti). Un diáfano torrente de sabiduría que se complementa con los Puranas, posteriores a la literatura védica, textos antiguos, en sánscrito, preñados de mitos, leyendas, genealogías, historias de dioses y la creación, una narrativa simbólica muy atendida por los hindúes hoy por hoy.

Las escuelas filosóficas hindúes como la Vaisheshika, Nyaya y Sákhya extienden relaciones también con la medicina ayurveda. El Ayurveda propone que la salud no es solo la ausencia de enfermedad, sino un estado de equilibrio armonioso entre cuerpo, mente y espíritu. En las prácticas ayurvédicas hay lugar para la sanación por la dieta, pero también por la meditación, el yoga y la fitoterapia (el uso de plantas medicinales).

Tenemos entonces por un lado la ortodoxia hinduísta y, por otro lado, como antes anticipamos, el criterio heterodoxo Nastika edificado sobre el cuestionamiento de la autoridad de los Vedas como escrituras sagradas y su no teísmo, su rechazo a un dios creador. Las escuelas lanzadas a esta posición son el Budismo, el Jainismo y la filosofía materialista Carvaka.

El budismo como escuela Nāstika, rechaza los Vedas, y modela su saber en un sistema filosófico dependiente de la nueva autoridad del Buda, de su historia de príncipe a iluminado, de su meditación bajo el árbol Bodhi, cuando descubre que la vida es dolor y su causa es el deseo, por lo que la conciencia debe despertar, evolucionar hasta desapegarse de este mundo y su violencia y prepararse para el nirvana, la disolución del alma en el todo.

Y el budismo (6) se ramifica en tres escuelas: Theravada, el «Pequeño Vehículo», una de las escuelas más antiguas, prioriza la no violencia, la compasión, la sabiduría, la senda de los monjes hacia la iluminación; la Mahayana, «el Gran Vehículo», rebosante de compasión, aspira no solo a la salvación individual sino a la iluminación de todos los seres sintientes; el Zen es una variación importante dentro de esta escuela; y el Vaijarayana, el «Budismo del Diamante», el tantrismo, una escuela originaria del Tíbet, para la que el tantra es camino ritual y simbólico hacia el éxtasis espiritual (7).

Y el jainismo también es tradición Nāstika, que rechaza la hegemonía del hinduismo védico. Como filosofía y religión surge en el siglo VI a. C, a través del reformador Mahavira. El jainismo practica los cinco votos: la no violencia (ahimsa), la verdad (satya), el no robar (asteya), el celibato (brahmacarya) y el no apego o posesión (aparigraha).  La ahimsa exige la no violencia respecto a ningún ser vivo, lo cual conduce a un rígido vegetarianismo. Y el jainismo es jiva, las almas conscientes, y ajiva, las no conscientes.

Figura de Buda en Mahabodhi.El Templo MahabodhiTemplo del Gran Despertar o Templo de la Gran Iluminación, es un templo budists  en Bodhgaya o B9dj Gaya, a 96 km de Patna, estado de Bihar. Se acomoda en el lugar en que Siddhartha Gautama llegó a la iluminación y de convirtió en Buda. Junto al templo hay un monasterio, el Bodhimanda Vihara, y crece allí la higuera sagrada bajo la que, según la tradición, ocurrió la iluminación. 

Cuando el alma se hace consciente, despierta y comprende la limitación de las perspectivas, ningún punto de vista por sí solo puede comprender el todo. Esto se demuestra por la parábola del elefante y los ciegos. Seis hombres no videntes quieren conocer un elefante. Cada uno toca diferentes partes del animal, y dicen que el elefante es una pared, una soga, una serpiente, un pilar, un abanico o una lanza. Nadie percibe el elefante en su totalidad. La verdad es siempre subjetiva y parcial, limitada, lo que debe llevar, por fuerza, a deducir que lo más inteligente es la tolerancia, la humildad, la suma de los distintos ángulos interpretativos.  

Un rey así se los explica:
«Todos ustedes están en lo cierto. La razón por la que cada uno de ustedes esté diciendo diferentes cosas es que cada uno de ustedes tocó una parte diferente del elefante. Por lo tanto el elefante tiene todas las características que mencionaron».

Y esto mueve el barco de la reflexión jaina hacia la corriente de su fundamental doctrina anekantavada. El pluralismo, la variedad de enfoques, la multiplicidad de ángulos de observación y la impugnación de un único punto de vista que pretende oficiar como verdad absoluta.

A pesar de sus diferencias, el budismo y jainismo natikas observan importantes coincidencias con la tradición védica y su filosofía Upanishádica.  Aquí también el gran objetivo es Moksha, la liberación del alma del karma y ciclo de nacimiento y muerte (samsara).

