Recomendaciones: Ripley, una mente criminal amante del arte.

Por Esteban Ierardo

Tom Ripley en Venecia

Una serie extraordinaria, de ocho episodios, sorprende por su calidad artística, y casi su desdén por las exigencias de un cine más ligero y «comercial «. Una nueva adaptación de «El talentoso Mr. Ripley»; con la dirección de Steve Zaillian, realizada por Showtime y luego vendida a Netflix. La expresividad del blanco y negro, fundido con una trama de estafa e investigación policial en base a la clásica novela de Patricia Highsmith.

Las obras clásicas son como árboles robustos, de raíces de larga vida, y muchos retoños o adaptaciones. El «roble» Ripley tenía ya varias recordadas adaptaciones, como las de Alain Delon, John Malkovich, Matt Damon, y ahora la de Steven Zaillian, guionista, entre otros films, de Gans of New York, Hannibal, o La lista de Schindler, por la que obtuvo un Premio Óscar, en 1993; y también director de la serie The Night Of, ambientada en New York, y con un notable John Turturro. En esta ocasión, Ripley es Andrew Scott, de una contundente interpretación, irlandés, nativo de Dublin, la ciudad de Joyce, quien seguramente hubiera degustado las atmósferas, tempos y los breves planos de ensoñadores detalles de mobiliarios, obras artísticas y lugares.

A Zaillian le acompaña el director de fotografía ganador del Óscar Robert Elswit, quien trabaja frecuentemente con Paul Thomas Anderson.

Tom Ripley es el personaje central de una serie de novelas de Patricia Highsmith (1921-1995). Ripley, un estafador neoyorquino, muy hábil en la falsificación de documentos, y otras ilegales estratagemas financieras, cuya astuta psicología criminal, imaginada por la novelista, confirma un aserto de Michel Foucault en La vida de los hombres infames (2009): la fascinación que irradian los infames criminales con algún rasgo particular. En el caso de Ripley, la astucia para mentir con convicción, para manipular con ingeniosas estrategias, que lo sustrae de la mediocridad y de la mera condición de criminal común.

El halo envolvente de la narración se entreteje con hilos de engaños, mentira constante, acecho policiaco y crímenes que transcurren en la década de los sesenta del siglo XX, a pesar de que la novela fue publicada en 1955.

Ripley es de origen poco afortunado; sus limitaciones lo fuerzan al engaño, casi como un lazarillo de Tormes contemporáneo. Una mente adiestrada en un oportunismo sin escrúpulos. Ripley es contratado por un millonario astillero para encontrar a su hijo, Dickie, en el sur de Italia, y persuadirlo para que regrese. Pero la noble tarea ( reconciliar a un padre con su hijo), se trocará en oportunidad para una suplantación de identidades y un lucrativo cambio de vida.

La nueva versión de Ripley demuestra que en la era del entretenimiento de las recetas remanidas e intrascendentes, aún hay lugar para las sorprendentes anomalías. Porque Ripley es una inesperada anomalía en un sentido múltiple: la selección de una fotografía en blanco y negro, el tempo lento de la narración, la sensibilidad visual por los detalles de impacto estético y ambiental, la valiente opción por lo artístico sin temor al rechazo, seguro, de un público masivo. El retorno al cine como vehículo expresivo de la narración literaria.

Primero, el efecto hipnótico del blanco y negro que también dimana del celuloide en Mank, Roma, Sin City, o incluso más atrás, en La lista de schindler o en Andrei Rubliev de Tarkovski, el cine de Bela Tarr, e incluso de Eisentein, y muchos otros. Zaillian justifica la decisión alegando que por la época de su escritura, la novelista hubiera querido que una película que adaptara su novela debería ser en blanco y negro. Aunque en ese entonces el color tendía a imponerse.También comenta que la edición de la novela que usó para la adaptación tenía una tapa en blanco y negro.

El blanco y negro es como el revés del mundo manifestado en su colorido natural. Un reverso de la imagen que es un salto e inmersión en otro tiempo, con la seducción de atmósferas donde un pasado que se torna magnético satisface la nostalgia. Desde un punto de vista fenomenológico, desde el mostrase de los espacios, el ojo se concentra en líneas, formas, detalles, estados ambientales, sin la distracción de lo cromático. La experiencia de concentración evita la dispersión y el empobrecimiento perceptivo. En el no uso del color destaca la luz y la sombra, y la composición escénica. La textura de los objetos impresionan con más vivacidad y cierto aire de hechizo.

En su libro «De Caligari a Hitler: Una historia psicológica del cine alemán (1961), Siegfried Kracauer, sociólogo del cine alemán que se lo asocia con la Escuela de Frankfurt, estudia el cine expresionista de entreguerras, con su uso del blanco y negro. El efecto de esta dinámica visual expresa de forma vívida la tensión, angustia, emociones y conflictos de la Alemania de la República de Weimar en la que irrumpe la siniestra tormenta nazi. Un medio para una expresión más intensa del sentir humano, de su alienación y temores profundos.

Y desde una perspectiva existencialista, la renuncia al color reemplaza lo decorativo y superficial por lo más auténtico de los seres y objetos. La esencia antes que la apariencia.

