Esa noche estrellada de Van Gogh

Por Esteban Ierardo

(Imagen creada mediante Bing)

La noche estrellada de Van Gogh, hoy en el museo del MoMa, representa uno de los momentos cumbre del arte moderno. La noche con sus olas de vida que se funden con las estrellas, ardientes y cercanas. Una indagación de eso que vive en un lienzo extraordinario.

La noche estrellada de Van Gogh en el Moma de New York

Cuando se llega al MoMa en New York, el corazón late de otra manera. De a poco, la mente se adentra en una atmósfera recorrida por una corriente de luz, diferente a las que irradian las lámparas en la salas.

Y en el quinto piso todas esas luces se concentran en una cielo nocturno extraordinario: La noche estrellada, de Van Goh.

De Vincent.

Vincent primero cree intensamente en Dios. Como misionero visita muchos pueblos mineros de Bélgica, en Holanda. Se compadece de los trabajadores fatigados, explotados. Pinta Comededores de patatas (1885). Se siente entonces un cristiano, que espera un gran cambio que traiga progreso y justicia. Cree en el trueno de alguna revolución. Un amanecer de ternura para los desafortunados. Pero se decepciona. Desde entonces, su religión no es la de Cristo, sino la de los pinceles, los colores, los amarillos, los azules, los blancos, los verdes; los paisajes, trigales, con o sin cuervos, girasoles, olivos, cipreses, marinas, paisajes de otoño, montañas, botas de campesina, puentes, molinos. Todos en cuadros con una vida intensa, magnética, exuberante.

Y Vincent recorre muchos países en búsqueda de la gran inspiración. En 1888, en una de sus cartas a su hermano Theo le escribe: “Siempre me parece que soy un viajero que va a algún lugar y un destino».

Ese lugar en ese año de 1888 es Arlés, ante el río Ródano, en la región de Provence, sur de Francia. Allí realiza 300 dibujos y pinturas, entre ellos su dormitorio, la terraza de un café en la noche, una casa amarilla, un molino, y mucho más. Allí se establece gracias a Theo, el hermano Theo, el marchand que intenta vender algunos de sus cuadros. Pero hay pocos compradores. Pocos entiendan su estilo. No lo entiende Gauguin, no lo entiende Theo. No se entiende él mismo.

Gauguin lo visita, y en una noche de ira, Van Gogh riñe con el pintor que irá a Tahití. Se libera de una oreja. ¿La prueba de una enfermedad mental, o de demasiados volcanes en la sangre?

Y por eso la autointernación en el asilo psiquiátrico en Saint-Rémy-de-Provence, en ese momento con pocos pacientes. Por una ventana abierta, Vincent ve pasar los búhos inasibles del tiempo. Y una noche, atento, contempla el paisaje nocturno. Las estrellas ardientes, entre olas y torbellinos; y un ciprés misterioso; y un pueblo imaginario al pie de las montañas. Una noche estrellada. Un «secreto pintado». La obra cumbre de Van Gogh, en 1889.

Hoy esta alucinación nocturna atrae, por interés real, o por «consumo del arte», a miles de visitantes, día a día, en el museo neoyorquino; y motiva mucha palabra escrita. Mucha palabra de los críticos que pocas veces son artistas, seres con poco vino y miel en las manos. Un historiador de arte, Sven Loevgren, alude al cuadro como una «pintura visionaria, concebida en un estado de gran agitación», de lucidez, no de locura. ¿Pero la «locura» no es la más alta lucidez?

La marea de colores radiantes que Vincent ve fluir y refluir en su entorno acaso le hacen sentir que la naturaleza es presencia divina, algo más que lo meramente natural. Por eso es comprensible que Loevgren sugiera que en La noche estrellada bulle un «anhelo religiosamente inclinado por el más allá» de Van Gogh. Acaso «una imagen infinitamente expresiva que simboliza la absorción final del artista por el cosmos». La pintura como testimonio de un sentirse engullido por una naturaleza viva, que Vincent expresa desde su paleta llena de «ideas de colores «.

Otro historiador del arte, Albert Boime, observa que la pintura de Van Gogh expresa a Venus y la constelación de Aries. Y recuerda la fascinación de Vincent por la literatura de Julio Verne y Victor Hugo. Tal vez, así, por las estrellas, sublima el deseo de una fantástica vida futura.

En esa fascinación por lo estelar, Boime sugiere una posible influencia de Camile Flammarion (1842-1925). Un famoso astrónomo francés por su labor de divulgación de los astros mediante populares ilustraciones, que incluyen dibujos de nebulosas espirales (como se llamaban las galaxias entonces). Acaso lo que se arremolina en el cielo de Van Gogh representa una galaxia espiral o un cometa. Y el efecto de olas y remolinos quizá evocan la sensación de un cosmos que él mismo es un torbellino de vida y movimiento de masas estelares en un espacio abismal y vacío; aunque según el astrónomo Charles A. Whitney también lo dinámico y arremolinado puede exteriorizar el viento mistral seco, frío y violento que Vincent sintió en su periodo en Provence.

