
La biblioteca no es sólo el asiento físico de los libros, o de las nuevas tecnologías para la digitalización de los catálogos y las obras. El corazón de la biblioteca es quizá su atmósfera particular, el ambiente que predispone a la lectura íntima y concentrada. Esto ocurre, por caso, entre otros ejemplos posibles, en la sala de lectura «Labrouste», sede Richelieu, de la vieja Biblioteca Nacional de Francia, inaugurada en junio de 1868.
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