Por Esteban Ierardo

El cine de David Lynch es un raro salto fuera del convencional cine lineal. Su arte se empeña en colapsar la narración clásica y generar aperturas hacia lo real como un fluir extraño e ilógico. De diferentes maneras, esta experiencia brota en sus films Cabeza borradora (Eraserhead, 1976); Terciopelo azul (Blue velvet, 1986); Twin Peaks: Fuego camina conmigo (Twin Peaks: Fire Walks with Me, 1992); Carretera perdida (Lost highway, 1996); y El camino de los sueños (Mulholland Drive, 2002), acaso su obra maestra, que aquí analizamos, al tiempo que repasamos muchos momentos de su cine.
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