​Y no debemos olvidar que un misterioso ciprés se alza a la izquierda del lienzo. Tras plasmar La Noche Estrellada, Vincent le escribe a su hermano Theo: «los cipreses siempre ocupan mis pensamientos. Me gustaría hacer algo con ellos… porque me asombra que aún no se hayan hecho como yo los veo». El deseo de pintar los cipreses como «yo los veo», como desafío formal para su capacidad técnica de composición, pero sin arrebatarle al árbol su condición de símbolo. De ahí que otro historiador de arte, Vojtech Jirat-Wasiutynski, piensa a los cipreses «como obeliscos rústicos y naturales» que establecen un «vínculo entre los cielos y la tierra». Como en el ancestral simbolismo mítico, el enhiesto ser vegetal conecta cielo y tierra en una sola realidad.

Los críticos tejen su hilo interpretativo.

Pero el propio Van Gogh ve en la obra la continuación de una serie de la noche que no completa, y que comienza con Noche estrellada sobre el ródano, en septiembre de 1888, pintado ante el río Ródano, en Arlés. A Vincent le interesa experimentar con los colores del cielo nocturno, con el reto de plasmar la noche con las irradiaciones del alumbrado público. Algo novedoso.

Terreza de café en la noche (1888), en Arlés. Pintura en Museo Kroller-Muller, Otterlo, Países Bajos

Sobre La noche estrellada, en particular, Van Gogh medita en ella como una «abstracción», por pintar «estrellas que son demasiado grandes». Pero es oportuno no desatender el pensamiento estético de fondo del artista.

Vincent no se deja encandilar por el impresionismo. No gusta solo de los efectos de superficie de un Renoir, del mero sensualismo luminoso de las formas. Quiere ir más allá. Quiere expresar la energía encerrada en las cosas. Lo atrae el poder expresivo de Honoré Daumier, el dibujante satírico; y le gusta cómo «carga» la expresión Millet, el pintor de la vida campesina y de un famoso Ángelus; y le gusta su pensamiento: «Mejor es callar a expresarse débilmente «.

En Coubert también encuentra el color no en un sentido naturalista sino expresivo. Todo debe fundarse en la intensidad de la expresión. Y como dice Mario De Micheli, en Las vanguardias artísticas del siglo XX: «Pero siempre, expresión de la realidad, o mejor aún, el hombre añadido a la naturaleza «. Y Vincent agrega: » La naturaleza, la realidad, la verdad, pero con un significado, con una concepción, con un carácter que el artista hace salir y a los que da expresion«.

Los paisajes del cielo y la tierra, de las cosas, de las personas, de los pájaros, encierran un significado vital, que late encerrado en las formas, y que hay que ex-presar, hacerlo salir, ponerlo afuera. Por eso, Vincent gusta de-formar las figuras, hacerlas elásticas, estiradas, rebullentes, brillantes, radiantes, intensas, movedizas, para que el significado, la fuerza vital, se exprese, salga afuera. Como claramente se advierte en su serie de los girasoles, que parecen incendiarse desde dentro, como si una fuerza magmática quisiese quemar y perforar la forma de la planta que se mueve con el sol para derramarse con el brío de una manada de caballos libres en una pradera, y así expresar lo que hay en el espacio.

¿Y qué sale afuera y se expresa cuando en el asilo, Vincent contempla el ojo de las estrellas, y las olas y remolinos que fluyen por el cielo nocturno?

El cielo de La Noche estrellada también se deforma, también es forma que se abre para expresar, para un salir afuera de energías antes ocultas, y ahora libres, expandidas, en una noche que se mueve con el ritmo envolvente de olas y remolinos. La superficies ya no tapan la vida energética e invisible de la noche, y acaso de toda la naturaleza La vida que se expresa, desde dentro hacia afuera, parece un inagotable mar de energía, en el que las estrellas se mueven como inmensos peces de luz. Un mar de energía, en cuyo fondo Vicent camina, siempre, con los colores que arden.

La noche estrellada en el Ródano, en el Museo de Orsay, París.

2 comentarios en “Esa noche estrellada de Van Gogh

  1. Excelente articulo. Logra poner en palabras sensaciones que surgen al ver la obra del pintor. Me gustaría también indagar más en su vida personal. Muchas gracias por el espacio.

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    • Hola Juan Pablo, gracias por tu mensaje. Sí. el universo de Van Gogh es extraordinario, Una posible biografía sobre su vida y obra: Memorias y Biografías, de Steven Naifeh, Santillana,, 2023. Que sigan las inquietudes, saludos

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