Sevilla, y entre el canto flamenco y el regreso de los marinos que dieron la primera vuelta al mundo

La bailaora Manuela Vargas en el tablao en calle San Jacinto, Sevilla, en una poleá en Triana

Sevilla, la capital de Andalucía. Ciudad pujante, de calidez mediterránea y desbordante de vida, de un gran casco histórico con su inmensa catedral, su Real Alcázar, el Archivo General de Indias. O de un emblemático barrio de Triana; aquí encontramos un raro caso de música flamenca, con su espíritu ancestral no dedicado a los turistas; y dimos también con las huellas del inmenso primer viaje alrededor del mundo, una aventura de muchos participantes y pocos sobrevivientes.

Sevilla, y entre el canto flamenco y el regreso de los marinos que dieron la primera vuelta al mundo (Texto Esteban Ierado, fotos Laura Navarro y E.I, todas las imágenes se pueden ampliar)

Llegamos a la estación de trenes de Santa Justa, en Sevilla. Ciudad de mucha historia, de calles amplias en su parte moderna, y de un vasto casco histórico de estrechas callejuelas, y el gigantismo sorprendente de su Catedral, y su torre, La Giralda. Sevilla la hermosa, la de enjambres continuos de turistas; la del río Guadalquivir que, como largo pez, divide a su paso en dos a la urbe; el azulado curso de las aguas que muchas veces se desbordaba para traer inundaciones, pero que también era la ruta líquida de circulación del comercio hacia y desde las Indias, fuente de gran riqueza que confluía en la ciudad, y en la Torre del Oro, luego del trabajo esclavo de los indios en el Cerro del Potosí en Bolivia, y otras partes del nuevo continente, que financiaban la edad de oro de la ciudad y el poder expansivo de la España imperial de Felipe II, y otros reyes.

En principio nos trae a Sevilla los tiempos de la América española, la Casa de Contratación y su célebre Archivo de Indias, y también las huellas romanas, como los restos de la presencia imperial en Itálica, la antigua ciudad romana, en las cercanías de Santiponce, fundada en el 206 a. C, y que brilló en tiempos del emperador Adriano.

 ​Pero lo que descubrimos excede, y en mucho, nuestras expectativas.

Llegar a una ciudad con un escaso conocimiento previo es garantía de perder más tiempo en ubicarse, pero también es fuente de sorpresas. Eso es lo que sentimos cuando por primera vez atravesamos la ciudad en bus, al recorrer sus anchas calles imponentes, flanqueadas por edificios de alturas regulares y bajas que no perturban la visión de un cielo vasto y radiante.

Sevilla es inseparable de la historia del comercio, del mar, del coraje de sus navegantes, viajeros, exploradores y conquistadores, de la fama de su Catedral, del Archivo General de Indias, de sus parques, y de sus pintores como Diego Velázquez o Bartolomé Esteban Murillo.

Pero en este relato lo que recrearemos, en especial, serán dos experiencias: la presencia viva del flamenco en el barrio de Triana, y las huellas de la expedición de Magallanes-Elcano, la primera que acometió la aventura titánica, rayana en lo imposible, de circunnavegar todo el globo, con frágiles navíos de atrevidos velámenes.

Antes de Triana

En el barrio de Triana la alegría andaluza se vierte en las calles, en los bares de tapas, sus iglesias. Una de ellas, la Iglesia de San Jacinto, un templo de un convento dominico del siglo XVII, de estilo barroco, en la esquina de las calles San Jacinto y Pagés del Corro. La calle de San Jacinto es de intenso ritmo peatonal, y conduce hacia el Puente de Triana que, en su primera versión, por siglos, comunica las dos márgenes del Guadalquivir con una hilera de barcazas. En los días de hierro de la Reconquista española de la península todavía en manos árabes, entre 1247 y 1248, Fernando VII de Castilla llega con su aguerrido ejército, somete al cadíd (gobernante) Al-Xataf, último líder del Califato Almohade, destruye el precario puente y toma por asalto el castillo de San Jorge. De lo que era esa construcción fortificada solo quedan algunas áreas. Desde 1481 hasta 1785 es sede de la Inquisición, del Santo Oficio, con cárceles secretas hoy debajo del Mercado de Triana, cuya versión actual es inaugurada en 2010, lugar atrayente con numerosos locales de verduras y frutas frescas cultivadas del entorno andaluz, como las naranjas del aljarafe y los melones y sandías de  Huelva, y una pescadería, una panadería, y delicias culinarias autóctonas. Mucho nos sorprende un local de prominentes aceitunas.