Pero el sistema naiska realmente diferente es Cārvāka, del siglo VI a. C, la escuela materialista del pensamiento indio que niega a Dios, el alma, el karma, la reencarnación, un más allá, la supervivencia a la muerte física. Para Carvaka, la religión es un instrumento de dominación, y los tan ponderados rituales védicos son parte del gran engaño. Cārvāka pregona su materialismo y ateísmo. El conocimiento deriva solo de la percepción empírica, y la ética solo es hedonista, porque esta escuela predica el «comer, beber y estar alegre», como gran máxima de vida.

Todas las filosofías mencionadas son hoy motivo de estudio académico, joyas especulativas para filósofos e historiadores, que en nada influyen en el común de las gentes, salvo las versiones religiosas del budismo, el jainismo, el yainismo y el shivaísmo. En Occidente, este caudal filosófico indio, a partir del siglo XIX y XX, ingresó a raudales, como el caso, en su momento, del muy difundido Paramahansa Yogananda (8).

La filosofía clásica de la India no puede separarse de una atmósfera de vivencias y expectativas religiosas. Eso ocurre también en una gran contribución del pensamiento matemático indio al Occidente moderno. Este es el caso de Srinivasa Ramanujan (1887-1920), matemático hindú autodidacta, pobre, de una escasa educación formal, trabajador del correo. A pesar de esto, por su increíble capacidad, Ramanujan es aceptado en Cambridge, Inglaterra, como colaborador del matemático G.H.Hardy. Hace grandes contribuciones en, por ejemplo, la teoría de números, las series y las fracciones continuas. Su vida y su vínculo con Hardy es recreado en la película El hombre que conocía el infinito (2015).  Su rara habilidad, Ramanujan la atribuía a una diosa venerada en su familia: la diosa hindú Namagiri (tiene su templo en Tamil Nadu). Ramanujan aseguraba que, en sueños, la diosa lo inspiraba, era su musa, le entrega ecuaciones y teoremas. Para el genial matemático indio, una ecuación solo es valiosa si es un pensamiento de Dios.

La India también aportó a las matemáticas el cero y el sistema decimal.

VI

Entre los sadhus y las festividades

Un sadhu de la India (Wikimedia)

Y es momento de darle presencia a nuestro sadhu guía, pero en su genuina identidad, no dentro de nuestro relato. Los inefables sadhus. Luego de estudiar, ser padre, ser peregrino, algunos eligen ser sadhus.

Sadhu es quien renuncia a una anterior vida terrenal de normalidad, mundanidad, familia, y elige el camino de penitencia, austeridad, que lo convierte en asceta monje hindú que avanza entre aldeas, ciudades, ríos y tormentas en aras de la iluminación (moksha). Vive dentro de la sociedad pero también en cuevas, bosques y templos, siempre en cultivada indiferencia respecto a placeres y dolores insuperables. Se entrega a romper las cadenas de un materialismo agobiante por amor a algo divino. Son hombres y mujeres. Quizá sean 4 o 5 millones, entre India y Nepal. Muchos, muchos. Los ciudadanos los alimentan a cambio de sus oraciones. Los veneran, respetan, temen. Algo asombroso.

Los sadhus tradicionales se rapan el cráneo como un signo de renuncia. Son nómades. No se radican en un lugar exclusivo. Moverse los mantiene alertas. Meditan, peregrinan, leen textos sagrados. Su modelo de vida es el dios Shiva, en su condición de asceta que anhela superar el egoísmo, el deseo, la maya o la ilusión. Representan esta búsqueda con tres rayas de cenizas en su frente; su túnica de color azafrán expresa que se han empapado en la sangre de Parvati, la consorte de Shiva.

A los sadhus se los llama «baba» (padre/abuelo), «swami», «mahatma» o «yogi». Son diferentes entre sí. Unos son los akharas, descendientes de los primeros de su tipo, nacidos en el siglo VIII, buscan controlar su cuerpo y mente por las virtudes del yoga. Además de los sadhus, como los Shaiva, devotos de Shiva, también están los Vaishnava, devotos de Vishnu. Y los Nagas, los que viven desnudos, cubiertos de cenizas sagradas, con cabelleras crecidas en bucles. Y los sadhus masculinos tienen su equivalente femenino, llamadas sadhvi.

Muchos de los sadhus se reúnen, junto con muchos otros peregrinos, en la gran fiesta de Kumbhamela, el rito fundamental del hinduismo, la concentración religiosa de peregrinos más grande del mundo celebrada cada doce años, que suele reunir cien millones de personas, quienes ansían purificarse en el Ganges y otros ríos, para sanearse y mejor renacer.

Y las fiestas son parte de la particular esencia de la India. Además de las festividades nacionales como el Día de la República (26 de enero) y el Día de la Independencia (15 de agosto), destacan las festividades religiosas como el Diwali, la entrada del año nuevo hindú, la festividad más grande e importante de la India; las familias entonces adornan sus casas con lámparas (diyas). A esta festividad se lo conoce como el «festival de las luces», es la victoria de la luz sobre la oscuridad, del bien sobre el mal; también se venera a las divinidades Lakshmí, consorte del dios Vishnú; al dios Ganesha, y la diosa Kali. Y se conmemora a Krishna cuando da muerte al demonio Narakasura, y libera dieciséis mil doncellas que éste tenía prisioneras; y se recuerda al príncipe Rama que derrota al rey de los demonios, Rávana. Rama después vuelve a la ciudad de Ayodhya. Para ayudarlo a encontrar el camino de regreso, los habitantes de la ciudad pusieron lámparas en tejados y murallas. Por eso la tradición de las luces encendidas en la noche.

