Por Rubén H. Ríos (*)
Durante el siglo XIX, las distintas formas de suplicio público y espectáculo de la crueldad que se implementaban para impartir castigo físico a los condenados fue abandonada; en su lugar, la pena punitiva comenzó a regirse por el encierro del cuerpo y los consiguientes sometimientos (privación sexual, aislamiento, racionamiento de alimentos, y así). De manera que en lo sucesivo serán las cárceles especialmente diseñadas los espacios donde corregir y reformar al recluso. Michel Foucault analiza en profundidad todo este proceso en Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión (1975), obra medular, de notoria influencia en su tiempo y que, este año, cumple cincuenta de su publicación original.
