Por Esteban Ierardo

Remedios Varo es una de las grandes artistas vinculadas con el surrealismo.
Aunque española terminó radicándose en México. Su estilo es un aporte diferente a la imaginación surrealista. Su obra se caracteriza por la unión entre elementos procedentes de la ciencia moderna, y la dimensión mágica de la alquimia, el hermetismo, incluso del psicoanálisis. En el ensayo que sigue a continuación, no muy extenso, nos entregamos a una libre interpretación de algunos posibles aspectos de su simbolismo que intentan revelar la profunda intuición del flujo de la vida por parte de esta extraordinaria artista.
En esta página también pueden encontrar una galería dedicada a tres artistas surrealistas entre las que se encuentra Remedios Varo:
Galería tres artistas surrealistas: Raquel Forner, Leonora Carrigton, y Remedios Varo
Y:
Obras Remedios Varo en canal asociado a página
I. Presentación.
Para muchos, el surrealismo llegó a su cumbre con la pictórica de Dalí, Magritte, o Miró. Pero lo surreal puede sorprender aún por su renovación en las ilustraciones del polaco Jacek Yerka. O también la obra de Remedios Varo recrea el arte surrealista desde cumbres de alta inspiración.
Remedios Varo se encuentra con su arte luego de un largo camino de distintas labores. Nace en España, Gerona (1908), y murió en Ciudad de México, en 1963. Vive la desvaloración de la mujer y su marginación de la
formación artística. Pero la estrechez de su tiempo se compensa con la amplitud libre pensadora de su padre, que no teme contradecir la corriente; y luego de descubrir las cualidades artísticas de su hija; la alienta para su ingreso en la afamada Academia de San Fernando, de Madrid. Se casa con un compañero de estudios; pasa por París y recala en Barcelona, donde busca la supervivencia como dibujante publicitaria. Luego de su separación, y por mediación del pintor Esteban Francés, ingresa en el círculo surrealista gobernado por la imagen totémica de André Breton. Se vincula con el grupo Logicofobista (1).
Las venas de España estallan durante la Guerra Civil. Varo rechaza el fascismo franquista. Adhiere sin dudas a la causa liberal republicana. También decide no regresar a España. El enamoramiento la sorprende, y se une a Benjamín Peret. La invasión de las botas alemanas en París la expulsa de Europa. Emigra entonces a México. Los exiliados son protegidos. Se les concede plena libertad laboral. Así Varo encuentra sustento por la punta de sus lápices: es contratada como ilustradora entomológica por el Instituto francés de América Latina para una expedición científica en Venezuela. Al mismo tiempo trabaja para Bayer mediante carteles publicitarios. Un nuevo matrimonio le brindarán los recursos necesarios para entregarse plenamente a su arte. El político austriaco Walter Gruñe, su esposo, valora su don artístico y la ampara para que despliegue su creatividad.
En 1955 realiza en la Ciudad de México su primera exposición pública. Conoce circunstancialmente a Frida Kahlo y Diego Ribera; pero con la que establece una amistad esencial, de “destino”, es con Leonora Carrington. El lazo es especial. Porque promueve una nutrición recíproca entre dos personalidades acariciadas por un sueño creativo afín.
II. La corriente de las influencias.
Cuanto más poderosa una creación más singular. Parte de lo singular en Varo es la simbiosis de la ciencia moderna con atmósferas oníricas, místicas, pobladas por simbolismos de resonancias o alcances indefinidos. El imaginario visual de Varo recibe las incitaciones de Giotto, Lorenzetti, de los miniaturas e iluminadores medievales como los hermanos Limbourg. Le llegan también los vientos procedentes de Fra Angelico, el Bosco, Brueghel, Leiden; y, claro, las caricias de las manos surrealistas que anteceden a la artista en su propio devenir surreal.