Antes de llegar al otro lado, damos con un establecimiento en la calle Betis, sobre el río, abocado a los espectáculos de flamenco for export. Hablamos también con un joven madrileño emprendedor que mucho nos comenta sobre los pormenores de su actividad comercial, y de las bondades sevillanas que lo enamoraron y arraigaron en la ciudad. Entonces vemos por primera vez, atracada a un costado del río, la réplica de la nao Victoria, la única de las cinco naves de la expedición de Magallanes y Elcano que regresa de la épica travesía del viaje de circunnavegación. El encuentro con el lugar del flamenco y la nao Victoria adelantan los dos momentos fuertes que recrearemos aquí.

Cruzamos el moderno Puente de Triana, ahora de firme cemento. Dedicamos una nueva vista al río que como húmeda serpiente misteriosa conserva la memoria de todos los barcos que navegaron sobre sus lisas escamas líquidas. En 844, los barcos vikingos de cascos trincados (construidos con tablas que se superponen unas sobre otras), asoman en el Guadalquivir para traer desembarco, fuego, espadas, gritos feroces para el saqueo y el pillaje. Pero en Ishbiliya, la Sevilla en tiempos de dominación árabe, los musulmanes reaccionan sin inhibir un ápice la determinación y la crueldad y, finalmente, destruyen las veloces naves invasoras en Talyata (en Santiponce, en las afueras de la ciudad). Y matan a cientos de nórdicos obsesionados por la riqueza ibérica que les resulta esquiva.

Y llegamos hasta la otra orilla, la zona del Arenal. De este lado del Guadalquivir, en la edad de oro del imperio y las navegaciones, el puerto de Sevilla hierve de enloquecida vida. Es el Puerto y la Puerta de las Indias, y sede del monopolio del comercio americano cuando en 1503, cerca del Alcázar, se establece la Casa de la Contratación, la institución que controla el tránsito de personas y expediciones, los juicios comerciales y toda la actividad económica entre España y la América española. 

Vista del río Guadalquivir desde el Puente de Triana, Seviila

Cervantes afirma que en Sevilla ingresa cada año «el sustento universal de España»; y el historiador francés Fernand Braudel manifiesta que, en la capital andaluza, palpita «el corazón de las riquezas del mundo». Earl Hamilton (1899-1989), historiador estadounidense y gran hispanista, uno de los fundadores de la historia económica centrada en aspectos cuantitativos. Según Hamilton, procedentes de las Indias, a Sevilla, entre 1503 y 1660, ingresan unos 17 millones de kilos de plata y 181.000 de oro.

Lope de Vega, uno de los más notables poetas y dramaturgos del Siglo de Oro español, escribe su obra de teatro El Arenal de Sevilla (1618). Uno de sus personajes, Laura, al referirse al Arenal, su puerto y su atmósfera de trabajo febril, le manifiesta a Urbana: «Lo que es más razón que alabes, es ver salir de esta naves, tanta diversa naciones; las cosas que desembarcan, el salir y entrar en ellas y el volver después a ellas con otras muchas que embarcan. Por cuchillos, el francés, mercerías y ruán, llega aceite, el alemán, trae lienzo, fustán, llantés… carga de vino de Alanis, hierro trae el viscaíno, el cuartón, el tiro, el pino; el indiano, el ámbar gris, la perla, el oro, la plata, palo de Campeche, cueros…;»

Del lado del Arenal pasamos por la Plaza de Toros, y un teatro-opera… Ingresamos al corazón del casco histórico, a la zona de la Avenida de la Constitución, en cuyo trazado un moderno tranvía hace sus rondas circulares.