Junto con el Mahabarata, el Ramayana es la otra gran epopeya de la literatura de la India en sánscrito. Se le atribuye al sabio Valmiki. El protagonistas es el mencionado príncipe Rama, encarnación del dios Visnú. 

Rama es el príncipe del reino de Ayodhya. Es obligado a abandonar la corte y exiliarse por 14 años en el bosque. En su exilio, lo acompañan su esposa Sita y su hermano Lakshmana. Entonces, el rey demonio del reino de Lanka, Rávana, de diez cabezas, secuestra a Sita. Con un ejército de monos comandado por el leal Jánuman, Rama va al rescate de Sita. Se produce una gran batalla épica, en la que Rávana es derrotado por Rama y sus fuerzas. El príncipe rescata a su esposa. Y vuelve a Ayodhya, donde es coronado rey. ¿No es emocionante que luego de vencer y rescatar a Sita, en cada fiesta Diwali, Rama vuelve de la gran epopeya?, nos pregunta el shadu. Sí, lo es.

Y otra fiesta es el Holi, «cuando llega la primavera», festividad de los colores; o Ganesh Chaturthi, celebración del nacimiento de Ganesha, deidad con cabeza de elefante, que se celebra durante varios días, con estatuas de arcilla del dios que se sumergen en el agua; es el regreso de la energía divina del dios Ganesha a su hogar celestial. En este proceso, purifica el mundo.

Y el Festival Onam, el festival de la cosecha de Kerala, que celebra el regreso del rey Mahabali, un rey justo, adorador de Visnhu, uno de los dioses fundamentales del hinduismo. Mahabali fue víctima del engaño del enano Vamana, que lo envío al inframundo, pero con la compensación de poder visitar Kerala una vez al año. La visita anual de este mítico rey es lo festejado en Kerala en el festival de Onam. Mahabali es un rey benévolo, eterno dador de prósperas cosechas, garante de un nuevo comienzo. Durante diez días se extienden las celebraciones que une a devotos de distintas religiones, hindúes, cristianos, musulmanes, que comparten un banquete, danzas, elaboran tapices de flores para la entrada de las casas, diversas actividades siempre traspasadas por el común simbolismo de un nuevo nacer, un nuevo reverdecer.

VII. La música del tiempo

Y recordamos que cuando adolescentes, descubrimos la música de Ravi Shankar, esto fue incluso antes de nuestra lectura de libros de la filosofía y cultura de la India. Ravi Shankar (1920-2012), era un maestro del sitar, un instrumento de cuerda pulsada, de característico sonido resonante. Shankar era bráhmana por nacimiento, es decir creció en la casta sacerdotal india afín a los artistas y los músicos. Como ocurre con otras culturas milenarias, la música en la India, en sus orígenes, es inseparable de la religión y la espiritualidad. La diversidad de música, como todo los demás, en la cultura india es muy compleja.

En la música clásica de la India se abren dos grandes sistemas. El primer tipo es la música del Indostán, en el norte, el este y el centro del país. Sobresale el raga, una estructura melódica que evoca un estado de ánimo y emoción, y el tala, que determina el ritmo. Lo mismo ocurre en la música carnática, predominante del sur de la India, que no se entrega a la improvisación que se cultiva en el Indostán, ya que sus composiciones son de un gran rigor estructural. El origen de este tipo de música vibra en los cantos védicos de más de 6000 años.

Los cantos védicos son la forma tradicional de recitar los Vedas, con sus inveterados textos en sánscrito, y su profusión de poesía, mitos y filosofía del hinduismo. En los comienzos de esta tradición resonaban mil cánticos originales, hoy solo se conservan 13.

Es una experiencia de encantamiento místico e hipnótico escuchar el canto budista de Ladakh, la recitación de textos del budismo en sus ramas Mahayana y Vajrayana, en la región transhimalaya de Ladakh, en los cánticos de la secta Geluk, con sus gorros amarillos; y también son destacables otros cánticos de las sectas budistas como las Nyngma, Kagtud o Shakya. Esta practica musical aspira a calmar y purificar la mente, bendecir a divinidades y la población, propagar bienestar moral y espiritual. Los cantos resuenan junto a trompas, tambores y cascabeles, mientras los monjes cantores hacen gestos con las manos (mudras) en representación del Buda divino.