Varo estima el proceso creativo antes que la obra en sí misma. En este proceso, la relatividad o la gravitación universal se compenetran con susurros que emergen desde el Corpus Hermeticum, el inconsciente colectivo junguiano, el vacío como presencia que es ausencia inasible en el budismo zen, o el taoísmo. Las diversas variantes combinatorias de las artes arcanas o místico-trascedentes rebullen en la iconografía de la pintora: la alquimia y la magia, la qabbalah, la astrología, lo gnóstico y neoplatónico. Técnicas distintas también se entrecruzan: decalcomanía, fumage, frottage (2).
Técnicas y manantiales simbólicos sostienen, como raíz sólida y ramificada, los mundos fantásticos, que la artista descubre….
III. El tejido universal, lo humano, lo animal y la naturaleza.
En la imaginación ancestral, lo femenino teje las redes que unen los múltiples ojales de la materia. Tejidos para enlazar y unir los fenómenos distintos. Por eso, las diosas tejedoras que unen lo diverso garantizan la unidad del mundo. La materia múltiple nace del vientre único de una misteriosa Madre Noche.
Y lo femenino teje en Tejiendo el manto terrestre (1961). Un grupo de mujeres, en lo
alto de una torre, enlaza hilos. Su único tejido se descuelga desde unas aberturas; entonces, se desenrollan castillos y montañas. Todo se hilvana en el manto terrestre que se estira en las cuatro direcciones del espacio. El mundo visible nace así como textura femenina, como la secreta labor de mujeres tejedoras que insinúan que ninguna forma palpita fuera del tejido-red universal.
Las mujeres hilvanan bajo la dirección de una Maestra Lectora, en una torre, simbólico axis mundi, un centro del mundo, difusor de la vida. El centro es lugar de nacimiento primordial; pero también es región incognoscible para el limitado saber humano, para su precaria intelección de la verdad.
Y, como adelantamos, ciencia, astronomía, y también la influencia de la pintura moderna, se unen en el movimiento de los pinceles de Remedios Varo. Esto puede advertirse, por ejemplo, su obra Naturaleza muerta resucitada (1963)…
Por un lado, en noches de matemáticas y sueños, Kepler arriba a la certeza de que los planetas no se mueven en círculos perfectos; sus extremos se estiran en elípticas. Esto niega la cosmovisión aristotélica medieval que sostiene que los cuerpos celestes se mueven en órbitas circulares perfectas. Y, por otro lado, en la tradición artística de las naturalezas muertas de la pintura moderna, frutas o vegetales, junto con recipientes o manteles, son representados en la quietud, en una pesada fijación a la tierra. No estamos ya ante la vida salvaje, sino ante una naturaleza quieta, con una variedad de frutas arrebatadas de sus plantas y árboles de origen, y representadas con sus formas, detalles, colores, y contornos entre la luz y las sombras. Las naturalezas muertas de los pintores flamencos sobresalen en este sentido.
Y en Naturaleza muerta resucitada (1963) de Varo, se anudan ciencia y astronomía, y la mencionada tradición pictórica moderna de las naturalezas muertas. Una vela es el centro que funge como el fulgor solar, el gran cuerpo incandescente que atrae a los planetas con su atracción gravitatoria. En su derredor no flotan los planetas en trayectorias elípticas, sino las frutas que antes eran entidades inmóviles en las tradicionales naturalezas muertas. Los frutos de la vegetación ya no son lo quieto y estático. Ahora vuelan y se mueven en una circulación de rapidez y levedad.
Y el tiempo siempre protege el secreto de su origen. Acercarse a su sentido es parte de una visión más que de una lógica meditación filosófica. Y la artista ve algo
de la vibración escondida del tiempo en La revelación o el relojero (1955). En un recinto rodeado acaso de noche o de vacío, se erigen relojes pendulares, de madera lustrosa. En sus discos se deslizan las agujas. Discos sólidos que indican el paso del tiempo cotidiano, el tiempo del insumo humano. Pero otro disco de aspecto traslúcido y flotante se apresta a traspasar una ventana, y a salir a la negrura exterior. O acaso viene de allí. Un gato acompaña al relojero que, ensimismado, ve el disco etérico y la negrura cósmica de la noche, el abismo del misterio desde el que emana el tiempo, sin que entendamos cómo.