Escalera del acceso al primer piso del Archivo General de Indias,

En el Archivo General de Indias recorremos un edificio donde antes se encontraba La lonja de Mercaderas, asiento del Consulado de Cargadores de Indias. El Archivo es creado en 1785 por el rey Carlos III, con la misión de centralizar en un solo lugar toda la vasta documentación sobre los territorios de ultramar españoles. Un acervo documental de 43000 legajos, de 80 millones páginas, y 8000 mil mapas.​

El verdadero archivo y la biblioteca se encuentran a pocos pasos, en calle Santo Tomás 5, en el Ministerio de Cultura y Deporte, solo destinada a investigadores acreditados. El edificio del Archivo alberga escenográficas e imponentes escaleras de mármol y anchos pasillos. El ambiente señorial para evocar el poder de un imperio ya extinto. En las paredes se alinean grandes folios que simulan proteger gruesos libros con documentos, pero que en realidad están vacíos. Una biblioteca supuestamente colmada, como parte de una puesta en escena, enmarcada en una estructura de madera tallada con motivos indígenas, proveniente de las Indias

Edificio del Archivo General de Indias, sobre la Avenida de la Constitución, donde antes se encontraba La lonja de los comerciantes.
Uno de los documentos del Archivo en exhibición

La conquista se consuma bajo la excusa de la evangelización, de la expansión de la revelación cristiana, de un motivo de elevación religiosa bajo la tutela sacerdotal de la cruz. En teoría, los indios son estimados como seres creados con la misma dignidad por el Dios todopoderoso. La igualdad teórica de las almas entre conquistadores y conquistados al amparo de Las Leyes de Indias. Un discurso para calmar cierta culpa cristiana, no para modelar la realidad de otra manera. Porque en la historia real, los indios son los subestimados y expoliados en beneficio de las arcas de los encomenderos, de la corte colonial y virreinal y del rey. Lo tristemente conocido: la narrativa en la que todo es ideal y justo, o tiende a serlo, mientras, a la sombra de la verdadera realidad, la ambición hace de la fraternidad y la igualdad pura utopía.

Interior de la Catedral de Sevilla

Percibimos a una pareja italiana, acaso profesores de historia, que contemplan, serena y amorosamente, las vitrinas con muestras de los preciados documentos. Unos estudiantes franceses reciben una lección de su maestra de artes, que les pide que dibujen lo que ven, junto a una exposición temporaria en la que destacan una obras del artista plástico argentino Luis Felipe Noé. Nos encontramos también con una pareja mexicana, de una docente y un músico, que también se compenetran con el entorno de continuas evocaciones de la historia.

Y luego deambulamos dentro de la Catedral inmensa. En 1988 el Libro Guinness determina que es la catedral de mayor superficie del mundo. Construida entre 1433 a 1507, el templo acoge los restos mortales de Cristóbal Colón, y grandes reyes de Castilla, como Pedro I el Cruel, Fernando III el Santo, y su hijo Alfonso X el Sabio. De estilo almohade, gótico tardío, renacentista y barroco, como toda gran iglesia, es un virtual espacio visionario, con su Cúpula de la Sacristía Mayor, sus grandes arcos ojivales, su Portada principal o de la Asunción, la Puerta de San Miguel, o la Puerta del Bautismo, con sus exuberantes esculturas en relieve; y la Torre de la Giralda. Y cerca, el Real Alcázar, con el fasto del arte de los árabes, y la pintura monumental de los navegantes, y entre mucho trajinar entre torrentes de residentes y turistas y de incesantes retahílas de negocios de distintos rubros, descubrimos las Setas, perla de una singular arquitectura vanguardista sevillana, muy controvertida en su momento, el «Metropol Parasol», elegido entre 65 proyectos, del arquitecto berlinés Jürgen Mayer.  

Las Setas, modelo de vanguardia arquitectónica en Sevilla.

Su diseño parece vivo, ondulatorio, en movimiento, expansivo , casi con voluntad propia; se extiende por la plaza de la Encarnación y la Plaza Mayor; se inspira en las bóvedas de la catedral de Sevilla y en los ficus o higueras de la contigua plaza del Cristo de Burgos.​ El conjunto recuerda a las setas, los hongos comestibles, abundantes en la vegetación andaluza.