Cánticos de la secta Geluk (Foto reporte de la ANU)

Otro cántico que ansía elevar es el Kirtán, un canto colectivo y devocional indio, que repite mantras, como el mantra Hare Krishna, a través de «llamadas y respuestas», que procede del camino devocional del Bhakti Yoga.

En la música de la India, las svaras, sus siete notas musicales equivalentes a las notas de la escala occidental (Do, Re, Mi, etc.), se diversifican en 22 microtonos, lo que enriquece el sonido musical con múltiples matices. Y además del mencionado sitar, los instrumentos musicales de la India, que difieren según las regiones, incluyen tablas o dos tambores de manos, la tambura, un instrumento de cuero que produce un sonido de zumbido constante, la bansuri, o flauta transversal tradicional, o el saron, con sus cuerdas sin traste, una  superficie del mástil lisa, con un profundo sonido característico.

Al ver documentales sobre las culturas asiáticas, siempre me atrajeron los vívidos colores de los vestuarios de su danzarines. Es el caso, claro, también de las danzas indias. El Sangeet Natak Akademi, la principal institución de artes escénicas de la India, distingue ocho danzas clásicas principales, y muchas danzas folklóricas (9).

Shadus, fiestas y la música tradicional, le dan fuerte presencia a la honda India ancestral que coexiste con el otro país de las tecnologías que exigen renovación y aires del futuro.

VIII

Esos templos donde orar, ese río en el que renacer

 Interior el templo hinduista de Akshardham en Nueva Delhi ver el artículo Templo de Akshardham de Delhi, el templo gigante

Algunos países, como Brasil, España o la India, tienen gran cantidad de templos religiosos. En el gigante asiático, aunque es imposible una determinación exacta, hay alrededor de 650 mil templos en actividad, concentrados en su gran mayoría en el estado de Tamil Nadu. En su espectro de creencias sobresale el hinduismo con casi el 80 por ciento de la población, el Islan 14,2%; el cristianismo, el 2,3; el sijismo el 1,7 %; el budismo 0,7 %; el jainismo, 0,4 %; y otras religiones también cultivan sus formas de la fe como el zoroastrismo, el judaísmo, la fe bahá’í, y diversas religiones tribales.

En el hinduismo el Trimurti es la trinidad de sus dioses principales con Brahma, el dios creador que emerge del ombligo de Vishnu, dios que flota en un universo primario creador, dios preservador, garante del orden cósmico; y Shiva, dios destructor que, con su danza al final de la edad del Kali Kuga, incendia y destruye el universo, para que todo vuelva al caos y las cenizas, para luego comenzar otro ciclo.  

En la India la Tierra misma es sagrada dado que el hinduismo la venera como la diosa Bhumi Devi (Madre Tierra), representante de la fertilidad y la fuerza vital. La Tierra fértil también se vincula con otros de sus aspectos, lo destructivo como la diosa Kali, destructora de demonios, encarnación de la energía divina Shaki, y garantía de la muerte como paso a una nueva creación y renacimiento.

Muchos templos en la India repiten el Monte Meru como modelo mítico. Es la montaña sagrada que funge como centro del universo, un axis mundi o eje cósmico, que vincula lo espiritual, lo físico y metafísico. Su cima es camino hacia la iluminación. El Monte Meru es así símbolo del cosmos y la unión de lo divino y lo humano, del cielo y la tierra.

Tal vez debería preguntarle a un shadu que haya recorrido toda la India, sobre algunos, al menos, de los grandes templos en el subcontinente indio. Podría alentarnos, por ejemplo, a ver el Templo Dorado de la India (Harmandir Sahib), lugar de peregrinación del sijismo, en Amritsar, no lejos de la frontera pakistaní (en el estado de Punjab), con estilos hindúes e islámicos, y una radiante cúpula de oro, símbolo de pureza espiritual, con cuatro puertas que dan la bienvenida a todos.

O el shadu puede hablarnos del Templo Srirangam Ranganathaswamy, consagrado a Maha Vishnu, la divinidad suprema del vaishnavismo  (rama del hinduismo que venera a Vishnu como dios supremo, a menudo personificado como Krishna o sus otras encarnaciones o avatares); el templo más grande de la India, el mayor complejo religioso del mundo. O el Templo Dorado Sri Lakshmi Narayani, dedicado a Maha Lakshmi, diosa de la riqueza, el poder y la prosperidad, todo cubierto de oro puro. O el Templo Nellaiappar, consagrado a Shiva, de quizá 3000 años de antigüedad, con varios santuarios esparcidos en una gran extensión, y con sus gopurams, «puertas-torre» ornamentales, en las entradas a los distintos recintos del templo, estructuras típicas del sur de la India, con forma piramidal, adornadas con esculturas de dioses y figuras divinas. Otro rasgo sobresaliente de este extraordinario templo son sus 48 pilares musicales tallados en una sola roca en torno a su columna central. Los pilares están compuestos de rocas acústicas que producen las siete notas musicales básicas cuando se las golpea.  

