Nuevo alegato para las ciencias diagonales

Por Roger Caillois

Diagonales (Foto Angie Harms)

Roger Caillois (1913-1978) fue escritor, sociólogo, crítico literario francés. Pero ante todo fue un espíritu lúcido, de una curiosidad insaciable. Su pensar se alimenta de la relación entre los fenómenos que parecen no tener ninguna conexión, y que se manifiesta en este texto olvidado en el que pregona por un pensamiento que busca unir lo distinto.

Por eso, pensó las “ciencias diagonales”; las ciencias que se cruzan y comunican no solo entre ellas sino también con las humanidades y toda la sinfonía de la vida. Dice: “el universo es irradiante. (…) La desgracia es que la especificación inclina al sabio a hundirse siempre en la misma dirección y no le facilita el descubrimiento, la visión, la imaginación de perspectivas revolucionarias”.

Roger Caillois (Foto Wikimedia Commons)

Es decir el pensamiento científico, y se podría agregar también el de las humanidades y las llamadas ciencias sociales, se especializan cada vez más. Así se pierden las perspectivas de conjunto. Se es incapaz de ver los grandes panoramas donde todo lo diverso está conectado, y en relaciones muchas veces  insospechables. Entonces, por  qué, se pregunta Caillois, ¿no es posible conectar, por ejemplo, “los cuadros de los pintores y las alas de las mariposas?”. Un modo de pensar que puede unir, sin temor, la vida de los insectos, con la piscología o los mitos. Un pensamiento transversal, oblicuo, lateral, creativo, general. Diagonal. Por eso las ciencias diagonales, esas ciencias que “intentan descubrir la legislación única que reúne fenómenos dispersos y en apariencia sin relación entre sí”.

 El pensar diagonal que propone Caillois tiene una influencia del surrealismo. Esta vanguardia también une cosas heterogéneas que aparentemente nada tienen que ver entre sí. Y el pensar diagonal no solo aumenta el conocimiento de las urdimbres que todo lo ligan. También promueve la creación de explicaciones a través de conectar fenómenos, en apariencia, separados. Un pensar que, a su vez, es expansivo, que se extiende, potencialmente, a la realidad mayor de la naturaleza, del universo, en una conectividad más audible para una escucha diagonal. Por eso, ahora recuperamos este texto olvidado, este alegato de Caillois a favor de lo diagonal.

E.I

Nuevo alegato para las ciencias diagonales (*)

Por Roger Caillois (**)

El progreso de la ciencia se ha obtenido a costa de su especialización creciente. Sabio es aquel que sabe todo o casi todo en un ámbito cada vez más restringido, actualmente casi infinitesimal con relación al panorama completo de los conocimientos. Por lo demás, cada sabio confía en los otros indagadores próximos o alejados, que sabe que trabajan en ámbitos no menos minúsculos que el suyo. Estos le están vedados por definición, pero tiene conciencia y confianza en que hombres como él llevan a cabo el mismo combate en otros frentes. Los inspira un mismo ideal, aplican métodos comparables, someten sus intuiciones a controles equivalentes. El conocimiento científico, ramificado hasta el infinito, es hoy por hoy parcelario. Constituye un inmenso rompecabezas del cual cada uno conoce un elemento extrañamente y a menudo arbitrariamente, si no malignamente, recortardo. Sin embargo, casi nadie puede distinguir, ni siquiera sospechar, la fisonomía general, la imagen coherente que daría al conjunto unidad y significación.

No podía ser de otra manera. Lo cual no significa que para la búsqueda misma, no traiga inconvenientes que cada cual, como topo eficaz y miope, limitado a su corredor particular, opera como franco tirador absoluto, como minero que profundiza su galería en la ignorancia casi completa de los descubrimientos que los obreros fraternos hayan podido hacer en galerías vecinas, con mayor razón los resultados adquiridos en obras lejanas. Sería menester que existieran en todo nivel relevos, anastomosis (1), puestos de coordinación, no solo donde el botín se encontrara reunido, sino sobre todo donde las gestiones fueran confrontadas. En la investigación rigurosa, el genio consiste casi siempre en pedir prestados un método que se reconoce bueno o una hipótesis fértil y en aplicarlos donde aún nadie había imaginado que pudieran servir.