Monumento a Cristóbal Colón en Jardines de Murillo,

Como compensación a la modernidad de las Setas, al día siguiente atravesamos parte del casco histórico. A un costado de la fachada de ingreso al Real Alcázar, y por indicación de una amable artesana, accedemos a unas ocultas callejas que fluyen al costado de uno de los muros del Alcázar en el que asoman unos pavos reales que se hinchan con su infatuado plumaje. Al final, damos con los jardines de Murillo. Entre dos columnas se entrelaza una carabela, con los nombres de los reyes benefactores, Isabel y Fernando; homenaje a Cristóbal Colón, que se erige en una calle central de tierra rojiza rodeada de exuberante vegetación. Avanzamos hasta el Parque de María Luisa y cerca de árboles y monumentos, nos embelesamos con la imponencia semicircular de la Plaza de España, la construcción más grande de la Exposición Iberoamericana de 1929.​

Es una plaza semicircular con un gran edificio central, escaleras monumentales y en sus extremos dos edificios con torres, y cuatro puentes y una fuente central; y en su semicírculo se acomodan 48 bancos con murales de azulejos consagrados a las provincias españolas, y escudos heráldicos, y ​ 52 medallones de personajes históricos de España. ​ Una vastedad construida y decorada que fascina y abre a otro tiempo.

Y en el regreso volvemos a atravesar el puente de Triana, donde nos espera el descanso para, al día siguiente, zambullirnos en la esencia de la Triana histórica con sus resonancias de cantos de una etnia ancestral, y las huellas de una poderosa aventura por el mar…

El retorno gitano en Triana

Para quien quiera percibirlo, en el Barrio de Triana pervive a flor de piel el eco de los marinos de antaño, y de la gitanería con su arte flamenco. Los gitanos llegan a España a fines del siglo XIV. Por 1470 ya se han asentado en el margen derecho del Guadalquivir, en el arrabal de Triana. Se hacen hábiles en los oficios de herreros, alfareros, matarifes, carniceros, o tratantes de ganado. Su trabajo produce herraduras, balas para cañones, ruedas para los carros. Sufren abusos, persecución, arrestos. Como la Prisión General de Gitanos ordenada por Fernando VI, en 1749. Por este decreto real, todos los hombres y niños mayores de siete años reman forzados en las galeras en el puerto de Cádiz, o en los arsenales. Las mujeres y niños son arrestados en recintos amurallados. Estrategias del control para impedir la multiplicación de la raza gitana, cual si de una hiedra venenosa se tratara.

Al regresar a Triana los gitanos recuperan sus fraguas, y subliman su angustia en la energía de sus bailes con la influencia de los ritmos traídos por esclavos negros en Sevilla y Cádiz, y las formas rítmicas árabes, moriscas, castellanas. Un mestizaje cultural del que brota la energía flamenca, con su cante, el toque, el baile, que como lava ardiente se derrama por todo Andalucía, por Jerez de la Frontera, lugar quizá de su primera aparición, por Sevilla, Lebrija, Huelva, Granada, Córdoba, y áreas de las regiones de Murcia, Castilla-La Mancha y Extremadura. ​

En los tiempos del ilustrado Carlos III, en el siglo XVIII, Triana vive en paz, el barrio es crisol del baile y canto flamenco junto a los gitanos que nutren también las plazas de los toreros. Y en ese siglo, se demuestra la semejanza entre las lenguas romaní y ciertos dialectos de la India, lo que confirma que los gitanos, romaníes o cíngaros, son etnia procedente del subcontinente indio. Sin embargo, la palabra «gitano» deriva de «egiptano», y esto porque en el siglo XV se cree que los gitanos son originarios de Egipto. Tras su llegada a Europa, algunos grupos de gitanos se llaman a sí mismos «nobles egipcianos». Pero también son llamados «calé», palabra quizá procedente del indostaní kâlâ, que significa «negro».