Por la conciencia del tiempo, el humano no vive plenamente en su presente; su ánimo suele estar proyectado hacia el mañana, el futuro, y el temor a la muerte. En el paraíso solo se vive en un presente continuo. Pero para Remedios Varo el paraíso nunca es posibilidad humana. Del reino paradisíaco, el animal está más cerca dado que, en su inconciencia (que acaso es una forma superior de conocimiento), vive en el puro presente, donde no se teme el mañana de la muerte. Y los habitantes de ese paraíso animal son los felinos en El paraíso de los Gatos (1955).

La fuerte identificación con lo animal devuelve al hombre a algo más primario. En La Creación de las aves, obra icónica de Remedios Varo, un ave de rasgos humanizados se concentra en un acto de creación.

El título de la obra, abre algunos de sus posibles sentidos. Desde un acto misterioso, las aves son creadas. La humanización del creador de los pájaros acaso no es más que la extensión del recurso de las religiones, en su fase más popular, de asociar la creación con la voluntad de un gran padre. El padre humano convertido en gran padre divino; el hombre-pájaro convertido, paralelamente, en gran padre de las aves. Pero siempre, tras la máscara de la personalización, perdura el misterio en fuga de la creación del hombre y de las aves por una fuerza que escapa a nuestra imaginación. Un fuerza que la artista imagina como un rayo de luz que surge del cielo nocturno que se descompone por un prisma, para luego materializarse en la forma de un pájaro. La creación de una fuerza-luz desde el misterioso fondo de la noche que, por un proceso científico, con su consiguiente racionalidad, crea las aves. Pero la creación que la artista expresa es alta inteligencia: su primer aspecto es la fuerza que procede de lo elevado (la luz a través de la ventana); luego un método o un proceso para dar forma a lo que se crea (el prisma); y, después, la mesa de trabajo del creador de las aves que, con sus cuatros lados, acaso representa las cuatros direcciones de lo terrestre donde nacen los nuevos pájaros creados. La creación como proceso mágico-científico que asoma desde el misterio.

Hombre y animal se integran en la obra recién evocada. Y lo mismo ocurre con Gato hombre (1943). Aquí el felino y el humano se desdoblan en lo que parece una superficie cubierta por raíces, o tierra esparcida y mojada. Unos ojos de verde claro, amarillo, iris negro sobre una retina de magnético blanco, parece asomar desde lo que oculta una radiante vida. El humano compartiendo la vida con el felino, como emanados de una fuente común; o el humano que, por la reintegración con el animal, experimenta lo que antes la dispersa superficialidad humana no le permitía: la vida como un poder que surge desde la tierra ablandada y algo secreto que reclama ojos de humano y animal para ver y verse.
Con-fusión entre lo que parece distinto, separado, que se repite en Descubrimiento de un Geólogo Mutante (1961).

El geólogo-científico escudriña un paisaje mineral y arcaico, tiznado de antigüedad, pero que deja traslucir, con trazo sutil, edificios como absorbidos por las montañas milenarias. El geólogo observa una flor, símbolo acaso de su interés por comprender el origen de la vida, aun rodeada por formaciones de rocosa aspereza. La visión de los ojos del geólogo aumenta por un larga vista. Al tiempo que el sujeto observa su espalda adquiere el aspecto de las alas de un insecto. La vida más bella, como la de la flor, brota de la tierra arcaica, ondulada, misteriosa.
En la modernidad clásica, desde Bacon hasta Newton o el positivismo, la ciencia mantiene estrictamente la dualidad o separación entre sujeto observador (un geólogo por caso), y lo observado, el objeto de estudio, las formaciones rocosas, la naturaleza. La separación entre sujeto y objeto, el humano y su entorno.
