por Esteban Ierardo

Una ciudad rusa se llamó primero San Petersburgo, luego Leningrado, y luego, de vuelta, San Petersburgo. Hoy muchos la conocen como el lugar del inmenso Museo Hermitage, en el antiguo Palacio de Invierno, convertido en gran colección del arte por Catalina II la Grande. Pero esa misma ciudad, hoy sinónimo de arte y opulencia arquitectónica, con grandes calles y a orillas del río Neva, en tiempos oscuros de la Segunda Guerra Mundial fue protagonista de un sufrimiento difícil de expresar, como lo que refleja el breve Diario de la niña Tatiana Sávicheva.
Sigue leyendo