Uno de los gopurams del Templo Nellaiappar. Sobre sus pilares musicales se puede visitar este interesante artículo: Templo de Nellaiappar: Explorando el sonido a través de la piedra

Y los Himalayas, también debemos recordar, son lugar de una importante densidad de santuarios del hinduismo y el budismo. En el norte, los Himalayas son compartidos por Nepal, el Tíbet y la India. Las grandes montañas se cubren en parte de nieve y glaciares, bosques y praderas. En los Himalayas indios nace el río Ganges, y son territorio de numerosos templos y destinos de peregrinación como, por ejemplo, el templo de Kedarnath, a más de 3,500 metros de altitud. En Dharamsala, se halla la sede del Dalái Lama luego de que el Tíbet fuera anexado por China.

Y los últimos tres templos que nuestro sadhu nos aconsejó valorar y percibir irradian su ansiedad religiosa en Tamil Nadu. Y el de mayor apariencia de arquitectura de vanguardia es la Casa de Adoración Baha’i en Delhi, el llamado Templo del Loto, por su forma de la flor de loto con sus hojas que se abren, inaugurado en 1986. Templo del bahísmo, fe que, aunque de raíces islámicas, reconoce a Krishna como manifestación divina del único Dios, del que proviene todas las religiones. Llamada al universalismo, lo interreligioso y la tolerancia porque todos son recibidos en el bahísmo sin necesidad de renunciar a sus propias tradiciones. O también puede sorprendernos, según lo que nos sugiere el sadhu, y mucho, el templo hinduista Akshardham, inmenso, un conjunto de templos, en Delhi, obra concluida en 2005, construido con miles de artesanos y voluntarios. Un gran esfuerzo colectivo y devocional.  

Y nuestro sadhu nos detiene junto un río. Nos anuncia que es momento de entrar a Varanasi, el genuino corazón espiritual de la India, a orillas del sagrado río Ganges, ciudad que según la tradición fue fundada por el dios Shiva, centro ritual del hinduismo, lugar de peregrinación para jainistas y budistas. 

Los hindués creen que morir en Varanasi, y ser incinerado en la orilla del Ganges, otorga la liberación final del ciclo de muerte y renacimiento (moksha). Bañarse en las aguas del río sagrado purifica y lava los pecados. Las escaleras que descienden al río se compone de 88 ghats (escalones). El más notable es el Ghat Manikarnika. Aquí, las cremaciones se realizan, sin detención, día y noche. En el Ghat Dashashwamedh, se honra a los dioses. Cuando la tarde se extingue, se repite la ceremonia del ‘ganga aarti‘, que venera a la diosa del Ganges, Ganga. Son habituales las ofrendas de flores y velas. Los sacerdotes tributan plegarias y fuego al Ganges, en cuya corriente se funde lo terrenal y la inveterada necesidad de divinidad.

Varanasi, el Ganges, sus escalinatas o ghats

IX

Vacas, fakires, encantadores de serpientes, y la potencia emergente

Vacas sagradas en la India

Una de las primeras cosas y más llamativas que solemos saber de la India es su, para nosotros, insólita veneración de las vacas. Desde el siglo IV a. C., la vaca es venerada. En el hinduismo, especialmente, las vacas son sagradas por varias cuestiones inherentes a la idiosincrasia de la sociedad hindú.

En el hinduismo se la llama a menudo Gau Mata (Madre Vaca); cada vaca visible participa de la vaca mitológica, Kamadhenu, vaca divina venerada como madre de todas las vacas. Este animal se asocia al culto de otras divinidades. El dios Krishna a veces se representa como un pastor de vacas; el dios Shiva cabalga sobre su montura, Nandi, un toro que también es venerado. La vaca nutre con su leche, como un madre; por eso su generosidad, su dar vida; es así símbolo también de la riqueza, la abundancia, la prosperidad de la Tierra. La reverencia al ganado vacuno también emerge del principio hindú de ahimsa o no violencia; respetar a las vacas se considera un acto virtuoso rebosante de compasión hacia todos los seres vivos.

Pero en su sentido estrictamente práctico, terrenal, las vacas son útiles dentro de la economía y la agricultura. Por ella, el humano produce ghee o mantequilla clarificada, su estiércol como fertilizantes y su uso en rituales de cremación para simbolizar la purificación; los bueyes sirven para arar los campos. De esta manera, el valor económico de la vaca viva es mayor que el de su carne. 

La veneración de las vacas sigue hoy, casi inalterable, en la sociedad moderna de la India.