La naturaleza es una, sus leyes son en todos partes las mismas, o, al menos, concertadas, coherentes, correspondiéndose en los diferentes reinos y en diferentes grados. Cada ciencia explora un sector de ella, es decir, examina un conjunto de fenómenos, de datos, de individuos o de reacciones que presentan propiedades similares o paralelas. Pero los límites que determinan esos conjuntos, sin ser arbitrarios, son a menudo engañadores y en todo caso están determinados con ayuda de un criterio que, de haber sido mejor, excluía necesariamente los otros. Antes de clasificar los vertebrados en mamíferos, aves, batracios, reptiles, peces, se los ha distribuido según su número de patas. Se ponía al caballo al lado de la rana y de la tortuga. Un estudio más avanzado ha conducido después a elegir otras discriminaciones, menos aparentes y más importantes. Por una parte, la evolución de la ciencia consiste en el progreso de sus propias clasificaciones, en la determinación de criterios fundamentales y realmente económicos que han, poco a poco, sustituido los caracteres superficiales que  «saltan a los ojos» como se dice y que no son por eso sino más engañadores. Extravían, dispersan, engañan en vez de conducir al profundo, secreto y fecundo parentesco. Cosa que no obsta para que tener cuatro patas sea también una característica interesante de la que derivan inevitablemente consecuencias específicas, cuyo estudio está prácticamente eliminado por la nueva y mejor taxonomía. Los caracteres residuales legítimamente desclasificados dan seguramente lugar a relaciones notables que pueden sin duda ventajosamente descubrir y establecer. Aunque dejados de cuenta, no son en modo alguno insignificantes. En otra perspectiva, podrían revelarse súbitamente decisivos, no como líneas de fuerza y arterias principales. El universo es irradiante. Soporta todo secamente, mediana, cuerda y bisetriz. La desgracia es que la especificación inclina al sabio a hundirse siempre en la misma dirección y no le facilita el descubrimiento, la visión, la imaginación de perspectivas revolucionarias.

La mitografía estudia las creencias fabulosas ligadas a los ritos; la piscopatología, las obsesiones y los delirios; la entomología, el comportamiento de los insectos. He creído poder acercar las costumbres de la manta religiosa o de otras especies animales en que la hembra devora al macho antes o después del acoplamiento, al terror de la vagina dentada frecuente en ciertos neurópatas y a los mitos de la diosa o de la mujer fatal cuyo abrazo es mortífero. Sin duda, el paso es atrevido, ¿pero conviene por ello tomar el partido de recusarlo? La estética estudia la armonía de las líneas y los colores. ¿No es posible concebir, por ejemplo, que confronte los cuadros de los pintores y las alas de las mariposas? Sin duda debemos reconocer que el cuadro es una obra exterior, dependiente del libre albedrio, y de la habilidad de un individuo en tanto que la librea de una mariposa es una composición inscripta en el organismo y lote inmutable de la especie. Esas oposiciones son inmutables. Conviene ante todo subrayarlas. Pero una vez que se han definido y medido esos innegables contrastes, puede ser oportuno tratar de descubrir el denominador común de toda armonía de líneas y colores. Una teoría general de la belleza en la naturaleza y en el arte, debe debería normalmente surgir de un parejo agrandamiento del campo de la visión mental.

De igual modo los fenómenos del mimetismo muestran a tales y cuales animales asimilarse a la decoración y verse prácticamente invisible; otros, imitan especies a veces muy alejadas y hacerse pasar por ellas; también otros, aterrorizar a sus enemigos o paralizar a sus preses descubriendo bruscamente ocelos (2), falsos ojos grandilocuentes, u ostentando en ellos apéndices vanos y monstruosos o, en ciertos casos, como la fúlgora laternaria (3), paseando ante ellos verdaderas máscaras. Es entonces imposible no pensar respectivamente en las leyendas de sombrero o de capa que vuelven invisibles y en los procedimientos de camuflaje; en segundo lugar, en los impulsos que, en el hombre se traducen por los fenómenos de moda y disfraz, de carnaval y teatro; por último, en el terror sacro e institucional que suscitan los oficiantes enmascarados y disfrazados de las ceremonias primitivas. Todo ellos debe ser tenido en cuenta.

Antroporfismo, exclamarán. Ocurre justamente lo inverso, porque debemos pensar que no se trata en modo alguno de explicar a partir del hombre ciertos datos enigmáticos que se comprueban en la naturaleza, sino, por lo contrario, de explicar al hombre que responde a las leyes de esa misma naturaleza, a la cual pertenecen en casi todo, a partir de las conductas más generales que encontramos esparcidas en la gran generalidad de las especies. Esta actitud conduce a variar considerablemente los principios de explicacion biológica y a considerar que la naturaleza, que no es avara, persigue tanto como la sobrevivencia el placer, el lujo, la exuberancia, el vértigo. De manera que parece legítimo romper el marco de la lucha por la vida y de la selección natural, resorte demasiado estricta y exclusivamente utilitarios y, en ese sentido, contrariamente a la opinión acreditada, muy estrechamente antropomorfos y dependiente de una imagen pasajera, localizada, y fechada que el hombre es ha hecho una vez de sí mismo en circunstancias precisas. Es hora de recurrir a «móviles» de igual modo universalmente imperiosos, tales como la profusión, el juego, la embriaguez, la estética misma, a lo menos la necesidad de aderezos y ornamentación.

Entre las ciencias del hombre y las ciencias naturales pueden establecerse y desarrollarse intercambios generosos. El diálogo debe ser aún más amplio e incluir las ciencias físicas. El cristal presenta ya propiedades análogas a las de la materia viva; por un lado, la cicatrización de la parte herida por una actividad regeneradora acrecida, como un cangrejo regenera sus patas o un saurio su cola; por otro lado, la eliminación progresiva de los cuerpos extraños prisioneros por un accidente en su substancia ordenada y homogénea. Por último, parece bien que las redes que determinan la inmutable regularidad de los cristales sean idénticas a aquellas que aparecen en el microscopio electrónico sobre la sección transversal de la fibra de un músculo estriado o también aquellas que determinan la disposición de las hojas en el tallo o de los granos en la espiga. Felices y promisorias connivencias entre la mineralogía, la botánica, la anotomía y las ciencias aún futuras que compondrán al fin los aportes inconexos.

