La Biblioteca Nacional de Francia. Y sobre la lectura dentro de una gran biblioteca.

Sala de lectura «Labrouste», sede Richelieu de la vieja Biblioteca Nacional de Francia, inaugurada en junio de 1868 (Wikipedia)

La biblioteca no es sólo el asiento físico de los libros, o de las nuevas tecnologías para la digitalización de los catálogos y las obras. El corazón de la biblioteca es quizá su atmósfera particular, el ambiente que predispone a la lectura íntima y concentrada. Esto ocurre, por caso, entre otros ejemplos posibles, en la sala de lectura «Labrouste», sede Richelieu, de la vieja Biblioteca Nacional de Francia, inaugurada en junio de 1868.

La Biblioteca Nacional de Francia. Y sobre la lectura dentro de una gran biblioteca, por Esteban Ierardo

Leer no es sólo reconocer caracteres de un idioma que nos es conocido. Es penetrar el universo silencioso de los libros que esperan ser descubiertos por la atención del lector. Y la lectura es más inmersiva cuando el lector palpita en una atmósfera hipnótica que promueve la concentración, y la sensación de trasladarse a otra parte. Cuanto más magnética y atrayente la sala de lectura de una biblioteca, más se potenciarán las mejores posibilidades de apreciación de los libros. El espacio circundante no es circunstancia menor en el acto de leer.

Leer al aire libre introduce la naturaleza dentro de las páginas; leer en una sala de lectura absorbente es hacerlo circundado por la fuerza sugestiva de la arquitectura y la historia. La lectura desde una atmósfera artística, y no sólo desde la soledad del lector recorriendo con sus ojos las letras.

Esta atmósfera que induce la lectura más intensa y concentrada acontece, por ejemplo, en la vieja Biblioteca Nacional de Francia, en la calle Richelieu, que convive con su otra sede, más moderna, inaugurada en 1996, obra de Dominique Perrault, que dimana el efectismo inmediato del cristal y se eleva con cuatro torres con forma de libro. La sede François Mitterrand, en el barrio de Tolbiac, en la orilla sur de París, la Très Grande Bibliothèque, la mayor biblioteca del mundo, con 14 millones de tomos.

Los cuatro rascacielos de la moderna Biblioteca Nacional de Francia desde el río Sena en París (sede central François Mitterrand) (Wikimedia)

Pero la vieja biblioteca de Francia con su sala de lectura cuadrada con nueve cúpulas apoyadas en un bosque de adelgazadas columnas de hierro de diez metros de altura, la sala Richelieu, bajo una gran claraboya, es la directa heredera de la historia de las bibliotecas que surgen con la Biblioteca madre, la de Alejandría, en la ciudad fundada en el Delta del Nilo, por Alejandro Magno. Y más cercanamente, la edad media es el principio de grandes bibliotecas actuales.

La Biblioteca del Rey (Bibliothèque du Roi), que nació en 1368 en el reinado de Carlos V, incluía 917 manuscritos; ésta y la Biblioteca de los Duques de Orléans fueron fusionadas por Francisco I en su residencia real de Fontainebleau. Luego, Carlos IX concentró los libros en París. Esa fusión se llamó entonces Biblioteca Real (Bibliothèque Royal); y, en 1666, Luis XIV la instaló en la calle Vivienne. En 1795, adquirió la condición de Biblioteca Nacional (Bibliothèque Nationale). La Biblioteca Nacional ya convertida en faro de la cultura integró otras colecciones y pasó por una serie de sedes hasta establecerse en la calle Richelieu. Y los libros se reacomodaron, finalmente, en las repisas del edificio construido en 1868 por Henri Labrouste, precursor en el uso del hierro como elemento constructivo.

En su devenir, la biblioteca experimentó la trasformación de su estatuto jurídico. De biblioteca del soberano a establecimiento público. La biblioteca fue abierta al público en 1692 por Luis XIV; y por decreto del año 1537, todavía vigente, la Biblioteca Nacional francesa deba guardar un ejemplar de todas las obras publicadas en Francia.

Las confiscaciones, junto a las donaciones, fue pulmón de ampliación de los volúmenes disponibles (que hoy son 13 millones de libros y 350.000 volúmenes encuadernados de manuscritos). La biblioteca se benefició con fondos provenientes de abadías, colegios y universidades cerradas por el estado en tiempos de revolución. Y la corriente multiplicadora vino, asimismo, de países vecinos saqueados durante campañas militares.

Por lo que la gran biblioteca no se aisló de la barbarie detrás de la apariencia de civilización. Sin embargo, el encandilamiento de la gran cultura acumulada sobrecoge al punto de atenernos sólo al valor propio de los libros.

La Sala de lectura «Labrouste», sede Richelieu de la vieja Biblioteca Nacional de Francia, fue la obra maestra del arquitecto Henri Labrouste, que empezó a construirse en 1868. Labrouste era proclive a las construcciones metálicas, y las pompas imperiales (fue el diseñador de la tumba de Napoleón en Les Invalides). En una década se concluyó la obra. Su creador ya había muerto. La sala se sostiene sobre columnas de fundición de nueve metros de altura que sostienen una vidriera. Con forma de cáscara de huevo, las cúpulas difunden la luz. Las maderas nobles, los pupitres, las bóvedas y el espacio resplandeciente, exudan un impresión de atrayente magia y ligereza.

Entonces, la lectura dentro de la sala de lectura de la vieja «Sala Labrouste», o de cualquier otra biblioteca semejante ( La Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, o la sala de lectura de la Biblioteca Pública de Nueva York, entre otras), irradia una atmósfera de embrujo e intimidad, que prepara mejor el acto de la lectura como compenetración con lo leído.

La sala de lectura hipnótica de la vieja Biblioteca Nacional de Francia, predispone a leer desde el influyo del espacio. El ambiente de la sala de lectura que, con sus cualidades e impacto, sitúa el cuerpo del lector en un escenario que prepara mejor el descubrir lo que vive entre las palabras escritas.

La Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos (United States Library of Congress), en Washington D.C. (Wikimedia)
Vista panorámica del interior de la sala de lectura de la Biblioteca Pública de Nueva York (Wikimedia)

Vista aérea de la vieja Biblioteca Nacional de Francia (Foto en sarrauteducacion.com)

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