
En 1908, en un amanecer de verano, en Siberia, un inesperado e inmenso resplandor relumbró en el cielo, seguido del gran estruendo de una enorme detonación con una energía de alrededor de 30 megatones, 300 veces la potencia de la bomba de Hiroshima. La mega explosión repercutió sobre una superficie deshabitada y remota de 2000 kilómetros cuadrados, en la que se desplomaron unos 60 millones de árboles con marcas de quemaduras. De haber ocurrido el estallido sobre Buenos Aires, New York, o París, estas ciudades hubieran desaparecido. ¿Pero qué fue esa explosión? Aún hoy es un misterio.
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