Pero desde su fina inteligencia de artista de la intuición profunda, Remedios Varo comprende que el proceso contrario es lo mejor, o lo más real: no la división entre el observador y lo observado, sino su fusión y unidad. Por eso, expresa la integración entre lo humano y lo no humano del insecto; o los edificios que se compenetran con los paisajes montañosos y rocosos; lo arcaico que retiene las claves del surgimiento de la vida, de la flor, del espacio, en el que se despliega la vida con sus distintos órdenes y formas.
IV. El resonar con la tierra y el cielo
Las integraciones revelan un mundo de correspondencias y compenetraciones. Por ejemplo, el hombre en la tierra vive dentro de lo universal, que también es el cielo. La vieja astrología es conciencia de esa compenetración entre lo humano y la vida estelar. El astrólogo en su pureza arquetípica, ajena a sus deformaciones modernas (3), sabe de la unidad del hombre-tierra y astro-cielo. En el desacralizado mundo contemporáneo ese mismo saber puede brotar de un arte simbólico.
En Papilla estelar (1958), Varo se autorrepresenta dentro de una estrecha torre, cuya abertura en la parte frontal permite observar su interior. La torre se convierte así en escenario, de una visibilidad teatral, en el que el tema-símbolo de la obra se muestra en toda su potencia sugestiva. La artista autorrepresentada manipula un tubo que, en su extremo, captura las nubes de un cielo oscurecido, que oculta las estrellas. El resultado de este proceso es la papilla estelar, un alimento alquímico y mágico, y a la vez estético, con el que, mediante una cucharilla, la artista alimenta a una media luna encerrada en una jaula. Acaso remisión a la alimentación por el arte, o por la apertura a lo universal celeste, de la parte lunar, cósmica y prerracional que permanece en nosotros reprimida y debilitada; o quizá es la celebración que lo humano, encerrado en la torre en la tierra, puede hacer del cielo y sus fuerzas secretas.
Es el crear en resonancia con la totalidad integrada del cielo y tierra. Creación artística diferente a la del arte no figurativo, abstracto, autosuficiente. En el arte de Varo no se renuncia a la figuración. Para así potenciar una comunicación simbólica desde las figuras donde el mundo vibra como fuerza poética. Por eso, la poesía del rapsoda más eficaz procede de escuchar y expresar las vibraciones del mundo empírico, compuesto por las muchas formas. El rapsoda (1957) acaso desnuda esta idea…
Un poeta, con atuendos de la edad media, se muestra junto a torres y murallas desde la que surgen mujeres medievales, en torno a un estrecho río sobre el que una sirena se metamorfosea en una embarcación, y su suelta cabellera son los hilos extendidos de un arpa-cuerda. Con un plectro, el rapsoda se prepara para hacer sonar las cuerdas-cabellos de la sirena-mujer, como si fuera la prolongación visible de la naturaleza y su poder enigmático. La poesía como arte de hacer resonar lo que ya resuena en la complejidad del mundo natural. El rapsoda, el poeta, el artista, que resuena desde las vibraciones de la materia fluida.
V. El reencantamiento del mundo y cerca de las fuentes.
La naturaleza se reencanta en Remedios Varo. Es nuevamente el mundo poblado por fuerzas poéticas, simbólicas, mágicas, licores de fantasía que reaniman el espacio. A diferencia de una mística de la pura interioridad (como en la tradición agustiniana o protestante), en Remedios, la espiritualidad fluye en un vasto mundo repoetizado.
El bosque es sitio ancestral de refugio de lo secreto. Y allí hay claros, pequeños terrenos despejados, de hierba y musgo. La luz solar traspasa las copas e ilumina el claro ante la mirada fascinada de un viajero errante y solitario que, entre los árboles, busca un lenguaje perdido.. Así acontece en Música solar (1955).