A mediados del siglo pasado, un gobernador civil miembro del Opus Dei se ensaña con los gitanos, quienes de nuevo son exiliados, en una dispersión que empobrece a Triana, y silencia el compás flamenco entre sus calles. Las familias gitanas terminan en casas prefabricadas y barracones, extramuros de la ciudad, sin sanitarios, en condiciones miserables, y terminan finalmente en el barrio Las tres mil viviendas, en el que, en la década de los ochenta, ve nacer al grupo Pata Negra con los artistas flamencos Raimundo y Rafael Amador, y varios otros.

Los gitanos recaen en drogas y delincuencia. Se descompone la ética gitana de Triana en su momento salvaguardada por un Senado integrado por los antiguos clanes de herreros. La marginación y pobreza, el hacinamiento y la dispersión obran como factores de desintegración de la gitanería de Triana, la extinción de un tejido social de siglos, la disipación de generaciones de gitanos trianeros que aun en el foso de la pobreza, desbordan la alegría que emanan sus vitales bailes. Gitanos que ahora hallan refugio en Jerez de la Frontera, nuevo hogar gitano en la opinión de Lorca.

Laura ansía encontrar la espontánea y real exuberancia gitana ancestral, que alguna vez anidó en Triana. En apariencia ya nada queda de eso. Pero, una mañana, al pasar por la peatonal San Jacinto, damos con un escenario, un tablao, en el que un eximio guitarrista afina sus cuerdas. Laura pregunta qué evento se prepara. Se trata de la Poleá de Triana, con una función de arte flamenco de gitanos reales que viven en Jerez de la Frontera. La poleá es bocado típico de la cocina andaluza, procedente ya de la época árabe, muy popular en Sevilla, Huelva y Cádiz; es una variante de gachas, un plato de granos de avena molidos, con otros cereales o legumbres, que se comparte durante la reunión popular animada por el fervor de la música.

La autenticidad gitana en el tablao erigido en la Calle de San Jacinto, Triana,

La función empieza a la hora programada. Las cantantes gitanas ya no son personas comunes, se convierten en efigies vivientes en las que la esencia de su raza regresa con la fuerza de olas que rompen los límites de la muerte y lo perdido. Las guitarras y una caja peruana tejen el sonido que como anillos vibrantes se propagan hacia las decenas de entusiastas espectadores, entre los que Laura acompaña el canto en primera fila. Los cálidos rayos de la tarde lentamente desfallecen. La cantante principal, mujer entrada en años, canta y se contonea poseída por su arte, parece una renacida joven que expresa la vehemencia de su pueblo como si ella recién hubiera emergido de un manantial de frescas aguas salvajes. Aun quien no tenga una especial predisposición hacia el arte flamenco puede percibir el viento caliente que brota de las gargantas, de las palmas, de los cuerpos transfigurados en una alegría mítica. Las voces que cantan siglos de vida agradecida y sufrida.

Sentimos las voces que cantan el querer vivir aun entre tragedias, sufrimientos y humillaciones. Laura no puede evitar las lágrimas, la emoción en la sangre. El raro encuentro con una muestra de un arte popular aún vivo en el arrabal de una ciudad moderna.

Lo inesperado es lo que también nos alcanzará al pisar las huellas de marinos embarcados hacia mares remotos…

Al comienzo y al final, arrodillados ante la virgen

La réplica de la nao Victoria, la única que completó la vuelta alrededor del mundo en la Expedición de Magallanes y Elcano, en río Guadalquivir.

Por la margen derecha del Guadalquivir, entre el Puente de Triana y el Puente de San Telmo, se muestra la Universidad de los mareantes, donde en tiempos de los descubrimientos geográficos y la conquista, los futuros navegantes reciben lecciones sobre navegación, el uso correcto de los instrumentos, el conocimiento de las naves. El saber del mar.

Universidad de los mareantes, donde se estudiaba navegación en la Sevilla del siglo XV, en la calle Betis, frente al Guadalquivir.

En la otra margen descansa la réplica de la nao Victoria, la que sobrevivió al colosal viaje alrededor del planeta. La réplica fue construida en 1992 y, como su original, hace también un viaje alrededor del globo entre 2004 a 2006, y visita 17 países en su trayecto.