Y también la India suele ser asociada con los faquires y los encantadores de serpientes. Los faquires (del árabe faqīr, que significa «pobre»), son el ejemplo de una devaluación de su sentido espiritual originario. En esencia, un fakir es un asceta que mortifica su cuerpo como parte de una devoción religiosa. Puede ser de origen musulmán o hindú. Pero hoy suelen ser vinculados con el término también artistas de circo que practican actos de resistencia al dolor, aunque esto, en su origen, era parte de patrones de compartimientos religiosos. En efecto, en sus orígenes, los faquires aparecieron como ascetas sufíes (musulmanes), que buscaban la iluminación espiritual y que vivían de la caridad luego de renunciar a sus posesiones materiales. El camino faquir fue adoptado también por ascetas hindúes penitentes. Signo de un estado espiritual especial es la mente que domina el dolor físico. De ahí el sentido ritual de los ejercicios de mortificación y resistencia como la experiencia dolorosa de tirarse sobre una cama llena de clavos; andar sobre un camino de brasas ardientes sin quemarse; tragar objetos peligrosos como cuchillos, espadas, o también fuego. La significación espiritual originaria de estas practicas devino luego espectáculo en ámbitos circenses.

En la India, por su parte, los encantadores de serpientes son llamados sapera o sapurakela. Muchos de ellos pertenecen a grupos nómadas como el pueblo Kalbelia de Rajastán. El encantador toca su flauta denominada pungi, y, en apariencia, hace danzar a los reptiles que carecen de oídos externos; sí reaccionan a los movimientos del encantador y a las vibraciones de su instrumento, que el animal decodifica como amenazas. La supuesta danza de la serpiente es entonces un movimiento defensivo. Antes del encantamiento, muchos encantadores le arrancan al animal sus colmillos y glándulas venenosas para neutralizar su peligro; esto le provoca al reptil una muerte irreversible, lenta, dolorosa. Por eso el encantamiento de serpientes ha sido prohibido por maltrato animal, a través de la Ley de Protección de la Fauna de 1972, que castiga la captura y el manipulación de animales salvajes para espectáculo. Muchos encantadores buscan hoy zonas rurales y con aflujo de turistas para interactuar con sus serpientes.

Pero el encantamiento también es otro ejemplo de degradación o desplazamiento desde lo religioso a la puramente utilitario. En el hinduismo, la relación con los reptiles era espiritual. Las serpientes son Nagam, dioses, que generaban rituales de adoración como el festival de Naag Panchami.

De lo espiritual al espectáculo, de esto también es parte el truco de la cuerda india, ese famoso truco de magia con un mago, una cuerda que asciende, un niño que trepa hasta su vértice superior, mientras la soga permanece perfectamente erecta. Un truco que seguramente pertenece más a una leyenda que a una realidad documentable, por eso a veces se habla de él como «la ilusión más grande del mundo». Otro aspecto de lo mágico, real o imaginario, pero como parte del asombro y el entretenimiento.

Y la India actual participa de la sociedad del entretenimiento o el espectáculo a través de Bollywood, su industria cinematográfica, de expansión global, asentada en la ciudad de Bombay (ahora Mumbai). Bollywood, término acuñado en la década de 1970, es una combinación de «Bombay» y «Hollywood», y su oferta de entretenimiento es ingente: películas, musicales con cantos y danzas. No incluye todo el cine indio, en especial abarca el cine en idioma hindi. La película Slumdog Millionaire (2008), de origen indio y narrada en la India, en el asentamiento de Dharavi, en Munbai, que ya mencionamos, ganadora del Oscar como Mejor Película y Mejor Director, es una producción británica, pero está salpicada por el estilo de Bollywood.

Y aquel éxito cinematográfico es parte de la trascendencia contemporánea de la India no solo en la esfera del entretenimiento sino en otras dimensiones que emplazan al gran país asiático como clara potencia emergente. Más allá de sus aspectos modernizadores a los que ya aludimos, la India es una economía que se posiciona para ser la tercera potencia económica mundial por el crecimiento de su PIB, luego de China y Estados Unidos. Para este propósito contribuye su clase media, con la mayor población del mundo, y por lo tanto un gran mercado que puede ir emancipando de la pobreza a cada vez más personas, y con gran capacidad para atraer capital extranjero que le permite perfilarse como líder en manufactura y tecnología, de software, farmacéutica, y semiconductores.

Y en la India contemporánea también es determinante su potencia nuclear y su importancia geopolítica por su peso en el Océano Indico, y las rutas de navegación que llegan desde el Pacífico a sus puertos. Y su relación con los BRICS, como estrategia de comercio y cooperación económica dentro de un esquema global multipolar, busca vínculos de equilibrio o multialieniación con otras potencias como Estados unidos. Y, a diferencia Rusia y China, que recurren a los BRICS en un escenario de confrontación con el poder occidental, India ensaya una hábil diplomacia para forjarse una conveniente y pragmática neutralidad.  

Y la India, como vimos también, ve hacia las estrellas. Una forma moderna y complementaria a su ancestral apetencia de una elevación del alma hacia la inmensidad espiritual del espacio. Además de su épica llegada por primera vez en la historia al polo sur de la Luna, la Organización India de Investigación Espacial (ISRO) diseña y fabrica y lanza sus propios satélites al gran espacio profundo mediante su avances en motores criogénicos. 