No es un helenista y menos todavía un filólogo que ha logrado descifrar el minoano A y B (4), sino un especialista del desciframiento de mensajes secretos: faltando textos para descifrar, disponía de ocios. Si mis recuerdos son exactos, no fueron los estrategas los que encontraron, en el momento más intenso de la Batalla del Atlántico hacia 1942, la mejor disposición de los destroyers para proteger eficazmente a los convoyes aliados; fueron botánicos que partieron de esa distribución helicoidal de las hojas en el tallo a la cual acabo de hacer alusión. Se podría sin trabaj multiplicar los ejemplos, incluso antiguos. Cuando Newton descubre que la misma fuerza hace que la luna no caiga sobre la tierra y que una manzana no puede sino caer, articula dos datos que pertenecen por entonces a sectores extranjeros.

Aproximadamente  entonces escandaloso, no subsiste de él sino la anécdota de un soñador iluminado por la caída de un fruto. Pero hasta esa reliquia irrisoria es significativa del paso que dio.

De una manera general, parece desde ahora posible afirmar que no será tiempo perdido, lejos de ello, el estudio profundizado de la simetría, de la derecha y de la izquierda (en el hombre como los cristales de ácido tártrico). No seria inoportuno indagar el desarrollo espiral (en las conchillas como en las nebulosas), teniendo siempre presente que la espiral es el único módulo que somete la obligación de la simetría al deber de crecimiento. Simultáneamente, convendría acechar, en todas partes en que se produzca, la aparición de la disimetría concebida como factor de vida, de independencia y finalmente de libertad considerada, en una palabra, como fuerza de entropía inversa. Otro campo de investigación proficuo sería sin duda la comparación de los niveles de organización en lo inanimado, lo viviente, lo psíquico, lo social y las modalidades de paso de un plano al otro. He aquí otros ámbitos igualmente vastos para esas ciencias de un tipo a la vez permanente e inédito que me propongo  en adelante llamar «diagonales».

Estas ciencias se superponen a las disciplinas antiguas y las obligan al diálogo. Intentan descubrir la legislacion única que reúne fenómenos dispersos y en apariencia sin relación entre sí. Descifran complicidades latentes y descubren correlaciones descuidadas, efectuando en ese común universo cortes oblicuos. Anhelan y se esfuerzan por inaugurar un saber en que la temeridad de la imaginación se ejerce primero, antes de recurrir a una severidad de control tanto más indispensable cuanto que la audacia se ha impuesto la tarea de establecer caminos transversales más aventurados. Semejante red de atajos hoy parece cada vez más necesaria entre los puestos numerosos y aislados, esparcidos a lo largo de la periferia desprovista de líneas interiores por donde se desarrolla la fértil indagación.

(*) Fuente: Roger Caillois, “Nuevo alegato para las ciencias diagonales”, en Intenciones, ed. Sur, 1980 (trad. José Bianco).

(**) Roger Caillois fue influenciado en su pensamiento por el surrealismo, Georges Bataille, Rudof Otto, y Marcel Mauss. Es autor de El hombre y lo sagrado (1939), un clásico en el estudio de la dimensión mítica y ritual de los pueblos antiguos y su nexo con la cohesión social. Autor también de Los juegos y los hombres (1958), y la Antología de lo fantástico (1958), obra en la que recuerda el legado del conde polaco Jan Potocki, el autor del notable libro El manuscrito encontrado en Zaragoza (1805). La escritura de las piedras (1970) es otra de sus grandes obras, otro ejemplo de lo diagonal porque conecta las formas complejas del mundo mineral con la imaginación humana, es decir la Naturaleza con la mente del sapiens. Caillois fue gran coleccionista de piedras. En 1988 parte de los 2000 minerales de su colección fueron donados al Museo Nacional de Historia Natural de Francia, y hoy se exhiben en la galería de mineralogía.

(1) Anastomosis es una conexión quirúrgica entre dos estructuras. Por ejemplo, cuando se remueve quirúrgicamente parte de un intestino, los dos extremos restantes se cosen o se engrapan juntos (anastomosan).

(2) Ocelos: órgano visual de algunos animales  formado por un grupo de células fotosensibles, mediante el cual pueden percibir luz pero no imágenes; o pequeña mancha redondeada en las alas de un insecto, las plumas de un ave o la piel de un pez, mamífero, reptil, etc. Ej: «los ocelos de un pavo real».

(3) Fulgora laternaria, insecto que habita en bosques húmedos tropicales en Sudamérica. Méxic, Centroamérica.

(4) Escritura de la civilización minoica de Creta.

La obra a la que pertenece este texto olvidado de Roger Caillois.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s