De la proeza descubrimos otra huella junto al Puente de San Telmo, el restaurante Río Grande y la Plaza Cuba. Una construcción de metal nos sorprende. Es la Milla Cero. La indicación del lugar de comienzo del primer viaje de circunnavegación del mundo, de Magallanes y Elcano. Se trata de una esfera de hierro que coloca el Ayuntamiento de Sevilla, en 2010 para conmemorar el gran viaje. Se inspira en la portada de la obra Suma Geographia de Fernández de Enciso.

A un lado, una placa, con Fernando de Magallanes, el marino portugués, y Juan Sebastián Elcano, el vasco. Frente, el Muelle de las Mulas, hoy parte del Barrio de los Remedios. De aquí partió la expedición de Magallanes y Elcano el 10 de agosto de 1519.

Vemos la placa que recuerda los hechos, y un señor sevillano se sorprende por la importancia que le atribuimos al lugar y el comienzo del épico viaje. Nos habla del mal estado de conservación de la Milla Cero, y de la pena que le causa que en una ciudad de tanta historia pocos ya le presten atención a todo eso. Y luego nos dice: no dejen de ir a la Iglesia de Santa Ana, la Catedral de Triana, allí los marinos que sobrevivieron fueron a agradecer. Es bueno agradecer, ser agradecidos Y nos mira con una mezcla de tristeza y complicidad. De por seguro que iremos allá. Lo sé, lo sé, me dice, y nos saluda.

Arriba a la izquierda, el monumento MiIla Cero, lugar desde donde partió la Expedición de Magallanes-Elcano, en 1519, y adonde regresaron los únicos 18 sobrevivientes; arriba, derecha: la placa que recuerda el hecho; abajo izquierda, vista actual de lo que era el Muelle de las Mulas, desde donde iniciaron su travesía las cincos naves originales de la expedición; abajo derecha; otro imagen del lugar que fue el Muelle de las Mulas, desde otra posición.

Hoy es difícil imaginar la pasión que en Europa provocaban las especias, los condimentos, como la pimienta, el pimentón, la nuez moscada, el clavo de olor, que se hallan en las islas de las Molucas, las islas de las especias, archipiélago de la actual Indonesia. La expedición de Magallanes se propone llegar a esas islas por una nueva ruta comercial por el Océano Atlántico y el Océano Pacífico. En la expedición de cinco navíos viajan 239 marinos. Luego de bajar el Guadalquivir se reúnen en Sanlúcar de Barrameda; de allí parten de forma definitiva hacia el sur de Brasil, el cruce del estrecho de Magallanes, en Tierra del Fuego, y las Filipinas, donde muere Magallanes. Entonces Elcano es elegido para suplantarlo como capitán hasta completar el viaje de regreso, por el Océano Indico y la vuelta por el continente africano. En el Archipiélago de Cabo Verde, en el Atlántico, hacia el occidente de la costa africana, la tripulación advierte que se han adelantado un día por navegar hacia el oeste; lo que creían era un ‘miércoles’ es en realidad el jueves 9 de julio de 1522. Y el 6 de septiembre de 1522 la Victoria, la única nave que todo lo resistió, arriba a Sanlúcar de Barrameda. La primera embarcación en dar la vuelta al globo.

La nave es entonces remolcada a Sevilla pues ya no está en condiciones de seguir. Llega a Sevilla dos días después. Primero se descarga su carga de especias. En el muelle, una congregación espera el arribo de los marinos de la expedición increíble. Esperan oficiales de la Casa de Contratación de Indias, las autoridades de la ciudad, los trabajadores portuarios, y de los distintos oficios, los letrados, las madres, los niños, el pueblo todo, incluidos los perros, caballos y, ¿por qué no?, los gatos. Todos quieren ser testigos del desembarco de quienes vienen del mundo de la salvaje lejanía. Primero, se desembarcan las especias que cubren los costos de toda la expedición. Recién al día siguiente, los 18 navegantes sobrevivientes abandonan la desvencijada nave. Avanzan con camisa, descalzos, con cirios en las manos, y en procesión.

