Reseña: Un mundo feliz, de Aldous Huxley. ¿Sufrimiento o hipnosis…? ¿Qué prefieres?

Paula Emmerich

Edición de Un mundo feliz, de Aldous Huxley, de Edisur.

Un mundo feliz, la novela de Aldous Huxley, publicada en 1932, es uno de los pilares de la literatura distópica del siglo XX. Huxley supo advertir los peligros para el futuro que suponía un impacto excesivo de tecnología y genética, y formas de estímulo y control.

Como observa Paul Emmerich, la autora del artículo que presentamos aquí, «un ejército estandarizado de trabajadores atontados será creado en botellas e incubadoras y se los condicionará para amar su ocupación y su rango». En la sociedad de Un Mundo feliz el control no se ejerce mediante la manipulación y el totalitarismo manifiestos, sino desde la administración de drogas y la producción artificial del placer. Personajes como Bernard o El salvaje son esenciales en el devenir de la novela, o el soma, la droga a la que recurren las personas toda vez que son estranguladas por la depresión. Así curan sus penas y mejor se controlan sus sentimientos. La advertencia sobre un mundo feliz que oculta su profunda infelicidad.

Un mundo feliz, de Aldous Huxley. ¿Sufrimiento o hipnosis…? ¿Qué prefieres? (*)

Por Paula Emmerich

¿No tiene su hechizo el vivir peligrosamente? Yo no quiero comodidad. Yo quiero a Dios, quiero poesía, quiero peligro real, quiero libertad, quiero bondad, quiero pecado.

—… Y el derecho a envejecer, a volverse feo e impotente, el derecho a tener sífilis y cáncer, el derecho a pasar hambre, el derecho a ser piojoso, el derecho a vivir en el temor constante de lo que pueda ocurrir mañana; el derecho a pillar un tifus; el derecho a ser atormentado.Un mundo feliz, de Aldous Huxley

Un mundo feliz nos presenta una sociedad distópica bajo un régimen totalitario en que se suprime la consciencia humana, pero el condicionamiento no se logra a a través del dolor y la humillación (como en la novela de George Owen, 1984), sino por el método contrario: las drogas y el placer.

El último fin es que la sociedad siga consumiendo en armonía. Si tan solo pudiéramos encontrar la droga sin efectos secundarios que nos mantenga felices… ¡Eureka!: Huxley inventó «el Soma». Con esta premisa, el autor construye el mundo feliz…

Una jerarquía de castas desempeñará los trabajos necesarios que sostienen este sistema económico, pero no es necesario esclavizar a nadie: un ejército estandarizado de trabajadores atontados será creado en botellas e incubadoras y se los condicionará para amar su ocupación y su rango. Las clases superiores serán dotadas de mayor inteligencia y belleza por un proceso de incubación más sofisticado, porque la población óptima «es la que se parece a los icebergs: ocho novenas partes por debajo de la línea de flotación, y una novena parte por encima». Todos serán condicionados a amar el sistema, a consumir y no pensar. Cuando emerjan dudas existenciales que alteren nuestro compromiso con la sociedad, bastarán unos gramos de Soma para retornar al estado de felicidad que sostiene el régimen.

Un mundo feliz es un libro esencial si te interesa ahondar en el tema de la consciencia y la libertad humana. Si eres aficionado a las narraciones realistas en que te enganchas con un protagonista que sufre y busca redención para sí mismo o su entorno, este libro puede desconcertarte, porque es en suma una sátira, cuya lectura requiere de un grado de desapego.

La primera parte del libro es literalmente un tour para que conozcamos este mundo de incubadoras, modificación genética de castas, condicionamientos pavlonianos en infantes y técnicas de hipnosis. Los juegos eróticos de los niños son parte del condicionamiento con el fin de que en la adultez se experimente absoluta libertad sexual sin represiones o vergüenza. El autor nos ofrece dos tours más: la visita a la Reserva de Salvajes y la visita de un salvaje a la sociedad moderna. Los protagonistas empiezan a perfilarse…

Bernard, que asumimos es el héroe o antihéroe de la novela porque ocupa la mitad del libro y muestra descontento con la realidad, revelará poco a poco las verdaderas razones de su disgusto. Tenemos la oportunidad de seguir la historia desde el punto de vista de John el Salvaje, quien aparece en la mitad del libro y se perfila como un rebelde… Sin embargo, su mundo de superstición y represión (la Reserva) parece dominar su consciencia. Lenina, una chica muy neumática (léase “sexi, llenita y durita”), tiene un deseo por experimentar amor o algo más que placer, pero parece olvidar su ansia cuando participa en las orgías de Soma.

Y el lector sigue a la expectativa: ¿en qué momento se cuestiona el mundo feliz? Se habla de la falta de Dios, de Shakespeare y de pasiones fuertes, pero la supresión de poesía y de vida espiritual no parece ser suficiente argumento para desbaratar al mundo feliz que ha logrado erradicar el sufrimiento humano.

No hay hambre, no hay enfermedades, no se experimenta el declive de la vejez, no hay dolor alguno ni en cuerpo ni en alma… Todos aman sus ocupaciones y sus rangos. Las castas inferiores, genéticamente embrutecidas, están felices de vivir bajo servidumbre. Se coopera en perfecta armonía y se sacrifica la individualidad por el bien común. En las orgías de Soma se trasciende el ego, se funden las almas en Una y se encarna al Ser Más Grande.

Por otro lado, la Reserva donde vive el Salvaje nos permite conocer un mundo alternativo. Aquí hay libertad, pero es una comunidad condicionada por las creencias y las costumbres irracionales de la tribu. Además de enfermedad y miseria, hay superstición y violencia, todo lo que el mundo feliz ha suprimido.

Es como si la moraleja fuera o sacrificas tu consciencia en aras de una sociedad estable o permaneces en un estado primitivo y brutal. Ambos mundos son extremos. El libro no plantea una tercera opción, que es posible, un mundo en que los seres humanos maduren emocionalmente, se libren del condicionamiento, ya sea tribal o moderno, y eleven su consciencia. Huxley habla de Islandia como aquel lugar en que se destierra a los inconformistas que no desean el mundo feliz. Un tour final a Islandia hubiera sido interesante…

En todo caso, no se explica bien por qué la individualidad y la comunidad son incompatibles, y por qué una consciencia superior corrompe la estabilidad. Al contrario, diría que aquellos que han logrado trascender el ego por vías de la compasión y la reflexión (y no drogas) no se aíslan, tienden a trabajar pacíficamente por elevar la consciencia en los demás.

En resumen, Huxley nos ha dejado un material impactante para pensar y nos da la oportunidad de visualizar hacia dónde nos dirigimos si continuamos con nuestra predilección por el atontamiento intelectual y el adormecimiento de nuestra consciencia. Un sistema económico y político que hará lo imposible para que continuemos consumiendo ya no es un producto de la imaginación. Junto a la obsesión por la belleza y la juventud; la modificación genética para el «perfeccionamiento» humano, que beneficiará a clases más pudientes; la resistencia al dolor y a las emociones negativas y la consecuente prescripción masiva de drogas; el entretenimiento constante y trivial, y las adicciones de todo tipo, hoy la sociedad humana en el siglo XXI se asemeja al mundo inconscientemente feliz de Huxley. Y no es necesario instaurar un gobierno totalitario.

Deja tu Soma, despierta tu consciencia.

(*) Este artículo fue publicado previamente en revista Masticadores.

Un mundo feliz, de Aldous Huxley, Editorial Plaza & Janes. 1969.

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