La luz plena y concentrada en un rayo, disco o punto, es símbolo tradicional de la verdad divina, del ser absoluto. Pero quizá la verdad se oculta en la luz, en lugar de desnudarse o mostrase a través de ella. Desde esta sospecha, no hay revelación de lo verdadero, sólo aproximaciones parciales. Pero una mejor cercanía a algo verdadero se fortalece en la síntesis entre la luz (el ojo) y el sonido (el oído), unidos en una música solar, cuyo círculo radiante en el bosque es señal no de la revelación imposible de la verdad sino de lo que excita o estimula la intuición de la vida como lo que surge desde la fuente de algo secreto y poderoso.
La intuición de la fuente (la fuente equivalente a la verdad sin revelación) también se hace imagen simbólica en Exploración de las fuentes del río Orinoco (1959) de Remedios Varo. . El
Orinoco es uno de los más potentes ríos que los españoles descubren en su aventura de conquista (4). El Orinoco atraviesa el Amazonas, madriguera de la selva exuberante, creación de la tierra, el sol y la lluvia.
Y en un bote, una viajera explora el río. Remontar sus aguas es volver, o un intento de volver, a sus fuentes, que acaso es como decir, volver a las fuentes de la vida. La mujer, y a la vez el artista, como exploradora de las fuentes, del origen.
La exploradora navega en un bote estilizado, y de su sombrero se alzan un par de alas, como si la navegación, que es agua y profundidad fuera, al mismo tiempo, ascenso, vuelo: un ver más, estar más cerca de la fuente. Y al llegar al inicio, la mujer viajera descubre en una cavidad de un árbol, un recipiente que derrama el agua con los primeros gérmenes.
La exploración de las fuentes…acaso la metáfora sintética de uno de los destinos más altos de la imaginación, y de la inteligencia artística.. El juego de las figuras simbólicas que traspasan climas de magia, misterio y poesía, hasta acercarse a las fuentes de la fuerza que, tal vez, mueve al creador de las aves y a las tejedoras del mundo. (*)
(*) Fuente: Esteban Ierardo, “Cerca de las fuentes. El arte de Remedios Varo”, editado aquí de manera original.
Citas:
(1) El grupo Logicofobista fue un grupo de la vanguardia artística catalana que surgió en 1936. Su propósito era la síntesis entre el espiritualismo y el surrealismo. El grupo pretendía representar una variante del surrealismo más consagrado de un Joan Miró, o Salvador Dalí, La guerra civil española truncó su continuidad y maduración.
(2) El frottage (del francés, frotter, ‘frotar’) es una técnica artística que implica frotar un lápiz sobre una hoja que se coloca sobre un objeto (que puede ser una moneda, una hoja seca de árbol, etcétera) para conseguir una impresión de su forma y textura. Esta técnica fue inventada por el pintor surrealista Mas Ernst, en 1925.
(3) En su pureza arquetípica, ajena a sus deformaciones modernas, horóscopos diarios y demás, la astrología, en la antigüedad, emerge como un saber que, como la filosofía hermética, asume la relación entre la tierra y el cielo. Una forma de pensamiento cosmológico que entiende que la vida en el planeta no puede entenderse separadamente del cosmos.
(4) El río Orinoco fluye mayormente por Venezuela y Colombia, atravesando parte del Amazonas. Es el tercer río más caudaloso del mundo, después del Amazonas y del Congo. La desembocadura del Orinoco en el océano Atlántico fue documentada por Cristóbal Colón en 1498, en su tercer viaje. Su fuente en el cerro Delgado Chalbaud, fue explorado por primera vez por los no indígenas en 1951.
Obras Remedios Varo en canal:
Muy interesante. Artículo. Gracias.
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Gracias por tu lectura, Elsa, que sigan inquietudes y muchos saludos!
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Esteban muy claro e interesante. Un afectuoso saludo.Deseos de vida apacible para vos y tu entorno.
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