Y se encaminan hacia donde nosotros nos dirigimos en una cálida noche sevillana…

En la noche caminamos dentro de la Triana histórica. Llegamos hasta un edificio de cierta imponencia, bien iluminada, de paredes beige. Es la iglesia de Santa Ana, o la Catedral de Triana, con estilo gótico, cuya construcción comienza en 1266.

Arriba izquierda y derecha: la iglesia de Santa Ana, también conocida como Catedral de Triana, en Sevilla; abajo izquierda, recinto donde se exhibe la Virgen de la Victoria; abajo derecha: detalle de un retablo dentro de iglesia.

Según la leyenda, la erección del templo y su nombre es por decisión del famoso rey Alfonso X el Sabio, para agradecer por la intercesión de la madre de la Virgen en su alivio de una enfermedad ocular. Desde la estricta realidad histórica, el rey perdió su ojo por un tumor en su mandíbula. Pero el momento más especial en la historia del templo, que también se llama la Catedral de Triana, es el momento que se aproxima…

Cuando ya estamos dentro de la iglesia nos sorprende la devoción de los visitantes. Habitualmente se piensa que solo las personas mayores conservan una actitud reverencial ante los santos. Al menos aquí nos es así: muchos jóvenes, en silencio y respecto, se santiguan y se detienen frente a Santa Ana; frente, en un pasillo lateral, brilla otra señora, la Virgen de la Victoria. Aquí es donde los recién desembarcados ingresan al templo, y se postran ante la virgen, lloran, gimen, agradecen por lo imposible. Ellos están vivos, con el cuerpo y el alma estragados de heridas y con la mente que hierve de recuerdos de infortunios y violencia, pero aún respiran el aire de Sevilla y su cercano puerto. Son los únicos que volvieron de los 239 que partieron.

Aquí, están de nuevo, ante la virgen, postrados, agradecidos, sorprendidos de estar vivos, vale la pena que escuches sus nombres:

El capitán Juan Sebastián Elcano, de Guetara; los pilotos Francisco Albo, de Axio (Grecia); Miguel de Rodas, de Rodas (Grecia);Juan de Acurio, de Bermeo; el marinero y barbero Hernando de Bustamante, de Mérida; los marineros Nicolás el Griego, de Nauplia (Grecia); Miguel Sánchez de Rodas, de Rodas (Grecia); Antonio Hernández Colmenero, de Ayamonte; Francisco Rodríguez, de Portugal; Juan Rodríguez, de Huelva; Diego Carmena Gallego, de Bayona; el artillero Hans, de Aquisgrán (Alemania); los grumetes Juan de Arratia, de Bilbao; Vasco Gómez Gallego el Portugués, de Bayona; Juan de Santander, de Cueto; el paje Juan de Zubileta, de Baracaldo. Y Antonio Lombardo Pigafetta, de Vicenza (Italia), el cronista de la expedición, por el que conocemos los pormenores del viaje demencial.

Arriba y abajo, Virgen de la Victoria, en Iglesia Santa Ana, donde acudieron los 18 sobrevivientes de la épica expedición de Magallanes-Elcano para agradecer.

Y Pigafetta, en su Relación del primer viaje alrededor del mundo, nos dice:

«Gracias a la Providencia, el sábado 6 de septiembre de 1522 entramos en la bahía de San Lúcar … Desde que habíamos partido de la bahía de San Lúcar hasta que regresamos a ella recorrimos, según nuestra cuenta, más de catorce mil cuatrocientas sesenta leguas, y dimos la vuelta al mundo entero….» (1)

El viaje tremendo construye un mundo globalizado, es la apertura a una red comercial de intercambios intercontinentales; y con la circunnavegación concluida se demuestra definitivamente la esfericidad de la Tierra: al avanzar en la misma dirección se vuelve luego al punto de partida. Cuando el emperador Carlos I recibe a Juan Sebastián de Elcano, le entrega un escudo con un globo con la leyenda en latín  Primus circumdedisti me («El primero me circundaste»).