Y, para 2030, mediante la misión tripulada Gaganyaan, el país del yoga, los Upanishadas, el Kumbh Mela y una plétora de religiones, busca poner los primeros astronautas indios en la plateada superficie lunar.

X

Parciales visiones de la India

Izquierda, la India ancestral; el Kumbh Mela; derecha la misión Chandrayaan-3 de la India que llegó al polo sur de La Luna, en 2023, el primer país en conseguir esta hazaña.

Estas entrevisiones de la India solo rozan parte de una riqueza inabarcable, como el ala de un ave acaricia solo la copa de un árbol entre miles de otros en un bosque.

Pero del árbol que acariciamos penden varias de las ramas más elásticas y fuertes de la milenaria cultura india. Asombra la India como explanada de convergencias: lo más antiguo coexiste con las flechas veloces de la ultra-modernidad tecnológica. Una coexistencia cultural de opuestos complementarios: lo abierto a los legados ancestrales y las potencialidades del tecno-progreso; el dinamismo de lo cotidiano animado, a la vez, por la herencia védica e hinduista, sus profundos sistemas filosóficos, su música y danzas y fiestas, y Varanasi, los ritos, las religiones, los matrimonios hiper ritualizados, y las naves espaciales lanzadas al espacio cósmico, vasto y oscuro, y los grandes avances de su informática digital aplicada a los servicios públicos y bancarios.

La India es también ejemplo de un materialismo que se consolida como parte de la adaptación a las dinámicas del comercio mundial; y también es laboratorio de la continuidad y paradojal manipulación del sistema de castas no solo por el establishment, sino también por los supuestos perjudicados para obtener más beneficios.

Y la India es la fecundidad del pensamiento que se adelanta al pensar occidental. Antes de las filosofías griegas de la antigüedad, el país del Indo ya pensó el encuentro entre filosofía y mística, el atomismo, el escepticismo y un ateísmo desenfadado. Y el gran legado de la meditación místico hindú es la concepción, creemos que hoy de vanguardia, de que la espiritualidad humana puede superar el yo encerrado en sí mismo hacia una conexión con una honda realidad, misteriosa y plena de sentido.

La India es también actor no solo de un sistema de castas, sino también de la hospitalidad y contención de millones de sadhus, no productivos en términos de la sociedad capitalista contemporánea. La itinerancia del sadhu trasplantada a Occidente sería solo experiencia de confusión, mendicidad y colapso. En la India, la busca espiritual, en muchos casos es solo mera repetición de la tradición; sin embargo, es legitimada socialmente, de modo que el sadhu es también «uno de los nuestros», un garante de la identidad nacional.

La interacción india entre lo antiguo religioso y la innovación moderna alcanza también a la arquitectura de los templos. Por un lado, el templo hinduista Akshardham, inmenso, en Delhi, la obra concluida en 2005 por el esfuerzo de miles de artesanos y voluntarios, y la arquitectura de vanguardia de la Casa de Adoración Baha’i en Delhi, el templo con su flor de loto cuya hojas se abren en un diseño hipnótico y futurista, inaugurado en 1986.

El deseo de fuga de la rueda de nacimientos y muertes y aligeramiento del karma, es, quizá, por un lado, parte de una estrategia de justificación de jerarquías y la desigualdad estructural; pero también es necesidad de un antídoto ante el sufrimiento cotidiano, bajo un cielo sin esperanza.

En el país más poblado del planeta, millones de humanos atrapados entre el cauce de las tradiciones y las escaleras que no solo bajan al Ganges, sino también hacia la corriente del futuro innovador.

Y en el campo o en las grandes ciudades, cerca de la música de los ríos, los niños indios corren, en su nueva encarnación, bajo otra lluvia de verano.

Notas

(1) «El acercamiento a Almotásim», es una crítica literaria sobre una novela ficticia del autor hindú inexistente Mir Bahadur Alí, de Jorge Luis Borges. La supuesta novela de Alí se presenta como una historia policial ambientada en Bombay.

(2) Asha Thadani narra la vida de los dalits mediante sus fotografías en su serie en blanco y negro titulada Broken, y es autora también de Las tribus perdidas de la India.

(3) El Yogi Ramacharaka fue un seudónimo utilizado por el escritor ocultista estadounidense William Walker Atkinson (1862-1932) para publicar sus obras sobre yoga y filosofía oriental, en colaboración con el gurú hindú Baba Barata. Juntos, escribieron libros influyentes que popularizaron los conceptos de la India en Occidente a principios del siglo XX. 

(4) Vicente Fatone ( 1903 -1962) fue un filósofo argentino especializado en la historia de las religiones. Autor de El budismo “nihilista”, editorial Eméce, Ciudad de Buenos Aires. En su momento, ed. Sudamericana publicó una importante recopilación de sus obras y, recientemente, la Fundacion Banco Santander ha publicado Vicente Fatone. La fábula mística. Textos esenciales, 2025. Aquí se incluyen sus textos sobre filosofía, poesía, mística, y la India védica y el budismo.