En Ripley, esta magia fílmica de la fotografia en blanco y negro se fragua en numerosas locaciones por toda Italia, luego de un comienzo en sitios neoyorkinos.

Andrew Scott como Tom Ripley en la miniserie de Netflix sobre el personaje de Patricia Highsmisth, lee un periódico en Capri para determinar cuán seguro puede sentirse. / NETFLIX

El libro de Highsmith se ambienta en Positano. Pero el diseñador de producción y Steven Zaillian eligen Atrani, a setenta kilómetros de Nápoles. Allí Ripley se encuentra con el relajado Dickie Greenleaf ( Johnny Flynn), el millonario con todo el tiempo libre e ínfulas de artista, y su novia Marge (Dakota Fanning).

Dakota Fanning como Marge en una secuencia de Ripley rodada en la localidad italiana de Atrani.
Dakota Fanning como Marge en una secuencia de Ripley rodada en Atrani. / NETFLIX

Y también se suman como locaciones Roma, y sus espacios míticos: la Via Appia Antica, la plaza de España, el monumento a Vittorio Emmanuelle II, además del hotel Excelsior y el hotel Bolívar; Capri y su Hotel Excelsior Parco; Nápoles y la Iglesia de Pio Monte della Misericordia y el Palacio Sanfelice; y la playa de Atrani, el mar Tirreno, Palermo; e inacabables pasillos y escaleras cuyo ascenso lleva a la extenuación a Ripley, y al inspector Pietro Ravini que lo persigue. Y además, las iglesias en las que Ripley se encuentra con Caravaggio.

El cine que convierte los lugares artísticos, las locaciones urbanas, en otros personajes. Como ya ocurrió antes, y en Italia, con La gran belleza de Paolo Sorrentino, o antes en Roma, de Fellini.

Andrew Scott como Ripley en una de las estancias de Villa Torricella, la propiedad que hace las veces de la casa de Dickie y que se puede alquilar en Airbnb.
Andrew Scott como Ripley en una de las estancias de Villa Torricella, la casa de Dickie. / NETFLIX

Ripley, el criminal, su inesperada sensibilidad artística, que comienza con su interés por El guitarrista, de Pablo Picasso, una de las perlas de arte que Dickie tiene colgado en una pared, y que despierta su admiración, pero también su envidia y ambición, lo que lo conduce al quiebre definitivo de la normalidad. Y Ripley, hipnotizado por lienzos del contraste entre luz y la sombra de un pintor que fue denunciado por asesinato. Caravaggio. Derramar sangre es lo primero que lo hermana con el artista criminal. Matar y, a la vez, ansiar la belleza. Una paradoja perversa que alienta la identificación entre el criminal de New York y el pintor italiano perseguido por asesinato en la era del barroco. Ripley pinta, no como Caravaggio, pero le gustaría hacerlo. Pero le vasta sentirse tocado por su arte. Cuando el inspector Ravini lo interroga en su palacio veneciano, mediante un claroscuro que combina tenue luz e intensa sombra, oculta su verdadero rostro. Una puesta en escena con la presencia estética del pintor nacido en Milán y muerto en Porto Ercole, en Sicilia, en 1610; a quien siempre mantiene cerca mediante un exquisito libro con las reproducciones de sus obras.

En su periplo de fuga, el gran Caravaggio deja la huella de varias de sus composiciones. Ripley contempla muchas de esas obras que irrumpen dentro de iglesias. Las Siete Obras de Misericordia es la primera obra del pintor de la Cabeza de la medusa que Ripley ve, en Nápoles, ante la que queda fascinado. O el Oratorio de San Lorenzo en Palermo; o el David con la cabeza de Goliath en Roma, ciudad en la que se desvía hacia la capilla Contarelli de San Luigi die Francesci, la congregación francesa, donde ve, entre otras obras de Caravaggio, La vocación de San Mateo (1660).

La sietes obras de Misericordia (1607), en El Pio Monte della Misericordia, Nápoles.

El Ripley que accede a un ascenso social en la intersección del crimen y la delectación por lo bello. Goce de la belleza que implica también lujo aristocrático, como el que disfruta en el palacio veneciano, en el que Ripley se refugia para disfrutar de su encumbramiento, mientras asiste a fiestas sociales en las que conoce a un Malkovich, estafador como él.

Ripley triunfa en todas sus estrategias de engaño y autopreservación. Su condición psicópata de astucia proverbial convive con su emoción artística. La colisión de opuestos: la criminalidad de Ripley y su real resonancia con el arte de Caravaggio, artista, pero también criminal. Tras ese resonar en común se oculta la desgracia ética de la inteligencia, su degradación que nada sabe de la culpa, y que solo delibera sobre la mejor táctica para engañar.

El itinerario de suspenso y thiller de una mente que bien podría concebir al crimen ( de engañar y matar) como una de las bellas artes, a la manera deThomas de Quincey, en un ambiente donde lo decadente resplandece. Y los paisajes y arquitecturas y los seres engañados, y Ripley como gran maestro embaucador, se anudan dentro de un blanco y negro que obra un hipnótico y delicado hechizo.

Dakota Fanning ( Marge) y Johnny Flynn ( Dickie) junto a Andrew Scott (Ripley). (Créditos: Netflix)

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