Al día siguiente con Laura, caminamos de vuelta por la calle San Jacinto. El tablao ya no está, el escenario en torno al que participamos de la auténtica energía gitana. Y luego deambulamos por largo tiempo por las calles de Triana, regresamos a la iglesia de Santa Ana; pensamos que aquellos navegantes sobrevivientes que vinieron a agradecer, quizá sin mucho pensarlo, aceptaron enfrentar lo más peligroso y desconocido. Vivieron en el periodo de la gran aventura y los grandes descubrimientos, la navegación pionera entre olas, islas, continentes, costas, bahías, antes no holladas.

Esa envergadura épica de las grandes expediciones ya no es posible, pero quizá lo sea en el futuro, dentro de muchos siglos, cuando otras naves muy distintas de las de Magallanes y Elcano floten en el mar inmenso del cosmos para adentrarse más allá del sistema solar, para después, quizá, volver de un primer viaje alrededor de los cercanos planetas.

Y el espíritu gitano busca hacer cantar las entrañas, un precipicio de deseo, alegría y llanto. Las expediciones de descubrimiento también expresan lo visceral hoy perdido: el viaje feroz hasta más allá del horizonte a como dé lugar, sin retroceder ante ningún peligro, sin recular nunca, con la frente hundiéndose en lo nuevo, para ver lo antes no imaginado, los mares, las tierras, los nuevos pueblos; todo indicado en un mapa que crece con ambición y furia épica, que ordena las geografías, pero que no apacigua al humano contradictorio que planta la gloria y la miseria hasta en lo más escondido y remoto.

Una casa de venta de grabados y láminas de mapas históricos, Sevilla.

Mientras tanto, volvemos a la noche al casco histórico de Sevilla, nos deslumbra la imponencia de la catedral, y la Giralda, y los portales catedralicios con las caras y cuerpos de clérigos por doquier. Y una luna, que solo algo grande pudo inventar, brilla sobre la ciudad que une el sufrimiento, la codicia y las aventuras de antaño con la prisa hoy de entrar en las selvas de negocios para consumir, vestir, parecer. Y llegamos hasta una casa de venta de grabados y mapa antiguos, de diversas ciudades, pero principalmente de Sevilla, en sus mutaciones en el devenir de la historia, en los distintos rostros de su evolución de sufrimientos, sueños y trabajo.

Y volvemos al Guadalquivir, por sus aguas llegan en tambor de conquista e invasión los drakkars de vikingos que fueron derrotados; por sus aguas fueron y vinieron las flotas llenas de especias y de oro; entre las ondas y rumores del agua, acariciada por los dedos de la luna y las estrellas, flotan los recuerdos de la dignidad gitana, los gritos de «Icen las velas» de los marinos. La pasión de vivir. Navegar. Y cantar. En la ciudad que, por siglos, se agitó en el centro del mundo.

Sevilla, y entre el canto flamenco y el regreso de los marinos que dieron la primera vuelta al mundo (Texto Esteban Ierado, fotos Laura Navarro y E.I, todas las imágenes se pueden ampliar)

(1) Antonio Pigafetta, Primer viaje alrededor del globo (con un estudio preliminar del prof. Nelson Martínez Díaz), título original: Primo viaggio in torno al Globo Terracqueo (edic. de 1800). Cabe acotar que, además de los 18 supervivientes que regresaron con la nao Victoria, entre los que se encontraba Pigafetta, sobrevivieron otro doce hombres de la Victoria que fueron retenidos hechos prisioneros en Cabo Verde, quienes volvieron unas semanas más tarde a Sevilla, vía Lisboa. Y hubo otros cinco supervivientes de la Trinidad, que hicieron una ruta de regreso distinta desde las Molucas. Completaron la vuelta al mundo, pero regresaron a Europa entre 1525 a 1526.

La famosa Torre del Oro, junto al rio Guadalquivir y el Puente San Telmo,
Dl recuerdo de la vida marinera es ostensible en el barrio Triana. Un ancla en decoración con azulejos entre unas casas.
Vista panorámica del Plaza de España, y arriba, la presencia de una viajera.
Una calle nocturna dentro de parte histórica de Triana
Vista nocturna de la Catedral de Sevilla

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