(5) Heinrich Zimmer (1890- 1943), indólogo, lingüista alemán e historiador del arte del sur asiático, reconocido por sus obras Mitos y símbolos de la India (ed. Siruela), y Filosofías de la India, ed. Emecé. Zimmer es el erudito alemán más importante en filología india después de Max Müller. ​En 2010, se inauguró una «Cátedra Heinrich Zimmer de Filosofía e Historia Intelectual de la India» en la Universidad de Heidelberg. En esta página publicamos una parte del capítulo II de su Filosofías de la India: La filosofía como poder en la antigua India. Aquí, en La mirada Linceo, recomendamos también el ensayo del amigo Sergio Fuster sobre La India su espiritualidad y literatura.

(6) La bibliografía sobre el budismo es también inabarcable. Pero nos gustaría recomendar ¿Qué es el Budismo? (1975), ensayo de Jorge Luis Borges sobre el budismo desde su mito, su historia, su elevación ética., sus Cuatro Nobles Verdades y el Óctuple Sendero. Las Cuatro Nobles Verdades son el fundamento del budismo y resumen la enseñanza de Buda sobre la naturaleza del sufrimiento y el camino para trascenderlo. Se comparan con un diagnóstico médico: identifican el problema, su causa, la posibilidad de curación y el tratamiento para lograrla. Las cuatro nobles verdades son la verdad del sufrimiento físico y emocional (Dukkha); la verdad del origen del sufrimiento que se conecta, en esencia con el deseo y la frustración del deseo (Samudaya); la verdad de la cesación del sufrimiento (Nirodha), la cesación total del sufrimiento es el Nirvana, el estado de paz, liberación e iluminación. Como propuso para seguir este camino y preparase luego para el Noble Óctuple Sendero, se debe seguir un «Camino Medio», un sendero evita los extremos del ascetismo severo y de la entrega sin frenos en los placeres.

(7) Entre las muchas posibilidades para explorar la riqueza filosófica del yoga, puede recomendarse la obra de Mircea Eliade, el gran historiador religiones comparadas, «El yoga: inmortalidad y libertad» , obra en la que estudia la espiritualidad y filosofía india conectada con la libertad absoluta y la inmortalidad mediante la técnica yóguica de la meditación y el control del cuerpo y la mente. También aquí, en esta página, también le dedicamos un ensayo a la cuestión del yoga tantra: Más allá de Occidente; entre el yoga y el tantrismo.

(8) Paramahansa Yogananda (1893-1952) fue un yogui de la India, precursor del yoga en Occidente, asociado al método llamado kriya yoga. Autobiografía de un Yogui (1946), es el más difundido de sus libros, en uno de cuyos capítulos describe una experiencia de amplitud espiritual de la conciencia. Autobiografía de un Yogui (1946) trasciende el Hatha Yoga, el aspecto del yoga que depende fundamentalmente de los asanas o posturas corporales orientados a la salud física. La obra no es exactamente un recorrido autobiográfico de Yogananda, sino más bien un devenir por la meditación, introspección y expansión espiritual. La práctica yóguica de Yogananda es el Kriya Yoga, un yoga espiritual que ansía la unión del individuo con lo divino a través de técnicas de meditación, como el pranayama (control de la respiración), que implica la manipulación consciente de la energía vital (prana) a través de la respiración y la activación de los chakras (centros de energía) del cuerpo. Lahiri Mahasaya, yogui hindú, en el siglo XIX, lo popularizó, y luego fue promovido por Paramahansa Yogananda, su discípulo, a principios del siglo XX. «Kriya» significa sánscrito «acción» o «ritual». El Kriya Yoga sostiene que en el ser humano duermen energías espirituales latentes que, de despertarse, propician una experiencia directa de la Divinidad.En su capítulo 14, «Una experiencia de la conciencia cósmica», Yogananda manifiesta: «Aquietando mis pensamientos cada día, pude librarme de la ilusoria convicción de que mi cuerpo era una masa de carne y huesos que transita por el duro suelo de la materia. El aliento y la inquietud de la mente, según advertí, eran como tormentas que perturbaban el océano de la luz con oleadas de formas materiales: tierra, cielo, seres humanos, animales, aves, árboles. Ninguna percepción del Infinito como única Luz puede obtenerse excepto calmando tales tempestades. A medida que silenciaba los dos tumultos naturales, podía contemplar las multitudinarias olas de la creación diluirse en un reluciente océano, lo mismo que las olas del mar, cuando pasa la tormenta, se disuelven serenamente y retornan a la unidad».

(9) Las principales danzas tradicionales de la India se dividen entre las clásicas (como el Bharatanatyam, Kathak y Kathakali) y las folclóricas (como el Bhangra, Garba y Lavani), cada una con características únicas. Las danzas clásicas suelen tener raíces religiosas y se basan en narrativas antiguas, mientras que las folclóricas son expresiones comunitarias de alegría, festividades y vida cotidiana.

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